Reinado de Isabel II y Guerras Carlistas: Consolidación del Liberalismo en España (1833-1868)

Las Guerras Carlistas y la Transición al Liberalismo (1833-1840)

Primera Guerra Carlista (1833-1839): Fases y Desarrollo

La Primera Guerra Carlista se desarrolló en tres fases principales:

  • Primera Fase (1833-1835): Los carlistas, bajo el mando de Zumalacárregui, organizaron un ejército que controló el País Vasco, Navarra y zonas de Valencia y Aragón, aunque no lograron unificar territorios. Utilizaron tácticas de guerrilla, obteniendo victorias iniciales, pero fracasaron en su intento de tomar Madrid y Zumalacárregui murió.
  • Segunda Fase (1835-1837): Espartero levantó el sitio de Bilbao tras la Batalla de Luchana. En 1837, Carlos intentó una nueva expedición a Madrid para negociar con la Regente y los liberales, pero el acuerdo no se concretó. Espartero frenó la amenaza carlista sobre Madrid, forzando su retirada.
  • Tercera Fase (1837-1839/40): Se produjo una ofensiva isabelina liderada por Espartero. Los carlistas se dividieron en dos facciones: los moderados (transaccionistas), dirigidos por Maroto, y los intransigentes. El predominio de los moderados llevó a conversaciones con Espartero, culminando en el Abrazo de Vergara en 1839.

El conflicto surgió tras la muerte de Fernando VII en 1833, cuando su hermano Carlos, apoyado por los absolutistas, reclamó el trono, disputándoselo a su sobrina Isabel II, debido a la derogación de la Ley Sálica.

El Reinado de Isabel II: Regencias y Consolidación del Liberalismo (1833-1868)

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Durante los primeros años de la regencia, María Cristina buscó el apoyo de los liberales. Inicialmente, se apoyó en moderados como Cea Bermúdez y luego en los “doceañistas” como Martínez de la Rosa. Este último elaboró el Estatuto Real (1834), que establecía una soberanía compartida entre las Cortes y el rey, la separación de poderes y un sistema bicameral. Aunque el Estatuto Real marcó el fin del Antiguo Régimen, no satisfizo a los liberales exaltados, quienes provocaron agitación social y un levantamiento en 1835. La regente entregó el gobierno a los progresistas, liderados por Mendizábal.

La ruptura liberal (1835-1840) marcó un giro hacia los progresistas. Mendizábal fue cesado brevemente, y en 1836, el gobierno fue entregado a los moderados, provocando el Motín de los Sargentos de la Granja. María Cristina restableció la Constitución de 1812, dando inicio a un periodo progresista.

El gobierno progresista (1836-37), dirigido por José María de Calatrava, desmanteló el modelo de Estado del Antiguo Régimen. Espartero fue nombrado jefe de la guerra, y Mendizábal, como ministro de Hacienda, reactivó la desamortización de bienes del clero regular. Se elaboró la Constitución de 1837, que defendía la monarquía constitucional, la soberanía nacional, la separación de poderes y una declaración de derechos. Las Cortes se componían del Congreso de los Diputados y el Senado.

El descontento obligó a María Cristina a exiliarse en 1840, y Espartero fue elegido regente por las Cortes.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

Durante su regencia, Espartero recortó los fueros vasco-navarros, retomó la desamortización de Mendizábal y adoptó un sistema comercial librecambista. En 1842, estalló una insurrección en Barcelona. En 1843, la regencia de Espartero terminó tras el pronunciamiento de Narváez, quien se convirtió en jefe de gobierno en 1844, instaurando un sistema político ultraconservador.

El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

La Década Moderada (1844-1854)

Se declaró la mayoría de edad de Isabel II, comenzando su reinado. La Década Moderada se caracterizó por la inestabilidad política, la suspensión de las Cortes, el falseamiento electoral y la marginación de los progresistas. Se redactó la Constitución de 1845, que defendía la soberanía compartida entre las Cortes y el rey, la aconfesionalidad del Estado, una declaración de derechos teórica y un mayor poder del rey. Se establecieron las bases de un sistema liberal conservador, centralista, uniforme y católico. Los derechos individuales fueron limitados por la Ley Electoral y la Ley de Imprenta. Se creó la Guardia Civil, se unificó la legislación (Código Civil y Penal), se reformó la Hacienda, se creó el Banco de España y se adoptó el sistema métrico decimal. Se firmó el Concordato de 1851 y se reguló la educación (Plan Pidal).

La cuestión del matrimonio de la reina desencadenó la Segunda Guerra Carlista (1846-1849). Los escándalos financieros marcaron el fin de la década. Algunos progresistas fundaron el Partido Demócrata. Los gobiernos se volvieron más autoritarios hasta que, en 1854, O’Donnell lideró un pronunciamiento militar (la Vicalvarada). O’Donnell y Serrano proclamaron sus objetivos en el Manifiesto de Manzanares. Se formaron Juntas dirigidas por progresistas y demócratas, y la reina llamó a Espartero para presidir el gobierno.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Las principales medidas de este periodo fueron la Desamortización de Madoz, que afectó a los bienes municipales, la Ley General de Ferrocarriles y la Ley Bancaria. Se intentó elaborar una Constitución en 1856, pero no entró en vigor.

El Bienio Progresista terminó debido a la hostilidad de la Corona, la coalición del gobierno y la conflictividad social. Una crisis económica, con huelgas generales, llevó a que el gobierno perdiera el apoyo de las Cortes. La reina encargó la formación de un nuevo gobierno a O’Donnell, excluyendo a los progresistas.

La Unión Liberal (1858-1863)

Este periodo se caracterizó por la alternancia de poder. Tras un breve gobierno de Narváez, la reina encargó el gobierno a la Unión Liberal. Se retornó a la Constitución de 1845 y se desarrolló una activa política exterior, destacando la expedición a la Conchinchina y la guerra de Marruecos.

La Crisis Final del Reinado (1863-1868)

Las causas de la crisis fueron: una crisis económica provocada por las quiebras ferroviarias y una crisis política con los Sucesos de la Noche de San Daniel (1865) y la Sublevación de los Sargentos del cuartel de San Gil (1866). Se firmó el Pacto de Ostende (1866) entre progresistas y demócratas, dirigido por Prim, para destronar a Isabel II, formar Cortes constituyentes y convocar elecciones por sufragio universal. Esta crisis condujo a la Revolución de 1868, que acabó con el reinado de Isabel II.

Conclusión

El periodo comprendido entre 1833 y 1868 fue una etapa de consolidación del liberalismo en España, marcada por las Guerras Carlistas y el reinado de Isabel II. Se caracterizó por la alternancia entre gobiernos moderados y progresistas, la promulgación de las Constituciones de 1837 y 1845, y la implementación de reformas económicas y sociales clave, como las desamortizaciones. La inestabilidad política, los pronunciamientos militares y la creciente oposición al régimen isabelino culminaron en la Revolución de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II y abrió un nuevo capítulo en la historia de España.