El Teatro Español desde 1939: Evolución, Tendencias y Autores Clave

El teatro en España, desde 1939 hasta nuestros días, ha experimentado una notable evolución, marcada por diversas tendencias, autores y obras representativas. La situación teatral tras la Guerra Civil estuvo condicionada por la censura, la represión y el exilio de artistas e intelectuales, lo que generó un ambiente cultural anómalo. El asesinato de Federico García Lorca, la muerte de Valle-Inclán y Unamuno, y el exilio de Alberti, Max Aub y Alejandro Casona, dejaron a los nuevos autores sin figuras de referencia para impulsar un teatro innovador y ambicioso.

El Teatro en los Años Cuarenta

El teatro de la primera posguerra se caracterizó por la preferencia por la comedia y el carácter evasivo. Destacan:

  • La comedia burguesa: Heredera de la obra de Benavente, con autores como Joaquín Calvo Sotelo, José López Rubio o Edgar Neville, que cultivaron un teatro estéticamente convencional e ideológicamente conservador. Su objetivo principal era entretener a la clase media urbana, reforzando valores tradicionales, una ideología conservadora y finales felices. Los temas recurrentes incluían la búsqueda de la felicidad, la infidelidad, los celos, la oposición entre lo español y lo extranjero, el triunfo de los buenos sentimientos y el autoengaño para evitar el sufrimiento. Destaca “El baile” (1952), de Edgar Neville.
  • La comedia del disparate: Representada por Miguel Mihura (“Tres sombreros de copa”) y Enrique Jardiel Poncela (“Eloísa está debajo de un almendro”). Se caracterizaba por un humor absurdo de tipo vanguardista, incorporando sucesos inverosímiles o fantásticos, y buscando la comicidad a través de la agudeza verbal y la creación de situaciones insólitas.

El Teatro en el Exilio

Paralelamente, dramaturgos españoles exiliados como Rafael Alberti (El adefesio), Max Aub (San Juan) y Alejandro Casona (La dama del alba, La barca sin pescador) continuaron escribiendo teatro.

Los Años 50: El Teatro Comprometido

El teatro realista intentó renovar la escena española y manifestar su oposición a la dictadura. Las obras abordaron temas como la injusticia social, la explotación, la vida de la clase media y baja, y la condición humana de los humillados y marginados. El estreno de “Historia de una escalera” en 1949 marcó el comienzo de un teatro testimonial, que miraba de cara a los problemas cotidianos de personajes realistas. En los años 50, se abrió paso un teatro comprometido con la realidad social y política del país, con dos vertientes:

  1. El realismo simbólico de Antonio Buero Vallejo: En obras como “Historia de una escalera”, reflexionaba sobre el sentido de la vida, la condición humana y la frustración. También escribió tragedias con personajes históricos para reflexionar sobre el presente (El sueño de la razón, sobre Francisco de Goya), utilizando elementos simbólicos (la ceguera en El concierto de San Ovidio o En la ardiente oscuridad) y efectos de inmersión (La Fundación) para concienciar al espectador sobre la trágica condición humana y la falta de libertad.
  2. El teatro de agitación política y social de Alfonso Sastre: Sus dramas (Escuadra hacia la muerte, La taberna fantástica) contenían una denuncia explícita de las injusticias sociales y la situación política de España. Lauro Olmo, con La camisa, abordó la emigración, la miseria y la marginalidad.

Años Sesenta y Setenta: Renovación Formal

Dentro del teatro comercial, continuaron triunfando las comedias de Mihura, Jaime de Armiñan, Ana Diosdado y, sobre todo, Antonio Gala (Los verdes campos del Edén, Anillos para una dama, El hotelito). Paralelamente, surgió una corriente de nuevos autores que consideraban agotado el realismo social y buscaban nuevas propuestas estéticas, aunque muchas veces sus obras también contenían crítica social. En la década de los 60, el teatro se concibió como un espectáculo total que incorporaba técnicas de otras artes como la danza, el cine o el circo.

El Teatro Experimental: Vanguardia

Influenciados por el surrealismo, el teatro del absurdo y el teatro de la crueldad, estos autores reaccionaron contra el teatro realista, proponiendo un teatro provocador, cargado de elementos simbólicos e irracionales. Destacaron:

  • Fernando Arrabal: Con su teatro pánico, buscaba sobrecoger o escandalizar al espectador mediante la violencia, el sexo o la locura en obras como Pic-Nic o El cementerio de automóviles.
  • Francisco Nieva: Desarrolló en su teatro furioso una crítica de la España tradicional, a través de un lenguaje dramático caracterizado por el erotismo y la desinhibición verbal, con elementos del carnaval y el esperpento. Obras: Pelo de tormenta, Nosferatu.

El Teatro en Democracia

A partir de 1975, el teatro en España estuvo condicionado por dos factores: el apoyo institucional y la pérdida de importancia del dramaturgo y del texto dramático. Esto último tuvo dos consecuencias: la importancia del director de escena y la aparición de grupos de teatro independiente (Els Joglars, La Fura dels Baus, Tábano, Comediants…) con tendencia a la creación colectiva y al teatro no verbal. A partir de los años 80, se produjo un retorno al texto dramático, con la recuperación de la figura del autor teatral. En el teatro de los ochenta destacaron José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro) y José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!), así como Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano), quienes recuperaron una técnica más realista y abordaron asuntos de la sociedad contemporánea: droga, terrorismo, xenofobia, violencia de género… Pretendían recuperar la conexión con el público con tramas comprensibles y personajes con coherencia psicológica, aunque a veces aportaban elementos simbólicos o alegóricos. Otros autores: Ana Diosdado (Los ochenta son nuestros).

A partir de los años 90 irrumpió un grupo de dramaturgos con dos vertientes:

  • Un teatro de experimentación radical: Influido por el teatro de la crueldad, en el que se inscriben Angélica Lidell y Rodrigo García.
  • Teatro de la palabra: Basado en la importancia del texto dramático, cuyo principal representante es Juan Mayorga, quien reflexiona sobre las distintas formas de opresión o dominación, y la indefensión de las víctimas ante el abuso y la violencia ejercida por los otros. Obras: De amor a Stalin, Hamelín. Otros autores: Gracia Morales (Como si fuera esta noche).