La novela después de la Guerra Civil

La muerte de Franco en 1975 es una fecha que se toma como referencia para hablar del arranque de la modernidad en España. Desde el punto de vista político, ese hecho es trascendental, ya que supone el fin de la dictadura, el inicio de la transición, el restablecimiento de las relaciones con nuestros vecinos de Europa y en definitiva la normalidad democrática. Sin embargo, desde el punto de vista de la narrativa, es más cuestionable que suponga un verdadero punto de inflexión. Se publican obras hasta entonces censuradas y se escribe con más libertad, sin censura ni autocensura, pero las expectativas de una explosión de talento oculto tras la opresión franquista quedan frustradas. Un fenómeno importante son los innumerables premios literarios, que contribuyen a animar el panorama creativo.La novela de las últimas décadas del Siglo XX hasta nuestros días se caracteriza por la diversidad de corrientes y tendencias. Aún así, se pueden observar algunos rasgos comunes:1. Cierto retorno a la novela tradicional provocado por el cansancio de la experimentación.2. Recuperación del Realismo, pero no como crítica, sino como marco para situar al personaje y sus preocupaciones. Éste puede ser tanto cercano como exótico, del presente o del pasado.3. Tendencia al intimismo y al existencialismo, así como una recuperación de temas tópicos: muerte, amor, misterio, etc.4. Técnicas variadas de narración en las que se emplean todas las posibles personas narrativas: tercera, primera y segunda.Es muy difícil dar cuenta del enorme número de autores en activo durante estos años. Todavía en este periodo la figura de los grandes novelistas surgidos en los años 40 sigue siendo importante. Camilo José Cela, que es una celebridad social y ya no solo literaria, escribe obras importantes como Mazurca para dos muertos. También lo hará Miguel Delibes con Los santos inocentes, obra maestra de ambientación rural pero de técnica en cierto modo experimental, o Gonzalo Torrente Ballester autor prolífico y de éxito con títulos como Filomeno a mi pesar. Por su lado, los autores de la generación del medio siglo, neorrelistas o realistas sociales, que en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad y en algunos casos novelas de altísima calidad.Podríamos señalar La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza, como punto de partida de la nueva novela. En ella el autor utiliza distintos puntos de vista para conformar la narración: el del protagonista (1ª persona), la del narrador omnisciente (3ª persona) y la de los documentos del juicio.Otras tendencias, autores y obras destacadas son, haciendo una síntesis esquemática, los siguientes:Novela histórica. Utilizada tanto para acercarse a la realidad como para alejarse de ella. Entre los autores más destacados podemos citar a Jesús Fernández Santos con Extramuros (1978), Lourdes Otiz con Urraca(1982) y Miguel Delibes con El hereje (1998)Novela intimista o del discurso reflexivo. Una novela en la que la reflexión del protagonista es el hilo argumental. Además de las últimas novelas de Juan y Luis Goytisolo, en estacorriente se insertan las novelas de Juan José Millás (El desorden de tu nombre), las de Luis Landero (Todas las almas) o las de Javier Marías (Mañana en la batalla piensa en mí)Novela experimental. Podemos decir que se inicia con La saga/ fuga de J. B. (1972)de Gonzalo Torrente 6Ballester y continúa con las experimentaciones del lenguaje de José María Merino, de Lourdes Ortiz, o la prosa poética de Julio Llamazares (La lluvia amarilla). Camilo J. Cela también se une a esta tendencia con novelas como Mazurca para dos muertos (1983) y Cristo versus Arizona (1994), ésta última está escrita en una única y larga oración que sólo tiene un punto (el final). Metanovela. Creación que reflexiona sobre el propio quehacer novelístico como en La isla de los jacintos  cortados de Torrente Ballester o El hijo adoptivo de Álvaro Pombo.Novela erótica. El principal cultivador es Leopoldo Azancot.5Novela de intriga. A esta corriente se suman muchos escritores que siguen el camino de Eduardo Mendoza. Destacamos las novelas de Antonio Muñoz Molina y sus obras Beatus ille, El invierno en Lisboa, El jinete polaco o Plenilunio, que tuvieron gran éxito entre los lectores. Otros novelistas que se suman a esta corriente son Manuel Vázquez Montalbán, Arturo Pérez Reverté y Juan José Millás. Novela neorrealista. Refleja la realidad sin descuidar la técnica e incluye el humor y la parodia. En esta línea están Los santos inocentes o Diario de un cazador de Miguel Delibes, El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite, o Trilogía de Madrid de Francisco Umbral. Otros autores neorrealistas son José María Merino, Luis Mateo Díez o Soledad Puértolas. Como vemos, muchos de los novelistas citados participan de distintas corrientes a la vez, por lo que es difícil incluirlos en una sola corriente. Esto es, precisamente, lo que caracteriza con más exactitud la novela de esta época, la variedad de corrientes y de carácterísticas que adoptan los distintos novelistas en una evolución personal y vital. Finalmente, cabe señalar que durante estas décadas, el libro se convierte en objeto de consumo y las editoriales no sólo atienden a los lectores, sino que además deben crearlos; de ahí la abundancia de publicidad, la proliferación de premios literarios, las listas de los libros más vendidos, los suplementos literarios de los periódicos, las ferias del libro, las firmas de libros en grandes almacenes y la incorporación al mundo de la narrativa de conocidos periodistas, políticos o presentadores de televisión. Aquí tenéis dos enlaces sobre dos de los autores incluidos en este tema.


Tras la Guerra Civil, la clase intelectual anterior a la Guerra había desaparecido: unos habían muerto, otros se habían exiliado y el resto permanecieron en España bajo la censura de un régimen que no apreciaba los valores intelectuales. Durante los años 50 se inicia una tímida apertura hacia el exterior; en los 60 comienza un desarrollo económico e industrial que incide en las costumbres y en la mentalidad. Durante la transición (1975-1978) se reinstaura la monarquía borbónica con la subida al trono de Juan Carlos I. A partir de entonces, no sin problemas y algunos conatos de crisis, se produce la progresiva integración de España en el capitalismo mundial y, lo más importante para la Literatura, un ambiente de libertad para renovar el arte y llevar allí los más diversos temas y actitudes ante la vida. Como hemos mencionado, el panorama intelectual de la primera década de posguerra es desolador y el aislamiento de España impide que se conozcan las tendencias literarias del exterior. En el exilio, siguieron escribiendo autores como Francisco Ayala, Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español), Max Aub (El laberinto mágico), Rosa Chacel (Barrio de Maravillas) y Arturo Barea (La forja de un rebelde). En España, la novela de los años 40 tiene como denominador común la realidad como tema literario, pero difiere en unos y otros autores en función de su perspectiva ideológica. Las obras más importantes son La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, Nada (1945), novela de corte existencialista de Carmen Laforet, y la primera novela de Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada. Con La familia de Pascual Duarte, se inicia el TREMENDISMO, que consiste en el desquiciamiento de la realidad en un sentido violento, presentando sistemáticamente hechos desagradables e incluso repulsivos con un estilo descarnado y brutal. En los 50 se continúa con la tradición del Realismo de los 40, pero técnicamente, sufre una renovación, también marcada por una obra de Camilo José Cela, La Colmena, que se basa en la técnica que el mismo autor denomina “calidoscópica”, si bien esta novela del nobel español le debe mucho a Manhattan Transfer de John Dos Passos. Para los novelistas de los 50, la literatura debía cumplir la función de informar al lector de aquello que no aparecía en los medios de comunicación y sensibilizarlo, sorteando entre líneas la presión de la censura. Son novelas con protagonista colectivo (la sociedad deja de ser un marco narrativo para convertirse en protagonista; con reducción del argumento, del tiempo y del espacio como en El Jarama, de Sánchez Ferlosio); y con un lenguaje desnudo y directo. De esta manera, se opta por dos corrientes principales: objetivismo (el narrador se limita a registrar lo externo, sin indagar en el interior de los personajes, tal es el caso de El Jarama, ya mencionado) o Realismo crítico (la crítica social se muestra más explícita). Dentro de la corriente del Realismo crítico, debemos mencionar la llamada “Generación del medio siglo”, dada a conocer en 1954. Se trata de un grupo de escritores nacidos entre 1925 y 1931, que viven la guerra entre la infancia y la adolescencia. Entre los autores más destacados, están Ana María Matute (Primera memoria), Ignacio Aldecoa (Con el viento solano), Juan Goytisolo (Juan sin Tierra), Carmen Martín Gaite (Entre visillos) y José Manuel Caballero Bonald (Dos días de Septiembre). A medida que avanza la década de los 60 la novela camina por nuevos derroteros movida por el cansancio del Realismo y da vía libre a la imaginación. Con Tiempo de Silencio (1962) de Luis Martín Santos, se produce una importante renovación formal en la que influyeron también narradores extranjeros como Proust, Joyce y Kafka, entre otros. Se trata de una compleja novela experimental en la que adquiere mayor importancia la forma que el contenido y que obliga al lector a una lectura más activa. Las carácterísticas principales son: menos importancia de la historia relatada; el protagonista es el centro de la novela; estructura caótica, sin progresión lineal y que deja muchas veces la novela abierta; monólogo interior directo o fluido de conciencia. Además de Luis Martín Santos, en esta década se dan a conocer otros autores como Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa, Juan Benet con Volverás a Regíón o Miguel Espinosa (Escuela de mandarines). Otros autores ya consagrados también se suman a esta tendencia innovadora. Tal es el caso de Miguel Delibes con Cinco horas con Mario (1966), CamiloJosé Cela con San Camilo 36, Juan Goytisolo con Señas de identidad (1966) o Torrente Ballester con La saga/fuga de J.B. (1972). La novela española de estos treinta y cinco años está marcada por la evolución de la dictadura franquista y su progresivo, aunque lento, apertura al mundo exterior, que permite la entrada de las innovaciones literarias

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