Orígenes y Funciones de las Cortes en los Reinos Cristianos
La estructura política de los reinos peninsulares, originados durante los siglos de ocupación musulmana, era una monarquía feudal donde el poder del rey se encontraba debilitado frente a la fortaleza de la nobleza y la Iglesia, que gozaban de altas cotas de poder y control del territorio. El monarca no poseía ejército ni capital y era considerado un “primum inter pares”, primero entre sus iguales, los nobles. Ambos grupos sociales, nobleza y clero, formaban parte de la denominada Curia Regia, institución que ayudaba al rey en las tareas de gobierno.
En el siglo XII, las ciudades se habían convertido en referentes político-administrativos y la burguesía (comerciantes, artesanos) había aumentado notablemente. Esto provocó que los monarcas decidieran dar entrada a los representantes de las ciudades en la Curia Regia, que era un órgano consultivo formado por nobles y clérigos. Así es como nacen las Cortes, formadas desde entonces por nobleza, clero y burguesía.
Las Cortes eran convocadas por el rey y a ellas acudían representantes de los tres estamentos sociales: nobleza, clero y burguesía. Una vez convocadas, a la hora de elegir, se concedía un voto por estamento, lo que mantuvo a la burguesía claramente en desventaja frente a la nobleza y el clero, cuando el tercer estamento era el que mayor población representaba.
Las primeras Cortes que se crearon en la península fueron las del reino de León en el año 1188, convocadas por el rey Alfonso IX con el objetivo de ganar más poder y afianzar el trono. La iniciativa del reino de León se extendió más adelante, constituyéndose las Cortes del reino de Castilla en 1217. Una vez que ambos reinos quedaron unidos en 1250, se convocaron las Cortes de manera conjunta. En la corona de Aragón, las Cortes fueron apareciendo de forma secuencial: primero en Cataluña en 1214, en Aragón en 1247 y en Valencia en 1261; aunque, al igual que sucedió en Castilla, también se convocaron Cortes generales conjuntas a partir de 1289. Las funciones de estas Cortes medievales eran el control de los gastos del rey, la aprobación de subsidios, las declaraciones de guerra y los tratados de paz, y el control de los impuestos.
Las Cortes se reunían siempre que el rey lo consideraba oportuno, generalmente cuando el monarca necesitaba financiación para alguna batalla/conquista, la creación de alguna infraestructura, etc. Aunque las Cortes de Aragón y de Castilla tuvieron sus particularidades diferenciadoras, básicamente cumplían las mismas funciones, que eran tres: la sucesión a la corona, tomar juramento al rey y la aprobación de impuestos.
Las Cortes de Castilla tuvieron un carácter fundamentalmente consultivo y su función principal era la de aprobar subsidios/impuestos. Como el rey ejercía su poder sin tener demasiado en cuenta a las propias Cortes, estas irán perdiendo paulatinamente importancia. Además, a esta pérdida de trascendencia de las Cortes contribuyó que tanto la nobleza como el clero fueron dejando de asistir a las mismas por entender que podían lograr mayor influencia del rey a través de otros organismos. Esto condujo a que Castilla fuera derivando hacia un modelo autoritario de monarquía. Las Cortes de Aragón tuvieron un protagonismo mayor que las castellanas. Dentro de la corona de Aragón, cada reino (Aragón, Cataluña, Mallorca, Valencia) tenía sus propias leyes, instituciones y Cortes que, a diferencia de Castilla, se ocupaban de legislar y votar impuestos.
Una evidencia de este poder de las Cortes lo podemos ver en el hecho de que en 1283 las Cortes de Aragón y Cataluña le imponen al rey Pedro III el Grande el juramento del privilegio de los fueros, es decir, la corona se comprometía a respetar privilegios de la nobleza y el clero.
En Cataluña surge una delegación permanente de las Cortes llamada Generalitat, cuya función era recaudar impuestos. En Aragón, a su vez, aparece la figura del Justicia: encargado de defender los privilegios estamentales ante el rey. Así pues, en Aragón se creó un momento político en el que los reyes llegaban a acuerdos y pactos con los privilegiados; a este modelo de gobierno se le conoce como pactismo. Las Cortes del reino de Navarra se reúnen por primera vez en 1253. El monarca debía de respetar los fueros, derechos y tradiciones del reino vigentes antes de haber sido coronado rey. Estos fueros constituían una limitación del poder real y un sistema de control de las decisiones del rey, estableciendo un equilibrio entre el poder real y las instituciones. En resumen, las Cortes medievales no eran sino el reflejo de la sociedad estamental y un instrumento de los privilegiados, fundamentalmente los nobles, para poder mantener sus privilegios. Pese a ser un mero órgano consultivo, desempeñaron un importante papel fundamentalmente hasta el siglo XIV, puesto que en el siglo XV, con la llegada de los Reyes Católicos, las Cortes fueron perdiendo importancia y se giró hacia un modelo de monarquía autoritaria, especialmente en Castilla, porque en Aragón mantuvo sus peculiaridades.
Evolución Política de Al-Ándalus
El término Al-Ándalus designa los territorios de la península ibérica bajo dominio musulmán, independientemente de su extensión geográfica, ya que esta se irá reduciendo paulatinamente con el proceso que los cristianos denominaron Reconquista. En los casi ocho siglos de existencia de Al-Ándalus pueden distinguirse varias etapas. Tras la invasión musulmana en el 711, la victoria sobre los visigodos y la rápida conquista, la Península en casi su totalidad (salvo la zona cantábrica y los Pirineos) queda integrada en el imperio islámico. El territorio de Al-Ándalus, dividido en coras y con capital en Córdoba, está gobernado por un emir o valí que depende totalmente del califa omeya de Damasco. Los inicios de este emirato dependiente fueron convulsos por las rivalidades entre árabes y bereberes (que se rebelan en el 741) y por las tensiones entre la aristocracia tribal árabe y el emir de Córdoba. La expansión en Europa quedó frenada tras ser derrotados por los francos en Poitiers (732).
En el 750, los Abasíes derrocan violentamente a la dinastía Omeya sustituyéndola al frente del califato. Abd al-Rahman sobrevive a la matanza y tras hacerse con el poder de Al-Ándalus se proclama emir independiente del califa de Bagdad, de manera que sigue aceptando su autoridad religiosa pero ya no su autoridad política. Es el emirato independiente (756-929). El nuevo Estado se reorganiza y se produce una fuerte islamización de la sociedad aumentando la intransigencia religiosa. El periodo fue de una constante inestabilidad interna por las tensiones entre árabes y bereberes, las revueltas sociales de muladíes y mozárabes, los enfrentamientos políticos del emir con la aristocracia musulmana y con los díscolos gobernadores de las marcas fronterizas.
A comienzos del siglo X, Abderramán III logró recuperar el control interno del emirato y detener el avance cristiano. Se autoproclamó califa en el 929 desvinculándose así por completo de los abasíes de Bagdad y convirtiéndose en el líder político y espiritual de todos los creyentes de Al-Ándalus. El Califato de Córdoba (929-1031) constituye la época de mayor esplendor político, militar, económico y cultural de Al-Ándalus. Al-Hakam II impulsó notablemente la cultura, pero con su sucesor, Hisham II, el poder efectivo lo asumió el hachib Almanzor, que gobernó autoritariamente apoyado en el ejército. Imbuido de un gran celo religioso, emprendió numerosas razias o aceifas contra los cristianos. Tras su muerte en 1002 se inició una etapa de inestabilidad política y enfrentamientos que provocarán la desaparición del califato en 1031 y su disgregación en reinos de taifas independientes. Estas taifas, si bien mantienen la prosperidad económica y cultural, por su debilidad política y militar se ven obligadas a pagar parias a los cristianos, que recuperan territorios; Toledo cae en 1085.
En 1086, los almorávides norteafricanos, reclamados por las taifas, derrotan a los cristianos en Sagrajas y se hacen con el control de las mismas. El dominio almorávide se basó en la ocupación militar y en la imposición de una estricta ortodoxia religiosa. La pérdida de territorios (Zaragoza), su fanatismo religioso y su debilitamiento en el norte de África provocarán la disgregación en unos segundos reinos taifas que resultarán muy efímeros. Una nueva invasión bereber, la de los almohades, logró unificar Al-Ándalus en 1172. Sevilla será su capital. Con un gran puritanismo religioso, derrotan a los cristianos en Alarcos (1195) conteniendo su avance, pero la derrota en Las Navas de Tolosa (1212) marca su ocaso. Se produce la fragmentación en las terceras taifas, que poco a poco irán cayendo ante el gran avance de los cristianos en el siglo XIII. Al-Ándalus queda reducido al reino nazarí de Granada, que resistirá durante más de dos siglos a la presión castellana y las disputas internas.
En 1492 los Reyes Católicos pactaron con Boabdil su rendición, desapareciendo así el último vestigio de dominio musulmán en la Península.
El Proceso de Romanización en la Península Ibérica
La presencia de los romanos en la Península Ibérica duró seis siglos, desde el siglo II a.C. a principios del siglo V d.C.
La romanización fue el proceso por el cual los distintos pueblos indígenas que ocupaban la península, de manera pacífica o por la fuerza de las armas, aceptaron las estructuras: políticas, sociales, económicas y culturales romanas. Adoptaron su cultura, lengua, religión, modelo estético y artístico, sistema administrativo, sistema legal (derecho romano), urbanismo y modelo de vida.
Este proceso no fue un fenómeno uniforme. Las zonas que se romanizaron de manera más rápida e intensa fueron las conquistadas desde un primer momento: la Bética, Lusitania (la actual Portugal) y el valle del Ebro; se trataba de unas zonas con un mayor nivel de desarrollo, ya que habían sido colonizadas por otros pueblos anteriores (que habían dado lugar a la civilización Ibera). Por el contrario, las zonas del interior y norte peninsular montañoso fueron las de mayor resistencia.
Cronología y fases de la romanización:
- 1ª fase: del 218 al 197 a.C. Los romanos lograron en estos años dominar la costa mediterránea y expulsar a la mayoría de los pueblos asentados en la península; a otros directamente los asimilaron.
- 2ª fase: del 197 al 133 a.C. Esta segunda fase se caracterizó por la conquista de la meseta y sobre todo la de los lusitanos y los numantinos; igualmente se conquistaron también las Islas Baleares.
- 3ª fase: del 133 a.C. al 19 d.C. En esta última fase se produjo la conquista de los astures y cántabros.
El emperador Augusto en el año 14 d.C. dividió la península en tres provincias: Tarraconensis, Baetica y Lusitania. Más adelante se sumó a este proceso las provincias Gallaecia y Carthaginensis. Por último, en el siglo V se unió la provincia de Baleárica.
Los romanos centraron esta etapa final de la romanización en la creación de grandes ciudades que sirvieran de centro de atracción para la población y ayudaran a cohesionar las nuevas provincias de Hispania.
Entre el 27 a.C. y el 14 d.C. se dio por finalizado el proceso de romanización y así la península ibérica quedó integrada en el imperio romano, tanto a nivel económico como administrativo, político y social hasta el 476 d.C. cuando cae definitivamente Roma.
Factores que impulsaron la romanización:
- La presencia del ejército romano en la península fue un factor definitivo de la expansión de la forma de vida romana.
- Los propios pobladores indígenas eran reclutados como tropas auxiliares, lo que posibilitaba la conversión. Además, junto con el ejército solían llegar funcionarios y comerciantes que ayudaban al proceso de romanización.