Jacinto Benavente:
(1866-1954) constituye uno de los fenómenos humano-literarios más representativos de todo este periodo, como ya se apuntó en capítulos anteriores. En 1892, año en que subió a los escenarios Realidad de Pérez Galdós, Benavente estrena Teatro fantástico, iniciando una carrera que llegará hasta mediado el siglo XX. Don Jacinto adopta una actitud renovadora con respecto a lo que se escribe en España. El nido ajeno (1894) surge como crítica de la sociedad de ese momento y, para ello, abandona de forma casi definitiva los recursos poéticos, escogiendo los diálogos como procedimiento mucho más apto para intentar un cierto realismo escénico.
Pero el nuevo planteamiento no debe llevar a engaño; Benavente será el cronista dramático de una sociedad a la que complace de modo entusiasta. Sus vicios, que el autor presenta solo hasta un límite de tolerancia y buen gusto razonables, serán la materia dramática sobre la que se articula la acción. Por ello, nunca habrá situaciones comprometidas. La sátira o el elogio no caerán en extremismo alguno. Este afán por ser cronista de esa sociedad que lo admira, le lleva a no abandonarla por el trasfondo argumental, pero sí en cuanto a los escenarios en que la trama ha de ser ambientada. Conocedor del mundo contemporáneo, sus argumentos surgirán en todos los estratos sociales del momento.
Valle-Inclán: (28 octubre de 1866 – 5 enero de 1936, Pontevedra)
En la trayectoria de Valle se pueden trazar distintas etapas:
El espacio gallego
Con su antigua nobleza y sus fuerzas telúricas, que van a acercar al héroe al primitivismo. Las tres obras que componen este ciclo, con un orden cronológico que no se corresponde con el temático, son Águila de blasón y Romance de lobos, de 1907, y Cara de plata, de 1922. Este mundo de la Galicia valleinclanesca se completa con otra obra: El embrujado, de inferior talla literaria.
La farsa como recurso dramático
En 1909 se estrena la Farsa infantil de la cabeza del dragón, superior a Cuento de abril (también de 1909). En 1911, aparece Voces de gesta, en 1913, La marquesa Rosalinda. El ciclo de la farsa continúa en 1920, con la Farsa italiana de la enamorada del rey y con la Farsa y licencia de la reina castiza, pórtico inmediato, junto con Divinas palabras, del esperpento.
El esperpento
En 1920, la obra de Valle-Inclán sufre una profunda transformación. Cinco obras, cuatro de teatro, ven la luz pública. Las cuatro constituyen una especie de testamento literario que cierra una etapa. El primer esperpento, Luces de bohemia, se publica por primera vez ese año. Aparece en la revista España en entregas semanales, pero reaparecerá en forma de libro en 1924, con una serie de variaciones literarias y algunos añadidos importantes. La obra es un paseo nocturno, alucinante, por el mundo de la bohemia madrileña, que tiene poco de brillante, como el mismo Valle-Inclán observó. Un año después, la revista La Pluma publica Los cuernos de don Friolera, que ridiculiza uno de los aspectos sagrados de la tradición española, el honor.
Esta línea de desmitificación de aspectos culturales hispánicos se completa con Las galas del difunto (1926), publicada con el título El terno del difunto, y donde el mismo Valle-Inclán hizo el papel de doña Brígida, criada de doña Inés en el drama romántico. El ciclo del esperpento se cierra con una obra que ofrece implicaciones de crítica política: La hija del capitán, aunque publicada en 1927, sufrirá la prohibición de la Dirección General de Seguridad hasta 1930. Se trata de una sátira contra la dictadura del general Primo de Rivera.
Pero, aunque cerrado el ciclo, el esperpento se enriquece con la publicación en 1927 del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, que incluye dos melodramas para marionetas, La rosa de papel (1924) y La cabeza del Bautista (1924), y otras dos piezas, Ligazón (1926) y Sacrilegio (1927), pertenecientes al bloque literario denominado autos para siluetas.
Federico García Lorca: (5 junio de 1898 – 18 agosto 1936, Granada)
Como su poesía, el teatro constituye la manifestación literaria de unas preocupaciones que obsesionaron al poeta toda su vida. Esta manifestación dramática adoptó formas diferentes, que van desde los juegos líricos de las primeras obras, hasta las tragedias encarnadas por personajes femeninos, pasando por representaciones más subjetivas como ocurre con sus dramas surrealistas.
Primeras obras
Comedía rota del que quiere arañar la luna. Con estas palabras presenta Federico García Lorca El maleficio de la mariposa (1920). Es la primera obra y, a pesar del interés de Gregorio Martínez Sierra en que la componga para llevársela al escenario, el éxito no acompañará el estreno. Los 12 años que van desde El maleficio de la mariposa hasta Bodas de sangre enmarcan una serie de obras de muy diversa condición: desde Los títeres de cachiporra (1923), hasta el surrealismo personalísimo que late en Así que pasen cinco años (1931) y El público (1933).
Entre ambos extremos dramáticos, Lorca compone un drama histórico, Mariana Pineda, de 1925, su primer gran éxito y unas cuantas farsas: Farsas para guiñol (Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, de 1923, y Retablillo de don Cristóbal, de 1931); y Farsas para personas (La zapatera prodigiosa, de 1929-1930, y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, de 1929).
Obras surrealistas
Este ciclo se inicia con la composición de su diálogo dramático, El paseo de Buster Keaton (1925), obra menor que anticipa muchas de las situaciones que Lorca desarrollará en Poeta en Nueva York. El público aborda el problema de la autenticidad del teatro en estos años, con la diferencia entre la autenticidad propuesta por el nuevo teatro y el convencionalismo al que el público ha estado acostumbrado hasta este momento. Así que pasen cinco años, plantea grandes problemas por estar articulada en torno a presupuestos simbolistas muy complejos, basados en una absoluta arbitrariedad, muy difícil de asimilar por el espectador.
1934 marca su vuelta a la tragedia
En este contexto aparece la Trilogía de la tierra española: Bodas de sangre (1933) puede considerarse el primer éxito teatral de Lorca. Le siguió Yerma (1934), representada por la compañía de Margarita Xirgu y Enrique Borrás. A pesar de que confesó en varias ocasiones sus objetivos dramáticos en su última etapa, persiste el enigma de lo que pudo haber sido El drama de las bijas de Loth, obra con la que pretendía haber cerrado el ciclo de la tragedia y que no llegó a escribir.
Otras obras
Dos grandes piezas teatrales de Lorca son Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) y La casa de Bernarda Alba (1936), último documento teatral de García Lorca, cima de su proceso dramático y estilístico, y que su autor no pudo ver representada.