La Poesía Española de Posguerra: Entre el Arraigo y el Desarraigo

La guerra civil española provocó una ruptura en nuestras letras: algunos autores murieron fusilados y otros siguieron su labor en el exilio. La más difundida será la poesía de los vencedores, donde destaca José María Pemán, con su poema de la bestia y el ángel, mezcla la épica política. Los temas más frecuentes son los amorosos, religiosos; también se refleja en descripciones de ciudades o lugares destacados en la guerra.

En la poesía del exilio, donde destacan Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, sus temas más comunes son la patria perdida, la evocación de la lucha; también se preocupan por la realidad de las tierras donde viven. También destacan Rafael Alberti y Luis Cernuda.

La Rehumanización y la División de la Poesía Española

En la poesía española tras la guerra, el proceso de rehumanización que se vino dando desde el 27, seguirá la preocupación por el hombre como tema existencial y social. Por eso el panorama poético español se divide en poesía arraigada y desarraigada.

Poesía Arraigada

Se denomina así por la creación de un grupo de autores llamados “Juventud Creadora”. Tienen una visión coherente y ordenada del mundo, dirigida por José García Nieto. Pese a su poesía retórica, clasicista y poco comprometida, imita los sonetos de Germán Bleiberg. Sus temas abordan un firme sentimiento religioso, el amor, el paisaje y cosas bellas.

Aparece otro nuevo grupo “falangistas”, buscan una poesía intimista, sencilla y directa, formado por Dionisio Ridruejo, destacan Luis Felipe Vivanco (“Continuación de la vida”), Leopoldo Panero (“Escrito a cada instante”) y Luis Rosales (“La casa encendida”).

Poesía Desarraigada

Radicalmente opuesta a Garcilaso fue la revista Espadaña, fundada por Eugenio de Nora y Victoriano Crémer. Para estos poetas el mundo es un caos y una angustia lejos de la serenidad. Dámaso Alonso, con Hijos de la ira. Los temas, con tonos trágicos, se enfrentan al mundo deshecho y caótico. Lo hacen con una religiosidad muy presente, las invocaciones de Dios entronca con una línea existencialista. Su estilo es sencillo y directo, menos preocupado por la estética, destacan José Luis Hidalgo, Blas de Otero. Dámaso Alonso, con Hijos de la ira, representa la poesía desarraigada, a pesar de que su tono controversial se asocia al existencialismo. Vicente Aleixandre, con Sombra del paraíso.

En la revista Espadaña destacan Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, realizaron una poesía comprometida y arraigada con obras como Pueblo cautivo, ambos escriben una poesía impura y humanizada, aludida a los problemas obreros.

La Consolidación de la Poesía Social

La poesía social se consolida como en el teatro y en la novela. La poesía social con raíces de los libros Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. Vicente Aleixandre da un giro con su obra Historia del corazón. Bajo la influencia de los autores de Espadaña se va desarrollando esta nueva poesía preocupada por la realidad social, por los problemas humanos, por la injusticia y la miseria. El lenguaje es sencillo para poder denunciar este compromiso social, los temas se acercan a las preocupaciones de la gente de la calle, emplean un verso libre aunque no impide que los poemas tengan una cuidada elaboración formal. Esta poesía recibe influencias de Antonio Machado y Miguel Hernández.

  • Gabriel Celaya – su verdadero nombre es Rafael Múgica – entró en contacto con el surrealismo, antes de la guerra publicó Marea de silencio y La soledad cerrada. Su poesía se vuelve en las preocupaciones sociales. Sus obras son Tranquilamente hablando, Las cosas como son y Cantos iberos.
  • Blas de Otero, sus temas son el sentido de la vida, la función de Dios, recuerdos de la guerra. Su poesía puede ser etiquetada como existencialista y comprometida. Su obra: Cántico espiritual, Pido la paz y la palabra, Verso y prosa.
  • Rafael Morales representa la poesía social con sus poemas Del todo, El corazón y la tierra y Canción sobre el asfalto.

La Generación del 50

La generación de los 50 extiende su influencia a través de los años sesenta ya que su importancia social, estética e historia es innegable. Recogidos bajo el nombre de Generación del 50 tienen en común con la generación anterior el realismo de situación, el compromiso moral y político. Las diferencias se encuentran en la concepción de la poesía como experiencia y no como comunicación, esta recupera el cuidado por la forma. Presenta los siguientes rasgos comunes: preocupación por el hombre, huyen de todo tratamiento poético, inconformismo ante el mundo, escepticismo, consolidación de una poesía de experiencia personal, buscan una labor de depuración y concentración de la palabra.

  • Ángel González, representante de la poesía social, continúa los temas y preocupaciones de Blas de Otero, aunque el tema del amor es predominante con Áspero mundo, Sin esperanza, con convencimiento, Palabra sobre palabra. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
  • Caballero Bonald, su poesía es su propia biografía, presenta obras como Las adivinaciones, Vivir para contarlo, Descrédito del héroe, Laberinto de fortuna.
  • Jaime Gil de Biedma cultiva una poesía sincera y honesta cercana a las preocupaciones cotidianas, su lenguaje es coloquial y cotidiano. Obras como Compañeros de viaje, Moralidades con influencia de Cernuda. Se decanta por los temas amorosos y el paso del tiempo. Nunca escondió su homosexualidad.
  • José Ángel Valente presenta una temática variada, incluido en el apartado por razones cronológicas que estéticas. Escribe a modo de esperanza. Su lenguaje es sencillo y directo centrado en el hombre. Poemas a Lázaro, La memoria y los signos, El inocente recoge sus mejores poemas, y su última gran obra fue Fragmentos de un libro futuro.
  • Francisco Brines, temas como el tiempo, el amor y la muerte, destaca sus obras El otoño de las rosas, La última costa.
  • Claudio Rodríguez. Su primera obra El don de la ebriedad, Conjuros y Alianza y condena. Su Poesía es una antología de sus poemas entre 53 y 66. Por último, El vuelo de la celebración, que fue elegido miembro de la RAE.