La narrativa española antes de 1939
La narrativa anterior al 39 presenta dos generaciones: la Generación del 98 y el Novecentismo.
La narrativa de la Generación del 98
Estamos ante una época dominada por una sensación de crisis y decadencia cultural. Se produce un rechazo del realismo y del racionalismo positivista. En la novela se introducen modificaciones con respecto a la narrativa anterior, la realista. En 1902 se publican en España cuatro obras significativas: La voluntad de Azorín, Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja y Sonata de otoño de Valle-Inclán.
Este grupo se caracteriza por:
- Crítica de los males de España: se escribe contra el caciquismo, las glorias pasadas y males nacionales: el hambre y la ignorancia.
- Pesimismo ante la situación histórica (la pérdida de las últimas colonias es tomado como el desmoronamiento de los valores sociales y espirituales.
- Influencia de la filosofía (frente al dogmatismo aparecen los planteamientos existencialistas de Kierkegaard y Schopenhauer en los que predominan la falta de sentido de la vida, la duda existencial y el escepticismo).
- El dolor de España (nace de un profundo patriotismo, centralista y casticista, representado en Castilla);
- El subjetivismo (la realidad queda teñida por la sensibilidad personal);
- Renovación estética o estilo (huyendo de las formas retóricas burguesas del XIX como el retórico mismo y el prosaísmo, busca la sobriedad, usando palabras tradicionales y castizas; los géneros que cultivan son la novela -Unamuno, Baroja, Azorín-, el ensayo (Azorín); y en menor medida el teatro (Valle-Inclán) y la poesía (Antonio Machado y Unamuno).
Dos notas son fundamentales en esta nueva orientación de la novela:
A) El subjetivismo o antirrealismo. No se persigue, como en la estética realista, la reproducción exacta de la realidad, sino la expresión de la realidad interior.
B) Concepción totalizadora. La novela es un género multiforme, en el que tienen cabida también la reflexión filosófica, el ensayo, el lirismo… (Azorín habla de novela permeable).
Autores representativos de la Generación del 98
- Unamuno. Trata temas como la tradición, la intrahistoria y el concepto de España, la conciencia trágica de la existencia y la sed de eternidad. Estos temas se plasman en sus «nivolas», caracterizadas por la desnudez narrativa, la audacia formal, una máxima presencia del diálogo y ausencia de hilo argumental previo. Entre sus obras sobresalen Amor y pedagogía, Niebla, La tía Tula, San Manuel Bueno, mártir, y el ensayo titulado Cómo se hace una novela.
- Valle-Inclán. El esperpento, subgénero dramático basado en la burla aparente, la crítica profunda y la animalización de los caracteres se lleva también a la narrativa. La trayectoria novelística de Valle comienza por una etapa de modernismo inicial (Sonatas); continúa con una fase intermedia (ciclo de la Guerra Carlista: Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño); y, por último, hallamos la etapa del esperpento con el ciclo de novelas tituladas genéricamente «El ruedo ibérico»: Tirano Banderas, La corte de los milagros, Baza de espadas.
- Pío Baroja. Su narrativa es una mezcla de pesimismo y vitalismo; posee también ciertos tonos moralistas, radicales e individualistas. Sus obras nos presentan el proceso de aprendizaje de la vida de sus protagonistas a través de la experiencia y el diálogo. Baroja concibe la novela como «un saco donde cabe todo»; su aspiración es «escribir con sencillez». Su extensa producción novelística puede dividirse en las trilogías «La lucha por la vida» (La busca, Mala hierba, Aurora roja), «Tierra vasca» (Zalacaín el aventurero, La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz) y «La raza» (La dama errante, La ciudad de la niebla, El árbol de la ciencia).
- José Martínez Ruiz, «Azorín». Posee un estilo narrativo impresionista, con fuertes dosis de lirismo; una sintaxis nominal, una preferencia por la frase corta, el tiempo verbal suele ser el presente; las novelas presentan una estructura fragmentada con predominio de los descriptivo, con tramas argumentales mínimas; se aprecia asimismo un uso abundante del diálogo y una mínima acumulación de detalles.
Obras: La voluntad, Las confesiones de un pequeño filósofo, Doña Inés.
La narrativa del Novecentismo
Se caracteriza por el anti-realismo, anti-romanticismo y anti-noventayochismo. Los escritores son cosmopolitas y europeístas. Defienden la pureza formal y estilística de sus obras, que pretenden configurar un arte selectivo y minoritario. Poseen una sólida formación universitaria y un marcado talante liberal. Se decantan por una novela deshumanizada, alejada del sentimiento; pretenden reflexionar sobre la inteligencia creadora del hombre.
Destacaremos a los escritores que introducen novedades importantes en el tratamiento de las novelas. Y entre ellos los principales serán Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró. Gran influencia tendrá la figura de Ramón Gómez de la Serna, pero más en el terreno de la poesía. Todos estos autores suponen una superación de los patrones o esquemas narrativos anteriores, aunque cada uno por un camino distinto: el lirismo (Gabriel Miró), la ironía o el humor (Ramón Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flores), el intelectualismo (Pérez de Ayala) o la deshumanización.
- Gabriel Miró. Destacan sus obras Nuestro Padre San Daniel (1921), y El obispo leproso (1926), que forman un bloque. Transcurren en Oleza (trasunto de Orihuela), representación de un mundo nebuloso, casi desaparecido, que el autor pretende rescatar. Las cerezas del cementerio (1910) y El abuelo del rey (1915) son otras obras importantes.
- Ramón Pérez de Ayala(1888-1962) Comienza escribiendo en una estética noventayochista para pasar después a la novela “intelectual”. Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G.-de La Pata de la raposa (1912) y Troteras y danzaderas (1913) Belarmino y Apolonio (1921). Pérez de Ayala pretende “reflejar la crisis de la conciencia hispánica desde principios de este siglo”.
- Ramón Gómez de la Serna. La base de su producción literaria es la greguería, frase o apunte breve que encierra una pirueta verbal o una metáfora insólita: “Humorismo + Metáfora = Greguería”.
Como novelista, Ramón rompe los moldes del género. En sus obras cabe de todo. La más famosa es El torero Caracho (1927). No podemos olvidar El Novelista (1924), historia de un autor en busca de motivos para sus novelas y de imaginación. El doctor inverosímil (1921) narra la historia de un médico que cura por medio de extraños métodos.
La novela hacia 1927
En los mismos años en los que llega a su auge la generación poética del 27 están escribiendo en líneas distintas otros grupos de autores como el formado por novelistas republicanos que padecieron el exilio: Juan Chabás, Rosa Chacel, Juan José Domenchina, Esteban Salazar Chapela, Max Aub o Francisco Ayala.
La narrativa desde 1940 a los años 70
La novela de los años 30 (como la poesía) había tendido hacia la rehumanización y el compromiso social, tras abandonar la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel, quienes al acabar la guerra marchan al exilio por su apoyo a la República. Su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia sobre el tema de la guerra.
La novela de los primeros años de posguerra
En 1939 el panorama cultural es desolador; muchos autores se han exiliado y la literatura se encuentra determinada por la presión de la censura, que impide que se pueda expresar una denuncia explícita.
La década de los 40 se centra en historias individuales de extremada crudeza, dentro de lo que se ha venido en llamar el realismo tremendista, estilo que pone el acento en los aspectos más sórdidos y desagradables de la realidad, pero evitando referencias sociohistóricas concretas para no chocar con la censura del momento.
Hay en este momento dos tendencias narrativas: LA NOVELA EXISTENCIAL y EL TREMENDISMO
1.-NOVELA EXISTENCIAL: lo existencial se convierte en uno de los temas fundamentales de la narrativa. Paralelamente a lo que ocurre en la poesía desarraigada, la desorientación, la hostilidad de la vida y la angustia marcan los motivos de parte de la novela de estos años.
- 1944: Nada de Carmen Laforet (Premio Nadal): la trama recoge hechos cotidianos de su vida, inmersa en la incomunicación y el desencanto.
- 1947, La sombra del ciprés es alargada, Miguel Delibes: novela impregnada de preocupaciones existencialistas, como la obsesión por la muerte y por la infelicidad.
2.- EL TREMENDISMO: algunas novelas reflejan los aspectos más desagradables y brutales de la realidad para efectuar una reflexión profunda sobre la condición humana.
- 1944, La familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela: la novela narra un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen verosímiles por el tipo de protagonista y por el ambiente. Como un nuevo pícaro, Pascual Duarte narra su biografía para que entendamos cómo ha llegado a ser un condenado a muerte.
También se dan otras tendencias como la novela fantástica y humorista (Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado) o el realismo tradicional más convencional (Ignacio Agustí, Mariona Rebull).
Década de los 50. El realismo social
Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales, en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria trae cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades o la difícil inserción de estas personas en los suburbios urbanos. Al mismo tiempo, los jóvenes que han vivido la guerra como niños o adolescentes empiezan a manifestar actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y vencidos.
Para muchos, La colmena de Cela, publicada en 1951, es un precedente de la novela social. En ella con más o menos realismo aparece reflejada la sociedad del momento (la de la inmediata posguerra).
Se observan dos grandes tendencias:
a) El neorrealismo. Que se centra en los problemas del hombre como ser individual (la soledad, la frustración…): Ana Maria Matute, Ignacio Aldecoa, (El fulgor y la sangre), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama, 1956; novela conductista; crónica de un día de domingo de un grupo de jóvenes junto al río Jarama que se desarrolla en dieciséis horas de un domingo veraniego. Destaca el contrapunto entre el habla expresiva y popular del pueblo y la empobrecida e impersonal de los excursionistas madrileños. La presencia casi total del diálogo contribuye al máximo objetivismo) y Carmen Martín Gaite (Entre visillos).
b) Novela social (realismo social): se centra en los problemas de los grupos sociales. Jesús Fernández Santos (Los bravos, 1954), Jesús López Pacheco (Central eléctrica), Juan García Hortelano (Nuevas amistades, 1959, Tormenta de verano); Armando López Salinas (La mina)
El tema de la novela es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, las dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales; la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa. El estilo de la novela realista es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa, se pretende llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes.
Al igual que en la poesía, se produce un paso del yo al nosotros; las novelas se centran no en el conflicto particular de un protagonista individual, sino en los problemas de un conjunto de personajes. Se trata de novelas de protagonista colectivo (también llamadas novelas corales).
Se observa en esta década la influencia de las técnicas narrativas extranjeras (Le nouveau roman francés y la Lost Generation anglosajona), así como una tendencia al objetivismo y al neorrealismo.
Los andaluces Alfonso Grosso (La zanja) o José Manuel Caballero Bonald (Dos días de septiembre) también sobresalen en este decenio. Los conflictos sociales son el eje central de muchas de estas novelas, en las que el estilo, con frecuencia, se vuelve deliberadamente coloquial, como forma de acercarse al habla viva.
La novela de los años sesenta: entre la preocupación social y el experimentalismo
Durante la década de los sesenta se detecta un cierto agotamiento del realismo social y una clara evolución hacia la experimentación y la renovación.
Autores como Luis Goytisolo o Juan Goytisolo constituyen la avanzadilla de las nuevas tendencias.
- Los escritores españoles se dejan influir por los autores europeos (Proust, Kafka, Joyce), norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) o latinoamericanos (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez),
- Las novelas pasan a ser más complejas y experimentales, quizás dirigidas a un lector con mejor preparación intelectual que en los años cincuenta.
- Las novedades no afectan sólo al argumento o la estructura, también a la ortografía, ya que algunos autores suprimen los signos de puntuación, o los párrafos, y es frecuente que se mezclen los géneros.
- Ya no se pretende sólo denunciar la situación social, sino que también se persigue la experimentación de nuevas formas y elementos, como el perspectivismo argumental, el monólogo interior o los continuos saltos hacia atrás o hacia delante en el argumento.
En 1962 se publica Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Con estas obras se inicia una nueva forma de narrativa, mucho más preocupada por los aspectos formales (estilo, cuidado de la estructura, etc.). En esta misma corriente de novela experimental, hay que señalar la obra de Juan Goytisolo (Señas de identidad), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario) o Juan Benet (Volverás a Región).
La narrativa desde los años 70 a nuestros días
El ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española tras la muerte del general Franco (20 de noviembre de 1975), permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España. A ello contribuyó significativamente la desaparición de la censura (lo que supuso la publicación de novelas españolas prohibidas en nuestro país y editadas en el extranjero, expurgadas o inéditas), la recuperación de la obra de los escritores exiliados y un mayor conocimiento de la narrativa de otros países.
En los setenta hay autores que siguen cultivando la novela experimental e intelectual. Suelen prestar más atención a la forma que al contenido, ya que el argumento llega a casi desaparecer. Abundan las historias fragmentadas y los monólogos interiores. Este tipo de novela está dirigido a un lector inteligente y culto, con formación suficiente para comprender las dificultades sintácticas que los autores plantean. Es la llamada generación de 1975 o también generación de 1968 (mayo del 68): Eduardo Mendoza, Jesús Torbado, Lourdes Ortiz, José Mª Guelbenzu, Félix de Azúa, Juan José Millás, Vicente. Molina Foix, Soledad Puértolas, Adelaida García Morales, entre otros.
- La mayoría de los autores de este periodo se muestran contrarios al régimen de Franco y comienzan a publicar entre 1968 y 1975.
- Con la llegada de la democracia, la novela se hace más fácil y accesible de manera que se comienza a extender y a popularizar como el género más importante del final del siglo XX.
- Una gran parte de los autores vuelven a la narración tradicional, al estilo de los autores realistas del XIX o de los escritores de la Generación del 98.
- Comienzan a surgir nuevos subgéneros dentro de la novela con la finalidad de ampliar el panorama literario. Así, encontramos desde finales de los años setenta novelas policíacas, novela negra, de intriga, de ciencia-ficción, de aventuras, rosa, de espionaje…
- El mercado impone su peso a la literatura, de manera que se comienza a publicar con la finalidad de vender una gran cantidad de obras. Los autores se popularizan como creadores y recreadores de opinión en los distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). El término inglés best seller se asienta entre nuestros autores como sinónimo de calidad y triunfo.
- En los últimos veinte años ha crecido espectacularmente el número de publicaciones a causa de la gran cantidad de premios literarios que existen actualmente y del comercio que las editoriales han instaurado a través de grandes cadenas de distribución, como la Fnac, La Casa del Libro, El Corte Inglés o Círculo de Lectores.
En suma, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta años:
a)El carácter aglutinador. Acoge prácticamente todas las tendencias, modalidades, discursos, temas, experiencias y preocupaciones personales.
b)La individualidad. Cada novelista elegirá la orientación que le resulte más adecuada para encontrar un estilo propio con el que expresar su mundo personal y su particular visión de la realidad.
De modo que puede decirse que en las últimas décadas conviven:
a) Novelistas importantes de toda la posguerra: Delibes, Cela y Torrente Ballester sobre todo.
b) Algunos novelistas de la “Generación del 50”: Juan Goytisolo, Juan Marsé, Carmen Martín Gaite, etc.
c) Los novelistas del 75, que siguen publicando en su mayoría.
d) Nuevos escritores dados a conocer ya después del franquismo: Manuel Vicent, Julio Llamazares, Javier Marías, Luis Mateo Díez, Rosa Montero, Jesús Ferrero, Antonio. Muñoz Molina, Luis Landero etc.
Comienza, pues, una nueva época para la novela española, en la que se observan muy diversas tendencias:
- Novela de intriga: el barcelonés Eduardo Mendoza, con La verdad sobre el caso Savolta inaugura esta prolífica línea. Les siguen otros títulos como El misterio de la cripta embrujada o La aventura del tocador de señoras, entre otras. En la misma tendencia podemos situar al jiennense Antonio Muñoz Molina (autor de Beatus ille, Beltenebros, El invierno en Lisboa o El jinete polaco), a Arturo Pérez Reverte (El maestro de esgrima, La tabla de Flandes, ‘La piel del tambor, La carta esférica) o Manuel Vázquez Montalbán(autor de Galíndez, El estrangulador o la serie de novelas del detective Carvalho).
- Novela histórica: Eduardo Alonso (El insomnio de un día de invierno, Palos de ciego).Alberto Méndez: Los girasoles ciegos.
- Novela metaliteraria, en la que el propio hecho narrativo ocupa un papel central en la trama: Luis Landero (Juegos de la edad tardía, El guitarrista), Juan José Millás (La soledad era esto; El mundo).
- Novela de autoficción, caracterizada por utilizar la vida real del escritor como materia novelable. En estos relatos autobiográficos se difumina la frontera entre realidad y ficción: Soldados de Salamina, de Javier Cercas; Negra espalda del tiempo, de Javier Marías; París no se acaba nunca y Doctor Pasavento, de Enrique Vila- Matas.
- Novela prolongadora del realismo: Julio Llamazares (La lluvia amarilla, Escenas de cine mudo, Luna de lobos).
- Novela estilística: Francisco Umbral (Mortal y rosa), Javier Marías (Mañana en la batalla piensa en mi). Luis Mateo Díez (Las horas completas, La fuente de la edad, La ruina del cielo, Balcón de piedra).
- Novela intimista: Adelaida García Morales (El sur), José Luis Sampedro (La sonrisa etrusca, El río que nos lleva).
- Auge del cuento y de la novela corta por razones sociológicas y de consumo. Destacan Manuel Rivas (¿Qué me quieres, amor?, El lápiz del carpintero) o José María Merino, entre otros.
- Novela negra: Juan Madrid (Tánger); Lorenzo Silva (El alquimista impaciente); Andrés Trapiello (Los amigos del crimen perfecto).
- Una nueva generación de narradores nacidos en torno a los setenta parece encabezar un giro novelístico. Bajo el nombre de Alter pop o generación «Nocilla» (debido al título de los libros del principal representante de esta tendencia, Agustín Fernández Mallo: Nocilla experience; Nocilla dream) la crítica ha agrupado a una serie de escritores; además del citado Fernández Mallo, encontramos en esta línea a los novelistas Germán Sierra, Vicente Luis Mora o Javier Calvo. Se percibe en ellos el influjo de la estética híbrida y fragmentaria de las nuevas tecnologías (blogs, wikis, youtube, facebook, chats).
Autores destacados del periodo reciente
Entre los novelistas de este período sobresalen, por la coherencia de su trayectoria y el reconocimiento crítico, tres autores: Eduardo Mendoza, Javier Marías y Antonio Muñoz Molina.
- EDUARDO MENDOZA (Barcelona 1943) publicó en 1975 La verdad sobre el caso Savolta, título que, en buena medida, puede considerarse el punto de partida de la narrativa actual. Sin renunciar al empleo de técnicas experimentales, el autor ofrece en esta novela de corte policíaco un argumento que atrapa la atención del lector. En obras posteriores, Mendoza ha mostrado su excepcional capacidad paródica: Sin noticias de Gurb (1992), El laberinto de las aceitunas (1998) y El misterio de la cripta embrujada (1995) actualizan y subvierten de forma hilarante los tópicos de tres géneros consagrados: la novela de misterio, la novela negra o policíaca y la novela de ciencia ficción. La ciudad de los prodigios (1986) es la más ambiciosa de sus obras y probablemente la más lograda; en ella se recrea la evolución histórica y social de la ciudad de Barcelona en el período comprendido entre las exposiciones universales de 1888 y 1929, tomando como hilo conductor la progresión en la escala social del protagonista. Esta novela retoma y renueva con maestría algunos de los presupuestos de la novela realista decimonónica: el propósito de reflejar y explicar el mundo real y el pormenorizado análisis psicológico de los personajes.
- La obra de JAVIER MARÍAS (Madrid 1951) constituye una de las apuestas más originales de las últimas décadas. Las novelas y cuentos de este autor se distinguen por la presencia de una serie de temas obsesivos, como el misterio de la identidad personal y la reflexión sobre el tiempo: «El que aquí cuenta lo que vio y le ocurrió no es aquel que lo vio y al que le ocurrió». Su estilo, muy elaborado, posee una rara capacidad envolvente, que difumina y transforma la realidad. Entre sus obras destacan Todas las almas (1989), Corazón tan blanco (1992) y Mañana en la batalla piensa en mí (1994). El tiempo y la identidad personal son temas que aparecen con fuerza en sus últimas novelas, como en Negra espalda del tiempo (1998), juego entre la realidad y la ficción literaria, o en la trilogía Tu rostro mañana.
- En la narrativa de ANTONIO MUÑOZ MOLINA (Úbeda 1956) se conjugan de forma armónica el rigor en la construcción del relato y la preocupación por elaborar un argumento atractivo para el lector. Destaca asimismo la calidad de la prosa, intensa, que se desarrolla en períodos amplios, de ritmo muy cuidado. Sobresalen entre sus obras El invierno en Lisboa (1987), una magnífica novela de intriga; El jinete polaco (1991), evocación autobiográfica que juega hábilmente con los tiempos del relato; y Plenilunio (1997), acertado intento de remozar el género policíaco. Sefarad (2001) huye del argumento tradicional y desarrolla en clave de literatura personajes y situaciones históricas.