La Restauración Borbónica y el Sistema Canovista (1874-1898)
El pronunciamiento de Martínez Campos en 1874, acogido por el ejército y las fuerzas políticas conservadoras, significó la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, único hijo varón de Isabel II. El político clave del momento fue Antonio Cánovas del Castillo, que asumió la regencia hasta el regreso del rey. Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo.
La primera medida política fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes, ya que la Constitución de 1869 había quedado sin efecto.
La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 es una muestra clara del liberalismo doctrinario, caracterizado por la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Era una constitución conservadora inspirada en los valores tradicionales, religiosos, monárquicos y de la propiedad. Consideraba a la monarquía como una institución superior, un poder moderador que debía ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia entre los partidos políticos.
Las Cortes eran bicamerales, formadas por el Senado (designado por el rey) y el Congreso de los Diputados, de carácter electivo. En 1878 se estableció el voto censitario, y en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. La Constitución proclamó la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias siempre que no se hiciera manifestación de ellas. El nuevo texto contaba con una declaración de derechos, pero su concreción se remitía a las leyes anteriores, que tendían a restringirlos.
El Bipartidismo y el Turno Pacífico
Cánovas introdujo el bipartidismo y la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos: el Conservador y el Liberal. Se aceptaba el turno pacífico de partidos, que aseguraría la estabilidad institucional mediante la participación en el poder del liberalismo y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil; su misión era defender la independencia nacional y no debía intervenir en las contiendas de los partidos. El turno pacífico eliminó del panorama político de la Restauración el problema de los pronunciamientos.
- Partido Liberal Conservador (Partido Conservador): Liderado por Cánovas, se nutrió del antiguo Partido Moderado y de la Unión Liberal.
- Partido Liberal Fusionista (Partido Liberal): Formado por Sagasta a propuesta de Cánovas, agrupaba a antiguos progresistas y demócratas que habían apoyado a Amadeo de Saboya.
Ambos partidos tenían la tarea de aunar a los diferentes grupos y facciones para aceptar la monarquía alfonsina y la alternancia en el poder. Conservadores y liberales coincidían ideológicamente en lo fundamental: defendían la monarquía, la Constitución y la consolidación del Estado liberal unitario y centralista. Eran partidos de minorías o “partidos de notables” que contaban con periódicos, centros y comités distribuidos por el territorio español.
Corrupción Electoral y Caciquismo
El sistema de turno pacífico pudo mantenerse durante más de diez años gracias a la corrupción electoral. El primer mecanismo de corrupción era el encasillado. España estaba dividida en más de 300 distritos electorales uninominales. El gobierno de turno se reservaba la mayoría de esos distritos, pero adjudicaba una minoría (50-100) al partido de la oposición. Los candidatos se elegían mediante acuerdos entre el gobierno, los notables de los partidos y los caciques.
Los diputados elegidos eran o protegidos de los caciques o cuneros (protegidos de los notables). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España. Los caciques eran notables, sobre todo del medio rural, ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían gran influencia en la vida local, tanto social como política. Controlaban los ayuntamientos y dirigían el sorteo de las quintas. Con su influencia, orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus favores la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.
La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en las elecciones. Se logró mediante:
- El restablecimiento del sufragio censitario.
- Un trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos.
- Manipulación y trampas electorales como:
- Compra de votos.
- “Lázaros” (votos de personas fallecidas).
- Aumento de votos.
- “Partida de la porra” (intimidación).
A todo esto se conoce como pucherazo.
El Funcionamiento del Turno y las Crisis del Sistema
Entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad. Seis veces ganaron los conservadores y cuatro los liberales. La primera crisis del sistema se dio en 1898.
El Partido Conservador mantuvo el gobierno desde 1875 hasta 1881, cuando Sagasta introdujo el sufragio universal masculino en los ayuntamientos. En 1884, Cánovas volvió al poder, pero tras la muerte de Alfonso XII se dio el Pacto del Pardo (1885), cuyo fin fue dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía.
Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo. Durante el “gobierno largo” de Sagasta, los liberales impulsaron una obra reformista que incluía la Ley de Asociaciones, la celebración de juicios por jurados y un nuevo Código Civil. La mayor reforma fue la implantación del sufragio universal masculino en las elecciones generales.
En la última década, se mantuvo el turno pacífico. Sin embargo, el personalismo del sistema deterioró a los partidos, que dependían de la personalidad de sus líderes, provocando disidencias internas y la descomposición de ambos partidos.
El Fin de las Guerras Carlistas y Cubana
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana. Se consiguió reducir los núcleos carlistas en Cataluña. Martínez Campos forzó la rendición de los carlistas de Cataluña, Aragón y Valencia, pero el conflicto continuó en Navarra y el País Vasco. En 1876, Carlos VII se exilió a Francia.
La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral. Se estipuló un sistema de conciertos económicos que otorgaban una cierta autonomía fiscal a las provincias vascas. Esto permitió acabar más fácilmente con la Guerra de los Diez Años de Cuba. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas.