El Movimiento Comunero: Un Desafío a la Corona de Carlos I
Antecedentes: Un Rey Extranjero en Tierras Castellanas
Carlos de Gante, nieto de los Reyes Católicos, heredó las Coronas de Aragón y de Castilla con sus respectivas posesiones (Nápoles, Sicilia, Navarra, las plazas africanas y los territorios americanos aún en proceso de conquista). Además, recibió por herencia paterna los derechos al Imperio Alemán, el Archiducado de Austria con sus territorios anejos, los Países Bajos, el Franco Condado y los derechos sobre el Ducado de Borgoña, que había pasado a la corona francesa.
La llegada de Carlos I a la Península fue recibida con recelo. No hablaba el idioma, desconocía los asuntos españoles y estaba rodeado de un grupo de consejeros flamencos. Los reinos hispánicos se vieron gobernados por un rey y un equipo que, en parte, también era extranjero. El descontento se intensificó cuando se otorgaron o vendieron cargos importantes a los flamencos del cortejo real, ya desde 1516, y el dinero español se destinó a Bruselas para financiar la corte borgoñona.
Primeras Cortes y Exigencias Castellanas
En la primera reunión de las Cortes castellanas en Valladolid (1518), se exigió al nuevo rey que respetara las leyes de Castilla, despidiera a los extranjeros de su servicio, aprendiera y hablara castellano, prohibiera la venta de cargos y la extracción de moneda, reconociera a doña Juana como reina, mantuviera al infante don Fernando en España y, sobre todo, residiera en el país. Carlos juró respetar las leyes castellanas, pero las Cortes le otorgaron un servicio de 600.000 ducados sin condiciones.
En Aragón, el rey enfrentó presiones más complejas, aunque en 1519 fue reconocido como rey y se le concedió un subsidio de 200.000 ducados. Ese mismo año, tras la muerte de su abuelo, fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, lo que modificó su relación con sus súbditos españoles.
Descontento Popular y la Semilla de la Rebelión
Los españoles deseaban un rey español, no una parte de un emperador extranjero. La hostilidad hacia el nuevo soberano, sus ministros y su política fue más evidente en Castilla, tomando la forma de una oposición colectiva apoyada en las ciudades y liderada por Toledo.
Para preparar su coronación imperial, solicitar un préstamo y embarcarse hacia los Países Bajos, Carlos convocó las Cortes en Santiago en 1520, lejos de los grandes núcleos urbanos de Castilla, focos principales de las protestas. Cuando Carlos salió de España en mayo de 1520, rodeado de extranjeros y con una misión que sus súbditos consideraban ajena, la agitación ya se había convertido en rebelión.
A los agravios acumulados y las grandes cantidades de dinero extraídas del reino, se sumó el nombramiento de un regente extranjero, Adriano de Utrecht, para gobernar Castilla en ausencia del rey. La clase media y la población urbana se levantaron contra un régimen y una política que consideraban contrarios a sus intereses y que buscaban sacrificar la hegemonía de Castilla en favor de una política imperial o dinástica.
Una Sociedad Dividida: Intereses en Conflicto
La revuelta de los comuneros no era solo un movimiento político, sino una revolución que tuvo lugar en una región profundamente dividida por intereses opuestos y en el seno de una sociedad en conflicto consigo misma. Las exportaciones laneras de Burgos-Bilbao y el comercio de Indias en Sevilla florecían, mientras que la Castilla interior quedaba cada vez más marginada.
Este era el escenario de los comuneros y los intereses en conflicto: fabricantes contra exportadores de lana, el centro contra la periferia, Segovia (que apoyó la revuelta) contra Burgos (que pronto la abandonó).
Los Comuneros: Una Clase Media en Rebelión
Los comuneros eran miembros de las capas medias de la sociedad que se rebelaron contra la aristocracia terrateniente y sus aliados. No se trataba de una simple lucha entre comuneros y nobles, ni de una mera protesta contra un régimen impopular. Era un reflejo de las divisiones subterráneas de la sociedad castellana surgidas tras el reinado de los Reyes Católicos.
Muchos de los que habían sido favorecidos por los Reyes Católicos fueron desplazados por el nuevo monarca y, por resentimiento, algunos se unieron a los comuneros. No eran una clase media; aunque fueran hidalgos rurales o letrados urbanos, se consideraban verdaderos nobles o, como los grandes comerciantes y banqueros, aspiraban a la nobleza. Al mismo tiempo, los intereses económicos más vulnerables intentaron mejorar su situación: los comerciantes de las ciudades del interior contra el monopolio del consulado de Burgos y los comerciantes extranjeros; los industriales contra los exportadores y los fabricantes nacionales contra los exportadores de lana virgen.
Toledo Lidera la Revuelta: La Junta Revolucionaria
La revuelta de los comuneros fue encabezada por Toledo, que ya antes de la partida de Carlos había expulsado a su corregidor y establecido una comunidad. En junio, la revuelta se extendió a la mayoría de las ciudades de Castilla la Vieja, expulsando a los funcionarios reales y recaudadores de impuestos y proclamando la comunidad. Fueron revueltas populares espontáneas, aunque también participó el patriciado urbano. En Zamora, el movimiento fue liderado por el obispo Antonio de Acuña.
Toledo tomó la iniciativa y amplió la base política del movimiento. En julio, convocó una reunión de cuatro ciudades en Ávila, de la que surgió una junta revolucionaria que expulsó de Valladolid al regente Adriano y estableció un gobierno rival.
Las peticiones de la junta incluían:
- Limitación del poder real.
- Freno a la nobleza.
- Rebaja o supresión de impuestos.
- Restricción de los gastos gubernamentales y la corrupción.
- Mantenimiento o aumento de los privilegios municipales.
- Instauración de un régimen de ciudades estado autónomas o semiautónomas.
- Reducción de las exportaciones de lana virgen en favor de los compradores nacionales.
- Protección para la industria textil castellana.
La Respuesta de Carlos I y las Divisiones Internas
Carlos I, advertido por las cartas de Adriano de Utrecht, comprendió la gravedad de la situación. Desde los Países Bajos o Alemania, prometió regresar a España, derogó la exacción aprobada en las Cortes y nombró a dos nuevos regentes: el condestable Velasco y el almirante Enríquez.
Sin embargo, surgieron divisiones en la junta entre revolucionarios y reformadores. La junta afirmaba que el reino estaba por encima del rey y que ella lo representaba. Cuando comenzó a exigir todos los poderes del Estado, los moderados se retiraron. Con la ayuda de la nobleza y de Portugal, el 5 de diciembre tomaron Tordesillas, cuartel general de la junta, pero los comuneros no estaban vencidos.
De Revuelta Política a Conflicto Social
La revolución comunera pasó de ser un movimiento político a uno social, una confrontación con la alta nobleza y los grandes comerciantes. Por eso, Carlos había unido a los grandes de Castilla a la regencia.
La Batalla de Villalar y el Fin de la Revuelta
El 24 de abril de 1521, los comuneros fueron derrotados en la batalla de Villalar. Al día siguiente, los cabecillas de la revuelta, Juan de Padilla, Juan Bravo y Pedro Maldonado, representantes de Toledo, Segovia y Salamanca respectivamente, fueron ejecutados.
Consecuencias y Significado de la Revuelta
Cuando Carlos regresó, concedió un perdón general, exceptuando a unas 300 personas, la mayoría de las capas medias de la sociedad. La nobleza reclamó recompensas, pero su presencia en Villalar no había sido un mero servicio, sino una defensa de sus propios intereses. Mientras los comuneros se enfrentaban al poder real, la mayoría de los nobles permanecieron indiferentes. Pero cuando el ala política de los comuneros desarrolló un movimiento antiseñorial, buscando una revolución desde abajo, un alzamiento de los vasallos, un grupo de grandes señores empezó a armarse para la defensa de los derechos señoriales. Los grandes luchaban no solo para servir al rey, sino para defender su jurisdicción señorial.
Aunque Carlos I contó con la colaboración de los grandes y los nobles para aplastar a los comuneros, no satisfizo sus ambiciones ni les dio el poder que buscaban. Fue una victoria de la nobleza sobre la población urbana, pero, en última instancia, fue el rey quien salió ganando.
En cuanto al significado político de la revolución comunera, la historiografía más reciente la considera una revolución moderna, pero prematura, que intentó asentar la influencia política de la burguesía. Esta clase social, o bien no era lo suficientemente fuerte para imponerse o, cuando lo era, prefería la alianza con la aristocracia y la sumisión al poder real.