Segunda República Española: Proclamación, Reformas y Conflictos (1931-1936)

La Proclamación de la Segunda República, el Gobierno Provisional y la Constitución de 1931. El Sufragio Femenino

Durante el periodo de entreguerras, la crisis de 1929 y el auge de los totalitarismos debilitaron la monarquía de Alfonso XIII. La dictadura de Primo de Rivera cayó, y Alfonso XIII designó a Berenguer como jefe de gobierno en la “Dictablanda”, pero sin apoyo ni soluciones, fracasó.

El 17 de agosto de 1930, opositores firmaron el Pacto de San Sebastián para derrocar la monarquía. Se unieron republicanos, autonomistas, el PSOE y la UGT. Se creó un Comité Revolucionario con Niceto Alcalá Zamora a la cabeza. En diciembre, un levantamiento militar en Jaca fracasó y sus líderes fueron ejecutados.

En febrero de 1931, el almirante Aznar sustituyó a Berenguer. Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron la victoria republicana en ciudades clave. Dos días después, se proclamó la Segunda República y Alfonso XIII se exilió.

El Comité Revolucionario asumió el Gobierno Provisional, con Alcalá Zamora como presidente y ministros de diversas tendencias: Azaña por la izquierda, Lerroux por los radicales, Largo Caballero y Prieto por los socialistas, además de nacionalistas catalanes y gallegos. Tuvieron apoyo de intelectuales, clases medias y parte del movimiento obrero, pero generaron recelo en sectores conservadores.

Uno de los primeros conflictos fue con la Iglesia, lo que derivó en la quema de iglesias y deterioró la imagen republicana. Se promulgaron decretos que reconocieron derechos individuales y sentaron bases para reformas agraria, militar, educativa y laboral. El mismo 14 de abril, Francesc Macià proclamó la República Catalana.

Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes para el 28 de junio. Se reformó la ley electoral: cámara única, sufragio desde los 25 años y posibilidad de candidaturas femeninas. Los socialistas y republicanos de izquierda lograron la mayoría. Por primera vez, tres mujeres obtuvieron escaño: Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken.

El 9 de diciembre de 1931 se aprobó la Constitución. Definió a España como una “República Democrática de Trabajadores” y permitió autonomías sin opción de federación. El presidente de la República era elegido indirectamente, con poder moderador y capacidad de disolución de las Cortes. Se creó el Tribunal de Garantías Constitucionales.

Se estableció el sufragio universal, incluyendo el voto femenino, lo que situó a España por delante de otros países europeos. Clara Campoamor defendió el derecho al voto de las mujeres, mientras que Victoria Kent se opuso por temor a la influencia de la Iglesia. En noviembre de 1933, las mujeres votaron por primera vez.

El Estado se declaró laico, con separación Iglesia-Estado y libertad de culto. Se prohibió la participación eclesiástica en el comercio, la industria y la enseñanza. Se impulsó la educación sin discriminación y se garantizó la propiedad privada bajo criterios de interés económico nacional. Se legalizaron el divorcio y el matrimonio civil.

Días después, finalizó el Gobierno Provisional y se formó un gobierno ordinario presidido por Manuel Azaña, iniciando el Bienio Reformista. Este periodo trajo reformas en educación, trabajo y autonomías. Se aprobó la reforma agraria y el estatuto de autonomía de Cataluña. Sin embargo, la oposición creció entre la derecha y los militares, culminando en el fallido golpe de Estado de Sanjurjo.


El Bienio Reformista: Reformas Estructurales y Realizaciones Sociales, Culturales y Territoriales. Reacciones Desde los Diversos Posicionamientos

El Bienio Reformista (1931-1933) fue el primer gobierno constitucional de la Segunda República, presidido por Manuel Azaña y con Niceto Alcalá Zamora como presidente de la República. Apoyado por republicanos de izquierda y socialistas, impulsó reformas en autonomías, ejército, agricultura, Iglesia, educación y derechos laborales.

En autonomías, se aprobó el Estatuto de Cataluña (1932), otorgando a la Generalitat competencias en cultura, obras públicas y orden público, con Francesc Macià como presidente. La derecha se opuso y el estatuto vasco no prosperó.

La reforma militar buscó modernizar el ejército y garantizar su lealtad. La Ley Azaña permitió a los oficiales retirarse con sueldo si no juraban fidelidad a la República. Se suprimieron leyes militares y se creó el cuerpo de Guardias de Asalto para el orden público. Aunque juraron fidelidad figuras como Sanjurjo, Mola y Franco, el descontento dentro del ejército se manifestó en la sublevación fallida de Sanjurjo en 1932.

La reforma agraria intentó redistribuir tierras para paliar la desigualdad rural. Se creó el Instituto de Reforma Agraria (IRA) para expropiar latifundios, pero la falta de fondos ralentizó el proceso. Hubo ocupaciones espontáneas de tierras y fuerte oposición de la nobleza y los terratenientes, quienes financiaron intentos de golpe.

En materia religiosa, se separó la Iglesia del Estado, eliminando subvenciones y disolviendo la Compañía de Jesús. Se prohibió a órdenes religiosas impartir educación y se aprobaron el matrimonio civil y el divorcio. Estas medidas generaron rechazo en sectores católicos y la derecha.

Las reformas laborales establecieron la jornada de ocho horas, derecho a huelga y jurados mixtos de arbitraje entre obreros y patronos. Fueron promovidas por Largo Caballero, ministro de Trabajo y líder de la UGT.

La reforma educativa combatió el analfabetismo con la construcción de escuelas y bibliotecas ambulantes. Se instauró una educación pública, laica y obligatoria. Se prohibió la enseñanza religiosa, lo que agravó el conflicto con la Iglesia. Las Misiones Pedagógicas llevaron cultura al medio rural, con figuras como “La Barraca” en 1932.

La oposición creció. La derecha se reorganizó con la CEDA de Gil Robles (1933), que defendía “Religión, Patria, Familia y Orden”, y la Falange de José Antonio Primo de Rivera, fusionada en 1934 con las JONS de Ledesma. Partidos como Renovación Española de Calvo Sotelo también rechazaron la República. La Iglesia denunció la hostilidad del gobierno, mientras sectores militares conspiraban.

Hubo huelgas y revueltas, destacando la insurrección de Casas Viejas (Cádiz, 1933), donde jornaleros se enfrentaron a la Guardia Civil con varios muertos. La represión deterioró la imagen del gobierno. Los socialistas se distanciaron de Azaña y la coalición republicano-socialista se fracturó. Azaña dimitió y Alcalá Zamora disolvió las Cortes, convocando elecciones en noviembre de 1933.


El Bienio de la CEDA y del Partido Radical. El Frente Popular. Desórdenes Públicos. Violencia y Conflictos Sociales

El Bienio de la CEDA y el Partido Radical (1933-1936) marcó un giro conservador en la Segunda República tras la victoria electoral de la derecha. La CEDA de Gil Robles obtuvo 115 escaños y el Partido Radical de Lerroux, 102. Niceto Alcalá Zamora encargó formar gobierno a Lerroux, con apoyo de la CEDA.

Las reformas del Bienio Reformista fueron revertidas: se paralizó la reforma agraria, devolviendo tierras a terratenientes; se restauraron las subvenciones al clero; se aprobó una Ley de Amnistía para militares implicados en el golpe fallido de Sanjurjo (1932); y se frenó la autonomía catalana. Se propuso reformar la Constitución de 1931, lo que acentuó la polarización política.

En la derecha, la CEDA consolidó su apoyo entre clases medias y terratenientes. La Falange Española, liderada por José Antonio Primo de Rivera, se unificó con las JONS, promoviendo la violencia política. Gil Robles situó a militares poco afines a la República en puestos clave: Franco fue nombrado jefe del Estado Mayor y Mola, jefe del ejército de Marruecos.

En la izquierda, Azaña fundó Izquierda Republicana, mientras el PSOE y la UGT se radicalizaron. Los socialistas rechazaron la participación de Prieto en el gobierno.

En octubre de 1934, la entrada de la CEDA en el gobierno provocó una insurrección. En Cataluña, Lluís Companys proclamó el Estat Català y buscó trasladar el gobierno provisional de la República a Barcelona, pero el ejército sofocó la revuelta en 24 horas. En Asturias, la Alianza Obrera proclamó una revolución socialista, socializando medios de producción y ocupando fábricas y minas. El gobierno envió la Legión y Regulares, al mando de Franco, para reprimir la revuelta. Hubo más de mil muertos y miles de detenidos.

Entre 1934 y 1936, el gobierno enfrentó crisis internas y escándalos, como el del estraperlo (corrupción en juegos de azar), que forzó la dimisión de Lerroux. Alcalá Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones en febrero de 1936. La CEDA hizo campaña alertando del fin de la República si ganaba la izquierda.

El Frente Popular, integrado por Izquierda Republicana (Azaña), PSOE (Largo Caballero y Prieto), PCE, POUM y nacionalistas, ganó las elecciones. Los anarquistas no se integraron, pero apoyaron. Se amnistió a los presos de 1934, se restituyó el Estatuto catalán y se reactivó la reforma agraria. Azaña fue elegido presidente de la República y Casares Quiroga, presidente del gobierno.

La radicalización aumentó. Crecieron los enfrentamientos entre izquierdas y derechas, con huelgas, atentados y asesinatos. El PSOE, liderado por Largo Caballero, se inclinó hacia la revolución socialista. El 12 de julio de 1936 fue asesinado el teniente Castillo por la extrema derecha, y el 14 de julio, el diputado Calvo Sotelo por fuerzas de seguridad. Estos hechos aceleraron la conspiración militar liderada por Mola, con Franco y otros generales implicados.

El 18 de julio de 1936, el golpe militar dio inicio a la Guerra Civil Española. Los sublevados tomaron parte de España, pero fracasaron en las grandes ciudades, dando paso a un conflicto armado que dividiría al país.