El Teatro Español Anterior a la Guerra Civil
Valle-Inclán y García Lorca
En el primer tercio del siglo XX hay dos grandes tendencias que pugnan por consolidarse en los escenarios españoles. Por una parte, el teatro comercial, que responde a los gustos e intereses del público burgués y, por otra parte, un teatro renovador al margen de los beneficios económicos de los empresarios teatrales.
1. El Teatro Comercial
- Teatro poético: en verso, vinculado al modernismo y al drama romántico. Es un teatro que se refugia en el pasado heroico, habla de patriotismo y caballerosidad; vacío de contenido y con falta de compromiso. Destaca: Eduardo Marquina con Las hijas del Cid o En Flandes se ha puesto el sol.
- Teatro cómico: consolidado por Carlos Arniches. Incluye el sainete, pieza breve, con una visión estereotipada de la realidad, con escenas costumbristas, personajes esquemáticos y diálogos humorísticos. Por ejemplo: El Santo de la Isidra de Arniches o El patio de los hermanos Álvarez Quintero. Además del sainete, se cultivó la tragicomedia grotesca con inquietud moralizadora. Por ejemplo, La señorita de Trévelez. Por último, Pedro Muñoz Seca cultivó el astracán, un teatro de humor absurdo repleto de retruécanos y chistes fáciles, por ejemplo: La venganza de don Mendo.
- Comedia burguesa: consiste en un nuevo teatro realista que expone los comportamientos y costumbres de la burguesía, a través de personajes cultos, refinados y elegantes. Cultivó esta comedia Jacinto Benavente, por ejemplo, Los intereses creados.
2. Teatro Innovador
Al margen de las salas comerciales, hubo varios intentos de teatro renovador. Entre ellos, cabe mencionar el teatro de la Generación del 98, que comprende los dramas esquemáticos de Unamuno y el teatro antirrealista de Azorín. A ello hay que añadir el teatro vanguardista de Jacinto Grau, que cultivó tragedia y farsa como El señor de Pigmalión; y de Ramón Gómez de la Serna, que introduce la crítica a convencionalismos sociales como en Los medios seres, en la que los personajes aparecen pintados de negro por la mitad. También contribuyeron a la renovación otros autores de la Generación del 27 como Pedro Salinas o Alberti.
Sin embargo, fueron dos personalidades las que culminaron esta tarea innovadora, cuyas obras han traspasado nuestras fronteras, a saber, Ramón María del Valle-Inclán, dentro de la Generación del 98, y Federico García Lorca, perteneciente a la Generación del 27.
La Trayectoria Teatral de Valle-Inclán (1866-1936)
Valle-Inclán rechaza el realismo burgués y propone una total renovación de la escena española. Su teatro se divide en tres ciclos:
- Ciclo Mítico: Se trata de obras situadas en una Galicia intemporal, en un mundo de pasiones donde conviven lo sobrenatural, lo misterioso y la muerte. Lo componen las obras: Las comedias bárbaras: están formadas por Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de plata (1907-1922), Divinas palabras (1920) y El embrujado (1913).
- Ciclo de la Farsa: En esta etapa contrapone lo sentimental y lo grotesco para afrontar de otra manera la realidad y desmitificar la sociedad tradicional con un lenguaje cada vez más esperpéntico. Obras de esta etapa: Farsa infantil de la cabeza del dragón (1909), La marquesa Rosalinda (1912), Farsa italiana de la enamorada del rey (1920), Farsa y licencia de la reina castiza (1920).
- Ciclo del Esperpento: El esperpento sigue la tradición española representada por Quevedo y Goya. Intenta una deformación sistemática de la realidad para ofrecer su imagen grotesca. Se trata de una nueva estética, una visión crítica del mundo, despiadada. Además, comportan una intención renovadora de las formas literarias y del lenguaje. En el esperpento se deforman los personajes, pero también hay deformación idiomática: mezcla de registros elevados con formas de hablar castizas, de jerga o tabernarias. El ciclo se inicia con Luces de bohemia (1920): La acción transcurre en las calles de Madrid. Max Estrella recorre sus calles junto con don Latino de Híspalis: tabernas, librerías, etc. Hasta que fallece en el quicio de su casa. La obra es una crítica de la situación de España y una denuncia de la falsedad y la hipocresía social. Después escribe Martes de carnaval que incluye: Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927).
La Trayectoria Teatral de Federico García Lorca (1898-1936)
Dirigió el grupo La Barraca con el que llevó las obras clásicas del Siglo de Oro a las zonas rurales de España. Su actividad teatral se desarrolla en tres etapas:
- Teatro de filiación modernista en verso: El maleficio de la mariposa (1919): drama que simboliza la pérdida de la inocencia infantil con la irrupción de la fuerza del Amor. El poeta se enamora de la Mariposa que representa el ideal inalcanzable y ello produce frustración. Mariana Pineda (1923) está escrita en verso. Dramatiza el intento frustrado de esta heroína, ejecutada en Granada en 1831, de enarbolar los estandartes del amor y la libertad.
- Búsqueda de nuevas formas: En un primer momento cultiva la farsa, bien para guiñol (Retablillo de don Cristóbal), bien para personas como La zapatera prodigiosa o Amor de don Perlimpín con Belisa en su jardín, que tratan sobre el matrimonio desigual entre un hombre mayor y una joven. Posteriormente, se centra en un teatro vanguardista, muy simbolista y surrealista, con gran dificultad en su puesta de escena, que el propio Lorca calificó de “comedias imposibles”. Son obras vanguardistas El público (1930), que versa sobre el amor homosexual, y Así que pasen cinco años (1931), en la que se habla de la nostalgia, el paso del tiempo y la frustración con un lenguaje surrealista plagado de símbolos.
- Obras de madurez: Su trayectoria como dramaturgo culmina con un teatro cada vez más desnudo y más esencialmente humano. Componen esta etapa cuatro piezas con protagonista femenino que denuncian la opresión de la mujer en la sociedad. Bodas de sangre (1932) y Yerma (1934), están escritas en verso y en prosa. La primera trata sobre la represión de los impulsos amorosos. La Novia se escapa con su amante el día de su boda y es perseguida por la familia del novio. El novio y el amante mueren en un enfrentamiento. La segunda aborda el tema de la maternidad frustrada. La mujer acaba asesinando a su marido cuando descubre que este no quiere tener hijos, y así toma las riendas de su destino. El tema de la frustración amorosa y la crítica a las convenciones sociales absurdas despunta en Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores (1935). Por último, La casa de Bernarda Alba (1936) es un “drama trágico” que representa el enfrentamiento entre el poder y la libertad. Bernarda tiene sometidas bajo su yugo a sus cinco hijas, a las que impone un riguroso luto y unas férreas normas de conducta. Ante esto, las únicas salidas son la sumisión, o bien la locura (María Josefa) o el suicidio (Adela, hija que representa la libertad y la pasión sexual).