Explorando las Corrientes Literarias Españolas del Siglo XX: Modernismo, Generación del 98, Novecentismo, Vanguardias y Más

Explorando las Corrientes Literarias Españolas del Siglo XX

T7:

2.1. Modernismo

Corriente de renovación estética que se desarrolla entre 1885 y 1915, y que recoge y sintetiza las actitudes innovadoras vitales, filosóficas y artísticas del fin de siglo, derivadas de la crisis de la conciencia burguesa que reacciona contra el materialismo y el espíritu utilitario de la época. Su ideal es expresar la belleza con una nueva sensibilidad en los temas (evasivos fundamentalmente) pero también en el lenguaje, más preciosista y rompedor, aunque recogiendo muy distintas influencias, desde la literatura española tradicional (Berceo o el Arcipreste de Hita) a corrientes extranjeras como el parnasianismo y el simbolismo.

Sus características principales son:

  • a) la belleza como principio estético y vital, ya que el arte y la belleza son los nuevos ídolos, convirtiéndose en temas de la literatura, que trata de sintetizar todas las artes y convertir la vida en arte, conjugando la ética y la estética: la bohemia será el modo antiburgués de concebir la vida y el arte, con dos caras, el dandismo, en el que el artista se cree un genio, un elegido por encima del burgués, a quien desprecia (Óscar Wilde y Baudelaire), y el malditismo, en el que el artista sufre el rechazo de sus semejantes por sus actitudes antisociales y amorales (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud)
  • b) la melancolía y el vitalismo como actitudes ante la vida. La angustia existencial provocada por ese mundo burgués y utilitario les lleva, por un lado, a lo irracional (misterio, imaginación, esoterismo) y a lo sentimental (melancolía, decadentismo), uniendo el mundo interior con el exterior mediante símbolos, y por otro lado, a un vitalismo muy sensual, exaltando la vida y sus placeres (el vino, la mujer fatal o pura, el amor delicado o erótico)
  • c) el escapismo como vía de escape ante la realidad ingrata, una evasión que puede ser hacia el interior (intimismo, ensueño, imaginación), en el espacio (el exotismo oriental, el mundo refinado de los ambientes versallescos) o en el tiempo (la antigüedad pagana, las mitologías clásica y nórdica, la Edad Media caballeresca, el Renacimiento, el refinado siglo XVIII)
  • d) el cosmopolitismo y el localismo, ya que, aunque no les guste esa realidad burguesa, forman parte de ella, son ciudadanos del mundo, en sus dos vertientes, siendo políglotas y cosmopolitas, pero también localistas y castizos, enfrentando lo hispánico (el andalucismo, el americanismo, el indigenismo) al mundo yanqui aburguesado e imperialista.
  • e) un lenguaje renovado, raro y sensorial, mediante efectos plásticos brillantes (adjetivación colorista, sinestesias), efectos fónicos y musicales (aliteraciones, onomatopeyas, paralelismos), vocablos extraños (cultismos, extranjerismos), y símbolos, metáforas e imágenes con relaciones desconcertantes y deslumbrantes.

2.2. Generación del 98

Grupo de escritores caracterizados por la presencia del tema de España, por sus preocupaciones filosóficas, y por un estilo natural y sencillo que prima el contenido sobre la forma (al contrario que el Modernismo). Sienten reverencia por los clásicos (Berceo, fray Luis, Quevedo, Cervantes…), y consideran a Larra un adelantado, aunque sus inmediatos predecesores (y casi coetáneos) son los regeneracionistas Joaquín Costa y Ángel Ganivet.

Los miembros de esta generación son el grupo de Los Tres (Azorín, Baroja y Maeztu), Unamuno (aunque era algo independiente), y Valle-Inclán y Antonio Machado (aunque también tienen sus peculiaridades). Todos pasan por cuatro etapas:

  1. 1ª de juventud (hasta 1900): etapa de rebeldía ante la sociedad y la cultura, reflejo de la crisis de conciencia burguesa: Azorín y Baroja eran anarquistas, Maeztu revolucionario, Unamuno socialista, Valle-Inclán tradicionalista estético, y Antonio Machado intimista.
  2. 2ª de activismo del grupo de Los Tres (1901-1904): etapa de regeneración y europeísmo para cambiar la situación de España mediante una ciencia social que identifique los problemas del país y proponga soluciones al margen de la política oficial: serán Azorín, Baroja y Maeztu quienes lleven el peso en esta etapa.
  3. 3ª de idealismo contemplativo (1905-1910): llegan a él tras varios desengaños, volviéndose individualistas y dándose cuenta de que el problema es la mentalidad del pueblo español, no su estructura social y económica.
  4. 4ª de madurez y disolución (1910 en adelante): cada autor toma su propio camino personal, aunque con un idealismo más o menos comprometido, y manteniendo relaciones más o menos estrechas. Azorín acabó siendo un consumado conservador, al igual que Maeztu, que será fusilado en la Guerra Civil por los republicanos; Baroja casi lo es por los dos bandos por su escepticismo general y por su libertad de pensamiento; Unamuno es el más individual de todos, ya que critica la dictadura de Primo de Rivera, pero luego apoya a los sublevados en la Guerra Civil y acaba rechazándolos con su frase “Venceréis pero no convenceréis”; Valle-Inclán pasó del tradicionalismo al progresismo más radical, y Antonio Machado del intimismo a posiciones cada vez más izquierdistas.

Las principales características son:

  • a) la presencia de preocupaciones filosóficas, existenciales y religiosas: fruto de la crisis del Positivismo de fin de siglo, y del irracionalismo de Nietzshe, Kierkegaard y Schopenhauer, se preguntan sobre el sentido de la existencia humana, sobre el tiempo, sobre la muerte, sobre Dios, con una actitud existencialista angustiada o de fe religiosa problemática (sobre todo Unamuno), creando un conflicto entre el intelectualismo (el pensamiento contemplativo, triste e inactivo) y el vitalismo (que busca afirmar la vida en la acción)
  • b) el tema de España: no como tema regeneracionista sino como algo mental, en el plano de las ideas y las creencias, de ahí que busquen plasmar la esencia de España a través de sus paisajes y sus gentes, aunque sin dejar de lado la crítica y el dolor por España que también tuvo Larra. Así no sólo conocen y tratan la historia de los grandes personajes y los grandes hechos del país para detectar las causas de los males presentes, sino que también descubren y valoran lo permanente y esencial que se encuentra en la intrahistoria, en “la vida callada de los millones de hombres sin historia”, que con sus vivencias crean la historia profunda y trascendente (Unamuno)
  • c) la renovación del lenguaje literario, aunque no en la línea preciosista de los modernistas sino hacia un lenguaje más preciso y sobrio, significativo, con un estilo sencillo y ágil, con preferencia por la oración corta, la coordinación, el párrafo breve, y el léxico rico y preciso.
  • d) la renovación de la técnica novelística, a partir de cuatro novelas publicadas en 1902: La voluntad de Azorín, Camino de perfección de Baroja, Amor y pedagogía de Unamuno, y Sonata de otoño de Valle-Inclán. Se pasa de la narración objetivista y omnisciente decimonónica a una en la que el narrador pierde la infalibilidad de la omnisciencia, y donde el argumento se fragmenta o se reduce porque lo importante no son las acciones exteriores sino las repercusiones en la vida interior de los personajes, generalmente marcados por la falta de voluntad y por los conflictos existenciales; además, los ambientes tienen un carácter simbólico, de ahí la técnica impresionista, y los diálogos manifiestan el desarrollo de las ideas de los personajes.

T9.

2. El periodo de entreguerras: Novecentismo y Vanguardias

A partir de 1910, se suceden (y cohabitan) tres promociones literarias distintas pero íntimamente relacionadas por sus enfoques y perspectivas abiertamente diferentes a los propugnados por la generación de fin de siglo (Modernismo y Generación del 98): el Novecentismo o Generación del 14, las Vanguardias, y la Generación del 27 (ésta última la veremos en el tema 10)

2.1. Novecentismo o Generación de 1914

Término catalán que utilizó Eugenio D’Ors en 1906 para referirse a un movimiento renovador de la cultura catalana, que pretendía dejar atrás los movimientos artísticos y literarios decimonónicos. Por extensión, pasó luego a englobar a toda una nueva generación artística y literaria española, la Generación del 14, llamada así por la gran repercusión que tuvo la Primera Guerra Mundial, y que pretende una estética intelectual y racional, depurada del sentimentalismo romántico, del realismo imitador, de los excesos formales y sensoriales modernistas, y de la subjetividad irracionalista de los noventayochistas.

Los principales integrantes son los ensayistas Ortega y Gasset y Eugenio D’Ors, los novelistas Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró, el poeta Juan Ramón Jiménez, y el dramaturgo Jacinto Grau, además de figuras como Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Salvador de Madariaga, Wenceslao Fernández Flórez, Benjamín Jarnés, Tomás Morales, León Felipe  o José Moreno Villa.

Todos tienen una formación intelectual muy exigente (universitarios, políglotas), son europeizantes, sienten una gran preocupación por la ciencia y la educación, promueven el cultivo sereno y racional de la inteligencia y la cultura (rechazando las actitudes bohemias), se consideran una minoría elitista, gustan de transmitir las ideas y de confrontarlas con las de los demás, mediante revistas, periódicos y en tertulias (“Revista de Occidente”, el semanario “España”, la tertulia del “Café Pombo”…), y toman conciencia de su labor de intelectuales.

Siguiendo la línea de la Institución Libre de Enseñanza, muchos de estos escritores participaron en instituciones encaminadas a formar una clase dirigente bien preparada, como la Junta para la Ampliación de Estudios (1907), el Centro de Estudios Históricos (1910), la Residencia de Estudiantes (1910), o la Liga de Educación Política Española (1913). Apoyaron la República para llevar a cabo desde el poder la revolución que España necesitaba, pero se vieron defraudados ante la deriva extremista que tomó la misma.

Las características principales son:

  • a) el rechazo de las estéticas decimonónicas, desde lo patético y sentimental del subjetivismo romántico hasta el pretendido objetivismo realista-naturalista, pasando por los excesos sensoriales modernistas y por la conciencia irracionalista noventayochista.
  • b) el esteticismo de la inteligencia, lo intelectual frente a lo sentimental, lo que hace que sea un arte minoritario, sereno, equilibrado, clásico y puro, ajeno a la subjetividad y a la realidad, volviéndose hacia una deshumanización del arte y hacia un estilo frío, pulcro y racional, con un léxico selecto y variadísimo.
  • c) la acentuación de la cuestión de la identidad, que ya no es individualista como en el Romanticismo, sino que se ve desde múltiples perspectivas, como la realidad misma, contribuyendo nuevamente a la deshumanización, tanto del mundo como del hombre, de individuo.
  • d) el tema de España desde una perspectiva racional, serena e incluso distante, dejando de lado los lamentos para dar paso a un vitalismo estético y ético, casi jovial, para rehacer la historia de España desde una comprensión racional. También desde la necesidad de europeización, sin los localismos, casticismos y ruralismos del 98. Todo esto hace que intervengan activamente en todos los aspectos de la vida del país.

2.2. Vanguardias

Se llama Vanguardias al conjunto de movimientos que proponen en sus manifiestos una ruptura con todas las estéticas anteriores, en un intento por transformar radicalmente las concepciones tradicionales del arte y de la literatura, desarrollándose fundamentalmente en el periodo de entreguerras del siglo XX.

En general, son antirrealistas, negando el arte y la literatura que están al servicio de la realidad y de lo humano, y buscando creaciones autónomas estéticamente, originales y sorprendentes que expresen lo irreal y lo irracional, lo nunca captado, por lo que abren nuevas posibilidades temáticas, formales y técnicas.

En España las vanguardias son reflejos y ecos de las europeas formadas por autores nacidos a mayoría en torno a 1900, por lo que coexisten y se fusionan con los novecentistas y con los del 27, que no son el vanguardismo pero sí están en la vanguardia, que se manifestó a partir de la visita de Vicente Huidobro gracias a las contribuciones de Guillermo de Torre, Rafael Cansinos Assens, Ernesto Giménez Caballero, José Bergamín, y revistas (“Prometeo”, “Revista de Occidente”, “La Gaceta Literaria”…) y tertulias literarias (la del café Pombo, la del café Colonial…).

Los principales movimientos de vanguardia en Europa y en España son: el futurismo, el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo, el ultraísmo y el creacionismo.

T10:

G.27

1. Introducción

1.1. Contexto histórico-social

Tras la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles (que contribuye al resentimiento de Alemania por las condiciones de su rendición, siendo la semilla de la Segunda Guerra Mundial), se abre un periodo de entreguerras que mostrará la debilidad europea: por un lado EE.UU. inicia su hegemonía mundial, por otro lado nace la U.R.S.S. después de la Revolución Rusa. En esta nueva situación, Europa vive unos “felices años veinte” de recuperación económica posbélica y reniega del pesimismo finisecular, precisamente por haber vivido y padecido la Gran Guerra, entendiendo la vida como algo alocado y relativo; pero en el fondo se esconde un descontento general que explotará con el crack bursátil de 1929, dando paso a los “sombríos años treinta” en los que el extremismo ideológico y el debilitamiento de la democracia liberal abrirán el camino a los grandes totalitarismos (estalinismo en la U.R.S.S., fascismo en Italia, nazismo en Alemania, franquismo en España…) y a la Segunda Guerra Mundial.

Durante la Primera Guerra Mundial, España se mantiene neutral y se convierte en proveedor de las potencias en guerra, pero no lo aprovecha para reformar las estructuras económicas y productivas. Además, se ve golpeada por la crisis de 1917 (provocada por la alta inflación y causante del aumento de paro), las presiones regionalistas y el descontento con la campaña colonial de la Guerra de África, lo que acaba con el sistema de alternancia entre los partidos conservadores y progresistas, tomándose como posible solución la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que aunque utiliza la bonanza económica mundial para realizar grandes proyectos (carreteras, pantanos…), tampoco logra regenerar la vida pública ni aglutinar las tendencias políticas. La crisis del 29 deja tocado el sistema, que acaba hundiéndose, y tras un año de gobierno del general Berenguer, se produce la victoria de los partidos republicanos en las elecciones municipales de abril de 1931 y la marcha de Alfonso XIII, proclamándose la Segunda República en ese año. Se abre un tiempo de esperanza en el que la cultura tiene un gran apogeo, pero igualmente supondrá un fracaso colectivo, en parte por la gran agitación política que se vive en esos años (1931-1936). El 18 de julio de 1936 comienza la Guerra Civil Española, que servirá como campo de pruebas bélico del radicalismo ideológico que culminará con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

1.2. Contexto literario y artístico

Con los “felices años veinte” el pesimismo finisecular se enmascaró, abriéndose un periodo de optimismo que genera un arte formal y experimental lleno de creatividad, alegría, jovialidad y juego, desentendiéndose de la política y de la crisis, con un gran desapego hacia la realidad, lo que se ha dado en llamar deshumanización del arte. Si bien, algunos aprovechan la situación para impulsar un cambio ético, poniendo la política al servicio de la cultura, del arte, de la literatura, teniendo una minoría que educa a la mayoría. Toda esta revolución artística contribuyó a las otras revoluciones políticas que azotaron Europa: el vanguardista Maiakovski a la Revolución Rusa, el futurismo de Marinetti al fascismo de Mussolini, el expresionismo de Gottfried Benn al nazismo…

Pero con los “sombríos años treinta” cambia el arte y ahora es él quien se pone al servicio de la política, impregnándose de la angustia humana y del compromiso social y político, y llegando a ser sectario y panfletario, en un proceso total de rehumanización.

2. La Generación del 27: características y trayectoria común

Designamos a un grupo de autores, básicamente poetas, que renuevan la lírica española durante los años veinte y treinta, fusionando las corrientes poéticas más tradicionales y clásicas con las más innovadoras y vanguardistas.

Se denomina Generación del 27 o grupo del 27, ya que no hay unanimidad sobre si forman o no generación (requisitos de coetaneidad de sus miembros, formación intelectual semejante en la Residencia de Estudiantes, existencia de relaciones personales y de proyectos comunes como el homenaje a Góngora en 1927 o revistas como “Mediodía”, “Litoral” o “Carmen”…), aunque ellos sí tuvieron conciencia de grupo generacional. También se les conoce con otros nombres, como Generación del 25, de la Dictadura, de la vanguardia, de la República, de los poetas-profesores…

La nómina la componen Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Algunos incluyen como epígono a Miguel Hernández, si bien la mayoría lo incluyen en la Generación del 36; o a prosistas como Edgar Neville, ensayistas como Juan Chabás y José Bergamín, dramaturgos como Claudio de la Torre, y otros poetas como María Teresa León, Pedro Garfias, Fernando Villalón, Juan José Domenchina, Antonio Espina, Josefina de la Torre, Ernestina de Champourcin…

2.1. Características comunes

  • a) equilibrio entre tradición y vanguardia, deshumanización y rehumanización, lo sentimental y lo intelectual, lo popular y lo culto, lo autóctono y lo universal, lo rural y lo urbano, lo concreto y lo abstracto, la inspiración y el trabajo…
  • b) síntesis de distintas corrientes poéticas:
    • lírica popular y tradicional, cierto neopopularismo que recupera y renueva formas como el romance, el zéjel, los villancicos… sobre todo en Lorca y Alberti.
    • clasicismo, imitando la perfección formal de clásicos como Manrique, Garcilaso, fray Luis, San Juan de la Cruz, Quevedo, Lope de Vega, Góngora…
    • tradición inmediata del neorromanticismo becqueriano y del simbolismo posmodernista: Unamuno, Darío, Machado, Mallarmé, Apollinaire, Valéry, Breton, Éluard, Aragon, Cendrars, Eliot…
    • poesía pura de Juan Ramón Jiménez y Paul Valéry, sobre todo en Pedro Salinas y Jorge Guillén.
    • todas las vanguardias, pero no como mero juego intrascendente sino como forma de trascendencia a través de la obra perfecta y universal, sobre todo Gerardo Diego.
    • Surrealismo, entendido no como un fin en sí mismo sino como un medio de expresión idóneo para sobreponerse a la realidad y a sus convencionalismos, e incluso a crisis personales (como en Lorca, Aleixandre, Alberti y Cernuda)
  • c) Juan Ramón Jiménez (que les apoyó en la revista “Índice”) y Ortega y Gasset (con la “Revista de Occidente” y su ensayo La deshumanización del arte de 1925) como maestros. También en menor medida, Ramón Gómez de la Serna, sobre todo por sus greguerías.
  • d) estilísticamente, fundamentan la creación poética en la asociación de elementos inéditos, incluso ilógicos, mediante metáforas sorprendentes, imágenes visionarias y asociaciones subjetivas y emocionales.
  • e) métrica tanto tradicional y culta (sonetos, romances, décimas, zéjeles, cancioncillas…) como innovadora (verso libre, versículo, disposición tipográfica…)
  • f) gran variedad temática, desde los tradicionales como el amor (pleno o insatisfecho), la muerte, la libertad, la naturaleza (real, panteísta o como paraíso perdido) o la sociedad, a los más modernos del progreso, lo cosmopolita, lo urbano, el cine, los deportes… pasando por el propio arte y la literatura.

2.2. Trayectoria común

Aunque algunos no pasen por todas ellas y tengan una evolución particular, en general, pasan por tres etapas:

  1. a) de formación (hasta 1928) o deshumanización, asimilando tanto las corrientes tradicionales (desde la lírica popular y tradicional a los clásicos) como las modernas (desde el neorromanticismo al simbolismo posmodernista, pasando  por la nueva poesía pura juanramoniana y las distintas vanguardias, Futurismo, Cubismo, Ultraísmo, Creacionismo…)
  2. b) de consolidación (1928-1936) o rehumanización, adquiriendo cada uno su propia voz poética y abandonando el formalismo anterior. Destaca el Surrealismo y la poesía humana, social y política, algo que se acentúa durante la Guerra Civil, siendo un arma más de combate.
  3. c) de disgregación (1936 en adelante). Tras la Guerra Civil, el grupo se rompe, ya que Lorca ha muerto, unos se exilian por todo el mundo (Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre), y el resto se queda pero se exilian en su propio yo interior (Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Aleixandre). La poesía se vuelve más humana aún, social, desarraigada, nostálgica, angustiada, existencial…

T11:

2. La literatura de los años 40 y 50

2.1. Lírica

2.1.1. La poesía de la década de los 30

Los acontecimientos político-sociales de los años 30 traen un cambio radical en la concepción poética, abandonando el esteticismo para orientar los versos hacia el combate en defensa de los ideales, perdiéndose calidad poética (no tanto en el bando republicano). Así tenemos una poesía de guerra en la que los poetas dejan a un lado la estética para ponerse al servicio del bando nacional (como Eduardo Marquina, José Mª Pemán, Dionisio Ridruejo, o Manuel Machado en Horas de oro. Deocionario poético de 1938) o del republicano (como Antonio Machado, Emilio Prados, Juan Gil Albert, Miguel Hernández, Pedro Garfias en Poesías de la guerra de 1938, o Rafael Alberti en Entre el clavel y la espada de 1939-1940).

2.1.2. Los poetas del exilio

En realidad son poetas pertenecientes a diversas generaciones, pero tienen el rasgo común del exilio, de la marcha de España tras la Guerra Civil, teniendo por lo tanto como tema central la patria perdida. Este tema se aborda en un primer momento como fiel reflejo de lo sucedido, como mero testimonio y rechazo (Español del éxodo y del llantos de León Felipe de 1939), para ir dejando paso a un sentimiento de nostalgia (Retornos de lo vivo lejano de 1952 de Rafael Alberti) que lleva a muchos a refugiarse en su mundo interior (El contemplado de 1946 de Pedro Salinas).

2.1.3. Los años 40

Algunos llaman a esta generación marcada por la Guerra Civil y nacida entre 1905 y 1920 como la Generación del 36. Aunque dos son las tendencias fundamentales (poesía arraigada y poesía desarraigada), también encontramos otros dos grupos más alejados de ese enfrentamiento estético (el postismo y el grupo “Cántico”):

a) poesía arraigada, de los próximos al régimen, que se muestran firmemente instalados en el mundo, desarrollando una poesía formalmente armónica, de resonancias clásicas, con una métrica tradicional, y una temática intimista, religiosa o familiar. Se desarrolló en torno a dos revistas:

  • “Escorial” (1940-1950), promovida por “Falange”, reunió a poetas del 36 como Luis Rosales (que en La casa encendida de 1949 introduce cierto dolor existencial), Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo y Luis Felipe Vivanco, que tomaron como modelo el estilo sencillo de Antonio Machado y Unamuno.
  • “Garcilaso” (1943-1946), que se fundó con apoyo oficial del régimen franquista para consolidar una poesía que sirviera a los fines de la dictadura. Su director fue José García Nieto y sus autores son básicamente los mismos poetas de “Escorial”, pero toman como modelo a Garcilaso, con un neoclasicismo basado en el soneto y en la evasión, por lo que ofrecen una visión positiva del mundo y obvian la dura realidad española del momento, si bien derivará hacia un neorromanticismo dolorido.

b) poesía desarraigada o tremendista, que reacciona contra esta visión esteticista y de evasión, reclamando una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la desgarradora realidad española de la época, mediante una métrica más libre y menos clásica. Renace así la idea de la poesía como comunicación, que busca compartir con el lector problemas comunes, como la angustia histórica (causada por la guerra) y la angustia existencial (la ausencia de Dios, la soledad, la muerte…). Se desarrolló en torno a dos revistas:

  • “Espadaña” (1944-1951) en León, con Victoriano Crémer, González de Lama y Eugenio de Nora.
  • “Proel” en Santander, con José Hierro y José Luis Hidalgo.

Sin embargo, las obras que marcan esta poesía se publicaron en 1944 y son Hijos de la ira de Dámaso Alonso (gran grito de protesta con un lenguaje crudo: “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres”) y Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre (anhelo de regresar al paraíso natural). También podemos incluir a autores como Ángela Figuera, Carlos Bousoño y Rafael Morales (primer ganador del Premio Adonais con Poemas del toro de 1943), si bien los más importantes son Leopoldo de Luis, Gabriel Celaya, José Hierro y Blas de Otero.

c) el postismo, es un insólito movimiento de vanguardia creado por Carlos Edmundo de Ory en 1945, reivindica la libertad creadora y la imaginación lúdica, definiéndose como surrealismo ibérico. Por problemas con la censura, la revista “Postismo” sólo publicó un número. Otros autores fueron Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi.

d) el grupo “Cántico”, que surge en torno a esta revista cordobesa en 1947 y en el que destaca el intimismo amoroso y religioso de tono vitalista y estética barroca de Pablo García Baena, Juan Bernier, Ricardo Molina, Julio Aumente… siguiendo la poesía pura de Jorge Guillén y el intimismo y refinamiento de Luis Cernuda.

2.1.4. Los años 50: la poesía social

En los años 50 se consolida (en todos los géneros) el llamado “realismo social”, al identificar poesía (y la literatura en general) con comunicación. Así el poeta denuncia las injusticias y trata de llegar a la inmensa mayoría para cambiar la sociedad, por lo que debe emplear un lenguaje claro y directo, sin sutilezas estéticas, dando importancia al contenido más que a la forma. Destaca el tema de España, más obsesivo aún que en los “noventayochistas”, pero también temas concretos como la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor…

Proceden de la poesía desarraigada los poetas Leopoldo de Luis, Ángela Figuera y Eugenio de Nora, pero destacan sobre todos José Hierro, Gabriel Celaya (Cantos íberos de 1955) y Blas de Otero, (Pido la paz y la palabra también de 1955), que superan su anterior etapa de angustia existencial para situar los problemas humanos en un marco social.

Sin embargo, a principios de los sesenta muestra síntomas de agotamiento al no llegar a la inmensa mayoría y al aparecer una nueva generación que cuestiona su prosaísmo y su conservadurismo estético.

2.2.3. La novela de los primeros años de posguerra: los años 40

En 1939 el panorama cultural es desolador: muchos autores se han exiliado y la literatura se encuentra determinada por la presión de la censura, que impide que se pueda expresar una denuncia explícita. Sólo hay casos excepcionales y aislados, como Torrente Ballester, Camilo José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes, que encarnan dos tendencias narrativas (la novela existencial y el tremendismo), además de existir una novela conformista.

a) la novela conformista, de estilo e ideología tradicionales, no reflejan el malestar de la posguerra, teniendo novela rosa (Soñar la vida de Carmen Icaza, 1942), de guerra (La fiel infantería de Rafael García Serrano, 1943), realista tradicional (Mariona Rebull de Ignacio Agustí, 1944) o fantástica-humorística (El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez, 1943)

b) la novela existencial, se aleja del conformismo y de la evasión dominantes, y como ocurre en la poesía desarraigada, la desorientación, la hostilidad de la vida y la angustia marcan los motivos de este tipo novela. Destacan Los Abel (1948) de Ana María Matute; Nada (1944) de Carmen Laforet (Premio Nadal de ese año), que recoge hechos cotidianos de su vida, inmersa en la incomunicación y el desencanto; y La sombra del ciprés es alargada (1947) de Miguel Delibes, novela impregnada de preocupaciones existencialistas, como la obsesión por la muerte y por la infelicidad.

c) el tremendismo, continuando la novela existencial, pero reflejando los  aspectos  más  desagradables  y  brutales  de  la  realidad para efectuar una reflexión profunda sobre la condición humana. Destaca Camilo José Cela con La familia de Pascual Duarte (1944), que como un nuevo pícaro, narra su biografía para que entendamos cómo ha llegado a ser un condenado a muerte, contando un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen verosímiles por el tipo de protagonista y por el ambiente en el que la trama se desarrolla.

2.2.4. La década de los 50: el realismo social

En los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales, en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria trae cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades y su difícil inserción en los suburbios urbanos. Al mismo tiempo, los jóvenes que han vivido la guerra como niños o adolescentes empiezan a manifestar actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y vencidos.

Para muchos, La colmena (1951) de Cela, marca la transición entre la narrativa existencial de los cuarenta y la novela social de los cincuenta, cuyo estilo es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa, ya que pretende llegar a un amplio público, por lo que emplean un argumento lineal y personajes colectivos a los que les suceden hechos en un corto espacio de tiempo y en un espacio reducido, con pocas descripciones y un narrador objetivo.Encontramos dos tendencias:a) el neorrealismo, que es muy objetivo y puro, centrándose en los problemas del hombre como ser individual (la soledad, la frustración…), y tomando como ejemplos tanto el neorrealismo italiano como la “nouveau roman” francesa y la generación perdida norteamericana (Hemingway, Steinbeck…). Destacan Ana María Matute (Pequeño teatro de 1954), Ignacio Aldecoa, (El fulgor y la sangre de 1954), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama de 1956) y Carmen Martín Gaite (Entre visillos de 1957)b) la novela social (realismo social), que es más simple y explícito, centrándose en los problemas de los grupos sociales, en la propia sociedad española, en el “nosotros”. Las novelas reflejan la dureza de la vida en el campo (Miguel Delibes con El camino de 1950, Jesús Fernández Santos con Los bravos de 1954, o José Manuel Caballero Bonald con Dos días de septiembre de 1962), las dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales (Jesús López Pacheco con Central eléctrica de 1958, o Armando López Salinas con La mina de 1960), la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa (Juan García Hortelano con Nuevas amistades de 1959 y Tormenta de verano de 1962), etc.Sin embargo, también fueron conscientes de su fracaso, al no llegar al gran público, por lo que abandonaron este tipo de novelas.2.3.3. Los años cuarenta: evasión y humor: La miseria, el aislamiento y la censura mantienen, como forma de evasión y de defensa de los valores tradicionales, el teatro burgués benaventino de antes de la guerra (Diario íntimo de la tía Angelica de 1946 de José Mª Pemán, y El cóndor sin alas de 1951 de Juan Ignacio Luca de Tena), al tiempo que continúa el teatro humorístico, que raya el absurdo y en el que destacan:a) Miguel Mihura, con obras como Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959) y Ninette y un señor de Murcia (1964), aunque su obra más representativa es Tres sombreros de copa, estrenada en 1952, veinte años después de ser escrita. Es una comedia en la que se enfrentan los dos temas constantes de su producción: el choque entre el individuo y las convenciones sociales, y las problemáticas relaciones entre hombre y mujer.b) Enrique Jardiel Poncela y su “teatro de lo inverosímil”, ya que la comicidad nace de situaciones ilógicas y disparatadas, si bien acomodó algunas ideas geniales para poder ser representado. Algunos títulos importantes son Eloísa está debajo de un almendro (1940) y Los ladrones somos gente honrada (1941), y de antes de la guerra, Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936). 2.3.4. Los años 50: teatro existencialista y social. El teatro inconformista y existencial pronto derivó hacia el teatro realista, que intentó renovar la escena española y manifestar su oposición a la dictadura, planteando temas como la injusticia social, la explotación, la vida de la clase media y baja, la condición humana de los humillados, los marginados, etc. Pero se planteó una polémica: ¿es posible plantear un teatro crítico con la situación de la época? Hubo dos respuestas enfrentadas: los que creían en el “imposibilismo” de ese teatro pero creían que debía escribirse aunque después fuese censurado; y los que creían en el “posibilismo” a través de una crítica moderada que evitase previamente la censura. Destacan:a) Lauro Olmo, con La camisa (1962), sobre la emigración.b) Alfonso Sastre, que creó grupos teatrales (“Arte nuevo” de 1945 a 1948) y teorizó sobre el teatro desde el imposibilismo,  pero considerando que después había que conseguir el objetivo de llegar al público, suavizando las obras para así ser representadas. Destacan Escuadra hacia la muerte (1953, antimilitarista y existencial), La mordaza (1954, sobre un padre tiránico) y En la red (1959, sobre la resistencia antifrancesa en Argelia)c) Antonio Buero Vallejo, en cuya primera etapa, la existencial, reflexiona sobre la condición humana, en Historia de una escalera (1949, que refleja el mundo gris de cuatro vecinos y sus frustraciones, que se repiten, no sólo por el peso del medio social sino también por la debilidad personal) y En la ardiente oscuridad (1950), con un teatro posibilista y de inmersión, en el que el espectador observa la historia desde dentro, desde el punto de vista de un personaje.

T.12:2. La literatura de los años .2.1. Lírica. 2.1.1. Los años 60: Además de los poetas del exilio y del 36, a finales de los años cincuenta aparece un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, busca una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal; son los poetas conocidos como la Promoción de los sesenta (nacidos entre 1925 y 1938): Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo (los tres de la Escuela de Barcelona), Ángel González, José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez (vinculados a Madrid), etc.Para ellos, el poema es un instrumento que permite al ser humano  (y,  por tanto, al poeta) conocer el mundo, conocerse a sí mismo, por lo que el estilo es muy próximo al lenguaje conversacional, “hablado”, compatible con una exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Admiran a Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo y Luis Cernuda, aunque cada poeta se propone la búsqueda de un lenguaje personal, nuevo, más sólido, empleando la ironía.Respecto a la métrica, emplean el verso libre y los endecasílabos, heptasílabos y pentasílabos, y en cuanto a los temas, se centran en:- la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye, sólo la infancia y la adolescencia se verán como un paraíso perdido)- el amor, como cauce del erotismo y la amistad.- la reflexión sobre la creación poética.- lo social y lo político, pero tratados con ironía, con cierto distanciamiento autocrítico y una mayor perfección estilística* Ángel González (Asturias, 1925), de la poesía social a un estilo deliberadamente prosaísta, antipoético y amargo. Destacan Grado elemental (1962) y Tratado de urbanismo (1967)* Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990), mezcla el tono confidencial y autobiográfico con una ironía distanciadora, la actitud crítica con la mala conciencia de burgués acomodado. Las personas del verbo reúne sus tres libros de los sesenta.* José Ángel Valente (Galicia, 1929-2000), cada vez más intelectual y hermético, como en La memoria y los signos (1966)* Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-1999), cargado de simbolismo al contemplar la naturaleza castellana en Don de la ebriedad (1953) y Alianza y condena (1965)2.1.2. Los años 70: los novísimos. Los años 70 están dominados en el ámbito poético por la promoción del 68 (por las revueltas estudiantiles de ese año) o poetas de los setenta (nacidos entre 1938 y 1950) o “novísimos”, nombre que procede de una antología publicada en 1970 por el crítico José María Castellet con el título de Nueve novísimos poetas españoles, que incluía a Pere Gimferrer (la principal figura), Guillermo Carnero, Félix de Azúa, Antonio Martínez Sarrión, Manuel Vázquez Montalbán, Leopoldo Mª Panero, Ana María Moix, Vicente Molina Foix y José Mª Álvarez. A este grupo podemos añadir a Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca y Luis Antonio de Villena: no han conocido la Guerra Civil y se han instruido en las universidades, pero sin dejar de lado los medios de comunicación, el cine, la música pop y los tebeos/cómics. Otras características importantes son:- rechazo de la tradición española (excepto Aleixandre, Cernuda y Gil de Biedma)- predilección por Lezama Lima, Octavio Paz, los surrealistas franceses, T.S. Eliot, Ezra Pound y Constantin Cavafis, con referencias muy cultas a sus obras, llamándoseles “culturalistas” o “los venecianos” (por su gusto por ciudades como Venecia)- preocupación por la forma y el lenguaje, lo que les acerca a las creaciones bellas y autónomas de las vanguardias.- uso frecuente de procedimientos experimentales: ruptura del verso, disposición gráfica inusual, supresión de signos de puntuación, collages con textos, refranes, recortes de anuncios…- escasa importancia del contenido, tomándolo como excusa para sus juegos poéticos, llegando a la metapoesía (la reflexión sobre la propia poesía), pero también al amor, al erotismo, a la evocación de lugares exóticos o refinados, y a la denuncia social.2.3. Teatro. 2.3.1. Los años 60Dentro del teatro comercial, siguen triunfando las comedias burguesas de Mihura, Jaime Salom, Jaime de Armiñan, Ana Diosdado, Alfonso Paso, Juan José Alonso Millán, etc., y empieza a sobresalir Antonio Gala, que en 1963 estrena su primera comedia, Los verdes campos del Edén (1963) .Pero al mismo tiempo surge un teatro de protesta y de denuncia, que trata de evitar la censura para mostrar la explotación del obrero y del empleado, y la falsedad de los poderosos, como José María Rodríguez Méndez (Los inocentes de La Moncloa de 1961, sobre jóvenes opositores), Carlos Muñiz (El tintero de 1961, sobre un trabajador esclavizado por la burocracia), Lauro Olmo (La camisa de 1962, sobre el éxodo rural, del campo a las chabolas) o José Martín Recuerda (Las salvajes en Puente San Gil de 1963, sobre la llegada de una compañía de revista a un pueblo)Respecto a Buero Vallejo, se encuentra en su segunda etapa, también social, donde denuncia injusticias que atañen a la sociedad, como en Un soñador para un pueblo (1958, sobre Esquilache), Las Meninas (1960, sobre Velázquez), El concierto de San Ovidio (1962, donde denuncia la explotación de un grupo de ciegos en el París de los años previos a la Revolución francesa) o El tragaluz (1967, centrada en unos personajes marcados inexorablemente por la Guerra Civil)2.3.2. Los años 70: la experimentación y el teatro independienteEl teatro comercial continúa, y Antonio Gala sigue gozando del favor del público con obras como Anillos para una dama (1973), Las cítaras colgadas de los árboles (1974) o ¿Por qué corres, Ulises? (1975). Posteriormente estrenará obras como El hotelito (1985) y Séneca o El beneficio de la duda (1987)Pero la renovación formal también llegó al teatro, originando dos corrientes complementarias: la experimentación, y el teatro independiente.Como ocurre con la narrativa y la poesía, los nuevos autores consideran acabado el realismo social y buscan nuevas propuestas que se caracterizan por su oposición estética a los “realistas”, cierta experimentación que en bastantes ocasiones tampoco está exenta de crítica social. Muchas de estas obras no encontraron facilidades para ser representadas, o por problemas con la censura, o porque sus audacias formales no encontraron fácil eco en el público. Se habla de “teatro soterrado”, “teatro del silencio”, “teatro ‘underground’, “teatro vanguardista”, etc., que presenta personajes deshumanizados y esquemáticos, y situaciones y lenguaje alegóricos y simbólicos, destacando Fernando Arrabal y Francisco Nieva.En cuanto a Buero Vallejo, se encuentra en su tercera etapa, de innovaciones, sobre todo los llamados “efectos de inmersión” (corporeización escénica de sueños o visión de la escena por parte del espectador a través de los personajes). Entre las obras más representativas de esta etapa destacan: El sueño de la razón (1970), Llegada de los dioses (1971), La fundación (1974, en la que nos encontramos en un lujoso lugar que resulta ser la celda de una prisión con cinco condenados a muerte) y La denotación (1977, drama histórico centrado en la figura de Larra). Finalmente, sus últimas obras son Jueces en la noche (1979), Lázaro en el laberinto (1986), Música cercana (1989) y Las trampas del azar (1994).Respecto al teatro independiente, aparecen diversos grupos como “Los Goliardos”, “Tábano” y “Teatro libre”, en Madrid; “Els joglars”, “Els Comediants” y “La Fura dels Baus”, en Barcelona; “Akelarre”, en Bilbao, “Teatro Lebrijano” y “La Cuadra”, en Sevilla, “Quart 23” en Valencia, etc., que dan más importancia al espectáculo que al texto, con números plásticos y sonoros, y que tratan de romper la “cuarta pared”, es decir, la tradicional separación entre actores y espectadores.