La Evolución Económica: El Progresivo Abandono de la Autarquía (1951-1959)
Causas de la tímida y progresiva liberalización económica
Se produjo un crecimiento económico sostenido, mientras que la renta por habitante se incrementó más de un 30% a lo largo de la década. El crecimiento fue especialmente notable en la industria, que fue el sector más beneficiado ya que hubo una creciente incorporación de materias primas y equipamientos desde el exterior, debido al incremento de los contactos con el exterior (fin del aislamiento, acuerdos con EE. UU-1953), y a una cierta flexibilización en la autarquía. Se recuperaron los niveles de crecimiento agrícola de los años 30. Comenzó a extenderse, aunque débilmente, la mecanización del campo y el uso de fertilizantes. Continuó el proteccionismo sobre la producción de trigo, y se empezó a generar excedentes en los mismos. Se comenzó una reforma agraria conservadora de carácter técnico: no se alteró la propiedad, pero se adoptaron medidas de política hidráulica orientadas a la extensión de regadío y a la construcción intensiva de embalses y pantanos.
Se promovió la concentración parcelaria que fomentaba la unión de varias explotaciones agrícolas pequeñas con el fin de que pudieran acoger un mínimo de mecanización.
El Plan de Estabilización (1959) = Decreto de Nueva Ordenación Económica
Puso en práctica una serie de medidas que frenaron el crecimiento de la economía española, que estaban orientadas a controlar la inflación. También se produjo la reducción de los créditos y la supresión de muchas regulaciones y subvenciones. Los gastos del Estado se ajustaron a los ingresos, y las importaciones se detuvieron al devaluarse la peseta. Esta política económica permitió romper definitivamente con el modelo autárquico y apostar por una economía de mercado, facilitando las exportaciones e importaciones y la entrada de turistas y de inversión extranjera en el país para corregir el desequilibrio de la balanza de pagos. De este modo, se dio un paso hacia un modelo de economía liberal, y tras dos años de recesión y crisis (que significaron el punto de partida de la emigración a Europa) se inició una década de crecimiento económico vertiginoso que no se detendría hasta 1975.
La Evolución Social (1940-1960)
La España del primer franquismo
La sociedad española de los años cuarenta y cincuenta estuvo marcada por el atraso y la pobreza. Las bajas causadas por la guerra y el exilio, y el hundimiento de la industria y los servicios trajeron consigo la ruralización del país, además de un retroceso técnico, científico y cultural absoluto.
También se empobrecieron las clases medias, afectadas por las depuraciones, la crisis económica y el hundimiento del comercio y los servicios urbanos.
En esas circunstancias, los beneficiarios de la autarquía fueron sólo la vieja oligarquía, las élites políticas franquistas y los grupos que se enriquecieron en la atmósfera corrupta de la autarquía pudieron mantener un alto nivel de vida, que contrastaba escandalosamente con la miseria generalizada.
La incipiente transformación de la sociedad
La evolución demográfica: La población había empezado a remontar antes de 1950 la crisis motivada por la guerra; más tarde, y hasta el final del franquismo, el número de españoles se incrementará vertiginosamente, debido a la rápida disminución de las tasas de mortalidad y al mantenimiento de la natalidad en niveles muy elevados. Los núcleos urbanos empezaron a adquirir un mayor dinamismo, aunque continuaron siendo básicamente ciudades preindustriales. Durante la década de los cincuenta en torno a un millón de personas emigró del campo a la ciudad.
La emigración exterior también aumentó en los 50, dirigida a Iberoamérica (hasta 1959).
La moral pública seguía dominada por los valores integristas que la Iglesia defendía, en su empeño por cristianizar el país después de la experiencia secularizadora de la II República. La práctica religiosa estaba muy extendida, imperaba la familia patriarcal en la que la mujer tenía un papel muy subordinado, no existían el divorcio ni la coeducación, etc.
La Iglesia había logrado con la victoria de Franco en la Guerra Civil que el poder del Estado estuviera al servicio de su monopolio religioso (nacional-catolicismo, que quedó consolidado con el Concordato de 1953). Se recogía la confesionalidad del Estado, se reconocía el matrimonio canónico, se establecía como obligatoria la implantación de la enseñanza religiosa, se dejaba a la Iglesia libertad para actuar, se aseguraba su presencia en los medios de comunicación y se preveía su financiación con fondos públicos. Pero también la Iglesia adquiría así numerosas servidumbres para con el Estado.
La Represión y Oposición Política al Régimen (1939-1959)
La represión en la posguerra
En los años 39 y 40 se establecieron la Ley de Responsabilidades Políticas, la Ley de represión de la Masonería y el Comunismo y la Ley de Seguridad del estado. Con ellas, los vencidos quedan excluidos de la “nueva España”. Fueron muy numerosos los presos hasta los años 50, muchos de ellos víctimas de venganzas y delaciones. Se habilitaron cárceles especiales, con condiciones humillantes y miserables. Torturas y muertes fueron frecuentes, aunque los fusilamientos descendieron tras los primeros años. Iguales padecimientos sufrieron los que aceptaron la redención de penas por trabajo, los llamados “esclavos de Franco”. Otros damnificados fueron los depurados por sus ideas o por su pasado, a veces simplemente por sospechas. Funcionarios, intelectuales…todo el que hubiera tenido relación con la república era sospechoso y se le apartaba de las funciones. El profesorado en general (de primaria a la Universidad) fue depurado de modo sistemático; los nuevos maestros de la juventud debían ser, ante todo, fieles franquistas. La cultura también resulta “depurada”. En 1940, el SEU (sindicato de estudiantes del régimen), llegó a hacer una quema de libros en la Universidad de Madrid, al estilo nazi.