Miguel Hernández Gilabert: Vida y Contexto Literario
Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela (Alicante) el 30 de octubre de 1910. Fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX, perteneciente a la famosa generación del 27.
Orígenes y Formación
Fue el segundo hijo varón en el seno de una familia numerosa y humilde. A los 15 años empieza a trabajar a causa de la precaria economía familiar. No abandona la lectura a pesar de su trabajo en el campo; es más, las horas en el campo propician la lectura apasionada de todo libro que cae en sus manos. Con el tiempo se va incorporando a la vida cultural oriolana (tertulia de los poetas del horno), dando lugar a sus primeros poemas y publicaciones.
Madurez Literaria y Compromiso Social
En la década de 1930 se marchó a Madrid, donde trabajó como colaborador de José María Cossio en Los toros y se relacionó con los poetas Pablo Neruda, Rafael Alberti, Luis Cernuda, entre otros. Cuando España se ve abatida por la tragedia de la Guerra Civil (1936-1939), Miguel Hernández actúa en la contienda movido por dos cualidades muy suyas: lealtad y generosidad.
Guerra, Prisión y Muerte
Durante los primeros años, Miguel Hernández vive un gran auge literario, promovido por los sucesos que le estaban ocurriendo. Participa activamente en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas y acude en visita oficial a la Unión Soviética. La ilusión pronto se quiebra: la guerra, cada vez más encarnizada, y las violentas acciones bélicas que rompen la España republicana, a la vez que la muerte de su hijo, hacen que el poeta quede totalmente desmoralizado. Estas adversidades quedarán reflejadas en algunas obras suyas marcadas por la tragedia. En 1939 Hernández intenta huir a Portugal. Devuelto a la Guardia Civil, inicia su calvario de presidios, al que él mismo llama “turismo” por las prisiones españolas.
Puesto en libertad, regresa a Orihuela, donde apenas doce días más tarde es detenido de nuevo y trasladado a la prisión madrileña del Conde de Toreno. Se le condena a cadena perpetua. Allí, en la cárcel, enferma y se va consumiendo poco a poco. Finalmente, muere el 28 de enero de 1942, a los 31 años, a causa de la tuberculosis, en la enfermería de la prisión de Alicante.
Análisis de la Elegía a Ramón Sijé
Contexto Emocional y Dedicatoria
Este poema va dedicado a la memoria de su amigo Ramón Sijé. Por tanto, debemos situar este poema en un momento de dolor, de culpabilidad por no haber podido despedirse del amigo. Es un poema escrito en caliente, en el que los sentimientos están a flor de piel. Un poema escrito para dejar patente el peso que lleva Miguel dentro suyo, un poema para que nadie olvide el amor que unió a los dos amigos, aunque en las acaballas de la vida de Ramón diera la sensación de que la relación entre los dos se hubiera enfriado. Así que el tema sería el dolor, la tristeza y la rebelión que siente el autor.
Forma y Estructura Métrica
Esta elegía se forma a partir de tercetos encadenados endecasílabos (ABA BCB CDC…) excepto en la última estrofa, que consta de cuatro versos.
Estructura Interna y Temática
En lo que se refiere a la estructura interna, el poema se podría dividir en tres partes:
Meditación
La etapa de “meditación” es la parte en la que Hernández reflexiona y recuerda los tiempos pasados con su gran amigo. Ocupa los cuatro primeros tercetos. Resalta mucho el campo y lo rural, ya que la agricultura y el pueblo han estado muy presentes en las vidas de ambos. Las palabras que utilizó como ejemplo para apoyar esta teoría son hortelano, amapola, estercolas…
En las siete primeras estrofas, Miguel Hernández acepta la muerte de Ramón y es consciente de la gravedad de este hecho, también como algo inevitable. Es donde Miguel se muestra más afectado. No juzga a nadie ni a nada, tan solo expresa con intensidad sus emociones.
Utiliza una metáfora para decir que su amigo yace enterrado, presentándolo como algo bueno para la tierra, que la abona, que la “estercola“; es decir, le duele muchísimo su muerte e intenta verle el lado positivo de su falta. También vuelve al tema del campo.
En los versos ocho y nueve, el autor expresa con dureza su dolor mediante una hipérbole: “doler me duele hasta el aliento“, argumentando el no poder ni hablar.
En el cuarto terceto hay una anáfora, pero también puede verse como paralelismo: “Un manotazo duro, un golpe helado, / un hachazo invisible y homicida, / un empujón brutal te ha derribado.” En este mismo terceto, Hernández muestra cómo ha sentido la muerte: repentina, incesante, “invisible“, como un rayo, “un empujón brutal“.
Lamento de los Supervivientes
La segunda parte es el “lamento de los supervivientes” y comprende desde la quinta estrofa hasta la undécima. Es la etapa donde Miguel Hernández se expresa con más emotividad, ya que nos habla de su propio sentimiento ante la pérdida de un ser querido; por eso habla en primera persona: “No hay extensión más grande que mi herida… Ando sobre rastrojos de difuntos…“.
En el verso quince, el autor muestra su pésame: “y siento más tu muerte que mi vida“.
En el verso veintiuno se hace referencia a la prematura muerte de Sijé: “…temprano estás rodando por el suelo.”
En el noveno terceto se ve la furia del autor, utilizando las palabras levanto, tormenta, piedra, rayo, hacha, estridente, sedienta, catástrofe y hambrienta.
Alabanza
La tercera y última parte es la de “alabanza”, en la que el autor elogia al fallecido y destaca sutilmente algunas cualidades de este: “pajareará tu alma colmenera… Alegrarás la sombra de mis cejas…“
Se cambia el tono furioso por un tono agradable y dulce para hacer referencia al bonito recuerdo que le deja su compañero: “flores…, angelicales ceras…, enamorados labradores…, aladas almas de las rosas…” También se ve la gran importancia de los almendros, y es que, según contaba el autor y sus conocidos, Hernández y Sijé paseaban por los almendros de su tierra.
Conclusión
Para concluir, este poema es un claro ejemplo de elegía, ya por la forma en que se muestran los sentimientos tras la muerte de un ser querido y por la manera de ensalzar al difunto.