Transformación Política y Social de España en el Siglo XIX: Un Recorrido Histórico

España en el Siglo XIX: Del Absolutismo a la Restauración Borbónica

La decisión de Fernando VII de suceder su trono a su hija Isabel II ocasionó la división de España en carlistas que proclamaban rey a Carlos Mª Isidro. El carlismo era una defensa del Antiguo Régimen bajo el lema “Dios, Patria y Fueros”, y contaban con el apoyo de Navarra y el País Vasco desde el principio. Los isabelinos contaban con el apoyo de la alta nobleza y parte de la iglesia.

La guerra se desarrolló en dos fases:

  • Primera etapa (1833-35): Triunfo del movimiento carlista en el norte, sin conquistar Bilbao.
  • Segunda fase (1836-40): Victoria liberal con el general Espartero. En 1839 se firmó el Convenio de Vergara para mantener los fueros vascos y navarros.

Revolución Liberal (1833-43)

La regente María Cristina se proclamó defensora del absolutismo, pero las insurrecciones carlistas la llevaron a buscar apoyos. Inicialmente, nombró a Martínez de la Rosa, quien promulgó el Estatuto Real, considerado insuficiente. Posteriormente, María Cristina llamó a gobernar a Mendizábal, quien organizó el ejército para acabar con el carlismo y decretó las desamortizaciones del clero. Los progresistas asumieron la tarea de desmantelar el Antiguo Régimen e hicieron la Reforma Agraria de 1837, que incluía la disolución del régimen señorial, la desvinculación y la desamortización. Además, implementaron medidas para liberar la economía con el libre funcionamiento del mercado.

El gobierno progresista convocó Cortes para redactar la Constitución de 1837, que adaptaba la Constitución de 1812 a los nuevos tiempos: soberanía nacional, división de poderes, aconfesionalidad, dos cámaras (Congreso y Senado), veto de leyes para el monarca, financiación del culto católico, ley de imprenta y electoral (sufragio censitario).

En las elecciones de 1837, ganaron los moderados, quienes restringieron los avances. Esto llevó a María Cristina a dimitir y Espartero ocupó su lugar. Su regencia fue autoritaria y progresista. Perdió popularidad y en 1842 se produjo un levantamiento en Barcelona (debido al mercado del algodón inglés, que resultó en un bombardeo). Espartero abandonó el poder en 1843 y las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, quien se convirtió en reina a los 13 años.

Década Moderada (1844-54)

Tras las elecciones de 1844, ganaron los moderados presididos por Narváez, quien buscaba dar estabilidad al Estado. El gobierno preparó la Constitución de 1845, que recogía los principios del moderantismo: soberanía compartida rey-cortes, restricción del derecho a voto, confesionalidad del Estado, aprobación del Código Penal y proyecto civil, y reforma de la Administración pública (que no afectó a Navarra y el País Vasco). Además, establecieron un sistema nacional de instrucción pública y el sistema métrico decimal. En 1844 se creó la Guardia Civil, sustituyendo a la milicia nacional.

Los gobiernos moderados no fueron capaces de mantener la estabilidad y se produjo la dictadura de Murillo y la revolución de 1854, que permitió el ascenso de los progresistas al poder.

Bienio Progresista (1854-56)

O’Donnell lideró el levantamiento de Vicálvaro en junio de 1854 y, con el Manifiesto de Manzanares, demandó el cumplimiento de la Constitución de 1845. El golpe triunfó y propició un gobierno presidido por Espartero, quien quería restaurar el progresismo y restauró la milicia y la ley municipal. Los progresistas culminaron con la Ley de Desamortización de Madoz (1855) y se intentó aplicar una nueva constitución, pero no se realizó. Las reformas no sirvieron para paliar la crisis de subsistencia y la reina llamó a O’Donnell para reprimir las protestas, tras la dimisión de Espartero.

Se intentó revitalizar el parlamentarismo, aunque las elecciones estaban amañadas. Una de las actuaciones más relevantes fue la política exterior activa, que buscaba recuperar el prestigio nacional y ganó una batalla en Marruecos, donde sobresalió Prim. O’Donnell dimitió en 1863 por no poder mantener la estabilidad política, dando paso a gobiernos moderados (1863-68) donde Narváez volvió al poder de forma autoritaria, provocando insurrecciones progresistas como la del cuartel de San Gil en 1866. La situación del gobierno empeoró y aumentaron los precios y el descontento.

La Revolución de 1868 y el Sexenio Democrático

En septiembre de 1868, Topete se sublevó en Cádiz, seguido por Prim y otros militares. Se crearon las Juntas que pedían la república, la separación Iglesia-Estado, la soberanía nacional y la libertad. Los isabelinos perdieron en Alcolea y la reina se exilió a Francia. Durante la regencia de Serrano, se formó la Constitución de 1869, que establecía la soberanía nacional, la división de poderes, derechos, aconfesionalidad y monarquía parlamentaria. Además, se fijó la peseta para disminuir la deuda pública y se dio la concesión del patrimonio minero. Esto provocó el surgimiento del socialismo y el anarquismo.

Esta forma de gobierno disgustó a los republicanos y la opinión republicana creció. En mayo de 1868, hubo primeros levantamientos republicanos en Cádiz, seguidos por otros lugares en 1869, lo que llevó a Prim a contener esos levantamientos con el ejército.

Amadeo de Saboya (1871-73)

Prim buscó un rey que no fuera Borbón y eligió a Amadeo de Saboya, quien tenía una concepción democrática de la monarquía. El 2 de enero de 1871 fue proclamado rey, pero enfrentó una fuerte oposición por parte de los monárquicos y moderados partidarios de Alfonso XII, quienes lo consideraban ilegítimo. La Iglesia y la élite del dinero se opusieron a él porque atentaba contra sus intereses. Los republicanos no paraban de hacer levantamientos, generando mucha inestabilidad. Los carlistas vieron la posibilidad de llegar al trono, lo que desembocó en la Tercera Guerra Carlista. Además, los intereses económicos de algunos españoles evitaron la abolición de la esclavitud en Cuba.

En febrero de 1873, Amadeo renunció al trono y se proclamó la Primera República, que inicialmente fue gobernada por Figueras. Se disolvieron las juntas y se convocaron elecciones con un 60% de abstención. La presidencia pasó a Pi y Margall por la dimisión de Figueras. La república iba a contar con Cortes Bicamerales (Congreso-Senado), libertad de culto, separación Iglesia-Estado y la nación organizada por Estados.

Pi y Margall se opuso a sofocar la insurrección cantonal por las armas y dimitió, siendo sustituido por Salmerón, quien dimitió al sentirse incapaz de firmar las penas de muerte. Fue sustituido por Castelar, que era mucho más conservador y suprimió las sesiones parlamentarias, gobernando con mano firme, lo que provocó que los tres anteriores presidentes hicieran una moción de censura para forzar su dimisión. Sin embargo, el general Pavía, ante el inminente gobierno de izquierdas, entró en las Cortes con la Guardia Civil y le entregó el poder a Serrano en diciembre de 1874. Finalmente, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII mediante el pronunciamiento de Sagunto, dando inicio a la Restauración Borbónica.