La Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902): Turno de Partidos, Oposición y Nacionalismos
En 1885, coincidiendo con la muerte de Alfonso XII, los dos partidos del turno pacífico llegan al Pacto del Pardo, un acuerdo sobre la rotación de poderes. Se trataba de dar estabilidad al sistema frente a un posible auge del republicanismo y los nacionalismos ante la perspectiva de una larga regencia en la persona de María Cristina de Habsburgo, embarazada en estos momentos del futuro Alfonso XIII.
Ambos partidos se comprometieron a defender la regencia y a facilitar el relevo pacífico en el gobierno de manera natural, continuando con la práctica ya iniciada del turnismo. Este turno pacífico en el poder se consiguió mediante un sistema de manipulación electoral organizado desde el poder en el que el resultado de las elecciones estaba prefijado de antemano y en el que las votaciones eran sólo una farsa destinada a disfrazar la realidad. La figura del cacique, potentado local que domina los recursos económicos en una zona, es fundamental para lograr los resultados deseados (encasillado). Si esto no se logra mediante todo tipo de presiones siempre es posible el recurso al pucherazo.
Fruto del pacto es la llegada al poder de Sagasta que forma el “gobierno largo” (1885-1890) e introduce en el sistema buena parte de las libertades del 68: Ley de Asociación de 1887, Ley del Sufragio Universal (mayores de 25 años), juicios por jurados, libertad de cátedra y prensa, etc.
Estas reformas fueron introducidas, entre otras razones, para neutralizar a la oposición republicana en un momento en que se temía por la estabilidad del sistema. El cambio de la ley electoral no supuso la democratización del sistema, pues mantenía las circunscripciones electorales anteriores con predominio de distritos rurales, lo que continuó facilitando el fraude electoral, aunque ahora con más dificultades. De hecho, el sufragio universal permitió algunos triunfos republicanos y nacionalistas en las grandes ciudades.
Durante la década de 1890 se mantuvo el turno pacífico con precisión matemática, aunque a finales de siglo el sistema daba muestras de agotamiento, ya que los gobiernos no supieron resolver los graves problemas que hacían de España un país muy atrasado: persistencia de altas tasas de analfabetismo, continuación de desequilibrios en las cuentas públicas, el mantenimiento del discriminatorio sistema de quintas y la ausencia de reformas sociales, etc.
Los hechos de política interna que marcaron más este periodo son la aparición en estos años de movimientos políticos que muestran su disconformidad con el sistema, teniendo especial relevancia el movimiento obrero y los movimientos nacionalistas en Cataluña y en País Vasco.
La oposición al sistema
Varios grupos políticos, sociales e ideológicos se opusieron con escaso éxito hasta 1923 al régimen de la Restauración:
- Los carlistas. Fuerza cada vez más residual que, finalmente, había decidido renunciar a las armas. Con fuerza en el País Vasco y Navarra, nunca consiguieron más del 3% en las elecciones en las que se presentaron. Evolucionan hacia el ultracatolicismo y el foralismo (facción integrista liderada por Ramón Nocedal).
- Los partidos republicanos. Con su base social en las clases medias urbanas, estos grupos cada vez más minoritarios defendieron la democratización del régimen y diversas reformas sociales. Estuvieron bastante desorganizados y se dividieron en dos opciones:
- La insurreccional de Ruiz Zorrilla.
- La partidaria de la lucha política y electoral: posibilistas de Castelar (colaboran con la monarquía) y federalistas de Pi i Margall.
- El movimiento obrero: anarquistas y socialistas. El movimiento obrero surge en España durante el sexenio gracias a la labor del anarquista Fanelli y del marxista Lafargue, introductores del internacionalismo en nuestro país. Sin embargo, tras el golpe de Pavía en 1874, los “internacionalistas” y el movimiento obrero fueron reprimidos casi de manera constante por el régimen y sólo en algunos momentos fueron legalizados. Al igual que en toda Europa, la ruptura entre Marx y Bakunin en el Congreso de La Haya en 1872 propició la escisión de las fuerzas obreras:
- Anarquistas: grupo mayoritario en España. Tras la ley de Asociaciones de 1881, aprobada por el gobierno liberal de Sagasta, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En 1881 nació la Federación de Trabajadores de la Región Española, en la que destacó Anselmo Lorenzo, uno de los principales líderes de los inicios del movimiento anarquista. Finalmente, en el Congreso en Barcelona (1910), nació la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), el mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales catalanes. Los anarquistas defendieron una ideología colectivista, libertaria, apolítica, anticlerical y revolucionaria.
- Socialistas: minoritarios en nuestro país. Todavía de forma clandestina, en 1879 nació en Madrid el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con Pablo Iglesias como principal figura. En 1888, el PSOE celebró su primer congreso y se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato socialista. Opuestos a los anarquistas, los socialistas mantuvieron una ideología colectivista, anticlerical y antiburguesa, pero más moderada que la de la otra gran corriente del movimiento obrero. Partidarios de la lucha política, Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910.
- La oposición intelectual. Pensadores, profesores universitarios, novelistas contrarios a un sistema que impedía la modernización del país y la aproximación a la Europa avanzada.
- El regionalismo y nacionalismo, especialmente en Cataluña y el País Vasco merecen un estudio aparte.
Regionalismo y Nacionalismos
*Regionalismo: es la ideología y el movimiento político que, aun aceptando la existencia de una comunidad política superior como la nación, pretende la defensa específica de una de sus partes, una región que se distingue por su homogeneidad en lo físico, lo humano y lo cultural. Los regionalistas no cuestionan la unidad nacional, pero sí propugnan la descentralización de forma que se adapte la actividad de los poderes públicos a las condiciones concretas de las distintas zonas.
*Nacionalismo: es una ideología y movimiento sociopolítico que surgió junto con el concepto de nación propio de la Edad Contemporánea en las circunstancias históricas de la llamada Era de las Revoluciones. Como ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente identitario, y parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el Estado:
- Toda nación tiene derecho a la autodeterminación, es decir, a decidir sobre su futuro.
- El principio de nacionalidad que mantendría que cada nación debe formar su propio Estado, y que las fronteras del Estado deberían coincidir con las de la nación.
Uno de los hechos más importantes de la época fue el surgimiento de movimientos de carácter regionalista y nacionalista en España, especialmente visibles en Cataluña y en el País Vasco, que cuestionaban el estado unitario que se había ido imponiendo con el liberalismo.
Las reivindicaciones de carácter regionalista se habían plasmado hasta el momento a través del republicanismo federal o del carlismo; la debilidad de estas fuerzas propició el surgimiento de movimientos defensores de los derechos históricos de vascos, catalanes, gallegos, valencianos y andaluces. Las peticiones tendrán más vigor en Cataluña y el País Vasco debido a la existencia de una lengua propia y una burguesía industrial en la que rápidamente prendió dicha ideología.
Son movimientos que en un principio reclamaban un mayor reconocimiento de las peculiaridades culturales e históricas de dichas regiones y que éstas se plasmasen en una mayor autonomía y descentralización.
El modelo de estado centralista defendido por la restauración hará caso omiso a dichas peticiones provocando la evolución de éstas hacia el nacionalismo. Los movimientos nacionalistas cuestionan la existencia de una única nación en España. El punto de partida de sus argumentos consiste en afirmar que Cataluña y el País Vasco son naciones y que, en consecuencia, tienen derecho al autogobierno. Esta afirmación la basan en la existencia de unas realidades diferenciales: lengua, derechos históricos (fueros), cultura y costumbres propias. Estos movimientos tendrán planteamientos más o menos radicales e irán evolucionando desde el autonomismo al independentismo o separatismo.
Cataluña
Durante el siglo XIX, el siglo del nacionalismo en toda Europa, el sentimiento nacionalista se reavivó entre una burguesía que estaba protagonizando la revolución industrial. El regionalismo y el nacionalismo catalán se fueron construyendo en varias etapas:
- En la década de 1830, en pleno período romántico, se inicia la Renaixença, movimiento intelectual, literario y apolítico, basado en la recuperación de la lengua catalana (Juegos Florales recuperan literatura en catalán).
- En 1882, Valentí Almirall creó el Centre Català, organización política que reivindicaba la autonomía y denunciaba el caciquismo de la España de la Restauración. Entrega a Alfonso XII el “Memorial de greuges” (“Memorial de agravios”), un documento en el que se plasman los deseos de la burguesía catalana de una mayor autonomía y de un cambio en la política arancelaria (deseo de proteccionismo).
- Tras el fracaso de Almirall, en los años 90 la iniciativa pasó a otros sectores más conservadores. Prat de la Riba fundó la Unió Catalanista (1891), unión de grupos nacionalistas con una ideología conservadora y católica. Al año siguiente, esta organización aprobó las denominadas Bases de Manresa (1892), programa en el que se reclama un sistema federal y una división de competencias entre el estado español y la autonomía catalana (una especie de retorno al tiempo anterior a 1714). Fuertemente nacionalista, la Unió Catalanista nunca tuvo planteamientos separatistas.
- En 1901 nace la Lliga Regionalista con Francesc Cambó como principal dirigente y Prat de la Riba como ideólogo. Es un partido conservador, católico y burgués con dos objetivos principales:
- Autonomía política para Cataluña dentro de España. La Lliga nace alejada de cualquier independentismo. Cambó llegó a participar en el gobierno de Madrid, pese a no conseguir ninguna reforma ante el cerrado centralismo de los gobiernos de la Restauración.
- Defensa de los intereses económicos de los industriales catalanes. Defensa de una política comercial proteccionista.
El nacionalismo catalán se extendió esencialmente entre la burguesía y el campesinado. Mientras tanto, la clase obrera abrazó mayoritariamente el anarquismo.
País Vasco
A lo largo del siglo XIX, las sucesivas Guerras Carlistas no supusieron sino derrotas para el pueblo vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la Ley de 25 de octubre de 1839 de Reforma de los Fueros Vascos, culminó con la Ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral. La reforma de los fueros en 1876 provocó una reacción notable y dio lugar a un movimiento foralista que defendía el mantenimiento de la sociedad tradicional vasca.
A partir de ese foralismo pero claramente desvinculado del carlismo nació el movimiento cultural de los autodenominados “euskaros” (nombre dado a los antiguos pobladores del País Vasco), defensores de la lengua y la cultura vasca frente al proceso de españolización provocado por la emigración masiva de no vascos (maketos) hacia las zonas industriales de Vizcaya.
El Partido Nacionalista Vasco, PNV, (Euzko Alderdi Jeltzalea, EAJ) fue fundado por Sabino Arana Goiri en 1895. Este hombre, nacido en el seno de una familia carlista y ultracatólica, formuló los fundamentos ideológicos del nacionalismo vasco cuyo medio de difusión fue el periódico Bizkaitarra:
- Independencia de Euskadi y creación de un estado vasco independiente en el que se incluirían siete territorios, cuatro españoles (Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra) y tres franceses (Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa).
- Integrismo religioso católico: Arana afirmó “Euskadi se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia”. El lema del PNV será “Dios y Leyes Antiguas”. Este aspecto es un claro elemento de continuidad con el carlismo.
- Conservadurismo ideológico. Desde el punto de vista social, se exaltan los viejos valores tradicionales basados en la religión, la familia y la autoridad del hombre. Por otra parte, el nacionalismo se enfrentó a las corrientes socialistas que habían calado profundamente en el proletariado, al considerarlas propias de España y, por tanto, perniciosas.
- Antiespañolismo: Este quizá sea uno de los rasgos más destacados del primer nacionalismo vasco y es además uno de los claros elementos diferenciadores con el carlismo. El rechazo a todo lo español es especialmente visible en su concepción racista y en su percepción de la sociedad moderna:
- Exaltación de la etnia vasca y búsqueda del mantenimiento de la pureza racial. Esta actitud racista implicaba la oposición al matrimonio entre vascos y maketos, debido al rechazo y desprecio a estos inmigrantes, en su mayoría obreros industriales.
- Idealización y apología de un mítico mundo rural vasco, contrapuesto a la sociedad industrial “españolizada”. Promoción del idioma y de las tradiciones culturales vascas. Euskaldunización (vasco hablante) de la sociedad vasca y rechazo de la influencia cultural española, calificada de extranjera y perniciosa.
Influencia social y geográfica del nacionalismo vasco
- Se extendió sobre todo entre la pequeña y mediana burguesía, y en el mundo rural. La gran burguesía industrial y financiera se distanció del nacionalismo por sus planteamientos radicales, y el proletariado, procedente en su mayor parte de otras regiones españolas, abrazó mayoritariamente el socialismo.
- Se extendió en Vizcaya y Guipúzcoa. Su influencia en Álava y Navarra fue mucho menor.
Desde 1898, año en el que obtienen representantes en la administración pública, y especialmente tras la muerte de Arana en 1902, el nacionalismo vasco moderó los aspectos más radicales de su programa decantándose hacia propuestas de carácter autonomista, más cercanas al exitoso nacionalismo catalán, que le permitieron ganar mayor influencia en el conjunto del País Vasco.
Otros nacionalismos y regionalismos
En Galicia, Valencia y Andalucía la articulación política fue más tardía y fueron fenómenos minoritarios a los que se puede caracterizar más como regionalismos que, siguiendo la estela de los otros nacionalismos, pelean y luchan por no perder protagonismo.
Desde las últimas décadas del siglo XIX, en Galicia se fundaron publicaciones que resaltaban las peculiaridades del pueblo gallego y la necesidad de impulsar el desarrollo de esta región. Alfredo Brañas, en su obra El Regionalismo, definía en clave conservadora las principales aspiraciones gallegas. Manuel Murguía lo hacía desde una postura más liberal y Aureliano Pereira con carácter federalista.
El clima creado por estas obras se plasmó en iniciativas políticas como La Asamblea Federal de la Región Gallega (1887), en la cual se aprobó el Proyecto de Constitución para el Estado Galaico. Por su parte, la Asociación Regionalista Gallega, presidida por Murguía, se bifurcará en dos corrientes: una de inspiración liberal, la Liga Gallega de La Coruña, y otra más conservadora, la Liga Gallega de Santiago. Sólo en la segunda década del siglo XX, surgirán formaciones políticas con un discurso más radical: las Irmandades da Fala.
El nacionalismo valenciano tuvo un despertar más tardío. El discurso de afirmación nacionalista comenzó a finales del s. XIX a través de los discursos de Faustino Barberá y de las obras y actividad política de Vicente Blasco Ibáñez. Ambos resaltaban las peculiaridades valencianas y reivindicaban la vuelta de las antiguas instituciones del reino de Valencia, junto a una mayor representación en la vida política nacional.
En el caso andaluz, no será hasta las primeras décadas del XX hasta cuando desde el ateneo de Sevilla varios intelectuales defiendan la necesidad del reconocimiento cultural y político de la entidad andaluza.