Transformaciones socioeconómicas en la España del siglo XIX: del Bienio Progresista al Legado Romano

Principales medidas económicas del Bienio Progresista (1854-1856)

Destacamos 3 medidas:

La Desamortización de Madoz de 1855

Tenía carácter universal y afectaba a todos los bienes en general, pero especialmente recayó sobre los bienes propios y comunales de los ayuntamientos. Concebida para atraer recursos a la Hacienda e impulsar la modernización económica, una parte de sus ingresos fueron invertidos en la red de ferrocarriles, considerada fundamental para fomentar los intercambios y el crecimiento económico. La Desamortización de Madoz estuvo vigente hasta finales del siglo XIX. Si el valor estimado de la venta de bienes fue de casi 3.500 millones de reales, las ventas entre 1855 y 1895 alcanzaron casi los 8.000 millones de reales. Las fincas también se vendieron en pública subasta, pero ahora el pago se haría en metálico. Se pensaba dar a la Iglesia y a los pueblos títulos de deuda al 3% de interés por el valor nominal igual al importe conseguido con la venta de sus bienes. El importe de las ventas se destinaría de este modo a amortizar la Deuda, nivelar el presupuesto del Estado y financiar las obras públicas.

Ley General de Ferrocarriles de 1855

Los historiadores españoles polemizan en torno al modelo elegido para su construcción en España: su concepción radial, el ancho de vía distinto al europeo y, sobre todo, las franquicias arancelarias. Para unos historiadores, estas exenciones arrebataron una oportunidad para el desarrollo industrial, en concreto para la expansión de la siderurgia. Para otros historiadores, el modelo elegido fue el necesario, ya que argumentan que la siderurgia española no estaba preparada para satisfacer la demanda ferroviaria y, si lo hubiera hecho, sería a un ritmo más lento, a un precio más alto y sin la aportación del capital exterior. Entre los aspectos positivos que tuvo el ferrocarril, subrayamos el impacto sobre el comercio interior, ya que la disminución del coste del transporte contribuyó a los intercambios comerciales y a la progresiva articulación de un mercado nacional que, hasta la introducción de la red férrea, estaba disgregado en pequeños mercados locales y comarcales, mal comunicados y con precios desiguales.

Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856)

En este año, por un lado, se creaba el Banco de España y, por otro, la Ley de Sociedades regulaba la fundación de sociedades por acciones y les otorgaba una amplia libertad de actuación.

El legado romano

  • Los pueblos prerromanos:
    • Iberos: Tenían una economía agrícola basada en los cereales, la vid y el olivo, aunque también cultivaban plantas para el uso textil. También explotaban de forma intensiva las minas y desarrollaron una importante metalurgia y orfebrería. Habitaban en poblados amurallados situados en las zonas de fácil defensa y su organización se basaba en la tribu. Existía una cierta jerarquía social en relación al poder económico y militar.
    • Celtas: Los diferentes grupos de pueblos celtas habitaban en tierras de la Meseta y la costa atlántica. Tenían una economía rudimentaria y autosuficiente con un comercio muy escaso, elaboraban cerámica y tejidos y eran expertos metalúrgicos. Se asentaban en poblados situados en zonas elevadas, su organización social era de tipo tribal, no conocían la escritura y hablaban un idioma indoeuropeo.
  • La conquista romana y el proceso de romanización:
    • Primera etapa (218-197 a. C.): Se produjo dentro del escenario de la Segunda Guerra Púnica, entre Roma y Cartago. Los romanos, para impedir el paso del ejército cartaginés, enviaron soldados a la península. Durante 12 años lucharon contra los cartagineses y sus aliados hispanos y, hacia el 197 a. C., lograron expulsar a los cartagineses y dominar el sur peninsular y la costa de España.
    • Segunda etapa (197-133 a. C.): Conllevó la conquista de la Meseta, que se caracterizó por la feroz resistencia de los pueblos indígenas (lusitanos y celtíberos). Únicamente restaron fuera del poder romano las tierras del norte.
    • Tercera etapa (29-19 a. C.): Tuvo lugar a finales del siglo I a.C., cuando fueron sometidas las belicosas tribus del norte (cántabros y astures), por lo que se dio por finalizada la conquista de la península.
  • La romanización de Hispania: La conquista y pacificación del territorio supuso la explotación de las tierras, la implantación de las formas de organización social romanas y la difusión de su religión, cultura y costumbres. A todo este proceso se le denominó romanización. Al finalizar la conquista de Hispania, Augusto la dividió en tres provincias: la Bética, con capital en Córdoba; la Tarraconensis, con capital en Tarraco; y la Lusitana, con capital en Emerita Augusta. Más adelante se crearon nuevas provincias: la Cartaginensis, la Gallaecia y la Balearica. Al frente de estas provincias se hallaba un gobernador, del que dependían una serie de funcionarios. Roma impuso en Hispania sus estructuras económicas: la formación de latifundios, la propiedad privada de la tierra, la utilización de mano de obra esclava, la ciudad como centro de producción e intercambio. Igualmente, se asentó una estructura social basada en la formación de clases según su riqueza: la aristocracia, la burguesía, los trabajadores libres y, por último, los esclavos, privados de todo derecho. Las ciudades aumentaron y se convirtieron en el centro administrativo, jurídico, económico y político de la Hispania romana. Estas se organizaron bajo las reglas del urbanismo romano y se llenaron de edificaciones. Las urbes estaban gobernadas por un consejo (curia) elegido por los ciudadanos. Una excelente red de calzadas las comunicaba entre sí y con el resto del Imperio. La presencia romana también introdujo nuevos elementos culturales como una lengua común, el latín; la religión romana y, más tarde, la cristiana; y el Derecho romano. A partir del siglo III se concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio.