Revolución Liberal en el reinado de Isabel II

1. LA MINORÍA DE ISABEL II

Al morir Fernando VII, se encargó de la Regencia su viuda María Cristina, porque Isabel II sólo contaba tres años de edad, y simultáneamente se produjo el levantamiento carlista que iba a provocar una guerra civil de siete años. En menos de dos años, el absolutismo moderado que María Cristina pretendía mantener da paso al liberalismo moderado y al liberalismo progresista.
a) La guerra carlista. después de la muerte de Fernando VII se produjeron varios levantamientos de voluntarios realistas adictos a don Carlos.El carlismo se mostró pronto limitado a unas áreas geográficas y a unos grupos sociales determinados.Los carlistas eran en su mayoría pequeños propietarios campesinos del País Vasco,norte de Aragón y Cataluña y región del Maestrazgo, defensores del tradicionalismo, que compendiaban en los conceptos de Dios, Patria, Rey, Fueros.Suárez Verdaguer,opina que el carlismo sería fruto de la existencia de una actitud decidida entre los realistas en favor de una renovación de las instituciones del Antiguo Régimen, renovación que, entre otros aspectos, pretendería limitar el poder absoluto del rey por medio de la revitalización de los órganos autonómicos y representativos de las regiones. El sistema de lucha fue la guerra de guerrillas, que tanto éxito había tenido frente a los franceses, dirigiendo a veces las partidas las mismas figuras que habían destacado en la guerra de la Independencia, como el cura Merino.Se hacía evidente la divergencia entre los partidarios del carlismo, pertenecientes al mundo rural, y la población urbana liberal.Los carlistas organizaron bien su ejército gracias al general Zumalacárregui, pero su muerte, cuando intentaba tomar Bilbao, significó un rudo golpe para la causa de Don Carlos, aunque contaban con otros importantes jefes militares como Cabrera, que actuaba en el Maestrazgo. Los carlistas no pudieron resistir el empuje del ejército liberal, que al mando del general Espartero les venció en Luchana, ni sus disensiones internas (entre navarros y castellanos, entre intransigentes y moderados), y al fin la guerra terminó con el Convenio de Vergara, mediante el cual el ejército carlista se sometía a la reina. El movimiento carlista rebrotaría en posteriores ocasiones.
b) El tránsito del Antiguo Régimen al liberalismo:La monarquía borbónica evolucionaba desde el absolutismo moderado al liberalismo progresista. El cómo y el porqué se produce esta rápida evolución es uno de los hechos más interesantes de la historia contemporánea española.Aunque la reina María Cristina comprendía la necesidad de atraerse a los liberales para sostener el trono de su hija frente a la insurrección carlista, creyó que esto sería posible con muy leves concesiones.La ideología absolutista del jefe del gobierno, Cea Bermúdez, no podía satisfacer a los liberales, que propugnaban la necesidad de reunir las Cortes para iniciar las reformas, la primera de las cuales, de carácter administrativo, fue la nueva división territorial en provincias.La presión de influyentes figuras políticas y del ejército decidió a la regente a designar jefe del gobierno a Martínez de la Rosa, liberal moderado que había intervenido en las Cortes de Cádiz, con el encargo de elaborar un régimen constitucional. Pero lo que Martínez de la Rosa y la regente ofrecen al país fue el Estatuto Real, fórmula de sistema político extremadamente moderado, que pareció insuficiente a los liberales. El Estatuto Real no es ni una Constitución ni una Carta Otorgada, como se afirmó en los mismos días de su publicación. Sánchez Agesta advierte que sólo se trata de una mera convocatoria a Cortes, aunque Tomás Villarroya, lo considera además una restauración y una reforma del parlamento, en el que se percibe una gran influencia del informe que Jovellanos hizo sobre convocatoria de Cortes.Con un Estamento de Próceres y un Estamento de Procuradores. El primero lo integrarán todos los grandes de España con veinticinco años y doscientos mil reales de renta anual y un número de individuos a designar por el ejecutivo.Habría, por su parte, ciento ochenta procuradores, en el segundo estamento, calculados en proporción aproximada a la población y elegibles entre los españoles mayores de treinta años con más de doce mil reales de renta anual. El sistema electoral sería precisado en mayo por decreto, que instituyó un sistema de sufragio indirecto que en la práctica, concedía el derecho a voto a sólo el 0,15% de la población. Las libertades de prensa y de asociación quedaban muy reducidas. Pronto apareció en las Cortes la división entre reformistas y revolucionarios. Los primeros, agrupan sobre todo a realistas moderados y doceañistas, y confiaban en una simbiosis entre tradicionalismo y racionalismo, por lo que se conforman con el Estatuto. Los segundos, progresistas, reúnen parte de los propios doceañistas con los constitucionales exaltados y quieren una Constitución, a elaborar por unas Cortes, de manera que las atribuciones de la Corona queden mermadas, respecto al Estatuto. En la práctica, la convivencia se hace inviable. El Estatuto había reducido la iniciativa del parlamento al derecho de petición; de forma que la iniciativa en la presentación de proyectos de ley quedaba reservada por entero a la Corona, por medio del Gobierno.Se suscita la práctica del voto de censura. La ineficacia reformista de Martínez de la Rosa y de su sucesor el conde Toreno había de provocar un movimiento revolucionario de la burguesía urbana en el verano de 1835.
c) La oleada revolucionaria de 1835. Estalló un movimiento revolucionario de la burguesía urbana contra el moderantismo representado por el Estatuto Real. En diversas ciudades se constituyeron Juntas que elevaron manifiestos exigiendo la reunión de Cortes.- Estos puntos políticos concretos se vieron desbordados por el desorden de las masas, que dio lugar a la quema de conventos -se acusaba al clero de apoyar al carlismo- y de la fábrica de Bonaplata de Barcelona.
d) Los progresistas en el poder. Para detener la oleada revolucionaria.La regente entregó el poder a Juan Álvarez Mendizábal, liberal exaltado de primera hora, largo tiempo exiliado en Inglaterra, donde había hecho una extraordinaria carrera financiera. Una vez conseguida la liquidación de las Juntas y dueños los progresistas que reúne en sus manos las carteras de Estado, Hacienda, Guerra y Marina, los altos cargos de la Administración y del gobierno son entregados a los hombres del Trienio Liberal. Es como una continuación de 1823.Ni las Cortes ni Mendizábal realizaron ningún cambio institucional, de tal manera que, después de la caída de éste, la Regente volvió a entregar el poder a los moderados. Esto provocó la reacción de los progresistas, quienes exigieron a María Cristina, aprovechando la rebelión de la guardia del palacio de La Granja, la promulgación de la Constitución de 1812, convirtiéndose en la Constitución de 1837, en la cual las Cortes están compuestas por dos Cámaras (Congreso y Senado). Mendizábal se limitó a solucionar los problemas financieros, suprimiendo las órdenes religiosas y desamortizando sus tierras,y a reorganizar el ejército isabelino mediante una leva de cien mil hombres, con lo que la superioridad sobre el ejército carlista evidenciaba el próximo triunfo. El éxito logrado por los progresistas dio la jefatura del gobierno al general Espartero.
e) Regencia de Espartero:El general Espartero, el progresismo no se mantendrá más de tres años en el poder, pero con los inconvenientes de la constante oposición violenta de los moderados, numerosos en el ejército, de la disensión entre los miembros del gobierno y de la falta de aptitudes políticas de Espartero. La situación se hace insostenible para Espartero y los progresistas en noviembre de 1842.Se produce un levantamiento de la burguesía y los obreros en Barcelona, hasta entonces uno de los baluartes del progresismo. Las drásticas medidas contribuyeron a un ambiente general en contra del gobierno progresista. En mayo de 1843 estalla un levantamiento general que da el triunfo a los moderados, dirigidos por otro general: Narváez. Según Artola, se habría tratado de un movimiento exclusivamente radical, pero a fin de encauzarlo, las Juntas que suscita dan el poder a los generales, que lo reorientaron en sentido moderado.Espartero se había marchado a Londres- se adelantó la mayoría de edad de la Reina a fines de 1843.


2. LOS GRUPOS POLÍTICOS Y EL PAPEL DEL EJÉRCITO

a) El sistema liberal: Moderados y progresistas. El sistema político que éstos defendían se hizo realizable.Podemos deducir los puntos básicos del sistema: soberanía nacional, que será plasmada en una Constitución otorgada a través de las Cortes. La influencia del liberalismo de raíz francesa quedó patente en los caracteres de uniformismo y centralización que los liberales españoles decimonónicos convirtieron en puntos básicos de su sistema de poder, continuando la centralización ya introducida en el XVIII por los Borbones en las instituciones. Este esquema será desarrollado e interpretado de modo diferente por los dos sectores del liberalismo que, como hemos visto, se denominaron moderantismo y progresismo.
Los moderados. Los moderados sustentan un liberalismo doctrinario basado en la posesión de la soberanía nacional conjuntamente por la Corona y las Cortes. La Corona sería la depositaria de un poder moderador, que le permitiría actuar en los conflictos entre el poder legislativo, que ostentan las Cortes, y el poder ejecutivo del Consejo de ministros, pudiendo decidir en última instancia sobre la disolución de las Cortes o la sustitución del presidente del Consejo.Los moderados defienden la propiedad privada como principio sagrado e inviolable, el orden público, el centralismo y el entendimiento con la Iglesia. Rechazaban la revolución como medio de acción política. Sus bases sociales son las clases medias enriquecidas por la desamortización, la aristocracia latifundista y la burguesía de negocios industriales, comerciales o financieros, vinculada con frecuencia a las compañías de ferrocarril.Los funcionarios de carrera, los abogados establecidos que llevaban los asuntos de los terratenientes aristocráticos y militares de alta graduación, tendían a incorporarse a las filas moderadas. En palabras de Raymond Carr, eran los”oligarcas del liberalismo”. Se trataba, de un partido mucho más homogéneo desde el punto de vista social.
Los progresistas. se sitúan en una posición radical, según la cual la soberanía nacional está exclusivamente en manos de las Cortes, cuyos miembros habrán sido elegidos a través de un sufragio más amplio. Los progresistas no aceptan el poder moderador de la Corona,  y frente a los moderados defienden una amplia libertad de prensa. Del grupo más extremista de los progresistas surgirá en 1849 el partido demócrata, que defiende el sufragio universal y la concesión de amplias libertades.Sus bases sociales son los sectores sociales subburgueses no proletarizados: pequeños comerciantes, menestrales, artesanos, empleados modestos y militares de baja graduación. Según Raymond Carr, se trataba de aquellos sectores de las clases medias urbanas que precisaban cargos gubernamentales para ganarse la vida y que hicieron de la aspiración a un puesto gubernamental una profesión honorable. La abstención como un arma de protesta total para boicotear el sistema falso que les excluia.Como señala Artola, la distinción entre moderados y progresistas únicamente se limitó “al número de participantes en el sistema político y a las condiciones que lo regulan fundamentalmente las relativas a la libertad de prensa y a la incidencia del sistema de poder en el sistema politico”
b) El papel del ejército.Respecto al papel del ejército en el desarrollo del proceso político español de gran parte del siglo XIX, es evidente, por cuanto las grandes figuras de la política española desde 1820 a 1874, desde Riego hasta Serrano, salieron de sus filas. Este proceso pudo iniciarse desde el momento en el que muchos generales,recurrieron a la presión sobre las autoridades civiles para conseguir abastecer a sus hombres.Abastecer 1 general significaba en muchos casos no poder abastecer a otro, lo que trajo consigo la enemistad política entre éstos y culminó con la irrupción violenta de aquéllos en la política nacional.Mentras la política española es dirigida por un general progresista, Espartero, se convierte en jefe de la oposición. Y cuando Narváez ostenta el poder va perfilándose la figura de otro general progresista, Prim. 

3. LOS MODERADOS EN EL PODER

a) La Constitución de 1845. La Constitución promulgada el 23 de mayo de 1845 se presenta como una simple reforma de la anterior y mantiene los mismos títulos, pero su sentido político es notablemente distinto, y siempre ha sido considerada como una Constitución diferente. El objetivo de esta Constitución es conformar el régimen político en un sentido exclusivamente moderado, para garantizar el ejercicio del poder por este partido y asegurar el dominio político y social de la oligarquía, suprimiendo las alternativas que habían existido en años anteriores. La Constitución de 1845 impone la ideología, las instituciones y el orden de los moderados. El dictamen de la comisión redactora, realizado por Donoso Cortés, es muy explícito en este sentido: “La sociedad no puede estar bien regida y gobernada cuando los pueblos están regidos y gobernados por corporaciones populares”.La Constitución recoge las ideas básicas del moderantismo: rechazo de la soberanía nacional y sustitución por la soberanía conjunta del rey y las Cortes, negación de la distinción entre poder constituyente y poder constituido y adecuación del sistema político a las clases socialmente dominantes. Todo ello conducirá, como veremos, a la hegemonía constitucional del monarca y la dirección política del Estado por una reducida oligarquía, política y social. En su primera parte la Constitución recoge una declaración de derechos semejante a la de 1837, con algunas modificaciones y una diferencia fundamental. Ésta estriba en que la mayor parte de los derechos remiten a su regulación a leyes posteriores, y éstas los limitaban enormemente. Por otra parte, restringía algunos derechos, especialmente en materia religiosa, donde proclamaba solemnemente la confesionalidad del Estado. La reforma política más importante se refiere al aumento del poder del rey, tanto por el incremento de sus competencias como por la restricción de la autonomía de las Cortes, especialmente a través del nuevo tipo de Senado. Las competencias del rey son mucho más amplias que en la Constitución anterior, suprimiéndose además las limitaciones que aquélla establecía para que el monarca pudiera ausentarse del territorio y contraer matrimonio. Este tema era importante por las maniobras del sector más reaccionario que querían casar a la Reina con el pretendiente carlista. La regencia, en caso de minoría de edad, ya no era establecida por las Cortes sino que correspondía al pariente más próximo. Otra de las palancas del poder real se encuentra en los cambios de las cámaras legislativas. Frente al anterior Senado semielectivo, la Constitución establece una cámara alta nombrada por el rey entre las altas categorías de la administración, el ejército, la Iglesia y las personas que hayan ocupado cargos políticos que, en todo caso, posean una gran fortuna. De hecho es un Senado dominado por la aristocracia. Pero también el Congreso sufrió modificaciones conservadoras: se alargó el mandato de los diputados y, sobre todo se restringió el cuerpo electoral -por ley de 18 de marzo de 1846- reduciendo el número de electores al 1 por 100 de la población e implantando como unidad electoral el distrito reducido que elige un diputado (frente a la elección por provincias, como pretendían los progresistas) lo que facilitaba el control de los caciques y las autoridades. En el resto de la Constitución se suprime la expresión”poder judicial”y se limitan las garantías de autonomía de los tribunales; se suprime la Milicia Nacional y el juicio por jurados y se remite a una ley posterior la regulación de ayuntamientos y diputaciones. A todo lo anterior ha de añadirse la prerrogativa fundamental que articuló el dominio de la Corona sobre las demás instituciones: el poder de nombrar y separar libremente a los ministros. La Reina nombra sistemáticamente jefe de gobierno al político que prefiere, entregándole al mismo tiempo el decreto de disolución de las Cortes. El sistema está en las antípodas del régimen parlamentario: en vez de nombrar presidente del gobierno al líder de la mayoría de las Cortes, nombra al personaje preferido en cada momento y éste, disolviendo las Cortes si no le satisfacen, fabrica unas nuevas que le sean fieles. En realidad esta facultad correspondía al rey en todas las monarquías y ya existía en la Constitución anterior. Con María Cristina y Espartero había sido negativa por la falta de coherencia de los partidos, la estrechez del cuerpo electoral y la frecuente corrupción electoral, pero en la década moderada alcanza su mayor degeneración por la falta total de libertades políticas, que en la época anterior suponían un cierto freno.
b) Elecciones y poder político. Por otra parte, las elecciones tuvieron un matiz extraordinariamente restringido, a causa del carácter censitario del sufragio, de tal modo que se calcula que de los 15 millones de personas que habitaban España a mediados de siglo, sólo tenían derecho a voto 157.000, poco más del 1% de la población. Cuando en 1865 se rebajó la cuota tributaria, alcanzaron el derecho al voto 418.000 españoles, el 2,67% de la población. Si a esto añadimos la existencia de un fuerte abstencionismo y el control del gobierno en las elecciones, es fácil comprender la escasa participación del país en el juego político y la imposibilidad de los progresistas de alcanzar el poder, si no era por medio del pronunciamiento. El poder del gobierno se hizo aún más fuerte a consecuencia de la revolución europea de 1848, cuya única influencia en España consistió en dar pie a Narváez para convertir su gobierno en una auténtica dictadura.
c) La obra del régimen moderado. 1. El Concordato de 1851. Un aspecto importante de los moderados es su relación con la Iglesia, que quedó plasmada en el Concordato de 1851, vigente, con ligeras variantes, hasta 1931. Mediante el Concordato se declaraba que la religión católica era la única de la nación española y se llegaba a un acuerdo respecto a la desamortización, que había provocado la ruptura con la Santa Sede: la Iglesia aceptaba las ventas consumadas y el Estado se comprometía a subvencionar al clero. Se regulaban también las jurisdicciones y atribuciones respectivas y se realizaba un ajuste administrativo de la Iglesia. En definitiva, el resultado de la situación establecida por el Concordato vendrá a ser la existencia en España de una Iglesia pasiva, protegida por el Estado.
2. El sistema de libertades. Hacer el orden compatible con la libertad será la gran preocupación doctrinaria de los moderados. Ello les enfrentará a grandes problemas, como el de la libertad de prensa, uno de los grandes caballos de batalla entre moderados y progresistas, pues aun cuando un sistema liberal presupone la libertad de expresión, los moderados la restringen notablemente, existiendo una censura más o menos encubierta, a la que se suele achacar en gran parte la pobreza literaria y cultural de la España romántica.
3. Centralización administrativa. Respecto a la organización administrativa de España, el sistema liberal tiene un carácter eminentemente centralizador. En este sentido, los gobiernos liberales continúan la obra centralizadora iniciada por los Borbones en el siglo XVIII, pues no ven más que ventajas en la racionalización administrativa que se deriva de la centralización. Actuando en esta línea, se introducen una serie de reformas, la primera de las cuales había sido en 1833 la división del territorio en 49 provincias, siguiendo en cierto modo el sistema departamental francés, cada una de ellas regida por un gobernador, nombrado por el rey, que además de jefe político era presidente de la Diputación provincial y del ayuntamiento de la capital.
4. El control del gobierno sobre la administración local se realizó mediante la ley de 1845: los alcaldes serían nombrados por la Corona en las capitales de provincia y municipios de más de 2.000 habitantes; en los de menor población, serían nombrados por el gobernador. Los alcaldes tendrían funciones administrativas (obras públicas, instrucción, ferias y mercados) y políticas (seguridad y tranquilidad pública). El mismo año 1845 el ministro Mon realizó una reforma en la Hacienda, suprimiendo tributos de carácter local.
5. La Guardia Civil. Para mantener el orden público, el gobierno de Narváez creó un cuerpo armado, de organización militar pero de funciones civiles, las cuales debían ser: “promover al buen orden, a la seguridad pública y a la protección de las personas y de las propiedades, dentro y fuera de las poblaciones”. Así nació, en 1844, la Guardia Civil, de la que ningún gobierno posterior había de prescindir. 


4. LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN MODERADO: DEMÓCRATAS, SOCIALISTAS, REPUBLICANOS Y CARLISTAS

Los moderados se mantuvieron en el poder durante todo el reinado de Isabel II, excepto durante los dos años de gobierno progresista. Los progresistas constituían la más potente fuerza de oposición al régimen moderado, sin que el sistema electoral les diera ninguna posibilidad de lograr el poder. De ahí la radicalización del ala izquierda del partido, de la que nace el
Partido Progresista-Democrático (luego Partido Demócrata), en cuyo programa teórico se sienta los principios de libertad de conciencia, expresión, reunión y asociación. Consideran, además, que la soberanía nacional deberán quedar plasmada en el sufragio universal, que las Cortes deben estar constituidas por una sola Cámara, que los ayuntamientos deben formarse mediante elecciones y los juicios deben ser decididos por jurados. Por primera vez, hablan de intervencionismo estatal en las relaciones sociales. Sin embargo, este partido tuvo en un principio una base social débil, formada por un creciente número de obreros, clases populares urbanas y en buena medida, jóvenes oficiales descontentos con escasas posibilidades de ascenso. Asimismo la intelectualidad, formó el núcleo del partido demócrata. Estos primeros demócratas respetan no sólo la forma monárquica sino la facultad de la Corona de convocar, suspender y disolver Cortes y nombrar y destituir funcionarios públicos. Sin embargo, la República se convertirá en la forma de gobierno que contará con mayores simpatías entre los demócratas. La cuestión de la forma de gobierno acabó desuniendo a las filas demócratas. El núcleo republicano o la fracción más radical del partido demócrata se constituirá en partido independiente, el
Partido Republicano. La base social que el republicanismo aspiraba a organizar y representar era en principio la pequeña burguesía mercantil, artesanos y pequeños propietarios y campesinos, sin olvidar a los asalariados de la industria tradicional y de los servicios ni a los nuevos trabajadores fabriles. Las conexiones de algunos sectores de la burguesía, en especial grandes comerciantes y banqueros, con la cúspide del movimiento republicano fueron, sin embargo, muy claras en muchos momentos. Sus objetivos básicos no residían en la destrucción del régimen establecido por los partidos dinásticos, sino en consolidarlo por medio de una nueva forma de gobierno, ampliar la base social que lo sustentaba y cumplir una serie de tareas pendientes de la revolución burguesa que implicaban una rectificación de la vía adoptada por el capitalismo español. No obstante, dejamos para un capítulo posterior el estudio del primer republicanismo español. Más radical que el partido demócrata y los primeros republicanos, pero poco extendido, el
socialismo hace su aparición a través de la prensa, con la publicación en 1846 del primer periódico socialista en España. Esta nueva ideología será objeto de estudio en un tema posterior. En el ala opuesta de la oposición se encontraba el
carlismo, que vuelve a tomar las armas, sin éxito, en 1848 y en 1860. Dentro del campo moderado existían también divergencias ideológicas, lo que llevó a algunos de ellos a buscar el acuerdo con los progresistas menos radicales. Así surgiría en 1854, bajo la dirección del general ODonell, el partido denominado
Unión Liberal, en el que se agruparon moderados y progresistas afines alrededor de algunas ideas elementales para posibilitar el funcionamiento de un verdadero régimen constitucional y que dominó la vida política española durante un año y medio.

5.- EL BIENIO PROGRESISTA. 

En 1854 el régimen moderado llega a un callejón sin salida, al que le ha llevado la corrupción interna (entre otros asuntos, las expropiaciones indebidamente realizadas para el tendido de la red ferroviaria) y el intento del gobierno de Bravo Murillo de limitar aún más el sistema liberal. Esta tendencia es mantenida por varios gobiernos sucesivos, con el apoyo de la Corona, lo que provoca un enfrentamiento entre las Cortes y el gobierno, dando pie a un pronunciamiento en Vicálvaro (de donde viene el nombre de Vicalvarada) de varios generales moderados. La situación se mantuvo muy incierta hasta que los sublevados publicaron el Manifiesto de Manzanares, en el que sobre una base ideológica moderada, se recogían algunas reivindicaciones de los progresistas: convocatoria a Cortes, reforma de las leyes electorales y de imprenta. Se produce entonces una amplia movilización de los progresistas, mediante levantamientos populares en Madrid, Barcelona, Zaragoza y San Sebastián. En Barcelona especialmente el movimiento toma un fuerte matiz social, por la escasez de trabajo. La Reina entrega el poder a Espartero, quien lo compartirá con ODonell, dando paso a un gobierno progresista que se mantendrá tan sólo dos años. Se inicia entonces un proceso de cambio de régimen y se convocan elecciones para unas Cortes Constituyentes. Es en este momento cuando se constituye la Unión Liberal. Siguiendo la pauta marcada por los moderados de 1844 se inicia la preparación de una nueva Constitución (habría de ser la de 1856, pero no llegó a promulgarse). En definitiva, la obra política del bienio queda reducida a la promulgación de una nueva desamortización, la de 1855, sobre bienes religiosos y civiles y al mantenimiento de una situación inestable, a causa de los movimientos obreros de 1856, que producen huelgas en Barcelona y disturbios en Valladolid, mientras la burguesía exige el mantenimiento del orden. Finalmente, el régimen progresista desemboca en la disolución de las Cortes y la dimisión de Espartero. Aunque la milicia nacional ofrece resistencia, el general ODonell, jefe de la Unión Liberal se hace con el poder.

6. LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL REINADO (1856-1868).

Llegamos así al último período del reinado de Isabel II. El moderantismo ha evolucionado hacia una mentalidad ecléctica, que será la que domine en la política del último cuarto de siglo. ODonell y Narváez presidirán los gobiernos que se turnan durante los últimos doce años del reinado de Isabel II, y aunque ODonell intentará muy al final realizar algunas modificaciones en el moderantismo, progresistas y demócratas acabarán derribando el poder moderado y el trono de Isabel II en 1868. La labor moderada de ODonell queda patente en la reorganización de diputaciones y ayuntamientos, en la disolución de la milicia nacional y de las Cortes, en la suspensión de la desamortización eclesiástica (no la civil) y en la restauración de la Constitución de 1845. La falta de fuerza ideológica de los grupos en el poder y la crisis económica europea general de 1865-1866 contribuirán al hundimiento del régimen. A la discordia entre moderados y unionistas se une el peligro de la alianza entre progresistas y demócratas, que queda patente en la reunión celebrada en Ostende por miembros de estos partidos para decidir el destronamiento de Isabel II. Cuando, muerto ODonell, se haga cargo de la jefatura de la Unión el general Serrano, que se adhiere al pacto de Ostende, el Trono se queda sin apoyo.