La Romanización de Hispania y el Califato de Córdoba

La Romanización de Hispania

La República (197 a.C. – siglo I a.C.)

Durante la República, la administración militar romana predominó en Hispania, que se dividió en dos partes:

  • Hispania Citerior: Ubicada al norte, abarcaba el valle del Ebro y gran parte de la costa mediterránea levantina, excluyendo la zona norte aún por conquistar. Su capital era Tarraco.
  • Hispania Ulterior: Situada al sur, comprendía lo que actualmente es Andalucía y la Lusitania (centro y sur de Portugal). Su capital era Corduba.

En cada zona, Roma reconocía la existencia de los celtíberos en la Citerior y los lusitanos en la Ulterior.

Alto Imperio (siglo I a.C. – siglo III d.C.)

Con el emperador Octavio Augusto, Hispania se dividió en tres provincias:

  • Tarraconensis: Se formó añadiendo los territorios de Galicia, Asturias y Cantabria a la antigua Hispania Citerior. Su capital seguía siendo Tarraco.
  • Lusitania: Abarcaba aproximadamente el territorio actual de Extremadura y Portugal hasta el río Duero. Su capital era Emérita Augusta (actual Mérida).
  • Bética: Incluía la costa andaluza y el valle medio y bajo del río Guadalquivir. Su capital era Córduba.

La Tarraconensis, con dos tercios del territorio peninsular y los pasos de los Pirineos, era la provincia más estratégica para Roma. Aunque el número de tropas romanas disminuyó, la Legio VII permaneció para vigilar las zonas bélicas, dando nombre a la actual León. La Tarraconensis y la Lusitania, consideradas más problemáticas, eran gobernadas por el Emperador a través de legados. La Bética, más romanizada, era gobernada por el Senado.

Bajo Imperio (siglo III d.C. – siglo V d.C.)

La decadencia del Imperio Romano obligó a dividir las provincias en territorios más pequeños para facilitar su gobierno. La Tarraconensis se dividió en:

  • Tarraconense: Con un territorio más reducido.
  • Gallaecia: Con capital en Bracara Augusta.
  • Cartaginensis: Con capital en Cartago Nova.
  • Baleares: Con capital en Palma.

Además, surgió la provincia Mauretana Tingitana, con capital en Tingis. La Lusitania y la Bética se mantuvieron. En esta etapa destacaron los emperadores Diocleciano y Constantino I.

Obras Públicas Romanas

La Ciudad

La ciudad, unidad administrativa básica romana, fue clave para la romanización. Existían tres tipos:

  • Colonias: Ciudades nuevas habitadas por ciudadanos romanos o itálicos, a veces soldados veteranos. Ejemplos: Itálica, Valentia, Barcino, Hispalis, Emérita Augusta.
  • Municipios: Ciudades indígenas transformadas en romanas, con un régimen jurídico similar al de Roma. Ejemplos: Malaca, Cartago Nova, Tarraco.
  • Ciudades Estipendiarias: Ciudades indígenas sometidas por la fuerza, obligadas a pagar impuestos.

Características generales de las ciudades romanas:

  • Planta ortogonal en forma de cuadrícula.
  • Murallas defensivas.
  • Foro con basílica, curia, templos y tiendas.
  • Termas o baños públicos.
  • Necrópolis (cementerio).
  • Teatros (Mérida, Sagunto).
  • Anfiteatros (Itálica, Tarraco).
  • Circo para carreras de carros.
  • Monumentos conmemorativos (arcos de triunfo en Bará, Tarragona y Medinaceli, Soria).

Las Vías de Comunicación

Los romanos construyeron puentes (Mérida, Alcántara), calzadas, alcantarillados, acueductos (Segovia), cisternas, etc. Las vías romanas tenían un trazado periférico en torno a la meseta, destacando la Vía Augusta (circundaba el Mediterráneo) y la Vía de la Plata (conectaba Hispalis con Galicia). Iniciadas durante la República, fueron impulsadas por Augusto y terminadas por emperadores posteriores. Su objetivo era militar y administrativo, contribuyendo a la unidad del imperio y a la economía. El transporte terrestre era lento, por lo que el fluvial y marítimo fueron muy utilizados.

El Califato de Córdoba (929-1031)


El emir Abderraman III se proclamó califa en el 929 y su mandato llegó hasta el 961. Ser califa significaba ser el líder político, militar y religioso no sólo en Al-Andalus sino en todo el mundo musulmán. En Al-Andalus su objetivo fue restaurar la unidad del Estados Islámico y terminar con las crisis internas y para ello sometió las marcas fronterizas. El califato supuso por tanto la hegemonia de Al-Andalus sobre toda la península y por ello los reinos cristianos del norte se convirtieron en vasallos del califa y se viero  obligados a pagar tributos. El nuevo califa pretendió que lograr que la cultura Alandisí liberará la cultura Árabe y Islámico y por ello promovió un movimiento artístico y cultural que más adelante continuaría Al-Hakam II. Así el centro cultural más importante del mundo árabe en estos momentos fue Córdoba y en ella la ciudad palacio de Medina Azahara. Esta ciudad fue la residencia del califa y el centro político de Al-Andalus. En el ámbito exterior al autoproclamarse califa Abderraman III no sólo manifiesto su independencia política frente al califato Abassí de Bagdad sino que afirmaba su ortodoxia religiosa frente a otro Estados musulmán que se creó en esos tiempos en el Norte de África creado por Fatimíes (chiitas) que eran creadores de Fátima (hija de Mahoma y de su esposo Alí) se caracterizaban por negar la legetividas de los califas solo obedecían las órdenes de los Imanes (líder religioso) para demostrar su poder Abderraman III se apoderó de algunos territorios del norte de África por ejemplo de Ceuta, Melilla, Tánger.