Tendencias del Teatro Posterior al 39
Al finalizar la Guerra Civil Española, el teatro atraviesa dificultades. La crisis económica limita el acceso al teatro a las clases adineradas, y los empresarios priorizan un teatro comercial. La censura impide contenidos críticos al régimen. La falta de continuidad literaria, debido al fallecimiento (Valle-Inclán y García Lorca) o exilio (Max Aub, Alejandro Casona, Rafael Alberti) de autores de preguerra, lleva a los empresarios a recurrir a adaptaciones de autores extranjeros. Además, el cine eclipsa al teatro. Se distinguen varias etapas en el teatro posterior a 1939:
Teatro de Posguerra (1939-1955)
- Surge un teatro del exilio con autores como Max Aub y Alejandro Casona.
- Se desarrolla un teatro de continuidad con comedias de salón al estilo de Benavente, que defienden valores tradicionales (Dios, patria y familia) con escenografía realista y siguiendo la regla de las tres unidades.
- Aparece un teatro de humor renovado con personajes, argumentos y lenguaje casi absurdos, iniciado por Jardiel Poncela y continuado por Miguel Mihura (Tres sombreros de pico).
- Se produce un teatro existencialista. Algunos autores burlan la censura, como Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera), mientras que otros se enfrentan directamente, como Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte).
Teatro de protesta y denuncia (1955-1965)
El teatro social emerge con la aparición de un público joven y universitario y la relajación de la censura. Este teatro aborda la injusticia y la desigualdad social. Las obras son realistas, con un lenguaje sencillo, aunque en algunos casos recurren al simbolismo y al esperpento para deformar la realidad.
Teatro renovador (1965-1975)
Los autores, cansados de un teatro técnicamente sencillo, comienzan a renovar el teatro aplicando tendencias vanguardistas europeas y americanas, influenciados por Bertolt Brecht. Las obras se vuelven más visuales y gestuales, y el texto pierde importancia. Destacan Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles) y grupos de teatro independiente como Els Joglars de Albert Boadella.
Últimas tendencias (desde 1975)
Disminuye el número de autores teatrales. Los empresarios evitan arriesgar con autores jóvenes, y los teatros públicos optan por representar clásicos. En estos años, conviven grupos independientes con un teatro visual y experimental como Els Joglars, Els Comediants, La Fura dels Baus, La Cubana, etc., y obras más realistas como ¡Ay, Carmela! de José Sanchís Sinisterra o Bajarse al moro de José Luis Alonso de Santos. También aparecen nuevas obras de autores consagrados que se adaptan a los nuevos problemas de la sociedad (Buero Vallejo, Sastre, Antonio Gala).
Novela de los Años 60
Tras la posguerra, los intelectuales españoles han emigrado o fallecido. Los que permanecieron en España sufren la censura o están conformes con el régimen franquista. Se buscan nuevas fórmulas para la libertad creadora. Los escritores partidarios del régimen triunfan cantando las victorias militares o hablando de la burguesía.
Los autores del exilio manifiestan en sus novelas la angustia de la separación y vuelven una y otra vez al tema de España, soñando con el regreso. También narran sus vivencias en el exilio y la realidad del país de acogida. Destacan autores como Rosa Chacel (Estación de ida y vuelta), Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español), Max Aub (ciclo El laberinto mágico), Francisco Ayala (Muertes de perro).
La década de los 40 es una etapa de búsqueda, dando lugar a múltiples tendencias novelísticas, como la novela nacionalista, la novela fantástica y humorística, y la novela realista tradicional. Todo ello culmina con la publicación de novelas que marcan el desarrollo de la narrativa posterior, como el tremendismo (La familia de Pascual Duarte de Cela). El tremendismo pretende mostrar los aspectos más duros de la vida. También encontramos el realismo intimista, donde destaca la novela Nada de Carmen Laforet. En este momento, la literatura tiene un marcado carácter existencial, iniciado con la novela de Miguel Delibes La sombra del ciprés es alargada. Se habla de la soledad, la inadaptación y el malestar social de la época.
En los años 50, surge el realismo social, con dos novelas que marcan estilo: La Colmena de Cela y El camino de Delibes. Es una época en la que las novelas pretenden denunciar las injusticias y reflejar la realidad del momento. El objetivo es llegar con este mensaje al más amplio público. Por ello, el estilo se vuelve sencillo y directo, se recurre a la narración lineal y a las descripciones concisas, y los diálogos adquieren gran importancia. Se comienza a utilizar el personaje colectivo. Hacia mediados de década se recurre al objetivismo, en el que el narrador desaparece, no hay introspección ni pensamiento de los personajes, y el relato se basa en el diálogo entre los personajes. Destaca la novela de Sánchez Ferlosio El Jarama.
Entre 1954 y 1962, surgen los autores más destacados de la novela social: Martín Gaite, Caballero Bonald, Aldecoa, Sánchez Ferlosio. Esta tendencia tiene su culminación con la novela Tiempo de Silencio de Martin Santos.