Sociedad y Economía en España durante la Restauración (1875-1931)
Crecimiento Demográfico y Migraciones
La población española experimentó un crecimiento lento pero continuo durante la Restauración. Las provincias costeras peninsulares fueron las zonas de mayor crecimiento demográfico, debido principalmente al descenso de la mortalidad, aunque la natalidad también disminuyó. La esperanza de vida aumentó de 35 años en 1900 a 50 en 1930, gracias a mejoras en la sanidad, la higiene pública y la alimentación.
El crecimiento de la población rural superó al del empleo, provocando un aumento del paro y la emigración de muchos campesinos. Las migraciones internas se dirigieron principalmente hacia Madrid, Barcelona y Bilbao, mientras que las externas tuvieron como destino principal América. Las causas de estas migraciones fueron los bajos salarios y la escasez de tierras cultivables. Las migraciones internas impulsaron el crecimiento de las ciudades; Madrid y Barcelona superaron el millón de habitantes en 1930. Otros centros industriales y mineros como Baracaldo, Mieres o Sabadell también se convirtieron en polos de atracción.
Estructuras Económicas y Sociales
La Agricultura
La agricultura española experimentó escasas transformaciones, especialmente en el cultivo de cereal. En 1930, los rendimientos por hectárea eran de los más bajos de Europa. El atraso agrario se debió en gran medida a la distribución de la propiedad de la tierra. En las zonas de latifundios (Andalucía, Extremadura), no se modernizaron las técnicas de cultivo, ya que los propietarios obtenían grandes beneficios gracias a la extensión de sus tierras y a los bajos salarios de los jornaleros. Esta situación provocó una gran conflictividad social, con protestas campesinas que exigían una reforma agraria que permitiera el acceso a la propiedad de la tierra.
En el norte, en las zonas de minifundios, la situación era diferente, pero no mucho mejor. En Galicia, la pequeña extensión de las tierras y su baja calidad impidieron aumentar los cultivos, y la escasez de beneficios obligó a la emigración. A pesar de esta situación general, otros cultivos como la vid, el olivo y los cítricos tuvieron una trayectoria más dinámica. En Cataluña y el Levante español sí se realizaron mejoras técnicas, como el aumento de regadíos, el uso de abonos químicos, la eliminación del barbecho y la introducción de maquinaria agrícola. Este impulso propició el desarrollo de manufacturas como muebles y cerámica. Destacaron especialmente los cultivos de naranja y remolacha azucarera.
La Industria
En comparación con Europa, la industrialización española fue lenta, muy localizada, carente de planificación y sin un mercado propio sólido. La minería estaba en manos de empresas extranjeras.
Se identifican tres grandes regiones industriales:
- Cataluña: Continuó el desarrollo de la industria textil y aparecieron nuevas industrias como “Maquinaria Terrestre y Marítima” (locomotoras y motores de barcos), “La Hispano Suiza” (automóviles), “Cross” (química), “Compañía Catalana del Gas” (nuevas energías) y “La Canadiense” (electricidad).
- Vizcaya: Gracias a las minas de hierro, se produjo una gran concentración de capitales que se invirtieron en la creación de bancos (Bilbao, Vizcaya), empresas siderúrgicas (“Altos Hornos de Vizcaya” en 1902) y navieras (“Astilleros del Nervión” y “Euskalduna”). El proteccionismo estatal y los pedidos preferenciales del gobierno consolidaron la industria vasca, que hacia 1930 producía más de un millón de toneladas de acero.
- Madrid: Al ser la capital, se establecieron las sedes de las grandes empresas españolas y se crearon industrias ligeras y de bienes de consumo.
Las nuevas fuentes de energía, como el petróleo y la electricidad, impulsaron el desarrollo industrial. La construcción de pantanos permitió llevar el alumbrado a las ciudades, y su aplicación a los transportes transformó el trazado de vías férreas y carreteras.
Cambios Sociales
La Restauración consolidó la sustitución de la sociedad estamental por la sociedad de clases, donde la nobleza tendió a aburguesarse y la burguesía a ennoblecerse. Comerciantes y especuladores se enriquecieron con la coyuntura favorable de la Primera Guerra Mundial. Madrid, Cataluña y el País Vasco fueron los principales centros de asentamiento de estos nuevos ricos, que desde 1900 fomentaron el asociacionismo patronal para defender sus intereses. Las clases medias, residentes en ciudades, formaban la pequeña burguesía, con una ideología fluctuante entre monarquía y república.
Las condiciones de vida de los trabajadores eran muy precarias, y los movimientos obreros organizados se opusieron directamente al sistema. Desde 1900, se logró una incipiente legislación social: en 1904 se acordó el descanso dominical; en 1909 se creó el Instituto Nacional de Previsión, que gestionó las primeras pensiones y seguros médicos; en 1912 se prohibió el trabajo nocturno de la mujer; y en 1919 se estableció la jornada de 8 horas.
La situación más precaria se daba en el campo. Los jornaleros agrícolas no contaban con ninguna legislación que les favoreciera, y sus condiciones de vida eran miserables. Esto propició que los movimientos anarquistas y las organizaciones revolucionarias agrarias encontraran un terreno fértil para sus sublevaciones y huelgas.
La mujer estaba considerada inferior al hombre. El trabajo fuera de casa estaba mal visto, salvo si complementaba el sueldo del marido. Sin embargo, su presencia en talleres, fábricas y el campo era frecuente. Su sueldo era inferior al del hombre, y al llegar a casa realizaba las labores domésticas. En las primeras décadas del siglo XX, la condición femenina progresó, con un mayor acceso a los ámbitos públicos y a la política.
Capitalismo y Movimiento Obrero en Asturias
En Asturias, la desaparición del absolutismo coincidió con la llegada de los primeros capitales extranjeros a la minería, creándose “La Real Compañía de Minas de Carbón“. También entraron en funcionamiento las fundiciones siderúrgicas de Trubia y Mieres, y se abrió el ferrocarril Langreo-Gijón. Desde 1870, nuevas energías, convertidores Bessemer, motores de explosión, etc., anunciaron la llegada de la Segunda Revolución Industrial. Las empresas de esta etapa eran más grandes, con más capital y fuertes vínculos bancarios, dando lugar al “capitalismo financiero”. En Asturias aparecieron los primeros bancos (“Banco de Gijón” y “Banco de Industria y Comercio”). También destacó la construcción del ferrocarril León-Gijón, inaugurado en 1884, que fue vital para exportar los productos asturianos.
Entre las sociedades asturianas más importantes destacan:
- Sociedad Industrial Santa Bárbara
- Fábrica de Mieres
- Duro-Felguera
Tanto las empresas siderúrgicas como las sociedades mineras consiguieron subvenciones de los gobiernos de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, la siderurgia asturiana nunca fue competitiva con la vasca, y la minería necesitó ayudas del gobierno para evitar el cierre.
El movimiento obrero asturiano se decantó principalmente por el socialismo. El núcleo inicial se creó en Gijón, y años después surgieron agrupaciones en Sama y Mieres. En 1918, salió el primer diputado por Asturias. El anarquismo no fue tan importante como el socialismo, pero existieron algunos grupos en Gijón y Sama, siendo Eleuterio Quintanilla su principal figura. El Partido Comunista surgió de una escisión del PSOE en 1921. Aunque hubo seguidores del comunismo en Asturias, el PCE no sería un partido importante hasta la Revolución de 1934.
El principal sindicato fue el SOMA (socialista), creado en 1910. Asturias fue una de las regiones con mayor conciencia política y conflictividad social. En 1906 se produjo la primera gran huelga minera, “La Huelgona”, que fracasó. Este fracaso llevó a la fundación del SOMA, cuyo secretario general fue Manuel Llaneza hasta su muerte en 1931. El SOMA recurrió a la huelga en numerosas ocasiones, pero siempre tras agotar las vías de negociación con la patronal. Tuvo éxitos como la huelga de 1912 y fracasos como la de 1917. Sus grandes logros fueron el salario mínimo de la minería y la jornada de 7 horas en la mina. Durante la dictadura de Primo de Rivera, el SOMA aceptó formar parte de comités paritarios con la patronal. A partir de 1919, endureció su postura contra el régimen dictatorial y participó junto con el PSOE en los movimientos antidnásticos de 1930.