La elegía en la poesía romana: Ovidio
La floración de la elegía romana tiene lugar en Roma en época de Augusto en lo que se denomina la Edad de Oro de Roma. Son poemas de un bello lirismo que conceden la mayor parte de las emociones personales del poeta. En cuanto al contenido, no hay diferencias con la poesía lírica. Esta diferencia es puramente formal. Los poetas alejandrinos del siglo III a.C componen poemas de tema amoroso en dísticos elegíacos, tipo de metro formado por un hexámetro y un pentámetro. Los latinos continúan este camino introduciendo una novedad: el carácter individualista de su poesía, casi siempre dolorosa.
Ovidio será su principal representante, si bien Tibulo y Propercio alcanzaron un puesto igualmente destacado en este género. El iniciador fue Catulo. “Las bodas de Tetis y Peleo” son una valiosa muestra de ello.
Libulo, Propercio y Ovidio, como cultivadores de la poesía elegíaca, presentan con su vertiente amorosa algunos rasgos comunes. La base de sus poemas son las relaciones tempestuosas, inestables, las promesas incumplidas, las infidelidades. La máxima ilusión del poeta elegíaco es morir junto a su amada. Pero todo este sentimiento apasionado, surgido bien de una vivencia real, bien de la imaginación del poeta, se estrella continuamente contra la realidad: los desdenes de la amada.
Aparte de la temática amorosa, otros aspectos relacionados con el hombre que captan la atención de los poetas elegíacos son la muerte, la separación, la enfermedad, todos ellos en estrecha conexión con el espíritu inestable del ser humano, con sus limitaciones.
Ovidio: Publio Ovidio Nasón (43 a.C-17 d.C)
Publio Ovidio Nasón, nacido en Sulmona, descendía de una rica familia ecuestre. Aunque se inició como orador y, para complacer a su padre, se dedicó a la carrera judicial, su pasión era la poesía. A los 18 años ya daba recitales en público.
Frecuentó la compañía de Tibulo, Propercio y Horacio, si bien éstos le llevaban bastantes años.
Su vida transcurrió entre la segunda mitad del S.I. a.C y la primera después de Cristo.
Es, pues, otro de los poetas de la época de Augusto.
Para comprender mejor la evolución de su obra, podemos clasificarla en 3 grupos por su cronología y su temática:
a) OBRAS DE JUVENTUD: POESÍA AMOROSA
Los Amores (“Amores”): elegías amorosas
Heroidas (“Heroidum epistulae”): cartas, en su mayoría, de diosas dirigidas a dioses. Demuestra un profundo conocimiento de la psique femenina.
Arte de amar (“Ars amandi” o “Ars amatoria”): recetas prácticas sobre el arte de buscar a la persona adecuada, enamorarla y conservar su amor.
b) OBRAS DE MADUREZ: POESÍA DIDÁCTICA
c) OBRAS DEL DESTIERRO: POESÍA ELEGIACA DOLOROSA
Tristezas (“Tristia”): obra en cinco libros.
Ponticas (“Epistulac ex Ponto”): en cuatro libros. Ovidio era un joven muy cultivado. Había viajado, según la costumbre de los jóvenes de su época, y había tenido una larga estancia en Atenas con el fin de completar su formación. Como él mismo nos cuenta, sus poemas sobre su amada Corina iban de boca en boca. Se casó joven, si bien se divorció pronto de sus dos primeras esposas. Sólo con la tercera encontró a la auténtica compañera. Cuando su vida estaba ya en la plena madurez, a los 51 años, con una carrera literaria que lo situaba entre los mejores poetas romanos y con una hija que le había dado dos nietos, recibe el más duro golpe de su vida: es desterrado junto al Mar Negro, en la actual Rumania. Los motivos nunca se han podido aclarar: su “Ars amatoria”, obra que le valió ser incluido en una lista negra por Augusto, el conocimiento del adulterio de su nieta Julis o la aparente participación en la conjuración contra Tiberio (hijo político de Augusto, al casarse en segundas nupcias con Livia).
La noticia cayó como un jarro de agua fría sobre Ovidio: se le enviaba a los confines del Imperio, a una tierra de clima inhóspito, donde era un extraño. Su mujer quiso acompañarlo, pero él la convenció para que se quedara e intentara revocar la orden del exilio. Nunca lo logró. El destierro le hizo acelerar la publicación de algunas de sus obras inacabadas. Ya en Tomis, actual Constanza, se va integrando en su nueva vida, aprende la lengua de sus habitantes, llegando a componer poemas, incluso. A su muerte, fue declarado hijo predilecto.
Evidentemente, el destierro supone un cambio absoluto en la temática de su obra. Frente a su poesía amorosa de juventud, de tono intencionadamente mundano, en la que nos cuenta sus amores con Corina (probablemente imaginados y, por lo mismo, carentes de pasión que alimenta las elegías de Catulo, Tibulo o Propercio), sus poemas del destierro demuestran un rotundo giro en su carácter. Estas últimas poesías (cartas en dísticos elegíacos) transmiten un auténtico sentimiento: el inconsolable dolor que sentía por la ausencia de su familia y la lejanía de su querida Roma. La distancia existente entre escritor y lector que afloraba en sus Amores o Heroidas es sustituida aquí por un sentir profundo que nace del sentimiento verdadero.
Toda la obra de Ovidio está marcada por su asombrosa facilidad de lenguaje. Su expresión es brillante y de una gran elegancia, pero su excesivo retoricismo le
Orígenes
Los primeros documentos que se conservan son:
a) “Foedera regum” o actas de los magistrados.
b) “Laudationes fúnebres” y “tituli imaginum”, es decir, alabanzas funerarias e inscripciones a pie de busto.
Lengua griega, tal vez con la intención de modificar la visión, antirromana hasta entonces, de los lectores griegos.
Será Catón (S. III-S. II a.C), algo posterior a Fabio Píctor (S. a.C), el que iniciará con su obra en Latín el camino de todos sus sucesores. Sus escritos se diferencian de los anales, además, en que no se limita a una mera crónica de los sucesos, sino que se hace una crítica de los mismos.
Analistas e historiadores más relevantes:
+Nepote (S. 1a C.)
Cultiva el género de la biografía histórica. Por ejemplo, en su obra “De viris illustribus”, Nepote tiene una concepción ejemplarista de la historia. Intenta siempre resaltar el ejemplo moral del héroe. De ahí que su obra sirviera muy pronto como libro de texto para los jóvenes de su época. En cambio, es un historiador mediocre, más amigo de la anécdota personal que de la calidad dramática de lo que narra. Su lengua tampoco tiene brillo. Es monótona y, a menudo, descuidada.
+César (S. I a.C)
La fama de César se basó más en sus éxitos militares y políticos que en su carrera literaria. De cualquier forma, ocupa también un puesto en la historia de la literatura con sus obras “De bello gallico” y “De bello civili”.
Su obra posee un incalculable valor como fuente histórica de primer orden. Durante siglos se consideró a César como modelo de objetividad. Pero actualmente su credibilidad anterior, basada fundamentalmente en el uso de la tercera persona y de la palabra “Caesar”, en lugar de “ego” como medio de distanciarse, ha disminuido notablemente. A pesar de sus intentos, la verdad aparece, si no falseada, sí desvirtuada, realzando sus victorias y disimulando sus derrotas.
De cualquier forma, lo que es indiscutible es su valor literario. César, junto a Cicerón, es modelo de la prosa latina. Su lengua es transparente y pura, libre de arcaísmos. Huye de las palabras no respaldadas por el uso. El propio Cicerón, el otro pilar de la lengua latina, dijo de su estilo que “no hay nada más agradable en las obras históricas que la brevedad elegante y luminosa”.
+Salustio (S. 1 a.C)
Es el verdadero creador de la historia como género literario en Roma. Escribió 3 obras de contenido histórico:
a) Las Historias, de la que sólo quedan algunos fragmentos
b) La Conjuración de Catilina, el mismo tema de las Catilinarias de Cicerón;
c) La Guerra de Yugurta, rey de Numidia tras apoderarse del reino por la fuerza habiendo matado a los dos hijos legítimos del rey. Esto trae consigo la declaración de guerra por parte de Roma. La lucha finaliza con el apresamiento de Yugurta por parte de Mario y Sila, su cuestor.
Salustio, como Tucídides, el gran historiador griego cuyas huellas siguió, tiene una concepción dramática de la historia. Elige personajes enérgicos de fuerte personalidad y los coloca en situaciones límite. Para caracterizar a los personajes se vale frecuentemente de discursos puestos en boca de los mismos.
Su lengua y estilo destacan por su concisión y por el uso abundante de arcaísmos.
En la Roma de su época había dos profesiones principales para adquirir la fama: la milicia y el foro. Pero César y Cicerón acaparaban el primer puesto en ambas. Quiso buscar la gloria en un campo nuevo y se decidió por la historia. Salustio es un innovador en el contenido y en la forma. Fue el primer gran historiador polifacético latino.
Tito Livio (S. 1a. C-Sld C)
Su obra “Ab urbe condita” constaba de 142 libros, la más extensa de toda la literatura latina. Con esta obra acomete la empresa gigante de escribir una historia de Roma desde su fundación hasta la propia época del autor. Se conservan tan sólo 35 libros. No todos ellos están completos. Se han conservado, en cambio, los resúmenes de cada libro, denominados “periochae”, gracias a los cuales conocemos, en extracto, el contenido de su obra.
Tito Livio pretende con su historia glorificar el pasado de Roma. El autor, contemporáneo de la época de Augusto, se identifica con el programa patriótico del emperador. Para él, la historia es un espejo en el que mirarse, a fin de unir los buenos ejemplos y de evitar los malos. Pero Tito Livio, como la mayoría de los historiadores antiguos, no se preocupa en exceso de consultar escrupulosamente las fuentes a su alcance. Lee a los analistas y al historiador griego Polibio, pero nunca visitó los lugares en los que se desarrolla la acción ni contrastó datos. Los anacronismos e imprecisiones son muy frecuentes.
En cuanto a su lengua, era un extraordinario escritor, conocedor de los recursos estilísticos. Al igual que Salustio, recurre a los discursos, poco creíbles, por otra parte, pues no son transcripción de palabras reales, sino creación personal del autor a partir de comentarios. Le gusta, frente a la concisión salustiana, la amplitud del período, lleno de riquezas sintácticas y de matizaciones expresivas.
Tácito: (S. 1-S. II d.C) En este siglo florece el género histórico con dos grandes autores: Tacito y Suetonio. De Tácito conservamos 5 obras, las más relevantes de las cuales son:
a) El Diálogo de los oradores
b) Las Historias, comprenden el periodo desde la muerte de Nerón hasta la muerte de Domiciano.
c) Los Anales, abarcan desde la muerte de Augusto hasta la muerte de Nerón, empalmando así con las Historias. Aparecen pues reflejados los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Tácito escribe su obra durante el imperio de Trajano. Su pensamiento político es liberal. Critica duramente la dictadura de Domiciano. En cambio, esto supone una falta de objetividad a la hora de juzgar los actos de los personajes autoritarios.
Tácito se documenta bien, a diferencia de los historiadores romanos anteriores. Él mismo nos dice, al comienzo de los Anales, que va a escribir “sine ira et studio”, es decir, sin ira y sin parcialidad. Nos presenta la historia como ejemplarizante. Sin embargo, su carácter pesimista y su naturaleza apasionada le quitan capacidad de análisis y le hacen falsear la realidad.
De cualquier forma, si consideramos la historia como género literario, Tácito es el rey de los historiadores latinos, por encima, incluso, de Tito Livio. Nadie traza como él la psicología de los personajes, ni consigue tanta fuerza trágica.
Su lengua es asimétrica y concisa, más, si cabe, que la de Salustio. Rebosa imaginación y sensibilidad. Esto es lo que lo diferencia fundamentalmente de Salustio, de expresión más fría que él.