Vida y Obra de Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer, Huelva. Vivió en el exilio tras la Guerra Civil y murió en Puerto Rico. Fue galardonado en 1956 con el Premio Nobel de Literatura.
Poeta difícil de clasificar en una generación, ya que se movió en diferentes etapas: el Modernismo, el Novecentismo y el Vanguardismo. De vocación poética precoz, fue uno de los impulsores del Modernismo, pero, ante todo, el renovador de la lírica contemporánea.
Generación del 14 y Novecentismo
Su obra poética es muy personal, pero se le incluye dentro de la Generación del 14, haciendo referencia al comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y se ubica cronológicamente entre la Generación del 98 y la Generación del 27; también llamados novecentistas.
El Novecentismo es uno de los primeros movimientos culturales de principios del siglo XX que intenta diferenciarse de la producción literaria e intelectual realizada a final del siglo XIX y primeros años del siglo XX, a través de una nueva forma de pensar, una nueva solución para la crisis española de final de siglo, a la que ya los autores de la llamada Generación del 98 intentaron dar solución.
Forman la Generación del 14 el pensador y ensayista José Ortega y Gasset, los novelistas Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró, así como el poeta Juan Ramón Jiménez.
Trayectoria Poética de Juan Ramón Jiménez
La evolución de su obra está marcada por una fuerte tendencia a la interiorización, una búsqueda incansable (y “enfermiza”) de la expresión desnuda, de una poesía pura y un deseo de perfección que lo llevaba a no quedar nunca totalmente satisfecho con sus poemas. Para él, la poesía representa una forma de superar la imperfección del mundo y una vía de elevación espiritual. Es una poesía minoritaria, como él mismo dijo: “A la minoría siempre”.
“Yo tengo encerrada en mi casa, por su gusto y por el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de dos apasionados”. Estas palabras confirman que para él la poesía representa una triple sed: de belleza, conocimiento y eternidad.
El propio Juan Ramón Jiménez dividió su obra poética en tres grandes etapas:
- Etapa sensitiva o modernista
- Etapa de la poesía pura o intelectual
- Etapa suficiente o verdadera
Etapa Sensitiva (hasta 1915)
Se suceden tres fases en esta etapa:
- Primeras obras: Impregnadas de Posromanticismo becqueriano y de cierto Modernismo. Se denomina también “poesía inocente” (“Y la amé como un niño”). Más sensorial en Almas de violeta y Ninfeas (ambos de 1900, que no fueron del gusto de la crítica ni, posteriormente, del propio autor) y luego más intimista y simbolista (“vestida de inocencia”) en Arias tristes (1903) o Jardines lejanos (1904), obras con gran sencillez, con poemas melancólicos que tratan la soledad, el tiempo, el erotismo, la muerte…
- Obras modernistas (vestida con los “ropajes” del Modernismo: “Y la fui odiando, sin saberlo”). Hay más presencia de elementos sensoriales, musicalidad, de adjetivación más brillante, y una visión modernista del amor, la belleza, la nostalgia, la naturaleza, la muerte, pero todo ello en una línea más intimista que ornamental: Elejías (tres libros, 1907-1908), La soledad sonora (1911), Poemas mágicos y dolientes (1909-1911), Melancolía (1912). La versificación adopta metros modernistas como el alejandrino.
- Obras de transición hacia una poesía más depurada y sencilla (“vuelta a la inocencia antigua”): Sonetos espirituales (1914-1917), y especialmente Estío (1915). Como obra de tránsito destaca Platero y yo (1914, completada en 1917), poema en prosa estructurado en breves capítulos, donde el burro Platero hila las evocaciones de la infancia del autor, en Moguer, y las reflexiones sobre la naturaleza, el arte…
Etapa Intelectual (1916-1936)
Etapa de la “poesía desnuda”, que se abre con Diario de un poeta recién casado (1916), escrito en parte durante su viaje de novios a Nueva York. “Poesía pura”, de poemas breves, conceptuales y emotivos, en prosa y en verso (en su mayoría libres). Se busca en la poesía el nombre exacto de las cosas, el conocimiento original del mundo, el dios primordial que está en todo.
Otras obras de esta etapa son Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía y Belleza (ambos de 1923). De 1922 es la Segunda antología poética, donde recoge incluso poemarios inéditos. Cierra este periodo La estación total (1923-1936, publicado en 1946), expresión del anhelo total de belleza en lo eterno.
La poesía de Juan Ramón Jiménez “se desnuda” de la sonoridad de los versos, de la adjetivación sensorial y del léxico modernista. El mar es el símbolo perfecto de la eternidad, de la libertad, de la pureza, de la soledad… y lo utiliza constantemente en sus creaciones. Cambia la musicalidad o la sensorialidad (con carácter puramente humano) para enfrentarse con la belleza, la profundidad, la pureza, la esencia de la existencia. De esta etapa es este poema de Diario de un poeta recién casado (1916).
Etapa “Suficiente” o “Verdadera” (1936-1958)
Desde su exilio en 1936 hasta su muerte (1958). Destacamos dos obras herméticas, difíciles, solo publicadas íntegras póstumamente, donde el tema fundamental es la búsqueda de un Dios como elemento perfecto de la existencia, que completa la suya propia:
- En el otro costado: se habían publicado ya sus “Romances de Coral Gable” (1948). La versión íntegra (editada en 1974) contiene el largo poema en prosa “Espacio” (1954), un fluir, mediante la técnica de la asociación libre, de la conciencia poética.
- Dios deseado y deseante (1948-1952, publicado entero en 1964): se conocía ya su primera parte, “Animal de fondo” (1949). Refleja, en versos libres impregnados de un cierto misticismo, la sed de eternidad en un dios (deseado y deseante) que en la conciencia del poeta se hace naturaleza, amor, verdad, belleza y poesía. El propio poeta se identifica con Dios (el cual a su vez se identifica con la naturaleza, la belleza o con la propia conciencia creadora) porque se siente pleno en la culminación de su búsqueda del absoluto a través de su obra.
La poesía se hace más trascendente y depurada, si cabe, hasta llegar a veces a unos extremos de abstracción que hacen difícil su comprensión. Poesía muy hermética. Dios, la belleza y la poesía son los tres elementos que se conjugan siempre.