Sexenio Democrático (1868-1874): Revolución, Reinado de Amadeo I y Primera República Española

El Sexenio Democrático (1868-1874): De la Revolución Gloriosa a la Primera República

El Sexenio Democrático, también conocido como Sexenio Revolucionario, representa un periodo crucial en la historia contemporánea de España. Se caracterizó por ser un intento de establecer un sistema democrático tras el derrocamiento de la reina Isabel II en 1868, extendiéndose hasta la Restauración de la monarquía borbónica en 1874. Este periodo se puede dividir en varias etapas:

La Revolución Gloriosa y el Gobierno Provisional (1868-1871)

La primera etapa se inicia con el declive del reinado de Isabel II. La reina había cedido el poder a los moderados, quienes gobernaron con mano dura, marginando a las Cortes y provocando un creciente descontento. La crisis económica y la falta de entendimiento entre moderados y unionistas precipitaron la caída del régimen. En 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, acordando el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal. Tras la muerte de O’Donnell, los unionistas, liderados por el general Serrano tras el fallecimiento de Narváez, se unieron a la causa revolucionaria, culminando en la Revolución de 1868, también conocida como “La Gloriosa”.

La insurrección se vio agravada por una profunda crisis financiera e industrial. En Andalucía, se produjeron levantamientos populares y un pronunciamiento militar liderado por Serrano, Prim y otros dos generales, con el objetivo de cambiar la Constitución y elegir un nuevo monarca. Se formaron Juntas Revolucionarias en varias ciudades, exigiendo el sufragio universal, la abolición de los impuestos de consumo y de las quintas, y la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes.

Ante el aislamiento del gobierno y la Corona, Isabel II se exilió en Francia. El poder político recayó en la Junta Revolucionaria de Madrid, presidida por el general Serrano, quien formó un Gobierno provisional liderado por el general Prim. Sin embargo, surgieron tensiones entre los demócratas de las Juntas y el Gobierno provisional, exacerbadas por el inicio de la guerra colonial en Cuba.

El Gobierno provisional actuó rápidamente para frenar la revolución, disolviendo las Juntas y convocando Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino. Esta convocatoria permitió la configuración de un régimen democrático, con una mayoría formada por la coalición de demócratas, progresistas y unionistas.

La Constitución de 1869

Las Cortes redactaron una nueva Constitución, liderada por el progresista Olózaga. La Constitución de 1869 es considerada la primera constitución democrática de España. Entre sus características principales destacan:

  • Declaración de derechos, incluyendo el habeas corpus, la inviolabilidad del domicilio, la libertad de prensa, de reunión y de asociación.
  • Reconocimiento de la soberanía nacional, la legitimidad de la monarquía, la división de poderes y la descentralización política y económica.
  • Cortes bicamerales, elegidas por sufragio universal masculino, con independencia de la Corona y el gobierno. El Congreso, con diputados elegidos por sufragio universal de varones mayores de 25 años, y el Senado, formado por mayores de 40 años y altas autoridades.
  • El rey ejercía el poder como un monarca constitucional y democrático.
  • El poder judicial residía en los Tribunales de Justicia.
  • Se reconocía la libertad de culto.

Tras la aprobación de la Constitución, Serrano asumió la regencia. La política del gobierno se centró en adaptar el país a la democracia y en la búsqueda de un nuevo rey. Prim fue el encargado de llevar a cabo estos objetivos. En el ámbito económico, Figuerola estableció la peseta como moneda oficial.

El Reinado de Amadeo I (1871-1873)

Tras una ardua búsqueda, Prim eligió al príncipe italiano Amadeo de Saboya como nuevo rey. Sin embargo, antes de su llegada a Madrid, Prim, su principal valedor, fue asesinado. Amadeo I se encontró con la división de los progresistas, unionistas y demócratas, y con la oposición de republicanos y carlistas. Se vio obligado a buscar apoyo en dos facciones inestables: el partido constitucional de Sagasta y el radical de Zorrilla.

Los carlistas, opuestos a la solución monárquica, iniciaron la Tercera Guerra Carlista. La situación se complicó aún más con Cánovas del Castillo, que trabajaba por la restauración borbónica, el descontento de parte del Ejército, que no reconocía a Amadeo como rey, y el fracaso de los partidos que lo apoyaban en las Cámaras. Ante la inestabilidad, Amadeo I abdicó en 1873. Inmediatamente, el Congreso y el Senado proclamaron la Primera República Española.

La Primera República (1873-1874)

La Primera República se caracterizó por la inestabilidad política y social. Republicanos unionistas y federalistas compartían principios básicos como la defensa del sufragio universal y la oposición al centralismo moderado. Para obreros y campesinos, la República representaba una oportunidad para luchar contra las desigualdades y redistribuir la tierra. Los republicanos también compartían la preocupación por la mejora de la educación y la justicia social.

La Primera República se enfrentó a dos conflictos armados: la Tercera Guerra Carlista y el movimiento independentista cubano.

Etapas de la Primera República

1. La República Federal y el Movimiento Cantonalista

El primer presidente, Estanislao Figueras, intentó instaurar una república federal, pero se encontró con la oposición de radicales y federalistas. La inestabilidad provocó la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones, en las que triunfaron los republicanos federales.

Tras la dimisión de Figueras, Francisco Pi i Margall asumió la presidencia. Su programa federalista incluía la división de España en 15 Estados federales, además de Cuba y Puerto Rico, la abolición de la esclavitud en Cuba, la supresión de las quintas, la separación de la Iglesia y el Estado, y la implantación de una enseñanza libre y obligatoria. Las Cortes elaboraron un proyecto de Constitución federal que no llegó a aprobarse.

Pi i Margall tuvo que enfrentarse a la guerra carlista y a la insurrección cantonal. Incapaz de resolver ambos conflictos, dimitió.

2. La República Unitaria

El movimiento cantonalista evidenció la debilidad del gobierno republicano. Nicolás Salmerón, sucesor de Pi i Margall, se apoyó en el ejército y se centró en la represión de los carlistas. Dimitió al negarse a firmar sentencias de muerte.

Emilio Castelar, el último presidente, adoptó una postura más conservadora. Aplicó la pena de muerte, reorganizó el ejército y continuó la lucha contra el cantonalismo, la guerra carlista (logrando su fin) y la revuelta cubana. Castelar clausuró las Cortes y, al reabrirlas, perdió una moción de confianza, lo que provocó el golpe de Estado del general Pavía en 1874, disolviendo las Cortes.

3. La República Presidencialista y la Restauración Borbónica

Tras el golpe de Estado, el general Serrano asumió el poder ejecutivo, dando inicio a una República presidencialista con el apoyo del ejército.

Mientras tanto, Cánovas del Castillo promovía el regreso de Alfonso XII, preparando la Restauración borbónica. Cánovas se encargó de la educación del futuro monarca.

A finales de 1874, Alfonso firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, en el que se presentaba el programa de la nueva monarquía: un régimen monárquico constitucional, conservador y católico.

Cánovas pretendía instaurar la nueva monarquía convocando Cortes extraordinarias. Sin embargo, en contra de su voluntad, el general Martínez Campos se pronunció en Sagunto, proclamando a Alfonso de Borbón como rey de España. El Gobierno no se opuso y Serrano se exilió. El 5 de enero de 1875, Alfonso XII llegó a Barcelona como rey de España.

Alfonso XII se dedicó a pacificar el país, finalizando la guerra carlista con la ayuda del ejército y firmando la Paz de Zanjón en Cuba.