Reformismo Ilustrado y Orígenes del Liberalismo en España: De Carlos IV a la Crisis de 1808

Los Antecedentes Próximos: El Reformismo Ilustrado del Siglo XVIII

La historiografía tradicional prefiere señalar a los reformistas ilustrados de los gobiernos borbónicos del siglo XVIII como el precedente más cercano y directo del liberalismo hispano. Suele aludirse al reformismo económico que fomentaron o subrayarse algunos rasgos de presunto anticlericalismo de su política para emparentarlos con el liberalismo.

Ilustración no es un concepto equivalente a liberalismo. Se puede ser un ilustrado y liberal, pero también se puede ser un déspota ilustrado. Y ese es, sin duda, el caso de nuestros reformistas del siglo XVIII. Personajes como el Marqués de la Ensenada, el Conde de Aranda, el Conde de Floridablanca, Campomanes, Olavide o Jovellanos fueron en todo momento sostenedores y defensores del poder absoluto de los monarcas borbónicos a los que sirvieron.

Su parentesco intelectual con el racionalismo ilustrado les llevó a introducir reformas tecnológicas en el funcionamiento del sistema productivo y a modernizar, en la medida que les fue posible, las infraestructuras del país. Pero en el terreno económico, no fueron precisamente firmes en promover la libertad del comercio o la libertad de empresa y, junto a los monopolios de la corona en el comercio, sostuvieron la rígida reglamentación monopolística de los gremios artesanales.

Su implicación en acciones de gobierno contra algún sector del clero (expulsión de los jesuitas) o sus proyectos para recuperar volúmenes más o menos importantes de bienes acumulados por el clero son cuestiones que pueden y deben ser interpretadas como una actitud de defensa del poder del monarca frente al poder temporal de la Iglesia. Es decir, como muestra de una actitud regalista o, en todo caso, como prueba de un cierto jansenismo.

Ni anticlericalismo volteriano, ni propensión a la tolerancia religiosa ni, menos aún, el laicismo, son elementos del perfil de estos ilustrados a los que se le han atribuido connivencias inexistentes con el pensamiento revolucionario o se les ha vinculado con la masonería, sin que la documentación conocida, ni las investigaciones recientes, avalen estas atribuciones.

Al contrario, la más moderna investigación nos está trasladando una imagen cada día más nítida del proceso por el que, algunos de estos notables reformistas, como Floridablanca y Jovellanos, por ejemplo, enfrentados al impacto de la Revolución Francesa, protagonizaron una profunda involución personal hacia una religiosidad acentuada, al tiempo que una notable reacción antiliberal que les convirtió en un ilustrado muro contra las pretensiones de cambio. En consecuencia, por más que su actitud reformista sea juzgada por el pensamiento reaccionario tradicional como una muestra evidente de su ‘heterodoxia’, lo cierto es que estos ilustrados fueron un sólido bastión del absolutismo.

Los Primeros Liberales en España

El Ministerio de Manuel Godoy

En 1788, Carlos IV hereda el trono de España y con él al Conde de Floridablanca como Secretario de Estado, por expreso deseo de su padre, Carlos III. En 1789 estalla la Revolución en Francia y tanto el monarca como el ministro imprimen un giro conservador a la política reformista característica del reinado anterior. La tímida política exterior no impide el avance de los éxitos revolucionarios en Francia: Floridablanca es sustituido por Aranda y este, al finalizar 1792, por Godoy.

En 1793 los reyes de Francia son ejecutados en la guillotina. Godoy declara la guerra a la Convención. La guerra se pierde, pero Godoy maniobra firmando la Paz de Basilea (1795). Al año siguiente vuelve a la política de alianzas con Francia, aunque ahora con el Directorio napoleónico a través de los Tratados de San Ildefonso. Godoy emprende una política interior de reformas que favorecen a la burguesía llamando a gobernar con él a notables reformistas como Jovellanos, Saavedra, Cabarrús, Meléndez Valdés y Urquijo. De entre ellos, los tres últimos destacarían más adelante como significados afrancesados.

La Oposición del ‘Partido Fernandino’ y el Motín de Aranjuez

El llamado partido aragonés o nobiliario, de Aranda, ya había intentado derribar al favorito: la Conspiración del Globo (1794) o la Conspiración de San Blas (1795) parecen estar inspiradas por este partido. Muerto Aranda, la tarea de acoso a Godoy será desempeñada por el Conde de Montijo (tío Pedro) al frente del ‘partido fernandino’, que aprovechará la derrota de Trafalgar (1805) y la firma por Godoy del Tratado de Fontainebleau (1807), en virtud del cual, un numeroso ejército francés se asienta en territorio español, para organizar el asalto final contra el favorito de los Reyes.

La excesiva e injustificada ocupación militar francesa hizo presagiar la intención invasora de Napoleón y el partido fernandino, que había salido absuelto del Proceso de El Escorial (1807), organizará el 17 de marzo de 1808 el Motín de Aranjuez. Godoy es detenido y Carlos IV forzado a abdicar el día 19 en su hijo Fernando VII. El día 21 Carlos IV protesta la abdicación por haber sido forzada. La situación creada llevará a ambos a someterse al arbitraje de Napoleón y para ello viajan voluntariamente a Bayona.

El 10 de abril parte Fernando al encuentro con el emperador y llega a Bayona el día 20. Ese mismo día Godoy fue excarcelado y llegó a Bayona el 26. Carlos IV y su esposa se pusieron en camino el 25 y llegaron el 30. El día 4 de mayo, Carlos IV nombra a Murat presidente de la Junta Suprema de Gobierno. El día 5 Carlos IV abdica en favor de Napoleón. El día 6, Fernando VII abdica en su padre Carlos IV. Antes de que se produjesen estas renuncias en cadena y, desde luego, antes de que se conociesen en España, el 2 de mayo se producía el levantamiento de los madrileños, seguidos en breve por toda España.