Análisis de La Chabola: Estructura Narrativa y Personajes

“La chabola” es una obra del género narrativo en la que se nos invita a compartir la cena en la infravivienda de la familia de Juan, un pescador del arte del chinchorro (un tipo de red). El narrador (omnisciente, ya que manifiesta, por ejemplo, conocer la vida entera de la abuela) ofrece con ello un sobrio testimonio del que se sospecha sea el día a día de esta familia trabajadora.

Estructura Narrativa

Dentro de su brevedad, el relato presenta diferenciadas las tres partes de la estructura narrativa tradicional. En los dos primeros párrafos del texto, el narrador presenta breve y poéticamente el enclave de la vivienda (“toda la arena queda sembrada de estrellas marinas color sangre”), a la que describe de manera antitética con lo anterior (“las otras tres paredes las componen multicolores hojalatas y tablas de cajones”). A continuación, asistimos a la vida familiar. En medio de la conversación se habla de un cohete que los americanos van a lanzar esa noche, anuncio de lo que sucederá al final de esta parte: el nudo de la narración termina con la llegada de un “un señor rubio y elegante, que con extraño acento” les pide que desconecten los electrodomésticos. Ya en el desenlace, y visto el proceder de la familia (“Cañazo al niño, soplo al carburo, y un asustado arrebujar de mantas en la penumbra lunar”), puede interpretarse que tal vez ni supieran a qué se refería el americano.

Personajes

Los personajes que se dan cita en el reducido espacio de la chabola pertenecen a tres generaciones sucesivas: la abuela, Juanitita; su hijo Juan con su esposa, María, y los hijos, Pepa, Justo, Isabela y el crío, cuyo nombre no se dice. Ninguno destaca sobre los demás, por lo que podría decirse que no hay personaje protagonista, sino coral; toda la familia, su pobreza, es la protagonista.

La intervención de María disponiendo las actividades para la próxima madrugada nos avanza los datos para conocer a los integrantes de esta familia: Pepa debe traer agua, Justo debe ordeñar, Isabela debe atender a la abuela (ya muy vieja y enferma: “apenas hilvanada ya a este mundo”) antes de ir a trabajar al almacén. El crío “berrea sin cesar”. La madre prepara para la cena el pescado que ha traído su marido, Juan, de quien el narrador dice “que tiene buen humor y sabe leer periódicos”.

La descripción del espacio interno de la chabola exhibe la pobreza de la familia: “Una sola pared de piedra seca sostiene el armazón; las otras tres paredes las componen multicolores hojalatas y tablas de cajones”. Además, necesita constantes reparaciones, por eso María le pide a su marido que se pase “por el tinglado de los americanos” para que consiga “otra plancha para el techo, que el relente gotea en las mantas”.

En relación con el espacio externo, podemos ubicar la chabola “enclavada en la arena” de una playa del sur de Gran Canaria. Este hecho viene confirmado por la construcción con piedra seca, muy empleada en los pequeños habitáculos que ocupaban sobre todo los trabajadores del tomate en el sur y sureste de la isla. Probablemente es un almacén de empaquetado de tomate al que se refiere la esposa cuando habla del desplazamiento de Isabela. Es también de los invernaderos de tomates de donde ha salido la cubierta de plástico con la que la familia tiene aislado el colchón de la abuela “para que la humedad perpetua de la vieja no llegue hasta los niños”, y también las “tablas de cajones en las que aún pueden leerse impresas misteriosas palabras en múltiples idiomas”. Asimismo la mención a “las altas mareas del Pino” es indicativo de la situación en esta isla canaria.

Transcurre la acción al caer la tarde, “cuando anochece”, como se describe al comienzo del cuento, y dura muy breve tiempo, apenas unos instantes en los que se prepara la cena y se termina de comer. La familia ni siquiera hace la sobremesa, pues, interpretando equivocadamente la petición del americano que se presenta inesperadamente al final (“rogamos desconecten televisión, nevera y electrodomésticos hasta mañana”), por miedo a que los expulsen del lugar (“ha de ser este crío llorón que despierta a todo el mundo”) apagan la lámpara de carburo y se duermen.

La intervención de este personaje americano tiene relación con las instalaciones del Centro Espacial de Canarias (situado en Maspalomas) que en los años 60 era responsabilidad de la NASA. Tenía como cometido el control y seguimiento de satélites de observación de la tierra.

Resulta revelador de la incultura de los personajes la observación de Juan de que los americanos se “privan” por un “volador que ni hace chispas ni mete ruido”, identificando así, en una metáfora, el cohete con los fuegos artificiales. Además de los señalados, encontramos en el habla de los personajes el empleo de otros términos dialectales o canarismos: carburo, revira, papas, gofio… Se subraya con ellos el pintoresquismo del relato. El tipo de oración empleado en las instrucciones que la madre da a sus hijos (“Que Pepa…”, “Que Justo…”, “Que Isabela…”) también es una muestra del uso coloquial reservado a las intervenciones de los personajes.

Hay que subrayar la reiteración de determinados recursos estilísticos en el cuento. La hipérbole es uno de ellos, como la que se emplea para ponderar el mar de estrellas sobre la arena en la presentación del relato (“toda la arena queda sembrada de estrellas marinas”), o la empleada para describir la actitud cotidiana del benjamín de la familia (“Berrea sin cesar el hijo más pequeño”), o las referidas a la edad de la abuela (“a medio morir”). También la ironía es un recurso significativo: se encuentra empleada para observar que el pescador “suele llamar la ONU a su chabola”; en la petición del americano de que apaguen “televisión, nevera y electrodomésticos”, en una chabola en la que la luz se produce mediante una lámpara de carburo; en la humorística derivación del nombre de la abuela (Juanona, Juana, Juanita, Juanitita). Por último, la antítesis cobra un papel importante en el contraste mostrado por el narrador entre el estilo poético del inicio (“toda la arena queda sembrada de estrellas marinas color sangre, que durante la noche