Los Personajes en Los Santos Inocentes
Una constante en la trayectoria novelística de Miguel Delibes es la extrema atención puesta en la caracterización de sus personajes. De esta forma, Los santos inocentes puede ser considerada una novela de personajes, pues la mayor proporción del texto se reserva al retrato de figuras humanas, que se pueden encuadrar en dos grandes grupos:
- Los señores: los ricos, caracterizados como personajes vanos por su vida acomodada, su falta de conciencia social, su ideología conservadora, su deseo de aparentar, su egoísmo, intolerancia y el desprecio de quienes les rodean.
- Los personajes humildes: los sirvientes, caracterizados por rasgos positivos: son personajes en estado de pureza, auténticos, desheredados de la fortuna, tienen amor al prójimo, son sumisos y no han recibido educación.
Solo en la señorita Miriam hay alguna muestra de conciencia social y sensibilidad hacia los humildes. Con ella se evita el total maniqueísmo que algunos achacan a la novela.
Algunos críticos han querido señalar por su importancia a la naturaleza como un tercer personaje, que determinaría a los otros dos grupos según la relación que mantienen con ella. De esta forma, Azarías se convertiría en un personaje central en la obra por la comunicación que es capaz de establecer con ella (las milanas). Vamos a detenernos en los tres principales de cada grupo: Azarías y Paco el Bajo (por parte de los sirvientes campesinos) y el señorito Iván (el personaje más desarrollado en la novela dentro del grupo de los señores).
Azarías
Es, junto a la Niña Chica, un “inocente”, es decir, un retrasado mental, un pobre infeliz cuyos movimientos y afectos inspiran la ternura del lector, convirtiéndose en el personaje más entrañable del libro y una de las figuras más completas de toda la novelística de Delibes. Es viejo (61 años) y está marginado entre los habitantes de los dos cortijos. No tiene malicia y su comportamiento es tan natural e ingenuo que prácticamente viene a ser el símbolo de la unión con la naturaleza. Azarías mantiene diálogos instintivos y elementales con las milanas (“uuuuuuh” o “quiá”). En las milanas (la primera es un búho, la segunda es una graja) encuentra Azarías la posibilidad de comunicación y agradecimiento que no halla en los hombres. Azarías va y viene a su antojo por el cortijo ante la benévola indiferencia del resto de personajes. Su retraso e ignorancia supone su marginación en ambos cortijos. Del primero es expulsado y en el segundo es “un engorro”, pero su presencia es soportada por el cuidado de su familia, por la determinación de su hermana Régula, que no quiere llevarlo a un asilo. Azarías, no obstante, demuestra, más que otros personajes, primarios sentimientos humanos: el miedo (cuando sale a correr con la primera milana, el cárabo, en el que a su vez queda preso de un extraño placer); la ternura, como demuestra en su relación con las milanas y sus mimos a la Niña Chica; la tristeza, como cuando enferma la primera milana y muere.
Paco el Bajo
Es el personaje más humillado y, al mismo tiempo, de los más admirados por el señorito Iván. Y ello porque éste le obliga a comportarse como si fuera un perro eficaz e imprescindible en las batidas de caza: es leal, obediente, agradecido, digno de alabanzas y consideraciones. El aspecto de su conducta que más destaca es su sumisión. Paco asume de forma natural su condición de siervo. Acepta la humillación que supone el aislamiento de estar cinco años en la Raya de Abendújar; acepta resignadamente que su hija, Nieves, vaya a servir a casa de Pedro, el “Périto”; se ilusiona con su cargo de “secretario”, con todo lo que ello conlleva: aptitud para la carga y la cobra, pero también la obligación de adular al señorito Iván. Además de sumiso, es pacífico y resignado. Todo lo acepta de buen grado y sin rechistar (“ae, a mandar, que para eso estamos”, es la respuesta habitual que él o su esposa Régula dan ante cualquier requerimiento de los señoritos o de don Pedro). Tiene, sin embargo, aptitudes que son muestra de sabiduría e ingenio, además de su prodigioso olfato para la caza. A ello une sus conocimientos del comportamiento de los animales. Posee, finalmente, detalles de indudable calidad humana. Desea con ilusión que sus hijos alcancen un futuro mejor a través de la educación, pero no lo consigue. Es, junto a Régula, modelo de amor al prójimo, que muestra, por ejemplo, en su actitud de comprensión y cariño hacia Azarías.
El Señorito Iván
Es el principal representante de la clase opresora, que degrada a los seres humanos. Este presenta muchos rasgos negativos y es muy difícil hallar algún rasgo de bondad. Es caprichoso, arbitrario y egoísta. Asume totalmente su condición de amo y no permite que nadie pueda limitarla. Manifiesta una total ausencia de conciencia social hacia los humildes. Otro de sus rasgos negativos es la vanidad, su ansia de destacar por encima de los demás. Ello le lleva a menudo a mantener una actitud insultante y de desprecio no sólo hacia sus siervos, sino también hacia sus invitados. Su pasión incontrolada por la caza supone un gran desprecio por la naturaleza, lo cual será causa del desenlace final. Destaca, finalmente, su conducta cínica, especialmente en sus devaneos con doña Purita, con la que se relaciona de forma natural, como si tuviera derecho de uso sobre la esposa de su hombre de confianza, al que en el colmo del cinismo le dice: “…tu frente está lisa como la palma de la mano”, cuando es evidente lo contrario.
Otros Personajes
Son muchos más los personajes que aparecen en la obra. Rápidamente destacaremos los rasgos principales de algunos, que se sitúan en un segundo plano:
- Régula: es la mujer de Paco el Bajo. Presenta rasgos parecidos a los de su marido, aunque tiene una visión menos optimista que éste (“ya veremos”, dice a las ilusiones que se hace Paco ante el traslado de domicilio).
- Quirce: es símbolo de insumisión. Cuando acompaña al señorito Iván a una batida de caza no se muestra servil como su padre, casi no habla ni adula al señorito y, lo que más molesta a éste, no acepta su limosna.
- Don Pedro, el “Périto”: es un personaje perteneciente a la clase media. Es un opresor de los humildes y un oprimido por el señorito Iván. Está preso de celos y de impotencia.
- Doña Purita: su mujer, muestra con su marido una actitud desafiante y su comportamiento es un ejemplo de frivolidad, como lo demuestran sus devaneos amorosos con el señorito Iván.
Temas Principales y Secundarios
La obra plantea como tema principal la situación de injusticia social que sufren unos sirvientes por parte de sus señores. Los primeros son unos humildes y pobres campesinos, inocentes y humillados, que acatan con total sumisión los abusos de la clase caciquil. Éstos, los dueños de la tierra, los señores (representados por el señorito de La Jara y, sobre todo, por el señorito Iván), aprovechándose de la incultura generalizada de las clases bajas y un sistema socioeconómico basado en el latifundismo, ejercen de modo aberrante un caciquismo extremo, explotador y egoísta. Los sirvientes aceptan la caridad de sus amos (la limosna de la señora Marquesa, o de Iván tras cada cacería) y se sienten orgullosos de ser objeto de sus preferencias (caso de Paco, como secretario de Iván cuando caza). Lo curioso es que la conciencia de propiedad y vasallaje, residuo de un antiguo y atroz feudalismo, es asumida con toda naturalidad por los personajes. Así, frente a la arrogancia, la chulería y el egoísmo del señorito Iván, que sólo tiene interés por la caza y su propia satisfacción, los trabajadores del cortijo le ofrecen una lealtad sin límites y una obediencia ciega. La sumisión de los humildes parece favorecida por la estructura cerrada del latifundio, poco permeable a las influencias exteriores, y por la ignorancia en que, conscientemente, se mantiene a los humildes/Ante la perpetuación de la injusticia, la rebelión trágica se abre paso como reacción inevitable. Pero no se trata de una rebelión «política», sino de una venganza individual. El Azarías llega al crimen sólo porque una pasión (la caza) ha chocado con otra pasión (su amor por la milana). Pero al lector este crimen se le aparece como un acto de «justicia natural» que posee, dos características: estar exento de culpabilidad -porque lo comete un retrasado mental-, y constituir un resarcimiento de todos los humildes por las injusticias y oprobios sufridos/Otro tema principal que aparece en la novela, estrechamente ligado a esa confrontación entre señores y criados o injusticia social, es el de la educación de los desheredados, o mejor dicho, el tema de la incultura y el analfabetismo. Los señores se aprovechan de la ignorancia para mantener su situación privilegiada frente a los criados. Régula y Paco saben de la importancia de escolarizar a sus hijos. Pero ellos tampoco podrán decidir sobre el futuro de sus hijos, pues las esperanzas que tienen depositadas en su hija Nieves para que recibiera una educación se esfuman cuando es obligada a servir en casa de don Pedro. Si los jóvenes no pueden recibir una educación, única posibilidad de emancipación de la situación de humillación crónica que viven, tampoco la reciben los adultos. La ignorancia de los campesinos queda reflejada en un episodio humorístico que evoca Paco en el Libro segundo, cuando vienen dos señoritos de Madrid para dar clases de alfabetización al concluir la jornada de trabajo/Relacionado con el tema de la educación, se inscribe el tema de la formación religiosa, la catequesis, que sirve al adoctrinamiento del niño en la fe y la moral cristiana al objeto de prepararlo para la comunión. El deseo de la muchacha de hacer su Primera Comunión se convierte entre los personajes opresores, en especial Pedro y su esposa, en motivo de regocijo y burla, como si Nieves hubiese expresado unas pretensiones fantasiosas o extravagantes. El señorito Iván achaca al “dichoso Concilio” (el Concilio Vaticano II) que la joven quiera comulgar y, con intensa zafiedad, añade: “las ideas de esta gente, se obstinan en que se les trate como a personas y eso no puede ser”. Éste equipara en dicha escena a los criados con los animales cuando Miriam, compadecida, pregunte qué mal hay en que Nieves haga la Comunión: “su padre no tiene más alcances que un guarro.”/Junto a los temas mencionados, otros temas secundarios están presentes en esta novela:/-La relación del hombre con la naturaleza. Los ricos la explotan para su conveniencia (celebran fiestas, cazan) y los trabajadores del cortijo deben convivir con ella para sobrevivir, algunos rozando la brillantez, como ese magnífico olfato que tiene Paco el Bajo o la comunión de Azarías con los animales. Un ejemplo cruel del poco respeto de Iván por la naturaleza aparece en el Libro quinto, cuando manda cegar a los palomos que sirven de reclamo./-El calor humano y el amor al prójimo. Azarías es aceptado, tras ser despedido por el señorito de la Jara, en casa de su hermana, aunque suponga cierto engorro. Ese amor al prójimo sólo es posible entre los humildes, pero no entre los señores. Por ejemplo, Iván obliga a Paco a que lo acompañe, estando cojo, como secretario de caza a una batida, dándole igual que se quede inválido de por vida. La única poderosa que siente cierta conciencia social por los humildes es la señorita Miriam, que se queda espantada al ver a la Niña Chica y escuchar sus berridos./-La pasión por la caza. Dicha pasión la siente Iván desde pequeño y arraiga en él progresivamente junto con su una arrogancia singular: se permite insultar a cuantos con él compiten, grita a los secretarios vecinos, etc. Como toda pasión incontrolada, lleva al sujeto a un estado psicológico que le hace proclive a abusar de sus semejantes -le da igual que Paco se quede inválido de por vida con tal de que le acompañe como secretario de caza- sobre todo de Paco, en el libro quinto- y de la naturaleza para satisfacerse. El enfrentamiento entre la pasión desmedida por la caza que siente Iván y la pasión por la milana que siente Azarías llevará al desenlace trágico, cuando éste último se venga del señorito por haberle matado la milana.