Restauración Borbónica en España (1874-1902): Sistema Canovista y Constitución de 1876

La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el Turno de Partidos. La Constitución de 1876

El fracaso de los diferentes regímenes del Sexenio Democrático y el temor a una revolución social favorecieron el regreso y la restauración de la monarquía borbónica. Fue decisiva la labor de Antonio Cánovas del Castillo, antiguo miembro de la Unión Liberal, que había organizado durante el Sexenio el partido Alfonsino. Isabel II abdica en su hijo Alfonso en 1870 para facilitar la restauración. Cánovas deseaba que el proceso fuera pacífico y confirmado por las Cortes. El 1 de diciembre de 1874, el príncipe Alfonso de Borbón firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que afirmaba que la única solución para los problemas de España era el restablecimiento de la monarquía constitucional al estilo tradicional: un régimen conservador y católico que devolviera la estabilidad política y el orden social. Pero el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, que proclamó rey a Alfonso XII en diciembre de 1874, precipitó los acontecimientos. Ni el gobierno ni la población opusieron resistencia y Cánovas asumió la regencia hasta la llegada de Alfonso XII en enero de 1875.

Los Objetivos de Cánovas

El nuevo gobierno, presidido por Cánovas, afrontó la búsqueda de soluciones para los problemas inmediatos:

  • Pacificar el país: en 1876 se pone fin a la Tercera Guerra Carlista, aboliendo los fueros vascos, que quedaron sujetos al pago de impuestos y al servicio militar. En 1878, termina el conflicto con Cuba con la Paz de Zanjón, que prometía cierta autonomía a la isla.
  • Poner fin a la intervención del ejército en la política y a los pronunciamientos militares. El ejército quedó subordinado al poder civil y su misión sería la defensa de la nación.
  • Establecer un sistema político estable que garantizara el orden social, integrando en el régimen monárquico a las dos grandes corrientes del liberalismo, la moderada y la progresista, que se alternarían en el poder para evitar la identificación de la monarquía con un único partido. La Constitución de 1876 ponía las bases del nuevo sistema.

Las primeras medidas fueron la prohibición de sindicatos obreros y el establecimiento de la censura.

La Constitución de 1876

Fue elaborada por unas Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal masculino, pero con alta abstención y control del gobierno. Constituyó el marco jurídico del sistema de la Restauración y se mantuvo vigente hasta 1923. Es un texto breve y redactado de forma ambigua para evitar que el cambio de gobierno implicara un cambio de Constitución. Tiene un marcado carácter conservador:

  • El régimen político es una monarquía parlamentaria, pero la soberanía es compartida por el rey y las Cortes.
  • Reforzamiento del poder del monarca. La monarquía es una institución superior e incuestionable, con un papel moderador y árbitro de la vida política. Se le conceden amplios poderes: convocar, suspender y disolver las Cortes y derecho de veto. Tiene el poder ejecutivo y nombra a sus ministros al margen del Parlamento. El rey se convierte en el jefe del ejército para evitar pronunciamientos militares.
  • Limitación del poder de las Cortes al no existir una auténtica división de poderes. Las Cortes son bicamerales, con un Senado nombrado en gran parte por el rey y un Congreso electivo.
  • La Constitución no definía el tipo de sufragio, que fue censitario al principio y, desde 1890, universal para varones mayores de 25 años.
  • Confesionalidad católica del estado, aunque se permitían otros cultos en privado. Se restableció el presupuesto del culto y clero para financiar a la Iglesia.
  • Los derechos y libertades, aunque se enuncian en la Constitución, su regulación se remite a leyes posteriores que tienden a restringirlos (imprenta, expresión, reunión y asociación).
  • Centralismo: Se acentuó al quedar bajo control del Gobierno ayuntamientos y diputaciones y al ser suprimidos los fueros vascos.

El Sistema Canovista: Bipartidismo y Turnismo

El régimen político de la Restauración, diseñado por Cánovas, se inspiraba en el modelo británico. Era una monarquía parlamentaria en la que dos grandes partidos se turnan en el poder pacíficamente, renunciando a los pronunciamientos. Pero esta alternancia no dependía del triunfo en unas elecciones, sino de la decisión del rey en función de una crisis política o del desgaste en el poder del partido gobernante, y se conseguía mediante el fraude electoral. El sistema se basaba en:

Bipartidismo

Solo dos partidos participan en el sistema, el liberal y el conservador, que se alternan en el gobierno. El resto (republicanos, socialistas o nacionalistas) quedan fuera y forman la oposición:

  • El Partido Conservador. Creado por Cánovas. Integraba a los miembros del antiguo partido moderado y de la Unión Liberal. Defendía el orden, la monarquía, la propiedad y el centralismo. Otros puntos de su ideología eran la limitación de libertades (prensa, cátedra, asociación), el sufragio censitario, la confesionalidad católica del estado y el proteccionismo económico.
  • El Partido Liberal. Liderado por Sagasta, aglutinaba a los progresistas y radicales del Sexenio. Difería muy poco del conservador, ya que representaba los intereses de la misma clase social, la burguesía, aunque su base social era más amplia. Defendían el sufragio universal, unas libertades más amplias (asociación y culto), eran laicos y partidarios del librecambismo.

No eran partidos de masas, existían pocas diferencias ideológicas entre ellos y ambos disponían de una red de relaciones personales con clientes y amigos políticos. Ambos partidos se comprometían a esperar su turno para gobernar y repartían cargos y concesiones a sus amigos.

El Turnismo y el Caciquismo

Cada partido debía respetar la gestión del otro y, cuando se decidía el cambio de partido gobernante, el rey disolvía las Cortes y encargaba al jefe del partido de la oposición la formación del gobierno. Las elecciones no eran previas al cambio de gobierno sino posteriores, y el partido que iba a gobernar se aseguraba la victoria electoral mediante el falseamiento de las elecciones porque los resultados estaban decididos de antemano. El proceso era inverso al de una democracia:

Los dos partidos tenían su propia red organizada. En Madrid estaba la oligarquía (altos cargos políticos y personajes influyentes). En las capitales de provincias, la figura clave era el gobernador civil. Y en las comarcas, pueblos y aldeas estaban los caciques locales, personas con poder e influencias que podían “orientar” el voto. Cuando se convocaban elecciones, desde Madrid se enviaba a los gobernadores civiles de cada provincia la lista de los candidatos que tenían que salir elegidos en cada localidad –los encasillados– y se lo comunicaban a los alcaldes y caciques locales, que se encargan de obtener los resultados deseados mediante distintos procedimientos: favores, recomendaciones, compra de votos, amenazas, extorsiones, cambio de urnas y “pucherazos” (votos no emitidos, desaparición o duplicación de urnas, utilización del nombre de electores fallecidos, etc.). La capacidad de manipulación era mucho menor en las ciudades que en el medio rural. El caciquismo fue especialmente importante en Andalucía, Galicia y Castilla.

El sistema político estaba controlado por la oligarquía financiera, industrial y terrateniente que, a través del fraude electoral, pretende mantener el orden social. El sistema descansaba sobre el voto de las zonas rurales; en las ciudades, como las elecciones eran una farsa, la abstención era muy alta (la participación electoral no superó el 20% en casi todo el periodo). El turno de partidos comenzó a funcionar en 1881 y los liberales gobernaron por primera vez. Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, los conservadores y los liberales firmaron el Pacto del Pardo para dar apoyo a la regente y garantizar la continuidad de la monarquía, comprometiéndose a respetar el turno de partidos. María Cristina de Habsburgo asumió la Regencia hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Bajo la Regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Entre 1885 y 1890, los liberales de Sagasta aprobaron medidas importantes como la implantación del sufragio universal masculino (1890), que no supuso una democratización real debido al fraude electoral; la Ley de Asociaciones de 1887, que permitía la legalización de las organizaciones obreras; se suprime la censura en la prensa y se amplía la libertad de expresión. En la última década del siglo se mantuvo el turno pacífico. Sagasta y Cánovas se alternaron en el poder hasta 1897, fecha en que Cánovas es asesinado. Sagasta vuelve al poder y tiene que afrontar el Desastre del 98. En 1902, Alfonso XIII fue proclamado rey, dando fin a la Regencia de María Cristina.