Evolución del Teatro Español en el Siglo XX: De la Dictadura a la Democracia

El Teatro Español en el Siglo XX

El Teatro Antes de 1936

En el primer tercio del siglo XX, el teatro se consolida como un exitoso espectáculo de masas, con su particular star system. Existe una notable red de locales teatrales en las grandes ciudades, así como numerosas compañías que realizan giras por provincias.

Las clases acomodadas son las que asisten principalmente al teatro como forma de socialización. Se trata, en su mayoría, de un teatro ajeno a las tendencias experimentales europeas y que no sale del círculo vicioso “público burgués-empresario teatral”: se programa lo que se sabe que halaga el gusto burgués y, por lo tanto, va a atraer público e ingresos.

Así, podemos distinguir dos grandes tipos de teatro: el de éxito y el innovador.

  • Teatro de éxito (el que se representa):
    • Alta comedia: Jacinto Benavente. Los intereses creados, 1907.
    • Teatro histórico en verso: Eduardo Marquina. En Flandes se ha puesto el sol, 1911.
    • Teatro costumbrista: Los hermanos Álvarez Quintero. Las de Caín, 1908.
    • Teatro cómico: Carlos Arniches. La señorita de Trévelez, 1916.
  • Teatro innovador: no triunfó, muchas veces por “irrepresentable”, y fue cultivado tanto por miembros de la generación del 98 (Unamuno) como por los de la del 27 (Alberti).

Entre todos ellos, hay que destacar la figura de Federico García Lorca, autor del teatro quizá más aplaudido, así como la de Valle-Inclán, verdadero renovador del lenguaje teatral español en el siglo XX y quizá el único que conecta con las vanguardias europeas del momento.

Luces de bohemia (1920) y la trilogía de Martes de Carnaval (1921-27) son los títulos que representan su gran aportación, ese “subgénero” que él denomina esperpento: una dura mirada expresionista sobre la España de la época. Pero ya su producción teatral anterior anuncia ese lenguaje creativo y desgarrado, así como la presentación de las deformidades morales y sociales: Comedias Bárbaras (1907) o Divinas palabras (1920).

El Teatro Después de 1936

En este periodo, el público de teatro se amplía a la clase media y a las populares (aunque éstas se inclinan preferentemente a zarzuela, revistas y cine). A partir de los años 60, comienza a haber un público universitario de más formación cultural y con inquietudes políticas.

En cualquier caso, en la etapa franquista, especialmente en las dos primeras décadas, hay que tener en cuenta dos aspectos: la limitación económica (los empresarios teatrales solo producen lo que vende) y la limitación política (la censura).

Desde la perspectiva esbozada, no sería desacertado hablar de dos grandes tipos de teatro: el comercial y el comprometido.

  • Teatro comercial:
    • Epígonos de Benavente: Juan Ignacio Luca de Tena, ¿Dónde vas Alfonso XII?, 1957; Alfonso Paso, Las que tienen que servir, 1962.
    • Teatro de humor (absurdo): Miguel Mihura, Tres sombreros de copa, 1952; Maribel y la extraña familia, 1959; Jardiel Poncela, Eloísa está debajo de un almendro, 1940.
  • Teatro comprometido:
    • Drama realista (años 50): Alfonso Sastre, La mordaza, 1954; Antonio Buero Vallejo, Historia de una escalera, 1949; Un soñador para un pueblo, 1958. Se habla de hambre, de falta de expectativas, de represión ideológica o de pena de muerte, en ocasiones de un modo más directo y en otras de manera más elusiva, recurriendo a metáforas, a un enfoque existencial o al drama histórico.
    • Realismo social (años 60): Aparecen problemas sociales como la emigración o la excesiva burocracia, y encontramos a obreros entre los personajes principales. Lauro Olmo, La camisa, 1962; Carlos Muñiz, El tintero, 1961.
    • “Contra el realismo” (años 70): Sin renunciar a la denuncia, otros autores recurren a símbolos, alucinaciones, sueños. Francisco Nieva, Sombra y quimera de Larra, 1975; Buero Vallejo, La Fundación, 1974.

En los años 60 asistimos a la aparición del teatro independiente (al margen del circuito comercial), de notable contenido crítico, e inseparable del auge de la vida universitaria y del concepto de creación colectiva. “Els Joglars”, Barcelona, 1962; “Tábano”, Madrid, 1968.

Por último, es ineludible, durante el periodo de la dictadura, referirnos al teatro en el exilio: de carácter político (Rafael Alberti), realista (Max Aub, Morir por cerrar los ojos, 1944), existencialista (Pedro Salinas) o poético-simbolista (Alejandro Casona, La dama del alba, 1944).

El Teatro Después de 1975

La fuerza de la televisión como medio de masas y la ampliación de la oferta cultural (cine, conciertos, etc.) colaboran en que este sea un periodo de cierta crisis para el teatro: no solo en número y calidad de producciones, sino también en cuanto a innovación.

En 1978, el Ministerio de Cultura crea el Centro Dramático Nacional, que tendrá un papel decisivo en la difusión del teatro español, tanto contemporáneo como clásico. Al tiempo, la generalización de ayudas públicas al sector supone un impulso, aunque puede conllevar el control ideológico.

Durante este periodo asistimos a la decantación de dos conceptos de teatro: el teatro de autor, donde prima la palabra y la importancia del texto, y el teatro de director, donde prima el espectáculo y la importancia de la puesta en escena, en función de la personal relectura de la obra que efectúe el director.

Así, podemos hablar de dos grandes tipos de teatro:

  • Teatro de autor: más “comercial” (Antonio Gala, Petra regalada, 1980) o más “renovado” (José Luis Alonso de Santos, Bajarse al moro, 1985; Sergi Belbel, Después de la lluvia, 1993).
  • Teatro de experimentación: de creación colectiva, que tiende a romper la barrera público-escena y en el que priman los elementos paraverbales. Ejemplo señalado de este último tipo serían los montajes de los grupos “Els Comediants” y “La Fura dels Baus”.