El Cambio de Régimen
El cambio de régimen se realizó sin derramamiento de sangre el 14 de abril de 1931 tras la proclamación de la República en Madrid, Barcelona y otras capitales españolas. Cuando el general Sanjurjo, jefe de la guardia civil, hizo saber que sus hombres no lucharían por la monarquía, Alfonso XIII tomó el camino del exilio.
El Gobierno Provisional y sus Tareas
Un gobierno provisional presidido por el conservador Niceto Alcalá Zamora, con representantes de las diversas tendencias de la coalición republicano-socialista, asumió pacíficamente el poder y se puso manos a la obra de la transformación del Estado. El primer problema serio se originó en Barcelona cuando el líder catalanista Francesc Macià proclamó la República Catalana o Estat Català dentro de una federación de repúblicas ibéricas. Muchos españoles compartían la idea de que era necesario cambiar; por ello recibieron con esperanza un régimen que estaba llamado, en apariencia, a enterrar la vieja España caciquil de la Restauración.
La Reacción Eclesiástica
Los obispos, cautelosos, recordaron a sus fieles el respeto que debían guardar a los nuevos gobernantes, mientras el nuncio del Vaticano en Madrid animaba a la Iglesia española a colaborar con la República. El anticlericalismo gubernamental excitó al pueblo, firmemente anclado en la sociedad española. No había cumplido el gobierno provisional su primer mes de vida cuando, caldeados los ánimos con una pastoral del arzobispo de Toledo y la apertura de un centro monárquico, un centenar de edificios eclesiásticos fueron quemados por provocadores anónimos o viejos anticlericales que consideraban el poder de la Iglesia como el más grave problema español. Un mes más tarde, la expulsión de España del cardenal Segura daría a los católicos nuevas razones contra la República.
Las Cortes Constituyentes
Las elecciones para Cortes Constituyentes se celebraron el 28 de junio con una participación no conocida hasta entonces en la historia de España y una campaña previa que despertó más apasionamiento que ninguna otra. El Congreso estaba, pues, muy inclinado a la izquierda e incluía a numerosos diputados sin experiencia política; pero estaban presentes los líderes de los principales partidos y un grupo de intelectuales como Unamuno, Ortega y Gasset o Marañón.
La Constitución Republicana
La redacción de una nueva constitución fue la primera tarea que se impusieron los diputados una vez reunidos el 14 de julio y tras haber elegido presidente de la cámara a Julián Besteiro, socialista moderado y catedrático de filosofía. La nueva legalidad impuso la disolución de aquellas órdenes religiosas consideradas un peligro para la seguridad del Estado y el fin del presupuesto del clero, todo ello en el escenario de la separación entre el poder civil y el eclesiástico. Por la constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931, España se convertía en un Estado democrático laico con una única cámara y un gobierno responsable ante ella; con un presidente de la República que durante su mandato de seis años gozaba de la facultad de disolver dos veces; con sufragio universal, incluidas las mujeres; y con subordinación del derecho de propiedad al interés público. La nueva constitución definía un Estado central fuerte capaz de aplicar las reformas democráticas necesarias, pero ofrecía un cauce para resolver los problemas regionales mediante la promulgación de estatutos de autonomía. Al día siguiente de la aprobación del texto constitucional, Alcalá Zamora era elegido por el Congreso presidente de la República y confirmaba a Manuel Azaña al frente de la jefatura del Gobierno.
El Bienio Radical Cedista
Las movilizaciones de la derecha y las continuas alteraciones del orden público desgastaban gravemente a Azaña y sus gobiernos, que perdieron las elecciones municipales de abril de 1933. Cuando en septiembre de 1933 las divisiones en la coalición gubernamental se manifestaban como irreversibles, el presidente de la República, en el uso de su autoridad constitucional, destituyó a Azaña, haciéndose necesarias nuevas elecciones que quedaron convocadas para noviembre.
Las Elecciones de 1933: El Vuelco Electoral
El 19 de noviembre de 1933, en su primera vuelta, los españoles acudieron a las elecciones cuando la crisis económica alcanzaba su mayor intensidad. La derecha obtuvo un triunfo indiscutible compartido con el centro representado por el partido republicano radical de Alejandro Lerroux. El presidente Alcalá Zamora, en el ejercicio de su función moderadora, llamó a Lerroux a formar gobierno tratando de evitar un mayor desplazamiento hacia la derecha y la consiguiente reacción de las izquierdas.
La Política de la Derecha
Los sucesivos gobiernos revisaron, en sentido conservador, las reformas de los gabinetes de Azaña, las suspendieron o las anularon. Y las Cortes no tardaron en dar un respiro a la Iglesia con leyes que le aseguraban su actividad docente y el cobro de dinero público. Los militares recuperaban su protagonismo. Pero más grave que la algarabía callejera, aun siendo a veces sangrienta, era la radicalización de los líderes y militantes del PSOE y UGT, cuya disconformidad se acrecentaba al compás del bascular derechista de la Segunda República y de la actitud de revancha de un buen número de empresarios. En plena rebeldía contra el gobierno, la CNT declaró la huelga general en Zaragoza y, más tarde, en complicidad con la UGT, volvió a poner en jaque a las fuerzas del orden con multitudinarias movilizaciones en el campo. En marzo de 1934, el parlamento catalán había aprobado una ley que modificaba la legislación general para hacerlo más favorable a los campesinos arrendatarios. Apoyados por la Liga de Cambó y por la CEDA, los dueños de las tierras conseguían tres meses más tarde en Madrid la declaración de inconstitucionalidad de tal ley. También en el País Vasco cualquier oportunidad podía desatar el enfrentamiento. Los socialistas, alentados por Indalecio Prieto, y el PNV, quejoso con la República al no haber logrado el estatuto de autonomía, fueron los protagonistas de una accidentada asamblea convocada en Zumárraga a la que asistieron parlamentarios vascos y catalanes.
La Radicalización Sociopolítica: Octubre de 1934
El ascenso del nazismo en Alemania y la política represiva de los social-cristianos en Austria hacían aumentar los temores de quienes en España aparentaban estos movimientos con la CEDA. Convencida de que Gil-Robles pretendía destruir la República, la dirección del PSOE desde la primavera de 1934 se mostraba decidida a tomar el poder por la fuerza, rompiendo con la legalidad republicana y a practicar una política abiertamente revolucionaria. El día primero de octubre, la CEDA se negó a seguir apoyando a un gobierno en el que no tenía participación y exigió colocar a tres ministros en el gabinete que Alcalá Zamora encargó formar a Lerroux. Cursaron a toda España la orden de huelga general revolucionaria que adquirió carácter de insurrección popular en lugares como Asturias, Cataluña o en el País Vasco. El 6 de octubre, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys, rompía con el gobierno central acusándolo de estar dominado por fuerzas de dudosa lealtad republicana y proclamó el Estado Catalán dentro de la república federal. Fiel a sus superiores republicanos, el General Batet declaró el estado de guerra y combatió en algunas calles de Barcelona. La Generalitat se rindió y el gobierno suspendió el estatuto de Cataluña. Desde el comienzo de la huelga general, todas las miradas de los españoles se habían dirigido hacia Asturias. La revuelta asturiana desbordó pronto al gobierno, que llamó al general Franco para asesorar técnicamente desde Madrid a los responsables de las operaciones militares dirigidas a aplastar la rebelión. Las represalias se extendieron a toda España una vez se frenó el movimiento revolucionario más amplio de su historia. Hasta el estallido de la guerra civil, toda la actividad política quedaría marcada por la revolución de 1934, convertida en símbolo de la unidad de la izquierda española.