Las Vanguardias en Europa (1909-1930)
Las vanguardias en Europa (1909-1930) fueron una serie de movimientos artísticos que surgieron con el objetivo de renovar el arte de manera radical en diversas disciplinas como la pintura, la literatura, la música y la escultura. Se denominaron vanguardias o “ismos”, y alcanzaron su mayor auge en los “felices años veinte”. Su propuesta rompió por completo con las formas artísticas tradicionales, apostando por un arte provocador, experimental y, en muchos casos, deshumanizado y anti sentimental. Su desarrollo estuvo influenciado por los efectos de la Primera Guerra Mundial, que marcó una crisis en los valores europeos. Aunque algunas de estas corrientes dejaron una huella profunda en el arte posterior, su mayor aporte fue la imposición de la libertad total del artista.
Los principales movimientos vanguardistas fueron:
- Futurismo (1909, Marinetti): exaltaba la modernidad, el progreso y la velocidad. Admiraba las máquinas, las fábricas y la energía del mundo industrial. Los futuristas rompieron con la sintaxis tradicional y llegaron a sustituir los signos de puntuación por símbolos matemáticos.
- Cubismo (Picasso, Apollinaire): originado en la pintura con obras como Las señoritas de Avignon, el cubismo se trasladó a la literatura con los caligramas, en los que la disposición tipográfica tiene valor expresivo. También destacó el uso del collage, mezclando materiales diversos.
- Dadaísmo (1916, Tristán Tzara): caracterizado por su actitud de protesta y burla hacia el arte tradicional, proponía lo absurdo y el caos. Su nombre proviene de la palabra “Dadá”, tomada al azar de un diccionario. Buscaba liberar la fantasía y recuperar el lenguaje incoherente. Aunque fue un movimiento breve, sentó las bases para el surrealismo.
- Expresionismo: con un fuerte contenido político y social, este movimiento reflejaba el malestar generado por la Primera Guerra Mundial. Se caracterizaba por una visión anti realista, exagerando y deformando la realidad para mostrar sus aspectos más desagradables.
- Surrealismo (1916, André Breton): fue el movimiento vanguardista más influyente. Se interesó por el subconsciente, los sueños y los aspectos irracionales del pensamiento. A través de la escritura automática, buscaba liberar la creatividad sin la intervención de la lógica. Introdujo asociaciones insólitas de palabras y metáforas sorprendentes, renovando el estilo artístico. Este movimiento influyó en escritores de la Generación del 27, como Federico García Lorca y Rafael Alberti.
Las Vanguardias en España
En España, las vanguardias fueron rápidamente aceptadas, impulsadas por tertulias literarias, como la del Café Pombo, y revistas como la Revista de Occidente, que difundían las novedades europeas. Su desarrollo se puede dividir en tres etapas principales:
Nacimiento de las vanguardias (1909-1918)
Durante estos años, las influencias de las vanguardias europeas llegaron de manera desordenada pero creciente. La figura central de este periodo fue Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), quien impulsó el vanguardismo español a través de la revista Prometeo y obras como El concepto de la nueva literatura e Ismos. Atacó la tradición y propuso una renovación total del arte, influenciado por el Surrealismo, el Cubismo y el Dadaísmo, aunque sin adscribirse a ninguno en particular. Ramón creó su propio estilo, basado en la contemplación múltiple de la realidad, transformando los objetos según lo que sugiriera la imaginación. Además, introdujo el concepto de greguería, que él definió como “metáfora + humor”: frases breves y agudas que expresan ideas filosóficas, humorísticas o líricas, como “Los presos a través de las rejas ven la libertad a la parrilla”. Este recurso influyó en la Generación del 27, especialmente en su uso de la metáfora.
Auge del vanguardismo en los años 20
En esta década, las vanguardias surgieron como oposición al Modernismo. Ramón Gómez de la Serna difundió el Futurismo en Prometeo, mientras que la llegada de Vicente Huidobro en 1918 impulsó aún más la experimentación en España. Los principales movimientos fueron:
- Ultraísmo: Priorizó la imagen y la metáfora, eliminando lo narrativo y lo retórico. Incorporó temas modernos como el cine y la técnica. Destacaron Imagen de Gerardo Diego y Hélices de Guillermo de la Torre.
- Creacionismo: Introducido por Huidobro, defendía la poesía como creación autónoma, desligada de la realidad y basada en el azar y la metáfora. Gerardo Diego también contribuyó con Imagen.
Última etapa: consolidación del surrealismo y rehumanización
El Surrealismo fue el movimiento más influyente, explorando el subconsciente y la imaginación sin límites. Aportó una rehumanización del arte, incorporando emociones como la angustia y la rebeldía. Su impacto fue clave en la Generación del 27, que adoptó su libertad creativa y sus imágenes irracionales de gran carga emotiva.
El Grupo Poético del 27
La obra de Juan Ramón Jiménez y los experimentos renovadores del vanguardismo crearon el ambiente adecuado para que el grupo de poetas nacidos entre 1892 y 1905 ofrecieran a la literatura española un momento de gran esplendor con una poesía de alta calidad. Esta poesía se nutre de las vanguardias pero se mantiene fiel a la tradición literaria española.
El Grupo del 27
Este grupo forma parte de una generación más amplia que incluye también a dramaturgos y novelistas. Fue conocida como “La generación de la amistad” debido a las fuertes relaciones personales entre sus miembros, que se vieron truncadas por la guerra. La Residencia de Estudiantes en Madrid fue su primer lugar de encuentro y formación cultural, y celebraron eventos significativos como el centenario de Góngora en 1927 en Sevilla. Publicaron sus obras en revistas como La Revista de Occidente y La Gaceta Literaria.
Los ocho poetas principales de la Generación del 27 fueron: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Rafael Alberti y Luis Cernuda. También se unieron poetas como Manuel Altolaguirre y Emilio Prados, mientras que Miguel Hernández, aunque más joven y perteneciente a la Generación del 36, tuvo una fuerte vinculación con ellos.
Características de la Generación del 27
Las preferencias y los gustos literarios comunes del grupo van desde el escritor más rabiosamente actual hasta el poeta más primitivo. De ahí que uno de los rasgos del grupo sea el equilibrio entre tradición y renovación (esto se refleja incluso en la métrica: uso del verso libre junto con poemas tan tradicionales como el soneto). De la generación anterior fue Juan Ramón Jiménez fue el más admirado, cuya influencia, especialmente en los primeros libros, fue decisiva para todos ellos. Ramón Gómez de la Serna, con sus imágenes novísimas, también les marca en estos primeros años. Admiran a Rubén Darío y a Machado (a este último especialmente a partir de los años treinta). Ortega y Gasset les influye con su ensayo La deshumanización del arte. Del siglo XIX les atrae Bécquer. Su amor por los clásicos fue manifiesto: Góngora, Garcilaso, Manrique, Quevedo, los poetas místicos, etc., además de una honda admiración por la poesía popular español. Los que más destaca en el grupo es la variedad de sus obras y la personalidad de cada uno de ellos. No obstante se pueden observar afinidades estéticas y tendencias comunes.
Etapas de la Generación del 27
- Hasta 1927: Esta fase se caracteriza por la influencia de Bécquer, los modernistas y las vanguardias (como el ultraísmo y el creacionismo). Juan Ramón Jiménez orientó al grupo hacia la “poesía pura”. La mayoría de los poetas publicaron sus primeros libros en este periodo.
- De 1927 a la Guerra Civil: En esta etapa comienza a notarse un cansancio por la búsqueda de nuevas formas estéticas y se inicia el proceso de “rehumanización”. La poesía se centra más en los sentimientos humanos como el amor, las ansias de plenitud y las inquietudes sociales o existenciales.
- Después de la guerra: Con la muerte de Lorca y el exilio de varios poetas (excepto Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego), surge la nostalgia por la patria perdida. Los poetas que se quedan se convierten en maestros para las futuras generaciones, mientras que en los exiliados se refleja un existencialismo angustiado.
Autores destacados
- Pedro Salinas: Conocido como el poeta del amor, sus obras exploran la realidad y la esencia de las cosas. Destacan La voz a ti debida y Razón de amor.
- Jorge Guillén: Representante de la poesía pura, centrado en situaciones cotidianas. Su obra más conocida es Cántico.
- Gerardo Diego: Poesía vanguardista y tradicional. Destacan obras como Evasión (ultraísta) y Sonetos a Violante (tradicional).
- Vicente Aleixandre: Poeta surrealista y pesimista, ganador del Premio Nobel en 1977. Sus obras incluyen La destrucción o el amor y Sombras del paraíso.
- Dámaso Alonso: Su obra Hijos de la ira refleja la angustia post-guerra.
- Federico García Lorca: Poeta carismático que fusiona vanguardismo y tradición, influido por el folclore andaluz. Obras destacadas: Romancero gitano y Poeta en Nueva York.
- Rafael Alberti: Su obra combina lo popular con la poesía pura, el barroco y el surrealismo. El mar es un tema recurrente en su obra, como en Marinero en tierra.
- Luis Cernuda: Sus poemas exploran el choque entre el deseo y la realidad, influenciado por la poesía francesa y alemana. Obras destacadas: La realidad o el deseo y Donde habite el olvido.
- Miguel Hernández: Poeta comprometido que pasó de la poesía lírica a la social. Sus obras incluyen El rayo que no cesa y Viento del pueblo, destacando su influencia en la poesía de posguerra.
La Narrativa desde la Guerra Civil hasta los 50
La guerra civil española fue un acontecimiento no solo de extraordinaria importancia histórica y social de repercusiones tremendas para nuestro país, sino que fue uno de los acontecimientos que, además de marcar un antes y un después en el recorrido natural de los géneros y las tendencias que había antes de 1936, ha sido un acontecimiento que ha inspirado multitud de obras, libros, películas… El mundo novelístico de las dos décadas que nos ocupan gira en torno a ella de un modo u otro. Durante la guerra la narrativa que se escribió fue en general poco relevante y estuvo al servicio de la contienda. Relatos y novelas se publicaron en algunos periódicos antifascistas con El mono azul o La hora de España. Algunas obras escritas durante la contienda verían la luz más tarde o ya en el exilio. Algunos autores destacados fueron Antonio Sánchez Barbudo o Ramon J. Sender. Agustín de Foxá destaca como narrador del bando nacionalista.
Al finalizar la guerra, el exilio, la represión y la censura configuran un precario panorama, agravado por las penurias editoriales y, en general, por el empobrecimiento intelectual del país. La tónica general viene marcada por una uniformidad de pensamiento impuesta por el régimen franquista, el aislamiento internacional y el consecuente desconocimiento de la mejor literatura que se realiza en otros países En España, durante la década de los cuarenta predomina la desorientación cultural, pues la guerra civil ha roto con la tradición literaria anterior, especialmente en la novela. Por eso es una época de búsqueda, de tanteos variados. Las novelas que se publican no son numerosas, denotan una cierta pobreza artística y creadora, con algunas excepciones, y un malestar existencial e individual, pues la situación no permite todavía una crítica social directa. Destacan:
- La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, con la que da comienzo el “tremendismo”, corriente narrativa caracterizada por la selección de los aspectos más duros de la realidad (personajes marginados o tarados de conducta brutal).
- Nada (1945), de Carmen Laforet, ejemplo del realismo “existencial”. En ella se presenta un retrato de la vida cotidiana barcelonesa tras la Guerra Civil, con relaciones familiares sórdidas y crueles, grandes desigualdades sociales y personajes sin futuro.
La sombra del ciprés es alargada de Delibes refleja tristeza y frustración, con temas recurrentes como la oposición entre lo rural y lo urbano, la infancia, la muerte y la alienación del hombre. Su estilo se caracteriza por la precisión, una sintaxis sencilla y un vocabulario amplio. Obras destacadas como El camino, Las ratas y Los santos inocentes forman parte de su trilogía del campo, mientras que Mi idolatrado hijo sí, La hoja roja y El príncipe destronado componen su trilogía de la ciudad.
En la misma línea, Cela, con su obra La colmena (Premio Nobel), introduce innovaciones narrativas, como el narrador objetivista y el desorden temporal. En esta novela, presenta la sociedad madrileña de la posguerra como un conjunto de vidas rotas y desdichadas, que sobreviven más que viven. La colmena sirve como puente entre el existencialismo de los años 40 y el realismo social de los 50.
En los años 50, la novela social se impuso en España, destacando dos corrientes: el neorrealismo o realismo objetivista, influenciado por las corrientes norteamericanas y francesas, y el realismo crítico, que tiene una clara intención de crítica social. El realismo social comenzó con La colmena de Cela. Dentro de esta corriente, algunos autores como Sánchez Ferlosio (El Jarama), Ana M. Matute (Primera memoria), y Carmen Martín Gaite (Entre visillos) emplearon técnicas de narrador objetivista. Por otro lado, el realismo crítico fue representado por autores como Juan Goytisolo (Duelo en el Paraíso) y García Hortelano (Nuevas amistades), quienes denuncian las injusticias sociales.
Aunque el realismo social dominó, también surgieron otras tendencias como la novela existencial de Castillo Puche, la independencia creadora de Torrente Ballester (Los gozos y las sombras) y el realismo lírico de Ana M. Matute.
Los temas comunes de las novelas sociales fueron la sociedad española contemporánea, la dura vida del campo, el mundo laboral, la vida urbana y la condición de la mujer. Estas novelas se caracterizan por narración lineal, descripciones concisas y el uso del personaje colectivo representativo de una clase social. En los años 60, aunque la crítica social siguió presente, la técnica narrativa se volvió más elaborada, incorporando influencias de novelistas extranjeros como Joyce, Kafka y Proust. En el exilio, autores como Francisco Ayala (Muertes de perro), Ramón J. Sender, Max Aub y Rosa Chancel continuaron con una variada producción literaria que abordó temas políticos y sociales.
La Lírica Española desde la Posguerra hasta Finales de los Años 50
Al finalizar la Guerra Civil española en 1939, la continuidad de la poesía se vio interrumpida. La desorientación predominó, ya que no había referentes cercanos y los poetas debían enfrentarse a la censura y a la resistencia del Régimen hacia la literatura extranjera. Los poetas más destacados del momento, muchos de los cuales optaron por el exilio, vieron interrumpida su producción, mientras que los que se quedaron en España lo hicieron en un ambiente hostil. En ese contexto, la unidad del Grupo del 27 se fragmentó debido a la guerra.
En 1936, Miguel Hernández publica El rayo que no cesa, marcando un punto importante en la poesía española. Su obra sirve como puente entre el Grupo del 27 y las primeras promociones de la posguerra. Hernández comparte con los poetas del 27 tendencias comunes y, además, abre el camino a la poesía social de la posguerra.
Tras la guerra, la creación poética se diversifica. En el exilio, los poetas, especialmente los del Grupo del 27, abordan el tema de la patria perdida, primero evocando la lucha y la derrota, y luego una profunda nostalgia por España y el deseo de retorno. Los poetas exiliados siguen trayectorias diversas, pero la nostalgia es un tema común. Destacan obras como Recuerdos de lo vivo lejano de Rafael Alberti, Ocnos de Luis Cernuda, Clamor de Guillén, y Dios deseado y deseante de Juan Ramón Jiménez. También León Felipe, con su obra Español del éxodo y del llanto, refleja esta temática.
Entre los poetas que permanecen en España, en los años 40 y 50, nos encontramos con la Generación del 36. Y podemos distinguir diversos caminos que se pueden reducir a cuatro. La poesía arraigada está centrada en los poetas que se autodenominan “juventud creadora”, como Luis Rosales, con La casa encendida, y Leopoldo Panero, con Escrito a cada instante. Estos poetas se caracterizan por su dimensión religiosa y, en algunos casos, su acercamiento político al Régimen. Se les conoce como garcilasistas porque se agrupan en torno a la revista Garcilaso y miran hacia Garcilaso de la Vega, usando formas clásicas para tratar temas tradicionales como el amor y lo bello, además de expresar sentimientos religiosos. Salen de la contienda con un afán optimista por la perfección y el orden, alineándose con los vencedores de la guerra.
La poesía desarraigada se opone a la poesía arraigada y se caracteriza por un tono agrio y desazonado, enfrentándose a un mundo caótico y lleno de sufrimiento y angustia. Esta tendencia está representada en la revista Espadaña y se expresa a través de un humanismo dramático vinculado al existencialismo. La religiosidad aparece, pero con un tono de desesperanza y duda, o con invocaciones desamparadas a Dios sobre el misterio del dolor humano. El estilo es sencillo y menos preocupado por la estética. Destacan poetas como Dámaso Alonso (con Hijos de la ira), Blas de Otero, y Gabriel Celaya. El término “desarraigada” proviene de un verso de Blas de Otero.
Entre las otras tendencias poéticas, destaca José Hierro, un poeta inclasificable que transitó por diversas corrientes sin afiliarse a ninguna, con obras como El libro de las alucinaciones, Cuanto sé de mí y Cuadernos de New York. En una posición marginal se encuentra el Postismo, fundado por Carlos Edmundo de Ory, que se aleja del existencialismo y reivindica la libertad expresiva, la imaginación y lo lúdico. Además, se menciona al Grupo Cántico de Córdoba, influenciado por el 27 y centrado en una poesía intimista de gran rigor estético. Finalmente, se destacan Gloria Fuertes, con una línea personal y única, y Carmen Conde, cuya poesía refleja un intenso vitalismo.
La poesía social se consolida hacia 1955 con el realismo social, marcado por libros como Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos íberos de Gabriel Celaya, que superan la etapa existencial y colocan los problemas humanos en un contexto social. Acompañando a estos poetas está Vicente Aleixandre con Historia del corazón. En esta nueva corriente, la poesía se aleja del enfoque individualista (“yo”) para centrarse en lo colectivo (“nosotros”), abogando por un compromiso social frente a los problemas del mundo, como la injusticia, la alienación, el trabajo y el anhelo de libertad. La poesía busca ser clara, con un tono coloquial, priorizando los objetivos sociales sobre los estéticos. Aunque los poetas eran una minoría, la poesía social alcanzaría mayor difusión a través de cantantes y cantautores. Sin embargo, hacia la década de 1960, comienza a decaer el interés por este tipo de poesía.