Restauración y Revolución en Europa (1815-1848)

5.1. La Europa de la Restauración

Tras la derrota de Napoleón se restauraron las viejas monarquías e intentó regresar a la situación internacional anterior a la Revolución Francesa. Por eso, denominamos como Restauración al período inmediatamente posterior a la derrota de Napoleón.

Esta etapa fue también en parte un período de reacción, para volver al Antiguo Régimen. Su ideología era el legitimismo, que defendía la desigualdad social y una alianza Iglesia-Estado para garantizar los derechos legítimos de los monarcas absolutos del Antiguo Régimen ► (Doc. 21).

El Congreso de Viena

El sistema de la Restauración se diseñó en el Congreso de Viena (1814-1815), con el objetivo de restablecer el equilibrio entre las potencias europeas. La figura clave fue el canciller austríaco Metternich.

Para ello, se diseñó un nuevo mapa político de Europa. Extinguido el Sacro Imperio, se creó la Confederación Germánica. Prusia y Rusia incrementaron sus territorios. Polonia siguió sometida a Rusia. Se decretó la creación del reino de los Países Bajos con la unificación de las Provincias Unidas y Bélgica. Suecia se anexionó Finlandia y Noruega. Austria amplió sus posesiones por Italia. Francia volvió a sus fronteras de 1790 y sus plazas militares fueron ocupadas ► (Doc. 22).

Se formó además la Cuádruple Alianza (1815), entre Austria, Rusia, Prusia y Gran Bretaña, una alianza militar para defender el orden creado por el Congreso de Viena. Francia se incorporó en 1818 (Quíntupie Alianza).

La unificación alemana

El Parlamento de Frankfurt que había surgido de las revoluciones de 1848 propuso unificar Alemania en forma de monarquía constitucional con el rey de Prusia en el trono. Pero el monarca prusiano rechazó la propuesta por su carácter democrático. Desde entonces Prusia lideró un proceso de unificación alemana de carácter conservador y autoritario. La unificación pasó por tres fases ► (Doc. 33):

  • 1.ª fase (1859-1865). Los Estados alemanes, excepto Austria, habían formado en 1834 una unión aduanera (Zollverein) para fomentar la cooperación económica y como un primer paso para una futura unión política. Prusia era el principal Estado alemán y pretendía liderar el proceso de unificación, para lo que inició un proceso acelerado de industrialización, de reforzamiento del ejército y de reformas políticas.

En 1862 Bismarck fue nombrado canciller de Prusia. Era un defensor del aumento de la autoridad del rey frente a las tendencias democráticas y del predominio social de la aristocracia terrateniente. Dos años después, Bismarck intervino en la crisis de los ducados daneses con la anexión de dos de ellos -Schleswig y Lauenburg- a Prusia.

  • 2.ª fase (1866-1869). Prusia se enfrentaba a la rivalidad de Austria, el otro gran Estado alemán. Aprovechando que Austria estaba ocupada con la rebelión de los Estados italianos bajo su dominio, Bismarck propició la invasión del ducado austríaco de Holstein por Prusia. La derrota de Austria en la batalla de Sadowa (1866) materializó la anexión y la creación de la Confederación de la Alemania del Norte.
  • 3.ª fase (1870-1871). Bismarck firmó una alianza militar con los Estados alemanes del sur. Napoleón III se oponía a su anexión a Prusia por el peligro que un país unificado podía suponer para Francia. Bismarck provocó una guerra con Francia, la cual fue derrotada en Sedán (1870). Como resultado, Alemania se anexionó Alsacia y Lorena, territorios que fueron causa de disputa con Francia hasta la Primera Guerra Mundial.

Nacía así el Segundo Imperio alemán o II Reich*, cuyo rey era Guillermo I. El país se convirtió en una de las grandes potencias de la época.

La unificación italiana

El proceso de unificación de Italia ya fue planteado en las distintas revoluciones que tuvieron lugar de 1820 a 1848. A partir de entonces el proceso se desarrolló en tres fases ► (Doc. 30):

  • 1.ª fase (1849-1860). Desde 1848, Víctor Manuel II de Saboya, rey del Piamonte-Cerdeña, dirigió el proceso unificador. Para ello contó con la ayuda de Cavour, primer ministro desde 1852. Se alió con Francia para luchar contra Austria, país que dominaba buena parte del norte de Italia. Austria fue derrotada en las batallas de Magenta y Solferino (1859). Pero el temor de Francia a Prusia, aliada de Austria, redujo el alcance de los acuerdos: el Piamonte solo recibió algunos territorios de Lombardía.

En 1860 se produjo la anexión de Parma, Módena y Romana al Piamonte, tras un referéndum en estos territorios. Se creó un Parlamento común para las zonas de Italia que dominaba Víctor Manuel II y que se declaró Parlamento italiano ► (Doc. 32).

  • 2.ª fase (1860-1865). Se centró en la campaña de incorporación de Sicilia, para lo que Cavour contó con el apoyo de Garibaldi, nacionalista y republicano ► (Doc. 31). En 1860, los campesinos sicilianos se sublevaron contra el rey de Nápoles. Cavour aprovechó el descontento campesino y envió a Sicilia los mil «camisas rojas» al mando de Garibaldi. Sicilia, en el sur, y Las Marcas y Umbría, en el centro de Italia, fueron incorporadas al reino de Piamonte. El nuevo Parlamento reconoció a Víctor Manuel II como rey de Italia.
  • 3.ª fase (1865-1870). Solo faltaba incorporar los Estados Pontificios y el Véneto al nuevo Estado italiano. La guerra de Prusia e Italia contra Austria (1866) finalizó con la derrota austríaca, que cedió Venecia a Italia, aunque no así otros territorios, como Trentino e Istria. Roma quedó unida a Italia y proclamada capital del nuevo Estado tras la derrota de Francia en Sedán (1870). Pero el papa no reconoció la anexión, lo que planteó la «cuestión romana», que no se resolvió hasta los Tratados de Letrán (1929), que crearon el Estado de la Santa Sede en el corazón de Roma.
Las bases ideológicas del movimiento obrero

Los movimientos obreros del siglo XIX se vieron acompañados de pensadores que denunciaron la situación de la clase obrera y proponían soluciones reformistas o revolucionarias. Las principales ideologías obreras fueron el socialismo utópico, el socialismo marxista y el anarquismo ► (Doc. 17).

El socialismo utópico

Los primeros socialistas denunciaban la miseria y las penalidades del proletariado y proyectaban unas sociedades futuras alternativas. Fueron llamados por Marx «utópicos», pues consideraba que estos pensadores fallaban porque no tenían en cuenta la lucha social entre patronos y obreros, que hacía inviable una solución pacífica al conflicto de clases. El pensamiento del socialismo utópico se basaba en las siguientes ideas:

  • Perseguían una sociedad ideal y perfecta, en la que el ser humano viviera en paz, armonía e igualdad.
  • Ese proyecto social se realizaría de forma pacífica.
  • Primaban la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.
  • Defendían las novedades de la industria moderna, pero condenaban sus efectos nocivos para los obreros.

El socialismo utópico tuvo su máximo apogeo durante la primera mitad del siglo XIX. Entre sus principales ideólogos destacaron tres:

  • El conde de Saint-Simon (1760-1825). Para él, la sociedad entera se basaba en la industria, entendida como producción agrícola, industrial o comercial, única fuente de prosperidad. Toda la nación debía ser un gran taller. Propietarios y trabajadores, igualados en la producción, debían ser dirigidos por los más capaces, elegidos democráticamente. Esta élite de intelectuales, científicos y sabios formaban una «tecnocracia» que aseguraría la vida de los más pobres. Los sectores «ociosos» de la sociedad (ejército, Iglesia y nobleza) deberían ceder su poder a los «productores».
  • Charles Fourier (1772-1837) odiaba la empresa industrial capitalista, causante según él de la explotación, la miseria y la monotonía laboral de la clase obrera. Por ello propuso la formación de cooperativas, llamadas falansterios, centros de actividad agrícola e industrial con administración propia y autosuficientes. Estos grupos de producción y de consumo llevarían a la armonía social. Sus seguidores fundaron falansterios en México, Estados Unidos y otros países, que acabaron fracasando. Propuso además la igualdad entre hombres y mujeres.
  • Robert Owen (1771-1858) fue empresario textil desde muy joven. Socio de la fábrica textil de New Lanark, aplicó medidas para mejorar las condiciones de vida de sus obreros, como la reducción de la jornada de trabajo, mejores salarios, educación infantil, etc. Animado por el éxito de esta experiencia, fundó en Indiana (Estados Unidos) una comunidad ideal, New Harmony, que fracasó. Su obra influyó en el desarrollo del cooperativismo, el sindicalismo y el mutualismo obreros.

Dentro de los socialistas utópicos también destacaron, entre otros, Louis Blanc (1811-1882), defensor de los Talleres Nacionales, creados en 1848 para paliar la situación de los parados, y Étienne Cabet (1788-1856), autor del Viaje a Icaria, que defendía la supresión de la propiedad privada y el comercio, y la organización democrática de la política.

  • El socialismo marxista

El marxismo o socialismo científico fue elaborado por Karl Marx (1818-1883) y su amigo y mecenas Friedrich Engels (1820-1895). La estancia de Engels en Manchester, donde se ocupó de la fábrica de su padre, le permitió tomar conciencia de la situación de los obreros, conocer a Owen y empezar a colaborar con Marx. En 1848 publicaron juntos el Manifiesto comunista, un resumen de su doctrina social y política ► (Doc. 16).

El marxismo trataba de analizar las contradicciones del sistema capitalista y cómo esas contradicciones llevarían a la destrucción de ese sistema. Para los marxistas la lucha de clases era el motor del cambio social en la historia, y las relaciones sociales derivadas de la producción determinaban la estructura socioeconómica de cada una de las etapas de esa evolución de la humanidad. Marx denominó a esas etapas como modos de producción.

En su época se estaba desarrollando el modo de producción capitalista, una etapa caracterizada por la lucha de clases entre los burgueses, que poseían los medios de producción, y el proletariado.

El trabajo más importante e influyente de Marx fue El capital (1865). Para Marx, la medida de la explotación del trabajador por parte del patrono se expresaba mediante la plusvalía, o sea, la diferencia entre lo que recibe el obrero para su manutención y el valor de lo que produce. Esta plusvalía es la base de la acumulación capitalista.

El socialismo marxista postulaba la conquista violenta del poder por el proletariado, la sustitución del sistema capitalista por otro sin clases y sin propiedad privada, y la transformación del «Estado burgués» en una dictadura del proletariado, forma transitoria de Estado hasta alcanzar la sociedad comunista, en la que el Estado no sería necesario.

El marxismo fue la base ideológica de los movimientos revolucionarios de la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX. Se expandió tras la revolución rusa de 1917. Ha sido -junto al liberalismo democrático y el nacionalismo- una de las ideologías más influyentes de la historia contemporánea.

  • El anarquismo

La otra gran teoría revolucionaria de base obrera fue el anarquismo. La palabra anarquía significa «sin autoridad». Su principal teorizador fue el aristócrata militar ruso Mihail Bakunin (1814-1876), quien defendía la rebelión espontánea contra la sociedad capitalista y el Estado.

La doctrina anarcosindicalista pretendía no solo la acción del proletariado industrial, sino de todos los sectores oprimidos de la sociedad: obreros, soldados, jóvenes, estudiantes y campesinos, de forma especial estos últimos. Esta revolución social, más radical que la marxista, tenía como objetivo la destrucción total e inmediata del orden social burgués y del Estado y sus instrumentos de control (policía, ejército, gobierno, fronteras).

Socialistas y anarquistas perseguían alcanzar la sociedad comunista (sin clases ni Estado), pero diferían en las estrategias. Para los anarquistas, se debía destruir inmediatamente el Estado, mientras los marxistas postulaban la necesidad de que los obreros conquistasen el Estado y controlaran el poder durante una fase transitoria (dictadura del proletariado). Por eso los anarquistas calificaron a los marxistas como autoritarios y centralistas, mientras que se definían a sí mismos como antiautoritarios y federalistas o comunalistas. Estas diferencias ideológicas provocaron el enfrentamiento en el seno de la Primera Internacional (1864-1872).