Sociedad Española del Siglo XIX
Demografía y Migración
En 1900, España contaba con 18.5 millones de habitantes, un aumento significativo respecto a los 10.5 millones de 1800. A pesar de este crecimiento, la población española seguía siendo predominantemente rural, con dos tercios de sus habitantes residiendo en núcleos de menos de 10,000 personas. El siglo XIX vio una disminución en la mortalidad, marcando una transición demográfica. Sin embargo, al inicio del siglo, la mortalidad era del 29 por mil, superior a la media europea. Grandes epidemias azotaron el país en 1853, 1865 y 1885, y la esperanza de vida era de tan solo 35 años, inferior a la europea.
Entre 1850 y 1880, 400,000 personas emigraron, cifra que aumentó a 1.2 millones entre 1880 y 1902. Los principales destinos fueron Argentina, Cuba, Uruguay y Brasil. Esta emigración se debió a la miseria en el campo español y la privación de tierras, consecuencia de la desamortización, que dejó a muchos jornaleros en la pobreza.
Urbanización
Un fenómeno positivo fue la urbanización, especialmente notable en Madrid a partir de 1830. Para 1880, la capital contaba con 400,000 habitantes, y en 1900, con 540,000. Este crecimiento tuvo un componente especulativo, impulsado por la especulación inmobiliaria, el Plan Castro y el ensanche. Barcelona, con el Plan Cerdà, también experimentó un crecimiento significativo, al igual que San Sebastián y La Coruña.
Educación y Analfabetismo
El fracaso del sistema educativo resultó en un alto grado de analfabetismo, que rondaba el 70% en 1870. La educación era tradicionalista, anticientífica, con una fuerte influencia de la Iglesia, y marcadamente sexista.
Transformación Social: de Estamentos a Clases
Durante el siglo XIX, la sociedad estamental dio paso a una sociedad de clases. Sin embargo, esta transformación no implicó un cambio en la élite. La nobleza, compuesta por los terratenientes, conservó su posición privilegiada, compartiéndola con los nuevos ricos. La propiedad de la tierra seguía siendo un símbolo de riqueza, incluso para aquellos que habían amasado fortunas en el comercio o la banca. La nobleza poseía el 8.3% de las tierras cultivadas y, aunque algunos participaban en otras actividades, su influencia y contactos les permitían mantener su estatus. Los nuevos ricos aspiraban a títulos nobiliarios como símbolo de prestigio social. Los privilegios unían a la vieja nobleza y a los nuevos ricos, convirtiéndose en el sueño de cualquier persona adinerada. La nobleza se convirtió en el modelo a seguir, y las élites se fusionaron a través de matrimonios estratégicos, creando una clase compacta. El exclusivismo se impuso como norma.
Por debajo de la élite se encontraban las clases medias: intelectuales, profesionales liberales, abogados, etc. Estas clases representaban la estabilidad del país. En este periodo, sin embargo, no eran muy numerosas. El miembro de la clase obrera aspiraba a ascender a la élite, convirtiéndose en su aliado natural. La clase media vivía del culto a las apariencias, aspirando a que sus descendientes ascendieran a la élite.
Hubo dos excepciones en las que la clase media se alió con las clases bajas: durante la Revolución de 1868 (La Gloriosa) y en 1931, durante la Segunda República. En ambos casos, las clases medias vieron bloqueado su acceso a las clases superiores y a la monarquía.
En la base de la pirámide social se encontraban las clases populares. En el ámbito urbano, debido a la escasa industrialización, la clase obrera era pequeña y se dedicaba principalmente a actividades artesanales. Las condiciones laborales eran precarias, con jornadas de 12 a 14 horas. Las viviendas eran, a menudo, insalubres. La taberna se convertía en un importante lugar de socialización (el PSOE se fundó en una taberna).
La conciencia de clase fue un factor clave en este periodo. Entre 1868 y 1874, las clases bajas tomaron conciencia de su situación, y las élites se percataron de que su principal amenaza provenía de ellas.
El clero conservó sus fueros, pero la sociedad se estructuró en clases, propia de una sociedad liberal. A pesar de la sustitución de los estamentos por clases, la igualdad no se alcanzó.
Economía Española del Siglo XIX
Agricultura
La economía española del siglo XIX era predominantemente rural y agraria, atrasada pero no estancada. Se implantó el marco jurídico capitalista en el campo, con la venta de tierras y la abolición del mayorazgo, cambiando la forma de acceder a la propiedad de la tierra. El objetivo del burgués era explotar la tierra y aumentar la rentabilidad mediante la innovación tecnológica. Sin embargo, el campo español no experimentó los cambios esperados. Si bien hubo un crecimiento en la productividad agrícola, este fue lento. Las razones fueron varias:
- La propiedad de la tierra se veía como un símbolo de riqueza, no como un fin en sí mismo. Los propietarios enriquecidos preferían vivir en las ciudades.
- La innovación tecnológica fue escasa, persistiendo el cultivo con animales y la falta de mecanización. Se cultivaba principalmente cereal, sin inversión en otros cultivos ni espíritu de riesgo. La especulación en sectores como el inmobiliario, el ferrocarril y el financiero resultaba más atractiva.
Algunos sectores, como el vitivinícola, el de los cítricos y el del aceite, experimentaron cierta innovación gracias a la inversión extranjera. Sin embargo, el cereal seguía siendo el cultivo predominante. Entre 1873 y 1896, una crisis agrícola afectó al país debido a la bajada de precios del cereal, provocada por la competencia de países como Rusia y Argentina, que ofrecían productos de mejor calidad a precios más bajos. Ante esta situación, la burguesía reclamó proteccionismo.
Industria
La industria textil catalana, destacada a finales del siglo XVIII, experimentó cierta innovación y un rápido crecimiento, incluyendo la introducción de maquinaria. Sin embargo, la pérdida de las colonias americanas redujo el mercado español. Ante la competencia del textil inglés, la burguesía catalana optó por el proteccionismo para asegurar el mercado nacional.
El carbón asturiano, de baja calidad, era esencial para la primera revolución industrial. El sector carbonífero también buscó la protección del Estado.
Sectores como la minería y el ferrocarril fueron más dinámicos, pero con una mayor inversión de capital extranjero que español. La Ley de Ferrocarriles de 1855, junto con la Ley de Bancos, impulsó la construcción del ferrocarril, con una importante participación de capital francés. Entre 1855 y 1866 se construyeron 7,000 km de vía férrea, lo que contribuyó a la unificación del mercado español.
La Ley de Minas favoreció la inversión extranjera, especialmente de capital francés, en la explotación de los yacimientos españoles. Si bien esto generó ingresos para el Estado, también suscitó críticas por convertir a España en una colonia económica extranjera.
El Capitalismo Español
El atraso económico español se ha atribuido tanto al campo como a la industria. Ambos sectores buscaron la protección del Estado, como se evidencia en el “pacto de la Restauración”. El capitalismo español se caracterizó por ser corporativo, anticuado, rentista y carente de espíritu de riesgo.
La Siderurgia Vasca: Un Caso Modélico
La siderurgia vasca, impulsada en parte por la inversión de capital privado, como el de la familia Ybarra, experimentó un notable desarrollo. La calidad del hierro vizcaíno y la utilización de carbón británico de alta calidad contribuyeron a su éxito. El sector siderúrgico vasco generó grandes beneficios y actuó como factor de arrastre para otras industrias, como la química, la construcción naval, las eléctricas, la banca y los seguros. Este modelo de capitalismo estuvo estrechamente vinculado con Gran Bretaña.
Conclusiones
- Si bien la industrialización fue un rasgo característico del siglo XIX, España no logró industrializarse plenamente. La industrialización fue un fenómeno del siglo XX en la mayor parte del mundo.
- La situación de España no fue tan negativa como se ha planteado. El desarrollo de un capitalismo agrícola podría haber impulsado el crecimiento del país.