Leopoldo Alas “Clarín” y Otros Novelistas del Realismo y del Naturalismo
En la producción de Clarín se incluyen su labor periodística, sus artículos de crítica literaria y su obra de creación. Esta última es casi exclusivamente narrativa, si exceptuamos algunas poesías juveniles y su drama, Teresa. Su obra narrativa es breve: solo escribe dos novelas (La Regenta, Su único hijo), algunos relatos breves (Pipá, Avecilla, Doña Berta…) y poco más de cien cuentos que aparecen recopilados en distintos volúmenes (Cuentos morales, El gallo de Sócrates,…).
En los cuentos se distinguen dos clases: los satíricos-burlescos y los de talante serio y reflexivo. Los primeros tienen un entronque costumbrista y parten de un tipo caricaturesco que satirizan. En los otros cuentos expresa sus preocupaciones personales (el amor, la religión, el egoísmo…).
Las novelas cortas muestran características que se repiten en toda la obra de Clarín: ironía, fino humor y, al mismo tiempo, ternura y humanidad.
Su único hijo narra la vida en una pequeña capital de provincia de un frustrado matrimonio cuyas relaciones con los actores de una compañía de teatro sitúa la acción en un ambiente extraño y degradado. Clarín juzga acertadamente la moralidad de la sociedad que retrata, cuyos rasgos, ocultos bajo una capa de pseudoromanticismo, son el egoísmo, la hipocresía, el engaño y la mentira.
La Regenta es una de las grandes novelas de la literatura española y se encuadra dentro de los dos modelos típicos de la novela realista: “la novela de adulterio”, que tiene como protagonista a una mujer burguesa profundamente insatisfecha, y “la novela de sacerdote”, en la que uno de los protagonistas tiene esa condición, de la que precisamente arranca el conflicto entre la castidad impuesta y el instinto natural.
Los protagonistas son dos: Ana Ozores y el Magistral, Fermín de Pas. Ambos tienen en común su desclasamiento. Ella, hija de un aristócrata liberal, acaba como esposa del viejo y ridículo regente de la Audiencia; él, de humilladísima procedencia, está escalando a los más altos puestos de poder del cabildo catedralicio. En los dos se produce también una profunda insatisfacción: Ana vive frustrada humana y sentimentalmente en el marco de una ciudad provinciana, añorando una madre que no tuvo y un hijo que no tiene; el Magistral, sometido a la férrea voluntad de su madre sin meta humana alguna, salvo la ambición desmedida del poder. El tercer personaje en importancia es Álvaro Megía, dirigente liberal de la provincia y tenorio por excelencia de la misma. Ana termina en brazos del insustancial Megía, con lo que consume su propia degradación.
Pero, en el fondo, la auténtica protagonista de la novela es la sociedad provinciana en su conjunto. Clarín disecciona en Vetusta (nombre literario de Oviedo, donde suceden los hechos) las mezquindades y frustraciones de la sociedad española de la Restauración. Implacablemente satiriza los comportamientos de la clase dominante del sistema canovista: clero, nobles, indianos, burgueses desfilan por sus páginas dando muestras de su frivolidad, hipocresía, orgullo, mediocridad y miseria moral.
Todos los demás personajes están marcados por los mismos rasgos de los protagonistas: frustración, insatisfacción, sexualidad reprimida. Los personajes positivos son pocos y no tienen la entidad suficiente para cambiar los derroteros de una sociedad podrida.
En La Regenta es muy importante la influencia del ambiente sobre los personajes y por ello se ha insistido en su carácter naturalista: tanto el mundo exterior (la ciudad en que viven, el ambiente callejero, las relaciones sociales) como el más próximo a los personajes (su familia, su infancia, su formación) los condiciona de modo definitivo. Incluso la naturaleza se relaciona con los movimientos de los personajes: la lluvia constante, las estaciones del año….
Dos son las notas dominantes en el ambiente que envuelve a los personajes: el tedio y la lujuria.
Técnicamente Clarín ensaya en esta novela múltiples recursos narrativos. Lejos de las novelas de tesis, el autor deja hablar a los personajes que charlan o piensan en alto constantemente. Muchos de ellos están caracterizados precisamente por tics lingüísticos. El narrador, siguiendo los principios naturalistas, se distancia de sus personajes y deja que ellos mismos vayan confluyendo en un ambiente en el que construyen sus historias particulares mediante el uso consciente y reiterado del estilo indirecto libre.
Otros novelistas de este periodo son Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón (que marcan la transición de la novela romántica a la pre-realista); el realismo se consolida con Juan Valera, José María de Pereda, Benito Pérez Galdós, Clarín y Emilia Pardo Bazán, algunos de los cuales reciben también la influencia del Naturalismo.
Autores Destacados del Realismo y Pre-realismo
Fernán Caballero
Es la precursora del realismo, aunque en su prosa abundan los elementos románticos y el didactismo religioso que idealiza la realidad (La gaviota, La familia Alvareda).
Pedro Antonio de Alarcón
Es también pre-realista, cercano al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Sus novelas carecen de calidad y sus personajes manifiestan maniqueísmo absoluto. Una excepción es El sombrero de tres picos.
Juan Valera
Es un escritor peculiar del Realismo, pues él mismo se consideró realista. Defiende el carácter poético de la novela y postula un tipo de narración que estudia el interior de los personajes más que el exterior. Reclama una literatura que cree objetos bellos que deleiten al lector, dejando a un lado cualquier preocupación por la sociedad del momento. Su estilo es culto y académico y sus personajes no hablan de modo realista. El amor es el tema más frecuente de sus novelas, entre las que destacan Pepita Jiménez, Juanita la Larga, Doñaluz y Morsamor.
José María de Pereda
Es el máximo representante, dentro del realismo, de la novela tradicionalista. Defiende en sus obras un patriarcalismo rural e idílico frente a los males del mundo urbano y burgués que representa la degradación y la corrupción. Casi todas sus novelas se desarrollan en Cantabria y son ejemplos de “novela regional”. Sus novelas tienen muchos defectos: personajes acartonados, moralismo excesivo, argumentos faltos de intriga…. Son apreciables su gran calidad descriptiva y su riqueza lingüística. Entre sus novelas destacan El sabor de la tierruca, Pedro Sánchez, Sotileza, La puchera y Peñas arriba.
Emilia Pardo Bazán
Es una de las máximas defensoras del naturalismo de Zola, aunque desde su perspectiva cristiana. Su producción es multiforme: desde unos comienzos románticos atraviesa una etapa naturalista para desembocar en el espiritualismo ruso. El naturalismo está presente en novelas como Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, en las que aparecen ambientes degradados, crudas descripciones, señores decadentes, criados brutales y escenas de extrema violencia.