Evolución Demográfica y Urbana en la España del Siglo XIX
Evolución de la Población
Durante el siglo XIX, España experimentó altas tasas de natalidad y mortalidad, lo que se tradujo en un crecimiento vegetativo bajo. La elevada natalidad se debía a la predominancia de una economía agraria y la ausencia de métodos anticonceptivos. La mortalidad, por su parte, era alta debido a las guerras, epidemias, la precaria alimentación y la deficiente higiene, factores a los que se sumaba una elevada mortalidad infantil. No fue hasta finales del siglo XIX cuando la población experimentó un crecimiento significativo, pasando de 10,5 a 18,5 millones de habitantes.
La baja densidad de población y el predominio del sector primario (68% en 1900) marcaron la distribución demográfica. A partir de 1860, se produjo un notable éxodo rural, que concentró la población en la periferia, Madrid y Barcelona, mientras que la Meseta y Andalucía experimentaron una pérdida de habitantes. El analfabetismo era elevado, especialmente entre las mujeres y en las regiones del sur. La Ley Moyano (1857) intentó abordar este problema, pero no tuvo el éxito esperado.
Las migraciones interiores se intensificaron debido a la industrialización, el desarrollo de los transportes y la urbanización. Estas migraciones podían ser estacionales (para trabajos agrarios o urbanos temporales) o permanentes (del campo a las ciudades, con Cataluña y el País Vasco como principales destinos). Las migraciones exteriores estuvieron prohibidas hasta 1853 (excepto hacia Cuba y Puerto Rico), pero tras la Constitución de 1869, aumentaron los flujos migratorios hacia América y el norte de África, siendo Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias las principales zonas de origen de los emigrantes.
Desarrollo Urbano
El crecimiento de las ciudades fue impulsado por la división provincial de 1833 y la industrialización. Hasta mediados del siglo XIX, las ciudades crecían principalmente por su función administrativa y comercial, pero posteriormente la industria se convirtió en el motor principal de la urbanización.
El aumento de la población urbana provocó problemas de hacinamiento e insalubridad, lo que llevó a la expansión urbana mediante el derribo de murallas y la creación de ensanches. Los planes urbanísticos buscaron organizar el crecimiento urbano con la creación de plazas, grandes vías (como la Gran Vía de Madrid) y ensanches burgueses (como el Plan Cerdá en Barcelona y el Plan Castro en Madrid). Paralelamente, los cascos antiguos se degradaron y surgieron barrios obreros sin planificación previa.
Las ciudades que más se beneficiaron de este proceso fueron las industriales y portuarias (Bilbao, Santander, La Coruña, Vigo, Cádiz, Málaga, Valencia y Barcelona). Madrid, la única gran ciudad del interior, creció gracias a su papel administrativo.
De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases
Con la instauración del Estado liberal y el avance de la industrialización, la sociedad española experimentó una transición de una estructura estamental a una de clases, basada en la riqueza y no en el nacimiento. Esto permitió una mayor movilidad social, aunque persistieron importantes desigualdades.
- Clase alta: Compuesta por la antigua aristocracia y la burguesía enriquecida gracias a las desamortizaciones, el ferrocarril, la banca y la industria.
- Clase media: Integrada por profesionales liberales, funcionarios y pequeños comerciantes, con mayor presencia en el norte de España.
- Clases populares: Constituían la mayoría de la población, incluyendo jornaleros y proletariado (concentrado en Barcelona, Asturias y Vizcaya). Vivían en condiciones precarias, pero experimentaron algunas mejoras gracias a la acción del movimiento obrero.
La Iglesia perdió parte de su patrimonio con las desamortizaciones, pero el Concordato de 1851 le permitió mantener una considerable influencia, lo que generó un sentimiento de anticlericalismo entre las clases populares y medias. El Ejército desempeñó un papel político clave a través de pronunciamientos y el liderazgo en los partidos políticos.
El Sistema Canovista y la Restauración Borbónica (1874-1923)
Cánovas del Castillo fue el artífice del regreso pacífico de Alfonso XII al trono, consolidando un sistema monárquico estable basado en el turno de partidos entre el Partido Liberal Conservador (liderado por Cánovas) y el Partido Liberal Fusionista (encabezado por Sagasta). Este sistema se sustentaba en una red clientelar que garantizaba la alternancia en el poder mediante la manipulación electoral, conocida como “caciquismo” y “pucherazo”. Se logró la pacificación del país con el fin de la Tercera Guerra Carlista (1876) y la Paz de Zanjón (1878), que puso fin a la Guerra de Cuba (temporalmente). Además, se alejó al Ejército de la vida política.
La Constitución de 1876
Características principales:
- Monarquía constitucional: Amplios poderes para el rey, incluyendo la facultad de convocar Cortes, elegir al presidente del gobierno y sancionar leyes.
- Sistema bicameral: Congreso (elegido por sufragio censitario hasta 1890, y luego por sufragio universal masculino) y Senado (con senadores de designación real y elegidos por corporaciones del Estado).
- Centralismo: Fuerte control del gobierno central sobre ayuntamientos y diputaciones.
- Ejército subordinado al poder civil.
- Confesionalidad católica del Estado, aunque se permitía la libertad de culto en el ámbito privado.
- Declaración de derechos individuales, como la propiedad y la libertad de expresión.
Turno de Partidos y Crisis del Sistema
A partir de 1885, con la regencia de María Cristina de Habsburgo, el sistema se consolidó con el Pacto del Pardo (un acuerdo entre Cánovas y Sagasta para asegurar la estabilidad del régimen). Sagasta impulsó reformas significativas, como la implantación del sufragio universal masculino, mientras que Cánovas implementó políticas proteccionistas. Sin embargo, el sistema entró en crisis debido a la Guerra de Cuba (1895-1898), el auge del movimiento obrero, los atentados anarquistas y el surgimiento de los nacionalismos periféricos. Tras el Desastre del 98, Sagasta asumió la gestión de la crisis, y en 1902 Alfonso XIII fue declarado mayor de edad.
Oposición al Sistema Canovista
- Nacionalismo Catalán: Surgió con la Renaixença, un movimiento cultural que reivindicaba la lengua y la cultura catalanas. Se politizó con la presentación del Memorial de Agravios (1885) a Alfonso XII. En 1891, Prat de la Riba fundó la Unió Catalanista, que en 1901 se integró en la Lliga Regionalista, liderada por Francesc Cambó.
- Nacionalismo Vasco: Inspirado en la pérdida de los fueros tras la Tercera Guerra Carlista y el temor a la pérdida de identidad cultural debido a la industrialización. Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895, con un discurso inicial tradicionalista, religioso y con tintes xenófobos.
- Nacionalismo Gallego: Tuvo un carácter más cultural que político, con figuras destacadas como Rosalía de Castro y Manuel Murguía.
- Movimiento Obrero:
- Socialismo: Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879 y la Unión General de Trabajadores (UGT) en 1888. El PSOE logró su primer diputado en las Cortes en 1910.
- Anarquismo: Tuvo una gran implantación en Cataluña y Andalucía. Tras la represión del movimiento, se impuso la estrategia de la “propaganda por el hecho”, que se tradujo en atentados terroristas y magnicidios, como el asesinato de Cánovas del Castillo en 1897. En 1911, se legalizó el anarcosindicalismo con la creación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
El Sistema Canovista llegó a su fin con la crisis política y social de principios del siglo XX, marcada por el auge de los movimientos obreros, el fracaso del sistema de turno de partidos y las tensiones nacionalistas.