Panorama del Teatro Español entre Siglos: De la Tradición a la Renovación

El Teatro Español a Finales del Siglo XIX y Principios del XX

A finales del siglo XIX y principios del XX, el teatro español se encontraba en una encrucijada. Por un lado, el éxito comercial dictaba las normas, lo que a menudo resultaba en un teatro de escasa calidad y poco original, anclado en fórmulas del pasado. Por otro, surgían voces que buscaban la renovación, aunque a menudo sin el favor del público.

I. Teatro Comercial o Tradicional

Este teatro continuaba la línea del drama posromántico de Echegaray, la alta comedia o teatro costumbrista, con rasgos realistas y morales, pero también con pervivencias románticas como el uso del verso y el efectismo. Algunos autores como Galdós, Dicenta o el primer Benavente intentaron un acercamiento al naturalismo europeo, con ambientes más reales y un lenguaje y actuación más naturales.

1. La Comedia Burguesa

Su máximo exponente es Jacinto Benavente. Tras el estreno de su obra El nido vacío, optó por un teatro que, si bien crítico, no desafiaba los gustos del público burgués. Ambientes cotidianos, diálogos fluidos y naturales caracterizan sus comedias burguesas (Lo cursi, 1901; Rosas de otoño, 1905), dramas rurales (La malquerida, 1913) y su obra más destacada, Los intereses creados, 1907, una crítica a la mentalidad e hipocresía burguesas.

2. El Teatro Cómico

Este teatro se centraba en reflejar el ambiente pintoresco y superficial de diversas regiones españolas, sin abordar problemas reales. Destacan los hermanos Álvarez Quintero y Carlos Arniches. Dentro de este género se sitúa el astracán de Muñoz Seca, comedias llenas de chistes cuyo único objetivo era la carcajada.

3. El Teatro en Verso o Poético

Continuador del teatro anterior, con lenguaje declamatorio y modernista, verso sonoro y efectista, y temas históricos tratados desde una perspectiva conservadora. Autores como Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina son representativos de esta corriente. El teatro de los hermanos Machado también se puede incluir aquí, aunque sin el enfoque patriótico.

II. El Teatro Renovador

Frente a la tradición, se alzaron voces que buscaban un teatro de mayor calidad, aunque a menudo sin éxito comercial. Estos intentos culminarían con las figuras de Valle-Inclán y García Lorca.

Principales Aportaciones

1. El Teatro de la Generación del 98

Autores como Unamuno, con un teatro despojado de retórica y centrado en conflictos internos (Fedra, 1910; El otro, 1926), y Azorín, que buscaba un teatro antirrealista que explorara lo subconsciente y lo onírico, abrieron nuevos caminos. Jacinto Grau, por su parte, adaptó temas literarios y mitos clásicos a la tragedia, obteniendo éxito internacional con obras como El señor de Pigmalión (1921).

Ramón María del Valle-Inclán, inicialmente adscrito al 98, evolucionó hacia un teatro más radical y crítico. Su obra se puede dividir en:

  • Primeras obras: Dramas decadentes cercanos al Modernismo (Cenizas, 1899).
  • Teatro en libertad: Obras concebidas para ser leídas, con puestas en escena audaces y acotaciones literarias.
  • Ciclo mítico: Obras ambientadas en un espacio galaico atemporal, dominado por fuerzas primarias.
  • Farsas: Combinan elementos del teatro infantil y de marionetas con la caricatura grotesca. Critican desde las convenciones modernistas (Farsa infantil de la cabeza del dragón, La marquesa Rosalinda) hasta la monarquía y la sociedad española (Farsa italiana de la enamorada del rey, La Reina castiza, 1920).
  • El esperpento: Deformación sistemática de la realidad para realizar una crítica feroz de la sociedad española. Obras clave son Luces de bohemia (1920) y la trilogía Martes de carnaval (Los cuernos de don Friolera, 1921; Las galas del difunto, 1926; La hija del capitán, 1927).

2. El Teatro de la Generación del 27

Los autores del 27 buscaron renovar el teatro a través de la depuración del lenguaje poético, la incorporación de las vanguardias y el acercamiento al pueblo. Destacan:

  • Alberti: Desde obras alegóricas y surrealistas (El hombre deshabitado) hasta obras de carácter social y político (Noche de guerra en el museo del Prado, 1956).
  • Miguel Hernández: Autor de un auto sacramental y de teatro social y de combate.
  • Alejandro Casona: Éxito con Nuestra Natacha (1936). En el exilio escribió obras que combinan realidad y fantasía, como La dama del alba.
  • Max Aub: Obras vanguardistas en los años 20 y 30, y obras maestras sobre el nazismo y la guerra en el exilio (San Juan, 1943).

Federico García Lorca, la figura más importante de esta generación, impulsó el teatro total, donde la poesía, los recursos escénicos y la escenografía tenían la misma importancia. Su teatro se centra en la lucha entre el principio de autoridad y el de libertad, y en la represión y frustración, especialmente de las mujeres. Su obra se puede clasificar en:

  • Farsas: Incluyen obras para guiñol (Tragicomedia de don Cristóbal y la Señá Rosita, 1922; Retablillo de don Cristóbal, 1930) y otras que abordan los matrimonios de conveniencia.
  • Teatro surrealista: Ruptura de la lógica espacio-temporal y desdoblamiento de la personalidad (Así que pasen cinco años, 1931; El público, 1933).
  • Piezas granadinas: Ambientadas en Granada, como Mariana Pineda, con elementos del Modernismo y del teatro romántico.
  • Tragedias: Ambientadas en el mundo rural andaluz, abordan la represión del amor y la sexualidad (Bodas de sangre, 1933; Yerma, 1934; La casa de Bernarda Alba, 1936). Estas obras trascienden lo local para convertirse en símbolos universales de la lucha entre libertad y autoridad.

La Guerra Civil truncó esta tendencia renovadora. Autores clave murieron o se exiliaron, y la censura impidió el desarrollo de nuevas propuestas hasta bien entrada la posguerra.