El compromiso ético de los autores de los años 50
La literatura debía cumplir la función de informar al lector sobre lo que no aparecía en los medios de comunicación y sensibilizarlo. La censura política, religiosa y sexual seguía vigente, por lo que los autores de los años 50 plantearon un compromiso ético ante la realidad.
La aparición del realismo crítico
En 1951, el régimen franquista comenzó a liberalizarse lentamente para lograr aceptación internacional. Como consecuencia, surgieron nuevos novelistas que desarrollaron una nueva corriente: el realismo crítico. Estos autores estaban comprometidos con la sociedad y consideraban que la literatura debía ser ‘útil’ para cambiar el mundo, siguiendo la propuesta de Jean-Paul Sartre.
Características del objetivismo y el realismo crítico
El objetivismo se caracterizaba por el empleo de técnicas narrativas que destacaban la desaparición del narrador, dando lugar a que el lector se involucrara en la novela para extraer sus propias conclusiones. Se daba un predominio del diálogo, una condensación espacio-temporal y una preferencia por personajes colectivos que interactuaban con personajes representativos.
Temáticas y obras representativas
Los temas se basaban en la sociedad española contemporánea, plasmada en libros que abordaban el mundo rural y obrero urbano, la vida burguesa y la Guardia Civil. Obras destacadas de esta corriente fueron ‘La colmena’ de Cela, ‘El camino’ de Delibes y ‘El Jarama’ de Sánchez Ferlosio.
El legado de Camilo José Cela y Rafael Sánchez Ferlosio
Camilo José Cela sentó las bases de la novela de los años 50 con su obra más representativa, ‘La colmena’, que reflejaba la miseria de Madrid y destacaba la figura del personaje colectivo. Por otro lado, Rafael Sánchez Ferlosio, premio Nadal en 1955, escribió ‘El Jarama’, una crónica de un grupo de jóvenes junto al río Jarama que ofrecía una visión fatalista de la vida.
La novela española de posguerra y el realismo crítico
Tras la Guerra Civil, la novela española de posguerra se caracterizó por la pérdida de numerosas referencias literarias debido a la muerte de algunos escritores, el exilio y la censura oficial. Los narradores más jóvenes debieron crear una nueva tradición novelística, tomando como modelos a autores como Galdós o Baroja. Apareció la novela existencial, que pretendía transmitir la angustia de la población española bajo las consecuencias de la guerra, desarrollando el Tremendismo.
En esta etapa surgieron obras como ‘La familia de Pascual Duarte’ de Camilo José Cela, que rompió con la novela socio-política y se centró en la vida de un hombre pueblerino con una capacidad social nula. También destacó ‘Nada’ de Carmen Laforet, una novela ambientada en la Barcelona de los años 40 que reflejaba la soledad y la angustia de una joven en un entorno urbano golpeado por la guerra.