Las Vanguardias Artísticas: Europa, España e Hispanoamérica
Las vanguardias fueron movimientos artísticos y literarios que surgieron en Europa en el periodo de entreguerras (1918-1939) con el propósito de romper con la tradición artística decimonónica. El término proviene del ámbito militar, ya que sus creadores querían ir por delante de su tiempo e innovar radicalmente. A pesar de sus diferencias, todas las vanguardias comparten ciertas características:
- Rechazan el realismo tradicional y buscan crear un arte autónomo y subjetivo (antirrealismo).
- Se inspiran en culturas primitivas, en el arte infantil y en el folclore, por considerarlos más puros (primitivismo).
- Se oponen a la lógica y la razón, influenciados por la crisis del pensamiento positivista tras la Primera Guerra Mundial (irracionalismo y pesimismo).
- Además, se dirigen a una élite intelectual, con un arte hermético y provocador, cuyo objetivo es escandalizar a la burguesía.
Las Vanguardias en Europa
Los movimientos vanguardistas más influyentes en Europa fueron el futurismo, dadaísmo, expresionismo, cubismo y surrealismo.
El futurismo, fundado en 1909 por el italiano Filippo Marinetti, glorifica la velocidad, la tecnología, la guerra y la modernidad. Su literatura emplea onomatopeyas, palabras en libertad y símbolos matemáticos. En España, influyó en Pedro Salinas (La máquina de escribir, La bombilla eléctrica) y Rafael Alberti (Al billete de tranvía), ambos de la Generación del 27.
El dadaísmo, creado en 1916 por Tristan Tzara, es una corriente provocadora que busca el sinsentido y el caos, imitando el balbuceo infantil (dadá). Su intención es destruir las normas del arte, como reflejan los “ready-mades” de Marcel Duchamp.
El expresionismo, surgido en Alemania, deforma la realidad de manera grotesca para transmitir emociones intensas. En literatura, Franz Kafka (Metamorfosis) y el español Ramón María del Valle-Inclán (Luces de Bohemia) desarrollaron este estilo. Valle-Inclán creó el esperpento, técnica que ridiculiza la realidad y la convierte en una caricatura trágica.
El cubismo, nacido en la pintura con Picasso y Braque, traslada a la literatura su fragmentación espacial. Guillaume Apollinaire desarrolla los caligramas, poemas visuales donde la disposición del texto forma imágenes relacionadas con el contenido.
El surrealismo, fundado en 1924 por André Breton, se basa en el psicoanálisis de Freud y busca liberar el inconsciente a través de lo irracional, los sueños y el automatismo. En España, influyó en Salvador Dalí, Luis Buñuel y en poetas como Federico García Lorca (Poeta en Nueva York), Rafael Alberti (Sobre los ángeles) y Vicente Aleixandre (Espadas como labios).
Las Vanguardias en España
En España surgieron movimientos propios, como el ultraísmo, que combinaba elementos del futurismo, cubismo y surrealismo. Esta corriente rompió con la métrica tradicional y suprimió signos de puntuación, como se ve en la obra de Guillermo de Torre, Gerardo Diego y Rafael Cansinos Assens.
Ramón Gómez de la Serna fue la figura más importante de la vanguardia española. Creó las greguerías, frases breves e ingeniosas que combinan humor y metáfora para mostrar una visión original de la realidad (“El agua se suelta el pelo en las cascadas”). Además, escribió novelas como El doctor inverosímil, autobiografías como Automoribundia y obras de teatro como El teatro en soledad.
Las Vanguardias en Hispanoamérica
En Hispanoamérica, las vanguardias fueron lideradas por tres grandes poetas: Vicente Huidobro, César Vallejo y Pablo Neruda.
El chileno Vicente Huidobro fundó el creacionismo, que defendía la idea de que el poeta no debe describir la realidad, sino crear una nueva con el lenguaje (El espejo de agua).
El peruano César Vallejo, en Trilce, empleó una ruptura radical del lenguaje, generando poemas herméticos con temas autobiográficos y existenciales, como la infancia y el sufrimiento. En Los heraldos negros, reflejó una visión más tradicional, pero igualmente profunda sobre el dolor humano.
El chileno Pablo Neruda, Premio Nobel en 1971, destacó con Veinte poemas de amor y una canción desesperada, donde aborda el amor, la soledad y la angustia existencial. En Canto general, presenta una visión histórica de América, denunciando la conquista española y exaltando las culturas indígenas.
El Problema de la Ética según David Hume
David Hume fue un filósofo empirista del siglo XVIII quien, para abordar el problema de la ética, se opone a los sistemas éticos previos a él, que desde el intelectualismo moral de Sócrates fundamentan sus reglas morales en la razón. No obstante, este rechazo no implica que Hume caiga en el relativismo moral en el que todo está permitido.
Hume critica la razón como fundamento de la ética, ya que considera que la razón solo es capaz de describir cómo es la realidad, pero no de decir cómo debe ser. La razón analiza los hechos, las impresiones obtenidas con los sentidos y las relaciones mentales entre ideas, las cuales son las trazas que dejan los datos sensoriales en la mente, mientras que las distinciones morales, el Bien y el Mal, no son ninguna de las anteriores. Esto ocurre ya que ni impresiones ni ideas, por muy verdaderas que sean, crean obligación a obrar bien en el ser humano, por lo que la razón es incapaz de fundamentar normas morales. Es decir, el conocimiento de los hechos sólo muestra cómo son, no cómo deben ser. Por contraparte, la moral no se ocupa del ámbito del ser, la descripción, sino del ámbito del deber ser, la prescripción.
En consecuencia, Hume considera que es imposible fundamentar la distinción entre el Bien y el Mal por la razón, ya que esta, entre otras cosas, no es capaz de demostrar la existencia de Dios, del que no se tiene conocimiento sensorial y por ende, para un empirista como Hume, no existe. Entonces, el filósofo crea una teoría ética en la que la moral, el Bien y el Mal, se fundamenta en los sentimientos y emociones, como el agrado o rechazo, que las acciones y cualidades causan en los individuos, lo que se denomina emotivismo moral.
No obstante, surge un problema ya que estos sentimientos morales, que guían la ética, no son universales ni objetivos pues dependen de las emociones de cada individuo, lo que puede inducir a que la teoría ética de Hume sea subjetivista y relativista. Sin embargo, Hume considera que existe una naturaleza compartida por los seres humanos y que sus sentimientos morales tienen cierto grado de concordancia y regularidad. Por otro lado, cabe recalcar que Hume conocía el egoísmo inherente en el ser humano, pero lo consideraba una conducta negativa ya que ayuda al humano a sobrevivir y fomenta el interés individual que repercute positivamente en el ajeno. Por tanto, el egoísmo es positivo ya que incita a cooperar pues en el fondo del ser humano hay un sentimiento moral llamado simpatía, lo conocido como empatía que regula comportamiento humano como la benevolencia o el deseo de ser útiles a los demás. Por ello, si algo es bueno para nosotros y, basado en la simpatía y el deseo de ser útiles a los demás, haremos lo posible porque también lo sea para el resto, lo cual nos beneficia.