La Poesía Lírico-Latina: Un Viaje por sus Autores

La Poesía Lírico-Latina

Quizá sea la poesía el género en el que la literatura latina brilla con una luz especialmente fulgurante. Partiendo de modelos griegos, los líricos latinos logran superar, en muchos casos, a sus predecesores.

Los Géneros

Los latinos solo se aplicaron a la lírica monódica (cantada por un individuo).

Horacio (65-8 a.C.)

Educado en Roma y en Atenas, Quinto Horacio Flaco tuvo una discreta participación en los asuntos públicos de Roma, prefiriendo la vida retirada en su finca en tierras de los sabinos. Allí, bajo el patronazgo de Mecenas y con el visto bueno de Augusto, se dedicó -nunca mejor dicho- al ocio creador.

Obra

Su producción lírica entre los años 40 y 20 a.C. es muy abundante. Nos centraremos en sus dos grandes monumentos líricos: las Odas (Carmina) y los Epodos (Epodi).

Las Odas son vehículo para exponer sus pensamientos y sentimientos sobre aspectos muy diversos de la vida. En breves pinceladas resume sus ideales: áurea mediocritas y carpe diem. El amor es para Horacio un sentimiento secundario.

Por los Epodos desfilan personajes de la cultura, de la política, de la milicia; tampoco las mujeres se libran de sus dardos. Sorprende a veces encontrar poemas como el famoso Beatus ille dentro de esta colección, que se ajusta más al espíritu de las Odas.

Por encargo del propio Augusto, compone en el año 17 a.C. el Carmen Saeculare, un poema para ser cantado por un coro mixto de jóvenes y doncellas.

Catulo (87-54 a.C.)

Catulo es el modelo más expresivo de un círculo poético al que Cicerón bautizó despectivamente con el nombre de poetae novi o neotéricos; estos poetas suponían una ruptura con los esquemas anteriores. Lo más interesante de Catulo son sus poemas íntimos, en los que su vida y su obra caminan de la mano.

Catulo nace en la ciudad de Verona, pero acabará marchándose a Roma, fascinado y hechizado por Clodia, la esposa de su amigo Q. Metelo Celer. A partir de entonces, el corazón de Catulo late por y para ella; la llama, la busca y la sigue hasta Roma… para nada.

Obra

Los Catulli Carmina son, en su mayoría, de amor, vibrantes como pocos en la literatura universal. Es Catulo, ardiente, directo, incontenible y, ante todo, sincero. Hasta en los poemas que podemos llamar de laboratorio, como el Epitalamio de Tetis y Peleo, Atis y El Rizo de Berenice, Catulo deja un sello personal.

Ovidio (43 a.C.-18 d.C.)

Natural de Sulmona, se trasladó pronto a Roma, donde se formó cerca de los círculos aristocráticos de la época. Viajó a Atenas y al Asia Menor. Por causas poco claras, tuvo que salir al exilio a Tomis, en el Mar Negro. Hay quienes dicen que fue el tono atrevido de alguna de sus obras la causa de ese destierro; otros creen que se trató de un montaje del propio Ovidio, y que el destierro como tal debe ponerse en duda.

Ovidio tuvo que salir de Roma porque sus obras amorosas no fueron bien acogidas por el emperador. Al parecer, el poeta se había visto envuelto en un episodio un tanto escabroso en relación con los adulterios de Julia, la nieta de Augusto, que fue desterrada también el año 8 d.C., casi al tiempo que el poeta.

Obra
  • Su gran aportación a la literatura universal son las Metamorfosis, difíciles de encajar; épica o poesía didáctica, son irrepetibles y únicas.
  • El poema Fastos es de carácter didáctico.
  • Las Heroidas las estudiaremos dentro de la literatura epistolar. Son cartas literarias escritas en verso; cartas de mujeres enamoradas a hombres que no siempre las correspondieron.
Obra Lírica

Los poemas líricos escritos en dísticos elegíacos se circunscriben a los siguientes títulos: Amores, Ars amandi, Remedia amoris y Tristia. Los acompaña un pequeño tratado que hoy bien podría ocupar páginas de suplementos en las revistas: De medicamine faciei femnae, curso práctico de maquillaje y cosmética.

Amores es la primera obra del poeta. Es un conjunto de poemas que exponen todos los lances de una pareja de amantes: la espera, los celos, el rechazo, la aceptación y el goce efímero. Más directo es el Ars amandi o Ars amatoria. En él, Ovidio escribe todo un tratado para seducir. Responde básicamente a un esquema tripartito: búsqueda del amor, conquista y conservación de este. En Remedia amoris expone, sugiere, previene y recomienda desde su experiencia amorosa. En Tristia, los cinco libros de elegías escritas en el destierro, tristeza, melancolía y soledad desesperación se perciben en cada página.

Tibulo (48-19 a.C.)

Con Tibulo y los poetas de su entorno, la elegía alcanza en Roma una calidad insuperable. Hombre de poca salud, enfermó y murió muy joven. Han llegado a nosotros dieciséis elegías, divididas en dos libros: el primero consta de diez, y el segundo, de seis. La mayoría de las elegías del primer libro son de tema amoroso. En ellas, el autor se dirige a Delia, una mujer de estrato social inferior al suyo, así como a la plebeya Plania, de la que Tibulo parece estar profundamente enamorado. En el segundo libro, Delia ha dejado su sitio a Némesis, por quien Tibulo parece sentir una fuerte atracción.

Propercio (c. 50-post. 16 a.C.)

Cierra este repaso de la elegía latina un autor nacido en el pintoresco enclave de Asís. La muerte prematura de su padre no le impidió llegar -tras varios sacrificios- a Roma, donde logró conectar con Mecenas y los artistas de su círculo. Al igual que Catulo y Tibulo, murió muy joven, recién entrado en la treintena.

Cuatro libros de elegías han llegado a nosotros; los tres primeros se centran en la figura de Cintia, un nombre de mujer bajo el que se oculta Hostia, hija del poeta Hostio, o Roscia, la nieta del actor Roscio.

El Epigrama

El epigrama es un género de la literatura antigua con un encanto especial. Dice mucho con pocas palabras, ajustándose además a unos esquemas métricos determinados.

Catulo es el primero que ofrece un número significativo de epigramas de tipo erótico y satírico. Catulo, un poeta sin ningún sentido de la moderación y de la medida, es fogoso en el epigrama erótico, y agresivo y constante en el satírico.

Marcial

El verdadero maestro del epigrama es un hispano natural de Bilbilis, hoy Calatayud, no lejos de Zaragoza (Caesar Augusta).

Por el epigrama de Marcial desfila toda la sociedad romana. En algunos casos se ponderan sus cualidades y se exaltan sus virtudes, pero en la mayoría de las ocasiones se resaltan sus vicios y defectos, especialmente las taras físicas. Igualmente, aspectos relacionados con el sexo se tratan con claridad.

La Sátira

Sátira quidem tota nostra est: “Sin lugar a dudas, la sátira es íntegramente nuestra”, proclamaba Quintiliano. Lo que debe ponerse de relieve, matizando la afirmación de Quintiliano, es que la sátira es un género peculiar, que no deriva directamente de ningún otro género literario, ni del mundo latino ni del griego.

La Sátira Menipea

Llamada así por tener como referencia la figura de Menipo de Gádara (siglo III a.C.), filósofo cínico que utilizó una mezcla de prosa y verso para exponer su pensamiento ético a partir de una crítica de los diversos tipos que componen la sociedad.

En Roma fue M. Varrón quien compuso nada menos que 150 libros de sátiras, que han llegado a nosotros en estado muy fragmentario. Conocemos los títulos y unos 600 fragmentos, aproximadamente.

Conservamos completa la obra satírica de Séneca, el escritor cordobés, titulada Apocolocyntosis divi Claudi; es decir, la Transformación en calabaza del divino Claudio. El escritor arremete contra el emperador Claudio, que le había desterrado a la isla de Córcega.

La Sátira Hexamétrica

Lucilio

El creador de la sátira genuinamente romana, en verso hexamétrico, es C. Lucilio. La invectiva, la crítica directa y agresiva se hacen presentes en sus escritos y perdurarán como nota característica y rasgo distintivo del género.

Una gran parte de la obra de Lucilio se ha perdido. Nos han llegado unos 1500 versos, que, no obstante, permiten vislumbrar su afecto y su adhesión a las ideas políticas y a los miembros de los Escipiones.

Horacio

En el año 30 a.C., Horacio compuso dos libros de sátiras que tituló Sermones; esto es, “conversaciones”. Se reconoce heredero de Lucilio, al que considera fundador del género, pero, sin embargo, su obra reviste aspectos muy distintos.

Persio

A. Persio Flaco (34-62 d.C.) fue el escritor más joven de la literatura latina; murió a los 28 años. Sus sátiras se reducen a poco más de 600 versos; seis composiciones que alcanzaron en su tiempo un gran éxito, pese a su lenguaje y a su compleja elaboración.

Juvenal

El gran nombre propio en el campo de la sátira es el de Décimo Junio Juvenal, pintoresco personaje a caballo entre los siglos I y II d.C. (55-130 d.C.), cuya existencia azarosa e inquieta fue sin duda determinante en su obra.

Su producción consta de dieciséis sátiras, repartidas en cinco libros. La misma fuerza demoledora que encontrábamos en Marcial salpica toda la obra de Juvenal, que arremete contra todo y contra todos, y, en especial, contra personajes del pasado, como Tiberio, Claudio, Domiciano, Mesalina, etc. Estos personajes suelen ser caricaturizados con gran acidez y agresividad.