1. Las Transformaciones Agrarias
La marginación de España del proceso de industrialización europeo se explica en buena medida por el escaso desarrollo del sector agrario. En parte, ello se debió a la mala calidad de la mayor parte de la tierra de cultivo y las adversas condiciones climatológicas. Pero también fue consecuencia de la forma adoptada por la reforma agraria liberal, en la cual se excluyó del acceso a la propiedad, en gran parte de España, a los más interesados en cultivar con eficiencia. El resultado fue el mantenimiento de unos rendimientos muy bajos y la pobreza de la mayor parte de la población agraria, lo que supuso un pobre estímulo para el avance de la industrialización.
1.1. La Reforma Agraria Liberal en España
La reforma agraria liberal forma parte del proceso de sustitución del Antiguo Régimen por la sociedad capitalista, que en España se produjo a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Durante este proceso, se abolieron los señoríos, los derechos jurisdiccionales asociados a los mismos, incluido el diezmo, los privilegios de la Mesta y se avanzó hacia la consolidación de la propiedad privada de la tierra. En todo ello desempeñó un papel muy destacado la desamortización. Esta consistió en la incautación por el Estado de la mayoría de las tierras pertenecientes a la Iglesia y a los ayuntamientos, sometidas a amortización, para ser vendidas en pública subasta. Así se consolidó la propiedad privada de la tierra y desaparecieron las formas de propiedad compartida, incompatibles con el crecimiento económico contemporáneo. A cambio de sus propiedades, la Iglesia recibió compensaciones importantes y, desde entonces, el Estado incluyó en sus presupuestos una partida para mantener al clero. Aun cuando el déficit de la Hacienda fue la razón fundamental de la decisión de desamortizar, muchos de quienes apoyaron la venta de estas propiedades estaban convencidos de que la liberalización de la propiedad rural mejoraría la eficiencia de la agricultura. Por tanto, los problemas abordados con una operación de esa magnitud no fueron sólo de índole fiscal.
1.2. Las Etapas de la Desamortización
- 1ª Etapa: La desamortización fue iniciada en 1798 por Carlos IV, obligado por los gastos de la guerra.
- 2ª Etapa: Se la conoce como desamortización eclesiástica. Se inició en 1836 y fue llevada a cabo por el ministro de Hacienda Mendizábal. Su principal objetivo fue obtener fondos imprescindibles para financiar la guerra contra los carlistas. En esta fase se vendieron los bienes del clero regular y, en 1841, se desamortizaron los bienes del clero secular.
- 3ª Etapa: La desamortización de Madoz, fue aprobada durante el Bienio Progresista (1855) y se denomina desamortización general. Consistió en la venta forzosa, aunque con compensación, de la totalidad de los bienes pertenecientes al Estado, a los municipios y a otras instituciones menos importantes. También en este caso uno de sus objetivos principales fue obtener ingresos para Hacienda. Pero, además, se intentó consolidar una clase media favorable al régimen liberal y fomentar el desarrollo de la economía a través de las obras públicas y la construcción del ferrocarril, a cuyo fin se dedicaron una parte de los ingresos obtenidos. El grueso de las ventas tuvo lugar en los decenios siguientes a la aprobación de la ley.
1.3. Consecuencias de la Desamortización
- Comportaron un cambio de propiedad. El 40% de la tierra cambió de manos y tres quintas partes de las propiedades de la Iglesia fueron vendidas. Pero los compradores fueron sobre todo aristócratas terratenientes y clérigos seculares, que aún engrosaron más su patrimonio rústico, o comerciantes e industriales, que veían en la tierra un signo de prestigio y de estabilidad económica. Algunos de los actuales latifundios datan de esta época.
- El deterioro económico que supuso para muchos agricultores, ya que perdieron los derechos de uso de los bienes comunales. En muchas zonas se produjo una proletarización de amplios sectores del campesinado. En este sentido, en 1860 la mitad de los asalariados españoles eran jornaleros del campo.
- No emergió una nueva clase de propietarios rurales activos y emprendedores, como esperaban Mendizábal y Madoz, aunque sí que se logró una ampliación importante de la superficie cultivada dedicada a los cereales y, en algunas zonas de la Comunidad Valenciana, de Cataluña y de Murcia, la expansión del cultivo de la patata y del trigo. En muchas explotaciones, además, se introdujeron los abonos, como el guano de Perú o el nitrato de Chile, lo que repercutió en un aumento de la productividad.
1.4. Los Avances en la Agricultura Comercial
El modesto, pero sostenido, crecimiento de la producción agraria española hasta finales de siglo se basó en el aumento de la superficie cultivada y en el cultivo de trigo, olivo, vid y leguminosas. Los pastos fueron sustituidos gradualmente por piensos debido al retroceso sufrido por la ganadería trashumante. También aumentó la especialización regional: maíz y patata en el norte, viñedo y cultivos arbustivos y arbóreos en la costa mediterránea (cuyos productos se exportaban hacia Europa) y cereal en el resto de la península.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en la costa mediterránea se fue imponiendo una agricultura orientada a la comercialización, tanto en el mercado interior como para la exportación. Los cultivos de la vid, de los cítricos, del arroz y de la caña de azúcar se generalizaron en esta época, junto con otros productos cuyo cultivo no estaba tan extendido, como los frutos secos, el aceite de oliva y el esparto.
Entre 1850 y 1875, España triplicó el volumen de la exportación de vinos a Europa, hecho que se explica por la ruina de la vid francesa a causa de la filoxera. España se convirtió durante las décadas de 1870 y 1880 en la primera potencia mundial en producción vinícola. Fue en esta época cuando se configuraron zonas basadas en el monocultivo de la vid: la Rioja, el Penedés, Jerez de la Frontera, etc. Otros productos de los más exportados fueron los cítricos y el aceite.
Aparte de los sectores agrícolas orientados a la exportación, seguía predominando el cultivo cerealista tradicional y gran parte de su producción se exportaba. Pero el sueño de los terratenientes de que España se convirtiera en el granero de Europa se vio frustrado al terminar los conflictos europeos, ya que el precio del grano español no podía competir con el de las tierras de cereales francesas, alemanas y británicas.
2. Los Inicios de la Industrialización
En la España del siglo XIX, las transformaciones del sector secundario fueron importantes, aunque estuvieron muy alejadas de las de los países que se industrializaron plenamente. A principios del siglo XX, la economía española seguía siendo principalmente agraria, incapaz de competir en el mercado internacional, y la participación de la industria en la renta nacional no superaba un quinto del total.
La Industria Algodonera Catalana
La expansión de la industria moderna en la España del siglo XIX se inició en Cataluña con el sector algodonero. La importancia de esta moderna industria textil reside en que desde su nacimiento fue un sector dedicado a producir para el mercado y no para el autoconsumo. En el resto de España, la actividad industrial no experimentó el mismo proceso de modernización.
A mediados del siglo XVIII ya existía en Cataluña una importante manufactura dedicada a la producción de indianas (tejidos de algodón vistosamente estampados). Los primeros cambios se iniciaron hacia 1780 cuando empezaron a introducirse las nuevas máquinas de hilar inglesas.
La consolidación de la moderna industria algodonera tuvo su impulso definitivo a partir de 1802, cuando se prohibió la entrada en España de algodón hilado, aunque este inicial crecimiento se viera frenado por la desarticulación de los mercados durante la Guerra de la Independencia (1808-1814).
Después del conflicto, el ritmo expansivo de la producción se reanudó con rapidez, indicio claro de que su principal mercado era el interior. A partir de 1830, y durante los decenios siguientes, el ritmo de avance de la industria textil fue elevado, como lo demuestra el crecimiento en la importación de materia prima.
En 1833 se instaló la primera máquina de vapor y la mecanización conoció un buen impulso, aunque fue más rápida en la hilatura que en el tejido. Así, mientras los husos mecánicos habían sustituido completamente a los manuales, la mecanización de los telares era limitada y no alcanzaba el 50% del total.
Una de las causas de esta rápida mecanización de la hilatura fue la escasez relativa de mano de obra derivada de la incorporación al mercado laboral de las generaciones menos numerosas nacidas durante la Guerra de la Independencia. Esto hizo aumentar el coste del trabajo. El abaratamiento relativo del capital y el aumento de los costes laborales impulsaron la mecanización. Esta mecanización supuso una notable disminución de los costes y también de los precios de venta, lo cual estimuló una mayor demanda.
Esta fase de crecimiento del sector textil sólo se vio interrumpida durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865) a causa de las dificultades para proveerse de materias primas. Pero a partir de 1874 se inició una nueva fase expansiva que vino marcada por la mecanización del tejido.