El Siglo XVIII Europeo: El Inicio de la Modernidad
El siglo XVIII es una época decisiva en la historia de la cultura de Occidente, ya que es el punto de arranque de un movimiento expansivo que llega hasta nuestros días.
Cambios Sociales, Económicos y Políticos
Socialmente, asistimos al auge y consolidación definitiva de la burguesía, grupo que haría desaparecer la vieja sociedad estamental, en favor de la nueva sociedad de clases.
Económicamente, es fundamental el proceso de industrialización iniciado por la burguesía, pues dio pie a la constitución de las sociedades contemporáneas.
Políticamente, el régimen dominante es el Despotismo Ilustrado, que combina una estructura estamental jerarquizada con la potenciación económica de la burguesía y el impulso de los valores de trabajo y eficacia.
La Razón como Motor de la Sociedad
Culturalmente, nos hallamos ante una etapa de optimismo, pues se invierte en innovaciones, reformas e inventos, y se fomenta la investigación racional. La razón se convierte en motor de la sociedad: frente a épocas de oscurantismo y superstición, se potencia el racionalismo como única forma de caminar hacia el progreso en distintos órdenes de la vida. Por ello, el siglo XVIII ha sido denominado Siglo de las Luces o Ilustración.
Marco Histórico Español
Con el siglo XVIII se instaura una nueva monarquía en España, ya que el último de los Austrias, Carlos II, murió sin descendencia. Francia logra que el duque de Anjou sea nombrado rey de España con el nombre de Felipe V; sin embargo, Gran Bretaña y Austria se oponen y dan su apoyo a otro candidato, el archiduque Carlos de Austria. Por este motivo, se inicia la Guerra de Sucesión.
El pensamiento ilustrado, ya cultivado en Francia durante el siglo XVII, tardará en llegar a España. Ello se debió, principalmente, a la existencia de una estructura social desequilibrada, en la que una gran masa rural se enfrentaba a una clase noble dirigente anclada en el pasado y en sus privilegios. Los índices de alfabetización eran, por otra parte, bajísimos. Por estos motivos, la renovación cultural, científica y técnica fue lenta y tardía. Las nuevas ideas no comenzaron a difundirse hasta los reinados de Fernando VI y, sobre todo, de Carlos III, época en que se emprenden fructíferas reformas sociales, agrarias y educativas. El siglo concluirá con el reinado de Carlos IV, al que puso fin, a su vez, la Guerra de la Independencia.
Cambios Sociales y Educativos
En el terreno social, esta época se caracterizó por los movimientos de población, que se fue concentrando en Madrid, País Vasco y Cataluña, regiones donde se estaba produciendo un auge económico.
Por otra parte, aumenta la clase media y se produce un descenso de la nobleza y del clero. También se produce la revalorización del concepto de trabajo y de la educación, por lo que crece el número de universitarios. Por primera vez en este siglo, se plantea la enseñanza como un servicio público que debía ser controlado y dirigido por el Estado. La universidad vive un periodo de reformas que conduce a su modernización, con la implantación de ciencias experimentales y métodos racionalistas. Destaca la labor de Pablo de Olavide, quien llevó a cabo el Plan General de Estudios de 1768, en el que predominaban las disciplinas científicas sobre la Filosofía y la Teología.
La Literatura Española en el Siglo XVIII
El siglo XVIII asiste a la desaparición progresiva del Barroco y a la aparición de nuevos estilos propiamente dieciochescos.
Posbarroco
Así se denomina el estilo cultivado durante la primera mitad del XVIII, que enlaza, formal y temáticamente, con el estilo propio de la centuria anterior.
En esta primera mitad de siglo, aún se imita la dificultad barroca y las formas culteranas y conceptistas, si bien ha desaparecido el pesimismo anterior y se observa una visión del mundo más optimista. Podemos comprobarlo en la novela de tipo picaresco de Diego de Torres Villarroel, Vida, que, pese a ser una imitación del Buscón de Quevedo, nos plantea la historia de un burgués que consigue ascender socialmente gracias a sus méritos.
Rococó
Con este término, aludimos a un arte juguetón y superficial que aboga por el buen gusto, la coquetería, la gracia y el ingenio. Lo sensual y galante no es ajeno a este estilo. Se trata, en definitiva, de la cara íntima de la Ilustración.
Neoclasicismo
Es el estilo oficial del Despotismo Ilustrado y ha sido considerado como el más característicamente dieciochesco. Ya conocemos sus rasgos definitorios: el didactismo, el utilitarismo y la búsqueda de un arte reflexivo sustentado en la razón. Frente a la fantasía y la originalidad, el Neoclasicismo defiende un arte austero, basado en la imitación de los clásicos y la adopción de unas normas estéticas predefinidas. Las preceptivas literarias se pusieron de moda en un deseo de volver a la literatura clásica. Esto fue notable, especialmente en el teatro, donde se aplicó de forma estricta la regla de las tres unidades.
Prerromanticismo
El Prerromanticismo presenta una serie de elementos que se escapan del dominio de la razón y que anuncian la llegada del estilo romántico propio del siglo XIX, si bien nunca se pierde de vista lo racional. De este modo, en ciertas obras, observamos una especial atención a lo melancólico, los paisajes nocturnos, el culto a las fuerzas de la naturaleza y los temas fúnebres.
Edward Young (1683-1765)
Poeta británico famoso por sus Lamentos o pensamientos nocturnos sobre la vida, la muerte y la inmortalidad, más conocido como Las noches, un largo poema de unos diez mil versos. En esta obra, un viajero solitario reflexiona lúgubremente en un cementerio. Young forma parte de los llamados poetas del cementerio, un grupo de poetas prerrománticos ingleses del siglo XVIII, caracterizado por sus meditaciones melancólicas sobre la mortalidad en el escenario del cementerio. Sin duda, Las noches, de Young, influyeron especialmente en el español José Cadalso, autor de las Noches lúgubres.
La Prosa: El Ensayo
Si bien no faltan algunas manifestaciones de prosa novelesca, es el ensayo, sin duda, el género prosístico más importante del siglo XVIII en España. Este género, que se ajusta plenamente a los presupuestos didácticos y utilitarios de la Ilustración, trajo consigo un nuevo estilo de prosa, caracterizado por ser llano, directo, natural y preciso. La prosa ensayística no trata de despertar la emoción del lector, sino que busca la reflexión. El ensayo dieciochesco impulsó el español como lengua de la ciencia y la filosofía, frente al latín que, a pesar de todo, seguía siendo la lengua oficial universitaria. El padre Benito Jerónimo Feijoo fue el iniciador de este género, que pronto halló en la prensa periódica su canal idóneo de divulgación. Destacan publicaciones como el Diario de los literatos de España.
Otro de los principales prosistas del siglo fue Gaspar Melchor de Jovellanos.
José de Cadalso
José de Cadalso, una de las figuras fundamentales del siglo XVIII, cultivó diversos géneros literarios, pero es en la prosa donde alcanza sus más altas cotas expresivas. En 1772, publica Los eruditos a la violeta. Se trata de una gran sátira contra los falsos intelectuales. En 1793, se editaron sus Cartas marruecas, colección de noventa y una epístolas en las que vierte sus pensamientos sobre la sociedad y la cultura españolas.
El Teatro
Durante todo el siglo XVIII, los teatros siguieron ofreciendo piezas que continuaban, con poca innovación y apenas mérito alguno, la estética barroca, en especial las obras de Calderón de la Barca. Las novedades comenzarán a producirse en la segunda mitad del siglo, pese a que los cambios no serán bien recibidos, salvo por la minoría ilustrada. El género dramático, en este siglo, se vio envuelto en varias polémicas. En primer lugar, se discutió sobre la conveniencia o no del teatro. Los esfuerzos de los ilustrados iban destinados a conseguir un nuevo teatro que siguiera la regla de las tres unidades y que fuese escuela de buenas costumbres. Las nuevas obras debían buscar verosimilitud y presentar personajes y conflictos universales, de los que pudiera extraerse una enseñanza útil. Con todo, este tipo de teatro no obtuvo el favor del público. Autores destacables fueron Tomás de Iriarte, Jovellanos, Leandro Fernández de Moratín y Ramón de la Cruz.
Gaspar Melchor de Jovellanos: La Comedia Sentimental
Una de las novedades teatrales del siglo son las llamadas comedias sentimentales. Se trata de obras en las que se unen un contenido de tintes desgraciados con un desenlace feliz, según los gustos prerrománticos. Son consideradas el antecedente inmediato de los dramas románticos. El intelectual Jovellanos fue uno de los principales cultivadores de este género. El mérito de estas obras radica tanto en la incorporación de un lenguaje con un vocabulario científico o filosófico, como en el protagonismo de personajes de baja extracción social. Su obra El delincuente honrado es la más importante de este género.
Leandro Fernández de Moratín
Moratín es el creador por excelencia de la comedia neoclásica, que se caracteriza por tramas sencillas, respeto a la regla de las tres unidades y diálogos condensados y brillantes. Es, además, un buen creador de personajes.
En La comedia nueva, expone el conflicto entre el teatro posbarroco y el nuevo teatro. El resto de sus obras trata el tema de la educación de la juventud de su época. En esta pieza, se produce una igualdad total entre el tiempo real y el tiempo escénico.
Uno de los rasgos más interesantes de la comedia moratiniana es la visión de los jóvenes enamorados. Moratín creía que la severidad con que eran educados les llevaba a reprimir sus verdaderos pensamientos y sentimientos en presencia de sus mayores, con lo que acababan siendo totalmente incapaces de decirles la verdad.
El sí de las niñas está considerado hoy en día como una de las obras más representativas de la literatura española dieciochesca. Tanto por sus características formales como por su contenido, puede afirmarse que constituye una muestra representativa del pensamiento del autor y de la propia época, así como un ejemplo del tipo de obra teatral que preferían los dramaturgos ilustrados del siglo XVIII.
La historia narra los intentos de don Diego (59 años) por contraer matrimonio con doña Francisca. Doña Irene, madre de Paquita, no solo se muestra de acuerdo, sino que, por intereses económicos, concierta el casamiento. Doña Paquita, sin embargo, está enamorada del sobrino de don Diego, don Carlos, que también la ama. La situación se resuelve a favor de los jóvenes que, con el consentimiento de sus mayores, pueden hacer público su amor.
La obra respeta la regla de las tres unidades:
- Unidad de acción
- Unidad de lugar
- Unidad de tiempo
Los temas tratados tienen relación con la situación política de la época, más concretamente con la celebración de los matrimonios y la Pragmática de 23 de marzo de 1776, por la que el rey Carlos III obligaba a los hijos menores de 25 años a respetar la decisión paterna sobre su matrimonio.