El Realismo en España
El Realismo literario se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX. Como es habitual, llegó a España con cierto retraso. Los maestros del Realismo europeo, excepto los rusos, habían publicado lo mejor de su obra antes de 1850. En España se considera que no se consolida hasta la publicación de La Fontana de Oro, de Benito Pérez Galdós, en 1870. No obstante, el Realismo encontró en España una serie de antecedentes que facilitaron su triunfo: las traducciones de obras extranjeras, la tradición realista del Siglo de Oro y los cuadros de costumbres de la primera mitad del siglo.
Características del Realismo
En Literatura, el Realismo se caracteriza por:
- El interés por la realidad: La rigurosa observación de la vida y la documentación son fundamentales. Stendhal había definido la novela como “un espejo que se pasea a lo largo del camino”.
- La pintura de costumbres: En la obra de los principales novelistas, se encuentra un amplio fresco de la realidad de la época, lo que produjo un auge de la novela regional. Cada autor tiende a situar sus argumentos en aquellos escenarios que mejor conoce. De ese modo, las novelas de Clarín o Palacio Valdés suelen estar ambientadas en Asturias, las de Emilia Pardo Bazán en Galicia, las de Juan Valera o Pedro Antonio de Alarcón en Andalucía, las de José María de Pereda en Santander, las de Vicente Blasco Ibáñez en Valencia, y las de Benito Pérez Galdós, madrileño de adopción, en Madrid.
- La pintura de caracteres: Muchas novelas se centran en un personaje del que se estudian sus comportamientos y motivaciones, lo que se puede llamar una novela psicológica.
- Propósito social o moral: Una vez observada y descrita la realidad, es lógico esperar una actitud crítica ante las lacras que se observan y, a continuación, una denuncia de sus causas. Este es el origen de la llamada “novela de tesis”, que dividió a los autores españoles en dos grupos: por una parte, los que consideraban que la causa de todos los males del momento estaba en la sociedad moderna, descreída, egoísta y materialista (Alarcón, Pereda, Coloma, Palacio Valdés…); y por otra, los que la veían en la permanencia de la sociedad tradicional, supersticiosa y fanática, que impedía con sus manejos oscurantistas que triunfasen definitivamente los ideales de progreso y libertad (Clarín, Galdós, Pardo Bazán, Blasco Ibáñez…).
- Ideal de objetividad: Una vez superada esta fase de novelas de buenos y malos, el novelista aspira a aparecer como un simple cronista que sólo cuenta lo que ve o lo que le han contado. Pero, en realidad, el autor es omnisciente y se hace presente en reflexiones personales y comentarios sobre la actuación de sus personajes.
- El estilo: Se caracteriza por una progresiva eliminación de la retórica grandilocuente de los románticos, reemplazada por la descripción minuciosa de personajes y ambientes, que tiene su continuación en un reflejo cada vez más fiel del habla coloquial, y, desde luego, en una adaptación de la prosa a la índole de cada personaje.
- Los temas: Son los contemporáneos, principalmente los problemas (laborales, económicos, amorosos) de las clases medias urbanas, que eran también las lectoras de este tipo de novelas.
El Naturalismo
En un cierto momento, estas características se radicalizaron en el llamado Naturalismo. Según Émile Zola, su creador, la novela no debía contentarse con observar la realidad, sino que debía experimentar con ella. La novela debía ser un medio para estudiar y transcribir el comportamiento del hombre partiendo de una concepción materialista de la vida: el hombre actúa impulsado por el peso de las circunstancias físicas que lo envuelven (herencia genética, educación, presión social). Por lo tanto, describiendo minuciosamente estas circunstancias, se pueden explicar o predecir los comportamientos de los personajes. Y es lo que hacen los naturalistas: colocan a sus personajes en determinadas situaciones y explican sus actos por la influencia fatal de estas circunstancias. Por eso mismo, sus personajes característicos son aquellos en los que es más evidente el influjo de las circunstancias: tarados, alcohólicos, psicópatas… Por último, piensan los naturalistas que no es posible combatir la dependencia del hombre respecto a sus circunstancias ambientales, pero sí es posible cambiar estas circunstancias, por lo que es necesaria la lucha contra una organización social injusta, lo que llevó a muchos de estos escritores a la actividad política.
El Naturalismo en España
En España, Emilia Pardo Bazán fue la teórica del Naturalismo con una serie de artículos con el título general de La cuestión palpitante, en los cuales adapta el Naturalismo a España, rechazando, por ejemplo, el determinismo y las demás bases ideológicas de la escuela, en nombre de una concepción cristiana del hombre, pero aceptando el derecho del artista a mostrar las lacras humanas, lo que exigía la presencia en la novela de ciertas realidades hasta entonces consideradas poco convenientes: la pintura de ambientes turbios, el relato de situaciones escabrosas, el énfasis en la fuerza de los condicionamientos sociales, es decir, llevar a sus últimas consecuencias los procedimientos de documentación y reproducción de la realidad.