Evolución Histórica de la Península Ibérica: Desde el Paleolítico a la Romanización

Evolución Prehistórica en la Península Ibérica

Paleolítico y Neolítico: Un Cambio de Era

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En la Península Ibérica, el Paleolítico (piedra antigua) duró desde el 800.000 a.C. hasta el 8000 a.C., aunque se han encontrado restos de hace 1,4 millones de años. Mientras que el Neolítico (piedra nueva), abarcó desde el 5.500 a.C. hasta el 3.000 a.C. Las posibles rutas de poblamiento pudieron haber sido la Caucásica, o bien, a través del estrecho de Gibraltar. En el Paleolítico dominó el Homo Antecessor, hallado en el yacimiento de Atapuerca por los antropólogos Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, el Homo Heidelbergensis, Homo Neanderthalensis y Homo Sapiens, y se caracteriza por una economía depredadora (caza, recolección, pesca, marisqueo y carroñeo). Era una sociedad nómada, con el desplazamiento estacional de las “bandas de cazadores-recolectores”. El Neolítico, época del Homo Sapiens, se caracteriza por una economía productora, debido a la aparición de la agricultura (trigo, cebada, avena) y la ganadería (perro, cabra, oveja, vaca), que conllevó el paso al sedentarismo. También se conservan las actividades paleolíticas, aunque aparecieron la cerámica, la cestería y la elaboración de tejidos. El excedente de productos dio lugar a los intercambios comerciales basados en el trueque. Durante el Paleolítico no existía una gran diferenciación social, se organizaban en torno a un líder, un chamán o maestro de ceremonias y cazadores guerreros. Vivían principalmente en chozas, cuevas o abrigos naturales y formaban clanes o grupos de 20 o 40 individuos. La sociedad neolítica presenta una mayor jerarquización, debido a la aparición de nuevas actividades. Encontramos el jefe-líder, el sacerdote, una asamblea, el señor de los animales y los cazadores-guerreros. El poblado consistía en un agrupamiento de cabañas, hechas de barro, paja, madera y piedra, teniendo también necrópolis para enterrar a sus seres queridos. Los principales instrumentos usados en estos periodos son de piedra, hueso y madera.

El Paleolítico se caracteriza por la “piedra tallada” (cuchillos, hachas y punzones) mientras que en el Neolítico destaca la “piedra pulimentada” (molinos de mano y los morteros, elementos principales de la Revolución Neolítica). Los cambios de un período a otro son un ejemplo de adaptación y evolución, siendo sus posibles causas un cambio climático o un aumento demográfico, seguidos por el agotamiento de los recursos naturales. Esta evolución fue debida a un cambio de mentalidad, (Revolución Cognitiva) condicionado por la curiosidad y el afán de descubrir nuevos territorios. Uno de los grandes defensores de esta hipótesis es el historiador israelí Yuval Noah Harari.

La Romanización de Hispania

Impacto y Legado del Imperio Romano

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Tras el Desembarco de Ampurias en 218 a.C. tiene lugar un proceso histórico llamado romanización, por el cual la población indígena asimiló los modos de vida romanos en diversas facetas (políticas, económicas, administrativas, urbanísticas, etc.). Se trata de un proceso de aculturación, que perduró hasta el 19 a.C. El afán de conquista del Imperio Romano provocó el inicio de las Guerras Púnicas contra Cartago. Por otro lado, también se enfrentaron a los iberos, los celtas y los celtíberos por el dominio de Iberia, que tras la conquista pasó a llamarse Hispania. En este proceso destacó el asedio de Numancia. Hispania se dividió en varias provincias, al principio en Ulterior y Citerior, y más tarde en Lusitania, Bética, Tarraconense, Cartaginense y Gallaecia.

El papel del ejército fue muy importante, de hecho, reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas para facilitar su contacto con los romanos. Los soldados, al acabar su servicio militar, obtenían la ciudadanía romana y recibían un lote de tierras. Además, alrededor de los campamentos de las legiones se formaban núcleos urbanos espontáneos, habitados por mercaderes y soldados licenciados, que junto a sus familias, crearon municipios romanos, como el caso de León, cuyo nombre deriva de legio, ya que allí estuvo asentada la Legio VII Gemina. Se crearon nuevas ciudades siguiendo las líneas de construcción de un campamento militar. Las ciudades indígenas ya existentes se transformaron en ciudades romanas, denominadas municipios e imitaban su esquema urbanístico combinando lo funcional con lo monumental. Las ciudades se construían en forma de cuadrícula con dos ejes, uno norte-sur y otro este-oeste, rodeados por una muralla.

Disponían de un foro próximo a las termas. Más alejados estaban la necrópolis y los edificios de ocio como el teatro, el anfiteatro o el circo. También presentaban monumentos conmemorativos, como los arcos del triunfo, e infraestructuras como puentes, calzadas (Vía Augusta) destinadas al desplazamiento militar, civil y comercial, alcantarillados y acueductos, que sirvieron para mejorar la vida en la ciudad.

En relación a la economía, la minería era uno de los recursos más explotados, como las minas de oro, plomo y hierro, además exportaban los productos de la tríada mediterránea (vino, trigo y aceite de oliva). Así es como Hispania se integró en la red comercial del Imperio conectada por vía terrestre o marítima (Mediterráneo = Mare Nostrum). Los romanos llegaron hasta Canarias en busca de un molusco común del archipiélago del que obtener el color púrpura. Se explotó su producción para teñir prendas, las cuales se consideran artículos de lujo por su color.

Las estructuras sociales se vieron afectadas con la aparición de la ciudadanía romana. Los colonos romanos e itálicos poseían plenos derechos políticos y de propiedad, y eran de condición social modesta. Las élites indígenas imitaban a los romanos copiando sus nombres, costumbres, idioma y su estructura familiar patriarcal. Los indígenas libres tardaron en abandonar sus costumbres, su lengua y sus creencias religiosas. En legislación el Derecho Romano se aplicó para regular el funcionamiento de instituciones públicas y privadas. El latín era la lengua culta utilizada en el derecho, la ciencia y la cultura. Los romanos respetaron los cultos locales y recurrieron al sincretismo religioso. Se implantó el culto al emperador como divinidad. Del politeísmo romano y nativo se pasa al cristianismo, que empezó siendo enemigo del Estado Romano, pero terminó siendo religión estatal oficial a través del Edicto de Milán y el Edicto de Tesalónica. Así, la Iglesia Católica pasó a ser colaboradora de la latinización. Personajes importantes que nacieron en Hispania fueron los emperadores Trajano y Adriano; el filósofo Séneca y escritores como Quintiliano y Marcial, etc.

Finalmente y con la caída del Imperio romano, los invasores bárbaros (vándalos, alanos, suevos y visigodos) adoptaron el modo de vida romano. En la actualidad podemos destacar el uso del latín en ramas del saber como la Biología, asimismo, el Derecho Romano sigue siendo la base del sistema jurídico a día de hoy.

Arte Rupestre en la Península Ibérica

Manifestaciones Artísticas del Paleolítico y Mesolítico

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El arte rupestre o parietal es el testimonio artístico más antiguo que poseemos, se trata de representaciones pictóricas que se plasman en las rocas, generalmente en el interior de cuevas, grutas, cavernas o abrigos. Estas nos relatan dónde y cómo vivieron los primeros homínidos hace más de 20.000 años a.C. aproximadamente. Su autor fue el Homo Sapiens y en las dos imágenes podemos observar las dos principales tendencias de arte rupestre que se encuentran en la Península Ibérica, estos son: la pintura Franco-Cantábrica donde destacan las pinturas en las cuevas de Altamira y el Castillo (Cantabria) y Tito Bustillo en Asturias y la pintura Levantina donde destacan las pinturas de las cuevas de Cogull (Lérida) y Valltorta (Valencia).

La pintura Cantábrica está situada en la Cornisa norte de la Península Ibérica y el sur de Francia, está comprendida entre los años 15000 y 10.000 a. C., aproximadamente en el periodo histórico del Paleolítico superior. Respecto a su localización, se sitúa en el interior de la cueva, en ocasiones alejada de la entrada. Esto nos demuestra que este tipo de pintura no fue dibujada con un fin decorativo o artístico. La técnica que utilizaban eran pigmentos naturales con grasa animal. Destacaba la degradación de colores y la policromía, usando los colores rojo, ocre, blanco y negro. Además, aprovechan el relieve de techos y paredes para dar volumen a las figuras y utilizaban sus propios dedos para pintar, o incluso algún utensilio en forma de pincel. Es naturalista y se representan animales como bisontes, ciervos, renos y uros; estos aparecen representados de forma individual o en superposición, no creando ninguna escena.

Otra característica de la pintura Cantábrica es la impresión de manos en positivo y negativo, así como la cantidad de detalles que posee el dibujo (pelos, ojos, silueta en negro,); al contrario de la pintura Levantina, que los dibujos son mucho más esquematizados destacando la presencia del hombre.

En la levantina, los animales se pueden visualizar sin mucha precisión en su dibujo, destacan animales como los caballos o ciervos. Está situada en las entradas de las cuevas y abrigos, de modo que fuera fácil su visualización y fue desarrollada en el Mesolítico en torno al 10000 a. C. Utilizaban la misma paleta de colores que en la pintura Cantábrica, sin embargo, no los mezclaban, caracterizándose por la monocromía. Como hemos nombrado anteriormente, incorporaron figuras humanas que representaban escenas de caza, de lucha, de guerreros, danzas, de recolección con un marcado carácter narrativo o de composición de escenas. En cuanto a su significado, no hay una interpretación clara, pudiendo tener un sentido mágico o ritual (magia simpática), o formar parte de una especie de santuario. Hoy día, se interpretan también como símbolos o pictogramas, utilizados para transmitir ideas o conceptos, sentando las bases de un protolenguaje. Además, el hallazgo y datación de nuevas pinturas hacen pensar que los primeros artistas fueron los neandertales.