El Realismo y Naturalismo en la Literatura del Siglo XIX
Stendhal, Flaubert y Zola: Tres Pilares de la Literatura Francesa
Uno de los elementos originales de Stendhal radica en su forma narrativa: el lector sigue la historia a través de los ojos del héroe, que transforma la realidad en materia subjetiva. Gracias al uso del yo y del monólogo, el lector sigue los movimientos del pensamiento y los sentimientos de los personajes, sus dudas y su visión del mundo. Entre sus obras más destacadas se encuentran Rojo y Negro y La cartuja de Parma. Así pues, el narrador desaparece, a diferencia de lo que ocurrirá con Flaubert.
Madame Bovary, de Flaubert, está formada por 35 capítulos que se presentan como una sucesión de cuadros que describen momentos concretos. Los capítulos se presentan como unidades enteras, vinculadas sutilmente entre ellas. Como relato de un adulterio banal, esta novela es el relato de una mujer que podría considerarse un Quijote femenino, perturbada por lecturas de un tiempo pasado que ella idealiza. La originalidad del autor se basa en que los personajes, los lugares y las acciones parecen tener entidad propia. Por otro lado, mediante el personaje de Emma Bovary, Flaubert rompe todas las convenciones morales y literarias, quizá porque nunca antes nadie había presentado un personaje femenino con tal complejidad.
Émile Zola es considerado el teórico del Naturalismo, que se manifiesta claramente en 1867 con la publicación de Teresa Raquin, para la que se inspira en los análisis casi médicos de los hermanos Goncourt. Después llegó un proyecto ambicioso, Los Rougon-Macquart, proyecto literario sobre “la historia natural y social de una familia”. Se trata de un proyecto de novela experimental que tratará de analizar los efectos que las pasiones humanas producen en los individuos. Zola fue muy criticado por los conservadores y, a su vez, también recibió ataques desde el ámbito progresista, que le reprochaba su determinismo social y su visión fatalista de la condición obrera.
El Realismo Ruso: Dostoyevski y Tolstoi
La literatura rusa de la segunda mitad del siglo XIX es realista, a pesar de que el contexto social y político del país presenta unas estructuras de tipo feudal que poco hacían intuir la revolución comunista que surgirá en el siglo XX. La novela rusa insiste en la descripción de los paisajes naturales, los rasgos físicos de los personajes y los atavíos, lo que le dota de un ritmo lento a la narración. El argumento resulta a veces anecdótico, como la acción, que avanza lentamente. Presenta un fuerte sentimiento de piedad hacia los miserables y, aun siendo realista, el enfoque de los autores rusos trata también de buscar en la obra el significado profundo o espiritual de la vida, con una gran carga de preocupación moral y filosófica, lo que le confiere una densidad especial.
En Crimen y castigo, Dostoyevski narra la tormenta interior del protagonista que, autor de un crimen cometido con indiferencia, sufre remordimientos y acaba, influido por ideas cristianas, acusándose a la policía. Dostoyevski trata de mostrar que la violencia, incluso si procede del deseo de hacer el bien, es inhumana y que cualquier crimen, con independencia de sus motivos, es una violación de las normas éticas.
Ana Karenina, de Tolstoi, a pesar de parecer una simple historia sentimental con final trágico, no se puede obviar la voluntad moralizadora del autor, que critica la hipocresía dominante en la aristocracia de la época. La obra puede entenderse como una parábola sobre la dificultad de ser honesto cuando el resto de la sociedad se ha instalado en la hipocresía. Tolstoi es un autor racionalista y materialista, de un vitalismo esperanzado y una moral optimista, que cree en la transformación del hombre gracias a la bondad natural, la que lo conducirá a abandonar la felicidad ilusoria y a buscar una forma de vida más ajustada a la naturaleza.
Inglaterra: Dickens y la Denuncia Social
Son rasgos característicos de la narrativa de Dickens su penetrante caracterización de personajes y ambientes de la época; la idealización, la ternura y el sentimentalismo lleno de bondad al que somete sus historias. Este sentimentalismo contrasta con la dureza de las situaciones que presenta, de forma que se puede concebir como una manera amable de denunciar una sociedad desigual y creadora de pobreza. Entre sus obras más importantes está Oliver Twist, que narra la historia de un niño huérfano que pasa por infinitas penurias hasta que al final se ve realizado como persona. Se presenta una panorámica completa de la sociedad victoriana y una oposición muy clara entre el campo y la ciudad; el campo representa la alegría y el bienestar, mientras que Londres simboliza la delincuencia, la pobreza, el crimen o la marginación.
Norteamérica: Edgar Allan Poe y el Romanticismo Oscuro
Estados Unidos en el siglo XIX era un país de naturaleza, con las ciudades aún con poco peso y donde la industria, a pesar de su rápido crecimiento, no había destruido el hábitat natural, concebido como espacio donde se podía enraizar la identidad nacional. La novela se desarrolló menos que en Europa y, finalmente, aparece por influencia europea, siendo menos social y mostrando más preocupación por las preguntas trascendentales que por el análisis de la realidad presente.
La contribución más importante de Poe fueron los relatos cortos de tipología diversa. Dotado de gran inteligencia e imaginación, fue un maestro en el campo del misterio y en la recreación de atmósferas de terror. En lo técnico, su dominio del ritmo narrativo no tiene comparación. El cuento de terror fue un género que adoptó para satisfacer los gustos del público y donde sobresale. Sus temas recurrentes tienen que ver con la muerte, incluyendo sus manifestaciones físicas, los efectos de la descomposición de cadáveres y la reanimación de los mismos. También trata la culpa y la autopunición, como se observa en William Wilson y El corazón delator, así como la claustrofobia. Muchas de estas obras se han encuadrado dentro del llamado romanticismo oscuro, movimiento que surgió como reacción al trascendentalismo de la época. Fue precursor e iniciador de los relatos de detectives o policíacos, cuentos analíticos y de raciocinio que de forma meticulosa resuelven problemas e interrogantes de gran complejidad, como en Los crímenes de la calle Morgue. Asimismo, dio un giro original al emergente género de la ciencia ficción, respondiendo así a los recientes avances científicos y tecnológicos.