Contexto Histórico y Censura Franquista
Al finalizar la Guerra Civil, el panorama intelectual español estaba arrasado. Más tarde, durante el franquismo, la producción literaria sufrió la imposición de la censura. Esta situación determinó la ausencia de contenidos críticos y afectó al teatro, porque todo era revisado por la censura antes de dejar estrenar una obra. En los años 40, tres obras abren la luz a una nueva etapa en novela con La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, en poesía con Hijos de la ira de Dámaso Alonso y en teatro con Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo.
Buero Vallejo y Sastre inauguran el teatro realista y comprometido con la realidad social. Estos autores intentan renovar la escena junto con otros en los años 50 y 60, en condiciones difíciles. Tenían que despistar a la censura y, a veces, no se les dejaba estrenar sus obras. Esta circunstancia lleva al crítico Francisco Ruiz Ramón a diferenciar dos grandes etapas en la producción dramática de la segunda mitad del siglo XX: teatro en la sociedad de censura y teatro en democracia.
Transición a la Democracia y Resurgimiento Teatral
Con la democracia el teatro empieza a cambiar. Comienzan a representarse textos anteriores a la Guerra Civil que no se habían podido difundir. Por ejemplo, se estrena Los cuernos de don Friolera y Divinas Palabras de Valle-Inclán, La casa de Bernarda Alba y Doña Rosita la soltera de García Lorca, El adefesio y Noche de guerra en el Museo del Prado, de Rafael Alberti. Además, se restituyen textos prohibidos en el pasado de Buero Vallejo, Martín Recuerda, Lauro Olmo o Francisco Arrabal. Por otro lado, los grupos de teatro independiente se profesionalizan, forman compañías estables y surgen nuevos autores. Este tipo de teatro coexiste con un teatro de consumo, que no tiene intención crítica y cuya principal finalidad es entretener al público burgués. En 1982 el teatro recibe apoyo institucional. Se crea el Centro Dramático Nacional y festivales como los de Almagro (teatro clásico español), Mérida (teatro grecolatino), Sitges (obras vanguardistas) y el Festival de Otoño de Madrid.
Teatro en la Sociedad de Censura
Encontramos en él dos tendencias básicas:
- Teatro crítico
- Teatro de consumo
Teatro Crítico
Dentro de él encontramos dos directrices:
A) Teatro Realista
Se trata de un teatro comprometido, crítico e inconformista. Se acerca, con una técnica realista, a los problemas esenciales del ser humano: la libertad, la injusticia, la alienación, etc. Por un lado, encontramos la generación realista de los 60 con Lauro Olmo y La camisa, Antonio Gala con Los verdes campos del Edén, entre otros, y los renovadores como Buero Vallejo con Historia de una escalera y Alfonso Sastre con Escuadra hacia la muerte.
B) Teatro No Realista
Es un teatro crítico que trata los mismos temas de los autores realistas (la libertad, la dictadura…), pero con una estética diferente: utiliza un lenguaje poético y potencia al máximo los elementos extraverbales (escenografía, recursos sonoros y visuales, gestualidad, etc.). Influenciado por Bertolt Brecht, el teatro del absurdo y el “happening” (espectáculo teatral sin texto previo en el que los actores improvisan la acción haciendo participar al público), rechaza el realismo e incorpora elementos simbólicos o alegóricos, busca la experimentación de nuevas formas dramáticas y concibe el teatro como un espectáculo colectivo. Entre los autores más representativos citaremos a Francisco Nieva con Malditas sean Coronada y sus hijas, Manuel Martínez Mediero con Las planchadoras, Luis Matilla con Funeral, etc. y los grupos de teatro independiente como Los Goliardos y Tábano, en Madrid; La Cuadra y El Teatro Lebrijano, en Andalucía; Els Joglars y Els Comediants, en Cataluña.
Teatro de Consumo
Es un teatro que no tiene intención crítica; su principal finalidad es entretener al público. Son piezas bien construidas, cuya acción se desarrolla en espacios lujosos y cuyo tema básico es el amor y el adulterio. Los autores más destacados son de la década de los 40: José María Pemán, Torcuato Luca de Tena, Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura, que evolucionó hacia este teatro de consumo. De la década de los 60 destacan Alfonso Paso, Ana Diosdado, Jaime de Armiñán y Jaime Salom.
Teatro en la Democracia (De 1975 a Nuestros Días)
El teatro en democracia, hasta nuestros días, tiene varias directrices, ya que, por un lado, se representan obras de autores consagrados como Buero Vallejo con La doble historia del doctor Valmy, Martín Recuerda con Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca, etc. Y triunfa ampliamente Antonio Gala con Los buenos días perdidos, Anillos para una dama, ¿Por qué corres, Ulises?, La vieja señorita del Paraíso, etc. Por otro, estrenan algunos autores que habrán tenido una experiencia teatral previa en grupos de teatro independientes y tratan problemas de la sociedad contemporánea como la droga, la violencia, el paro… Recuperan antiguas fórmulas teatrales como la farsa, la comedia de costumbres, el sainete… Destacan, entre otros, José Sanchís Sinisterra con ¡Ay, Carmela! y José Luis Alonso de Santos con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro. Aparecen igualmente nuevos autores, que publican sus obras en plena democracia, recuperan el desarrollo lógico de la acción y simplifican el lenguaje. Algunos reivindican el texto y el teatro de autor frente a la primacía del director escénico y están vinculados a las distintas autonomías. Y, por último, se crean grupos estables de teatro, que proceden de los grupos de teatro independientes, como Els Joglars, Els Comediants, Tricicle, La Cuadra, entre otros.