Teatro español del siglo XX: De la comedia al esperpento
Dos manifestaciones teatrales
El teatro, más que otros géneros, está sometido a circunstancias extraliterarias que lo condicionan: la presión comercial y la censura. A comienzos del siglo XX, el género teatral presentaba en España dos manifestaciones distintas: un teatro para ser representado, que satisfacía los deseos de diversión del público; y un teatro con intención artística y renovadora, que chocaba con los gustos del espectador y no llegaba a los escenarios o lo hacía con escaso éxito.
Teatro comercial
Dentro del primer grupo encontramos:
- Sainetes: Teatro cómico basado en tipos y ambientes populares o costumbristas. Muchos de ellos de ambiente andaluz, donde se escenificaban problemas superficiales o sentimentales mediante diálogos ligeros y llenos de ingenio. Otros se desarrollan en ambiente madrileño, con personajes castizos y típicos de los barrios populares, que emplean un lenguaje lleno de humor, juegos de palabras y dobles sentidos. Ejemplos: El santo de la Isidra y La señorita de Trevélez (Arniches).
- Astracanada: Teatro del disparate para conseguir la carcajada fácil a base de equívocos, deformación de palabras y escenas absurdas. Ejemplo: La venganza de don Mendo (Pedro Muñoz Seca).
- Teatro modernista en verso: De formas sonoras y coloristas, y tono legendario que escenifica hazañas del pasado heroico. Ejemplo: En Flandes se ha puesto el sol (E. Marquina).
- Comedia de salón: Heredera de la “alta comedia” del siglo XIX. Obras bien escritas con diálogos fluidos, que plantean críticas de vicios inherentes a la condición humana. Ejemplo: Los intereses creados (Jacinto Benavente).
Teatro renovador
Frente a este teatro de éxito, existía otro con intenciones renovadoras, pero que no lograba interesar al público. Sin embargo, dos autores aunaron los aplausos de la crítica y el público: Valle-Inclán y García Lorca.
Valle-Inclán
Su evolución personal, desde el carlismo de su juventud hasta las posiciones revolucionarias de su vejez, se refleja en su trayectoria teatral, que se divide en tres etapas:
- Etapa modernista: Antirrealista, con un cuidado lenguaje poético, muchas veces en verso, y con ambientes y personajes similares a sus obras narrativas. Ejemplo: Cuento de abril.
- Ciclo mítico: Ambientado en una Galicia primitiva y supersticiosa, con personajes dominados por instintos primarios, lo que da lugar a escenas truculentas. Ejemplo: Comedias bárbaras.
- Esperpento: Personajes caricaturescos y grotescos. Ejemplo: Divinas palabras y Luces de bohemia (1920). Características:
- Personajes degradados convertidos en fantoches.
- Presentación de problemas contemporáneos con personajes ridículos.
- Sucesión rápida de personajes y escenas.
- Variedad de registros lingüísticos.
- Acotaciones de valor funcional y literario.
La obra dramática de Valle-Inclán supuso una renovación que se anticipó a las tendencias de su época.
Después de la guerra
La guerra supuso una ruptura. Autores como Valle-Inclán, Unamuno, García Lorca o Muñoz Seca murieron. Entre los exiliados destaca Alejandro Casona. Arniches y Benavente siguieron escribiendo. En la posguerra destaca un teatro de tipo moral o social, a veces en tono grave o ideológico, otras en tono ligero o sentimental.
Enrique Jardiel Poncela
Novelista y dramaturgo que desarrolla las posibilidades cómicas del lenguaje mediante equívocos, diálogos brillantes y juegos de palabras. Su humor esconde una visión amarga y escéptica de la realidad. Ejemplo: Cuatro corazones con freno y marcha atrás.