Prehistoria y Edad Antigua en la Península Ibérica: Un Recorrido Histórico

1. El Proceso de Hominización en la Península Ibérica: Nuevos Hallazgos

El proceso de hominización, es decir, la evolución de la especie humana, se inició en África hace 5 millones de años, durante el Paleolítico. La presencia humana en la Península Ibérica se remonta a unos 800.000 años con el Homo antecessor, cuyos restos encontrados en Atapuerca (Burgos) le hacen ser considerado el “Homo” más antiguo. En el Paleolítico inferior, el Homo antecessor junto con el Homo erectus formaron colonias nómadas de cazadores y recolectores. Más tarde aparecería el Homo heidelbergensis.

En el Paleolítico medio (100.000 al 35.000 a.C.), la península estuvo habitada por el Homo neanderthalensis, cuyos restos encontrados en Gibraltar y Bayona lo definen como un robusto depredador y con una estructura craneal de 1500 cc. Más tarde, en el Paleolítico superior (35.000 al 9.000 a.C.) y gracias a los yacimientos encontrados, sabemos que apareció el antepasado más directo del hombre, el Homo sapiens, el cual desarrolló la caza, la pesca y la recolección de frutos, así como su habilidad cultural y artística, reflejadas en las cuevas de Altamira, Cantabria y Asturias.

2. Pueblos Prerromanos y Colonizaciones Históricas: Fenicios, Griegos y Cartaginenses

Desde el siglo VIII a.C., en la Península Ibérica se configuraron varias culturas indígenas. Los celtas ocupaban el norte y el oeste peninsular y tenían un bajo grado de desarrollo. Los celtíberos ocupaban el centro peninsular y destacaban por su barbarie y salvajismo. Los íberos, asentados en el sur y el este peninsular, recibieron importantes influencias de los pueblos del Mediterráneo oriental, por lo que su desarrollo fue mayor. Además, los tartesios, de influencia fenicia, se extendían por el bajo Guadalquivir. A partir del 750 a.C., estas culturas entraron en contacto directo con fenicios (Cádiz y Málaga), los griegos (Ampurias) y cartaginenses (Levante) que, atraídos por sus metales, establecieron colonias en la península con fines meramente comerciales, y cuya influencia fue patente en el arte, en la lengua, en la escritura alfabética y en la religión con nuevas deidades (dioses) de los pueblos indígenas. También mejoraron la agricultura con la introducción del arado, la artesanía con la difusión del torno y en la minería e industria con la metalúrgica del hierro y la salazón del pescado, difundieron a su vez la moneda y nuevas técnicas de navegación. A partir del 237 a.C., los cartaginenses sometieron la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir, y fundaron Cartago Nova, como plataforma para luchar contra Roma.

3. Conquista, Romanización y Legado Cultural Romano en la Cultura Hispánica

A raíz de la conquista romana (218-19 a.C.), los aspectos culturales de los pueblos peninsulares se adaptaron a las pautas romanas. La imposición del latín como lengua común, con autores como Séneca y Marcial, conllevó a fortalecer la cohesión social. Con el latín, se introdujo el derecho romano, modelando las instituciones públicas y cuya influencia se nota aún en la actualidad. En el ámbito religioso, los romanos respetaron los cultos locales que no amenazaran la lealtad al emperador. A partir del siglo III d.C., se introdujo el cristianismo en las élites sociales romanas, que sufrieron persecuciones al negarle el culto a Roma. Más tarde, obtuvo el beneplácito del Estado romano y su posterior imposición como religión única y oficial con Teodosio I. Además, se demarcó una división territorial concreta, impulsada por la creación de nuevas ciudades comunicadas mediante una red viaria con fines militares y administrativos. Desde el punto de vista artístico, la conquista aportó una huella perdurable en la arquitectura, con construcciones monumentales y calzadas entre las que destacan la Vía Augusta y la Vía de la Plata.

4. Las Invasiones Bárbaras y el Reino Visigodo: Instituciones y Cultura

Desde el siglo V, el dominio romano sobre la Península Ibérica se vio sustituido por la presencia de distintos pueblos germánicos. Primero, los suevos, vándalos y alanos (409) y luego, los visigodos (418), que llegaron a la península como pueblo federado de Roma con el fin de acabar con los primeros. La monarquía visigoda era electiva, lo que provocaba continuos enfrentamientos internos. Dicho gobierno se apoyaba en dos instituciones: el Aula Regia, de carácter consultivo, y el Officium Palatinum, que se encargaba de la administración central. A partir del III Concilio de Toledo (589), la Iglesia católica (establecida oficialmente por Recaredo I) se convirtió en un gran apoyo monárquico. En el plano jurídico, el rey Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum (654), que recogía una legislación basada en el derecho romano. De este modo, los visigodos lograron la unidad territorial, legislativa y religiosa de la Península Ibérica. En el ámbito literario, destacó Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías, una recopilación de todos los saberes de la época; y nos dejaron un ejemplo de su arte prerrománico con iglesias como la de San Juan de Baños en Palencia.