Análisis de la Obra Poética de Miguel Hernández
Amor
En la poesía de Miguel Hernández, el amor se presenta como un estilo humano y poético. Su vida se convierte en arte desde que conoce a su futura esposa; él toma su vida con todo su amor y dolor y la transforma en poesía. En El rayo que no cesa, se configura su mundo personal y poético, donde el centro lo ocupa el amor vivido como un sentimiento trágico, y de esta contradicción surge la pena, un rayo que se le clava en el corazón y le hace concebir la muerte. En esta obra también se ajustan sus modelos y su yo íntimo, con un cancionero que entronca con la lírica del amor cortés. De esa tradición se retoma la queja dolorida, la amada esquiva y el amor como muerte.
Las metáforas más elementales son los tópicos fuego/nieve, que expresan el contraste entre pasión y desdén, y también la blancura que representa la pureza del tú lírico femenino. El cuchillo, la espada y la espina apuntan a una tortura amorosa. Pero la imagen central es el símbolo del toro, que está llena de matices; representa la figura del amante, las fuerzas primarias y elementales, y el trágico destino de una lucha acabada en sacrificio.
En Viento del pueblo, el motivo del amor queda relegado y apenas aflora, asociado con el heroismo, como en los poemas del Cancionero del esposo soldado, donde el poeta ya no es el amante atormentado, sino la voz que enaltece la fuerza fecundadora de la esposa, la vida salvada del fruto del hijo y el soldado, para quien el amor le da fuerzas para seguir luchando en las trincheras.
En El hombre acecha, hay una estructura arquitectónica en la que ocupa un lugar primordial la carta, que concentra el sentimiento amoroso vivido desde la lejanía de la amada y la proximidad de la muerte, donde predomina el tono amargo de la desolación, la tragedia de la guerra y la desconfianza hacia la condición humana. En el Cancionero y romancero de ausencias, el amor se dirige a su hijo y su esposa. Este libro es un diario íntimo de un tiempo de desgracia, como la muerte de su primer hijo y la condena a la pena de muerte. El yo social pasa a ser un yo más íntimo, un yo de la privacidad. La casa es el ámbito de la desolación, del vacío, y en la cárcel él vive abrazado por la fuerza de su pasión y la falta de la amada.
En El hijo de la luz y de la sombra, el día y la noche son los símbolos de la fuerza viril y femenina de la fecundación del esposo y la esposa.
Naturaleza
Miguel Hernández siempre escribía en el campo o en la sierra, ya que el paisaje levantino está repleto de sensaciones que arrancan versos como los de Canto exaltado a la naturaleza, y muchos de sus primeros poemas están fechados en la huerta. En efecto, algunos críticos han dicho que hay una tensión entre dos fuerzas: la capacidad imitadora de los modelos literarios y su finalidad en el ámbito de lo personal.
Los primeros títulos demuestran que se trata de cuadros con apuntes líricos de la vega oriolana del Segura, que fue el ámbito de su infancia. En Perito en lunas, hay una clave que es el astro que tiene por excelencia el símbolo de los ritmos vitales, regidor de los ciclos de la naturaleza, a la vez que evoca la belleza, lo ideal y lo mágico. La noria, la granada… aparecen como objetos poetizados, sublimados por el arte hermético y sensorial del barroco. Uno de los poemas que destacamos aquí es El silbo de afirmación en la aldea, ya que canta la serenidad y sana rudeza de la vida de la aldea para marcar el contraste con la ciudad; se recrea el tópico clásico de menosprecio de corte y alabanza de aldea.
En El rayo que no cesa, está el amor entendido como destino trágico, pero la naturaleza ya no es el marco idílico, sino que sus elementos se convierten en expresiones de la pena. El libro cumple la tradición lírica de los tópicos que son la queja dolorida, la amada esquiva y el amor como muerte, que aparecen como ejemplos en El rayo que no cesa, acompañando a la naturaleza la expresión de las distintas facetas de la pena. Desde un principio, el rayo simboliza la herida; también nos encontramos con el trueno, el vendaval y el huracán, que representan una íntima convulsión desatada en el amante. La contraposición clásica fuego-hielo son metáforas del amor y del desdén. También nos fijaremos en el toro, donde Miguel Hernández se compara en nobleza, virilidad y destino; también se centra en las fuerzas primarias y elementales y el trágico destino de una lucha que siempre acaba en el sacrificio. En el libro también nos encontramos con la Elegía a Ramón Sijé, que lo alza como un monumento a la amistad cargada de desesperación y desconsuelo, donde la naturaleza es un escenario imprescindible del dolor y de la muerte.
En Viento del pueblo, el compromiso social y político se imponen al carácter lírico, donde asume una función profética que proclama el amor a la patria amenazada y llama a los suyos a la gloria de los héroes. El viento simboliza la fuerza vivificadora; la denuncia de la injusticia se da en personajes ligados a la naturaleza como el niño yuntero. El poema Las manos enfrenta a los trabajadores terrestres y marinos, y el hombre se deshumaniza y pervierte la naturaleza con sus manos fangosas.
En El hombre acecha, lo colectivo pasa a ser el hombre que alude a la condición humana, y frente al viento vivificador hay un tono de amenaza. En este libro, la naturaleza muestra su lado más inhóspito. En este libro nos encontramos el poema La madre España, que llama a defender la tierra de España y simboliza el vientre.
En el Cancionero y romancero de ausencias, las imágenes representan emociones contrarias, y el rayo es el vínculo del amor ausente.
Vida y Muerte
Nos encontramos con las tres heridas que son el tríptico temático de su poesía: el amor, la vida y la muerte. Hay una estrecha relación entre vida y obra en Miguel Hernández, donde convierte en materia poética los siguientes acontecimientos: en las etapas de su vida y obra, están los comienzos de la naturaleza, que es el objeto poético como el bucolismo idealizado; el paisaje en Perito en lunas tiene una producción imitadora de los autores que lee, como Góngora y el barroco en general; el amor en El rayo que no cesa es un destino trágico, que compara sus tres tópicos: la queja dolorida, la amada esquiva y el amor como muerte; la guerra, que es el compromiso social y político, se encuentra en Viento del pueblo, que es lo colectivo, y la poesía es como un arma de lucha; y El hombre acecha, donde la condición humana es degradada. También nos encontramos con la ausencia y la cárcel en el Cancionero y romancero de ausencias, donde extraña a la esposa, al hijo muerto y al nuevo hijo, y tiene una autobiografía privada.