La Narrativa Española Posterior a 1936
La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española, pues aparte del desaliento y el dolor naturales tras la guerra, otros factores resultaron escasamente favorables a la creación literaria:
- La muerte de algunos de los grandes modelos de la novela española del siglo XX (Unamuno, Valle-Inclán).
- El exilio obligado de otros autores que habían comenzado a destacar en la década de los treinta (Max Aub, Francisco Ayala, Ramón J. Sénder…).
- Las nuevas circunstancias políticas y la censura, que impiden que se siga con una tendencia de novela de corte social.
- Las circunstancias históricas, que hacen que pierda sentido otra de las tendencias novelísticas anteriores a la Guerra, como es el caso de la novela deshumanizada y vanguardista.
- El aislamiento internacional al que fue sometido España, no sólo políticamente, sino también cultural, por lo que el país quedó al margen de las grandes corrientes culturales del mundo occidental.
De esta manera, la Guerra Civil interrumpió bruscamente la evolución que estaba experimentando la literatura, y, como consecuencia de las razones expuestas, la novela española en la década de los 40 debe, prácticamente, empezar de nuevo.
Años 40
Por un lado, por el empobrecimiento cultural del país, lejos de las tendencias narrativas de preguerra y sin modelos narrativos inmediatos, los autores del momento buscan un punto de arranque en la tradición española del realismo. Así observamos el tremendismo de Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte), el lirismo de Carmen Laforet (Nada), la actitud ética de Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada), etc.
Estos autores transponen el inconformismo social que se respiraba al plano existencial, cuyo enfoque se refleja en la presentación amarga de la realidad; la presencia de personajes marginados y desarraigados y el testimonio del malestar social del momento.
Esta orientación de la novela supuso la ruptura con el mundo convencional y triunfalista de la novela dominante, al servicio de la exaltación patriótica, y sirvió para denunciar la miseria material y moral de la inmediata posguerra española. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar los autores españoles que en esta época publicaron su obra en el exilio, pues si bien su incidencia literaria en España fue prácticamente nula, cada autor siguió una singular evolución en la que coexiste la recreación constante del pasado y la asunción dolorosa del presente. Ejemplos serían: Ramón J. Sénder (Crónica del alba, Réquiem por un campesino español, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre), Arturo Barea (La forja de un rebelde), Max Aub (El laberinto mágico).
Años 50
El resurgimiento iniciado en la novela española se consolida con la novela social durante la década de los cincuenta.
La nota característica de este nuevo grupo es el compromiso ético y social del escritor, la idea de que la literatura, siguiendo la máxima de Sartre, debe servir para transformar el mundo.
De esta manera, la sociedad española se convierte en el tema central de la narrativa, con ánimo de denuncia, donde el testimonio adquiere prioridad sobre las técnicas formales y el estilo. Es habitual que el narrador adopte una perspectiva behaviorista (de observación objetiva de la conducta humana), que la acción se desarrolle en un período de tiempo muy breve y un espacio muy limitado, y que se opte por el personaje colectivo o representativo.
Las novelas de esta época suelen ser calificadas de pesadas, pobres estilísticamente y con una gran carga ideológica; sin embargo, éstas contribuyeron decisivamente al nuevo cambio de rumbo de la narrativa. Las novelas más representativas de esta corriente son La colmena de Camilo José Cela y El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio.
Años 60
El inicio de la década de los 60 se caracteriza por un rechazo de la novela social y por un proceso importante de renovación. De esta manera, aparece un tipo de novela experimental influida por autores europeos como Marcel Proust, Franz Kafka o James Joyce, cuyo punto de arranque pueden considerarse las novelas La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos.
La renovación de la narrativa de este período se centró en la experimentación de nuevas técnicas como la ruptura de la linealidad argumental del relato y, en algunos casos, el predominio de lo imaginativo, simbólico y onírico sobre el argumento; el discurso descompuesto y la experimentación con recursos lingüísticos; el tiempo y espacio fragmentados; la polifonía narrativa y el uso de la técnica del contrapunto (entrelazar y alternar diferentes historias) y el ser dirigida a unos lectores cómplices, participativos. Algunos autores que habían iniciado su labor literaria en las décadas anteriores optan por estas innovaciones (Camilo José Cela, San Camilo, 1936; Miguel Delibes, Cinco horas con Mario; Torrente Ballester, La saga fuga de J. B.). Entre los que inician su trayectoria en esta década destacan Juan Benet (Volverás a Región), Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa) y Juan Goytisolo (Señas de identidad).
A partir de 1975
Comienza el desarrollo de un “ambiente de libertad” a lo que contribuyó la desaparición de la censura, la recuperación de la obra de los escritores exiliados y un mayor conocimiento de la narrativa de otros países.
Las características de este nuevo período son la proliferación de obras, la convivencia de diversas generaciones y tendencias y la falta de perspectiva histórica. De manera muy general, se puede observar un alejamiento del experimentalismo y una vuelta al interés por la anécdota, la recreación de tipos y la reconstrucción de ambientes y la recuperación de la narratividad encabezada por Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta. Otras novelas del autor son El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas, Sin noticias de Gurb…
Las principales líneas de la novela hasta nuestros días son:
- La metanovela: simbiosis entre la narración de la historia (creación) y el proceso seguido para la construcción de la misma (crítica). Juan Goytisolo y su hermano Luis, José María Merino (La orilla oscura), Juan José Millás (El desorden de tu nombre).
- La novela lírica o poética: centra su interés en un mundo más sugerente, con personaje-símbolo y una mayor tendencia al lenguaje poético. Francisco Umbral (Mortal y rosa), Julio Llamazares (La lluvia amarilla).
- Relato de aprendizaje, memorialismo y la autobiografía. Javier Marías (Corazón tan blanco, Todas las almas).