Transformaciones Agrarias e Industriales en la España del Siglo XIX

Transformaciones Agrarias y Expansión Industrial en el Siglo XIX

La economía de algunos países de Europa se transformó profundamente en el siglo XIX. La industria se declaró como la principal actividad económica; la producción y el intercambio de bienes crecieron en proporciones desconocidas.

La mecanización y el uso de energía inanimada transformaron las formas de producción, mientras se consolidaba la propiedad privada. Esto produjo un cambio en la estructura económica y la organización de la sociedad que desencadeno el capitalismo.

España conoció importantes transformaciones en su economía, pero no se industrializo plenamente. A finales del siglo XIX, España mantenía una economía agraria, con un sector industrial limitado y poco capaz de competir en el mercado exterior.

La sociedad española aunque capitalista, presentaba un nivel de riqueza inferior a los países industrializados. Mientras que Gran Bretaña se declaró la fábrica del mundo.

1. Transformaciones de la Agricultura

Los gobiernos liberales del siglo XIX, partían de un nuevo concepto jurídico de los derechos de la propiedad; que implicaba la liquidación del Antiguo Régimen y la consolidación de la propiedad privada de la tierra. Los liberales fueron influidos por los graves problemas agrarios, la resistencia de los campesinos a pagar los derechos feudales y la necesidad de que los nuevos sectores accedieran a la propiedad.

Se inició una reforma agraria liberal cuyo objetivo era liberar la tierra de las trabas del Antiguo Régimen al desarrollo de la propiedad privada y de la economía de mercados. Las principales medidas fueron:

  • La abolición de los señoríos y los derechos jurisdiccionales.
  • La desvinculación de la propiedad.
  • La desamortización de tierras eclesiásticas y de Ayuntamientos.

Tras las reformas, la tierra pasó a poder ser vendida y comprada libremente.

1.2. Los Efectos de la Reforma Agraria

La abolición de los señoríos y de los derechos jurisdiccionales no significó la pérdida de los derechos sobre la tierra.

Muchos campesinos aspiraron a poder acceder a la propiedad de las tierras que cultivaban, pero los tribunales fallaron a favor de la nobleza; solo en caso de que los campesinos poseyeran contratos que les adjudicara a propiedad. Tras la reforma se convirtieron en jornaleros, y el problema del jornalerismo o de los arriendos a corto plazo se hizo aún más grave.

La desvinculación de la tierra y de las desamortizaciones permitió una modificación de la propiedad territorial.

La esperanza del liberalismo progresista no se consiguió, a excepción de algunas zonas. Los nuevos propietarios estaban más interesados en conseguir beneficios que en invertir en la tierra. La desamortización fue una de las grandes oportunidades perdidas para realizar una reforma en profundidad.

No se debe considerar un fracaso, ya que cumplió con algunos de sus objetivos:

  • Financiar la guerra contra el carlismo.
  • Paliar la grave situación de la Hacienda Pública.
  • Fomentar la construcción del ferrocarril.
  • Poner una considerable proporción de la tierra de cultivo en manos de individuos.

Se mejoró el rendimiento por la expansión del cultivo.

1.3. Los Límites del Crecimiento Agrario

La consecuencia más importante de la reforma agraria liberal fue el aumento de la roturación de tierras: la superficie agraria pasó en los primeros años del siglo XIX de 10 a 16 millones de hectáreas, consiguiendo prescindir de las importaciones y permitiendo un crecimiento de la población.

La mayor expansión de cultivos se produjo en los cereales, que representaban el 80% del sueldo agrícola. La vid se convirtió en un producto de exportación. También se extendió el cultivo de maíz y patata. Mientras la ganadería ovina y lanar sufrió un notable retroceso como consecuencia del descenso de las exportaciones de lana, de la supresión de los privilegios de la Mesta y de las nuevas roturaciones. En cambio, aumentó la cabaña porcina.

El aumento de la producción agrícola se consiguió gracias a un incremento de la superficie cultivada. Las técnicas de cultivo continuaron atrasadas con respecto a las innovaciones en los países más avanzados de Europa. Esto significó lo que los mediocres rendimientos a finales del siglo muestran: la modestia de los progresos.

El lento aumento de la productividad, puede atribuirse a un marco natural poco favorable, a una estructura de la propiedad que no fomentaba la mejora técnica. Es el caso de las pequeñas propiedades de la submeseta norte y de Galicia, cuya producción era insuficiente, con lo cual, la producción se destinaba al autocontrol sin posibilidades de innovar o de vender el excedente.

En el otro extremo, los latifundios predominantes en Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, tampoco ayudó a mejorar la productividad. La mayoría de propietarios no estaban interesados en invertir para cultivar mejor. Esta situación frenó la innovación agrícola y sumió a los campesinos sin tierra en unas condiciones cercanas a las de subsistencia. Estas grandes diferencias de renta provocaron una notable conflictividad campesina en todo el siglo XIX.

2. La Evolución Demográfica

El aumento de la producción agrícola permitió alimentar a una población en constante crecimiento. El limitado crecimiento industrial frenó el éxodo rural y ralentizó el proceso de urbanización.

2.1. El Crecimiento de la Población

A lo largo del siglo XIX, la población española pasó de 10,5 millones a 18,5. La tasa de crecimiento fue mayor en la primera mitad y se redujo en la segunda. Las causas más importantes de este incremento fueron la desaparición de determinadas epidemias, la mejora de la dieta y la expansión de algunos cultivos. El crecimiento demográfico español fue uno de los más bajos del continente.

En relación con los países del norte, la natalidad española era más elevada y la mortalidad resultaba superior a la media europea, incluyendo la mortalidad infantil. La esperanza de vida era de 34’8 años, cuando en Francia, Gran Bretaña o Suecia rondaba los 45.

Estas magnitudes explicaban el limitado crecimiento de la población que no experimentó la transición hacia una demografía moderna.

El mantenimiento de una elevada mortalidad fue debido a las malas condiciones sanitarias y al impacto de las epidemias. Una mala cosecha era suficiente para provocar una gran escasez de alimentos, que conducía al hambre y a un aumento del número de muertes. Las epidemias de cólera, tuberculosis y fiebre amarilla fueron las enfermedades más relacionadas con la falta de higiene.

Durante el siglo XIX continuó aumentando el peso demográfico de la periferia.

2.2. Éxodo Rural y Crecimiento Urbano

A lo largo del siglo XIX, el proceso de urbanización español fue limitado, a consecuencia de la modesta transformación industrial y del atraso agrario, que obligaba a la población a producir alimentos y a quedarse en el campo. El crecimiento de las ciudades fue lento.

Hasta 1860, las migraciones internas resultaron de escasa magnitud, pero a partir de esta fecha, la población inició un lento éxodo rural que comportó el aumento de la población urbana. El crecimiento más importante se dio a partir de 1850 en Madrid, centro político, y en Barcelona, principal núcleo industrial. Los movimientos migratorios no siempre respondieron a las demandas de trabajadores, se debieron más bien a factores de rechazo originados en el ámbito rural.

El aumento del tamaño de algunas ciudades obligó a demoler las murallas de origen medieval y a programar su ampliación con planes de reforma urbana. La concentración de población dio lugar a edificios más altos y distribuidos en viviendas de diferentes categorías.

2.3. Las Migraciones Transoceánicas

La tensión entre el aumento de población y la escasez de empleo obligó a muchos españoles a emigrar a ultramar.

Los principales focos de emigración fueron Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias y Cataluña. El destino más importante era Latinoamérica, en particular Argentina, México, Cuba y Brasil. Esa emigración a América tuvo su cresta más importante entre 1900 y 1929.

3. Los Inicios de la Industrialización

En el siglo XIX, la industrialización española sufrió un notable retraso con respecto a otros países. Algunas zonas de la Península iniciaron el camino hacia la industria moderna.

3.1. La Industria Textil Catalana

El sector textil despega en Cataluña en torno a la ciudad de Barcelona. El capital para su desarrollo surge del comercio con las colonias y estas son, por otra parte, las colonias y los países recién independizados su mercado exterior tradicional. Aunque desde el origen la industria textil catalana se caracterizó por su deficiente mecanización, es aquí donde se introducen máquinas modernas importadas de Inglaterra. La máquina de vapor y los telares mecánicos también conocidos como “Selfatinas” por una traducción peculiar de la palabra Self Acting.

A mediados de siglo, de los dieciséis mil caballos de vapor relacionados con la industria, más de la mitad estaban en Cataluña (casi diez mil). Por otra parte, las empresas textiles catalanas son pequeñas, de tipo familiar, lo que supone incapacidad, no les permite competir con mercados exteriores. La pervivencia del sector de los textiles catalanes depende del pobre pero protegido mercado interior español, en este sentido la burguesía catalana necesita que el gobierno del país implante una política proteccionista. De la actividad textil catalana, la que tiene una mayor proyección desde el principio está relacionada con el textil del algodón, que tendrá que soportar una gran crisis en la década de los 60 debido a la guerra civil americana. El sector lanero tendrá un recibimiento mucho menos espectacular, aunque la autorización de importaciones de lana inglesa o australiana de mayor calidad dará un impulso a este sector.

3.2. La Industria Siderúrgica

La puesta en marcha requiere de inversiones más grandes, lo que dificulta el proceso, pero también depende de la proximidad de las materias primas (hierro) y fuentes energéticas (carbón) que emplea. Nuestro país tenía abundantes recursos de material de hierro, no así de carbón, sobre todo con la calidad necesaria para el proceso. El primer alto horno construido en nuestro país nace en la primera mitad del siglo y en la provincia de Málaga. En su tiempo fue uno de los más modernos de Europa, pero nacía condicionado, ya que si el mineral de hierro está más o menos próximo, el carbón había que importarlo de Inglaterra u otros lugares. El hecho concreto es que esta primera experiencia fracasa. A su fracaso contribuye también el no-proteccionismo en este sector del gobierno.

El foco asturiano va a contar con la ventaja de la proximidad del carbón, aunque el mineral de hierro será preciso importarlo a través del puerto de Gijón. El mineral procederá normalmente de las zonas minerales vascas y más tarde de León. Con dificultad, el sector siderúrgico asturiano logrará pervivir y consolidarse. La siderurgia vasca surgirá más tarde, en la época de la restauración y en otras condiciones mucho más favorables.

El origen de la siderurgia vasca está en relación con la explotación de las minas de hierro de Vizcaya y Santander, por parte de compañías inglesas, que a su vez crearon en la ría de Bilbao los primeros altos hornos de la zona. El sector siderúrgico vasco aparece ligado a inversiones financieras y bancarias, generalmente el nacimiento de Bancos como el Bilbao Vizcaya. Por otra parte, el sector siderúrgico vasco va a contar con el proteccionismo descarado del gobierno de la restauración.

La 1ª guerra, en la que España no se ve involucrada, supondrá para la industria vasca su época dorada.

3.3. La Lenta Expansión Industrial

En el siglo XIX, Cataluña y el País Vasco habían desarrollado una estructura industrial moderna. Pero en el resto de España no se empezó la modernización hasta finales de siglo.

El predominio agrícola proporcionó que la industria agroalimentaria tuviese un papel importante. En Valencia, los beneficios originados por el desarrollo de una agricultura de exportación estimuló la creación de una industria harinera. Madrid se dedicó a la industria tipográfica y editorial como sector puntero.

Los nuevos sectores fueron ganando terreno con el avance del siglo. La industria del gas se extendió por Barcelona, Madrid, Bilbao, Zaragoza y Sevilla. También creció la industria química, sobre todo en explosivos para minas. Sin embargo, la diversificación industrial y el crecimiento de estas industrias no tuvieron un desarrollo importante hasta el siglo XX.

3.4. La Producción Minera

La debilidad financiera del gobierno y el déficit crónico de la Hacienda propició que el desarrollo siderúrgico en España fuera muy lento y retrasado. La Ley de Ferrocarriles de 1855 tuvo como consecuencia la total dependencia del capital extranjero y de sus locomotoras y raíles en vez del desarrollo propio de la siderurgia española.

Lo mismo ocurrió con la minería que hasta mediados de siglo pertenecía a la Corona y que después pasaría al Estado para acabar a partir de 1868 en manos de compañías extranjeras con largas concesiones que permitieron modernizar los procedimientos y agotar los recursos. Los minerales extraídos fueron el plomo, el cobre y el mercurio. El primero estaba situado de forma dispersa por toda Sierra Morena y durante el último tercio de siglo la producción de plomo de España fue la más importante de todo el mundo, sólo superado por EE.UU. al final de siglo.

Algo parecido ocurrió con el cobre en el norte de Huelva, ya que las compañías francesas e inglesas extrajeron del suelo español dos terceras partes del cobre del mundo hasta la I Guerra Mundial. La demanda de cobre se multiplicó por el desarrollo de la electricidad y de las distintas aplicaciones del ácido sulfúrico como fertilizante o pesticida, así como para la fabricación de la sosa cáustica necesaria para jabón, ropa, etc. Todos estos beneficios se perdían para España porque las empresas explotadoras eran extranjeras.

El mercurio de Almadén cayó en manos de la familia Rothschild, que prestó dinero al gobierno revolucionario a cambio de noventa años de concesión. Sus ingresos fueron increíblemente enormes.

En conclusión, la construcción del ferrocarril y la explotación minera se hicieron en beneficio del capital extranjero. El sistema ferroviario acabó de situar a España en la periferia económica respecto a sus compañeros europeos que explotaron el país mientras pudieron.

4. Ferrocarril y Mercado

4.1. La Construcción del Ferrocarril

Los beneficios del sector textil se aplicaron en el ferrocarril que ya en 1825 vio su primer trazado del mundo en este país. No ocurrió así en España que a causa de la guerra Carlista no pudo desarrollar el ferrocarril.

El progreso en los transportes también fue decisivo. Mejoraron los caminos y la navegación fluvial con la construcción de canales que permitían el transporte de mercancías de manera rápida y poco costosa.

Cuando el vapor se convirtió en una energía, enseguida se quiso aprovechar para el transporte. La aplicación a los carruajes fue un fracaso y sólo se pudo construir un medio de transporte innovador al unir el tradicional sistema de vagonetas desplazadas por raíles, utilizado en las minas, con la locomotora. Así nacía el ferrocarril, utilizado inicialmente en las minas.

Los ferrocarriles de vapor se convirtieron rápidamente en el eje vertebrador del mercado interior, ya que permitieron aumentar la rapidez y la capacidad de los transportes, sobre todo cuando se aplicó el vapor a los barcos. Los nuevos sistemas de transporte acercaron a las personas, permitieron los movimientos de población, la fluidez del correo y de la prensa y dieron lugar a la creación de un ámbito de circulación cada vez menos local y más internacional.

4.2. Las Dificultades del Mercado Interior

El aumento de la producción agrícola e industrial exigía encontrar nuevos sistemas para la distribución de los productos. La producción en masa de bienes de consumo obligó a encontrar nuevos consumidores y mercados nuevos, tanto dentro como fuera del país.

Fue necesario ampliar los mercados locales y comarcales y consolidar un mercado mucho más amplio y homogéneo: un mercado nacional. En la ampliación del mercado interior británico intervinieron los siguientes factores:

  • El crecimiento de la población, que generó más compradores.
  • El aumento de la capacidad adquisitiva de los campesinos.
  • Las mejoras en los sistemas de transporte.

4.3. El Aumento del Mercado Exterior

Gran parte de la expansión comercial británica provino del mercado exterior. Los industriales y comerciantes supieron aprovechar las oportunidades que les ofrecía el mercado colonial, orientando sus producciones hacia las colonias, y dejaron de hacer de reexportadores de productos de ultramar para pasar a vender los productos industriales propios.

La demanda interior crecía mientras la exterior se multiplicaba.

4.4. Librecambio y Proteccionismo

Con el objetivo de ampliar mercados, los economistas e industriales ingleses propusieron la desaparición de la protección aduanera y el libre cambio comercial.

Los Estados que estaban más atrasados en el proceso industrializador se dieron cuenta de que el libre cambio beneficiaba mucho más a Gran Bretaña. Por esta razón, defendieron el proteccionismo, instaurando tarifas protectoras y controles aduaneros, como instrumento idóneo de protección de la industria nacional frente a la competencia extranjera.

5. Hacienda, Banca y Dinero

5.1. Hacienda y Deuda Pública

En 1845, el gobierno liberal impuso una reforma fiscal (Reforma de Mon-Santillán) para eliminar las exacciones fiscales de los privilegiados y aumentar la recaudación. La reforma tuvo sus limitaciones, por lo que el Estado no consiguió aumentar la recaudación en los términos esperados; y la insuficiencia económica siguió siendo uno de los rasgos de la Hacienda española en el siglo XIX.

El déficit de la Hacienda Pública tuvo que financiarse apelando al crédito exterior; realizando concesiones a grupos extranjeros, y apelando a la emisión de deuda pública. La deuda alcanzó tal magnitud que el Estado se declaró en quiebra; y esto empeoró las relaciones con los demás países.

5.2. El Sistema Financiero

La ley de Bancos y Sociedad de Crédito (1856), fue el punto de arranque de la modernización del sistema bancario español. Anteriormente, los bancos coexistían con instituciones del Antiguo Régimen.

El mayor banco en el siglo XIX era el Banco Español de San Fernando (1829). En 1844, se crearon dos bancos más; y en 1831 comenzó a funcionar la Bolsa de Madrid, para financiar nuevas empresas españolas. En 1856, se creó el Banco de España, que en 1874 obtuvo el monopolio de la emisión de billetes.

Sociedad y Movimientos Sociales en el Siglo XIX

El proceso de la reforma agraria y el desarrollo de la industrialización dieron lugar a una nueva estructura social que terminó con la desaparición de los estamentos y el nacimiento de una sociedad de clases, basada en el derecho de propiedad y en la igualdad ante la ley y la fiscalidad. Esta sociedad permitió una mayor movilidad social, ya fuera por el éxito en los negocios o por una carrera administrativa y militar.

La riqueza se convierte en una categoría de definición social, pero frente a la burguesía propietaria aparecen grupos que carecían de riqueza o propiedad: obreros, campesinos pobres y jornaleros.

Estos trabajadores toman conciencia de pertenecer a una clase social distinta y de la necesidad de mejorar su situación, lo que dio origen a un nuevo conflicto social, que puso su acento en la lucha por la igualdad.

En defensa de los derechos de los trabajadores nació el movimiento obrero y en su seno se desarrollaron nuevas ideologías: socialismo utópico, marxismo y anarquismo, que proponían un modelo social más igualitario, basado en las formas de propiedad colectivas.